Samuel - Significado, biografía e historia
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Samuel - Significado, biografía e historia

Quizás 'oído por Dios', 'pedido a Dios' o 'Dios ha oído'

Primer gran profeta de Israel después de Moisés (Jer. 15:1). Su padre, Elcana, era un levita de la familia de Coat (1 Cr. 6:26, 33, 34) que vivía en el territorio de Efraín, por la cual también se lo consideraba efraimita (1 S. 1:1). La ciudad donde vivía se llamaba Ramataim de Sofim. Ana. Su madre era estéril, hizo la promesa de que si Dios le daba un hijo, lo dedicaría al Señor como nazareo. Dios escuchó su oración y le dio un hijo, a quien le puso por nombre Samuel. Lo llevó al sumo sacerdote Elí, que vivía en Silo, con el fin de que lo preparara en el tabernáculo para el servicio del Señor. En Silo, Samuel vivía en una habitación contigua al santuario y muy cerca de la del sumo sacerdote. El Señor le reveló el castigo que recaería sobre la casa de Elí por causa de la conducta profana de sus hijos

La nación lo reconoció como profeta cuando llegó a la adultez. Con el tiempo, los juicios de Dios cayeron sobre Israel y la casa de Elí. Sus hijos murieron en la batalla, el arca cayó en poder de los filisteos y el sumo sacerdote falleció. Desde entonces se convirtió en líder, profeta y juez de Israel. Exhortó a la nación a abandonar los ídolos y a servir sólo al verdadero Dios. En Mizpa, reunió al pueblo para que hiciera un pacto con Dios. Los filisteos creyeron que esa gran asamblea tenía intenciones hostiles, y la atacaron. Animados y conducidos por Samuel, los israelitas combatieron valientemente y lograron una gran victoria sobre sus enemigos; de ese modo recuperaron su libertad. Mientras Samuel fue su líder, los filisteos no los molestaron más (1 S. 7:3.

Cada año administraba justicia en Gilgal, Betel y Mizpa, además de Ramá, la ciudad de residencia. Para el desempeño de estos deberes Samuel contaba con la ayuda de profetas que vivían en comunidades. Samuel nombró a sus dos hijos como jueces adicionales y los ubicó en Beerseba. Pero, ellos eran corruptos, y la gente se quejó de ellos. Insatisfechos con la falta de continuidad de una dirección sólida, los israelitas llegaron a la conclusión de que el establecimiento de la monarquía sería la mejor solución para sus problemas políticos. Por eso le pidieron que nombrara un rey sobre ellos. El profeta no aprobó este pedido, e incluso lo tomó como una disconformidad con su administración. Pero Dios le ordenó que accediera a las demandas del pueblo, señalándole que al expresar su deseo de pasar de una forma teocrática de gobierno a una monarquía, no lo estaban rechazando a él, sino al dirigente supremo, a Dios mismo.

Samuel recibió instrucción de advertirles acerca de las desventajas de su decisión, y de las consecuencias sobre la vida de todos ellos debido a ese cambio de gobierno (1 S. 8:1-22). Al seguir las indicaciones de Dios, Samuel ungió a Saúl, primero en privado en Ramá y después en una ceremonia pública en Mizpa. Una tercera ceremonia se celebró en Gilgal después de la victoria de Saúl sobre Nahas, rey de los amonitas. Pero la conducta de Saúl pronto le reveló a Samuel que había razones para albergar gran preocupación. El nuevo rey comenzó a manifestar una actitud independiente y una desobediencia a la conducción divina. En consecuencia, el profeta se vio obligado a decirle que su reino no iba a continuar y que le sería quitado. Samuel no volvió a ver a Saúl después de este incidente. Luego, por orden de Dios, cumplió la peligrosa tarea de ungir a David como rey de Israel, aunque Saúl todavía estaba en pleno ejercicio de sus poderes.

Cuando Saúl comenzó a perseguirlo, David se refugió temporalmente junto a Samuel. Poco después de esto el anciano profeta falleció, y David huyó como fugitivo al desierto del sur de Judea.



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