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Road house: Jake Gyllenhaal saca m�sculo en la pel�cula m�s irresistiblemente est�pida del a�o

Doug Liman confecciona la primera producci�n de culto que exige rendir culto por anticipado a la pel�cula ya de culto de la que �sta es 'remake'... de culto

Tr�iler de Road House con Jake Gyllenhaal
Actualizado

Los 80 fueron una d�cada profundamente est�pida. Y lo fueron hasta tal extremo que pocos periodos de la historia del cine acumulan tantas producciones que el tiempo ha convertido en objeto, que no solo pel�culas, de culto. No es f�cil definir qu� sea lo que transforma una pel�cula, generalmente mala (o solo escacharrada), en un artefacto digno de veneraci�n, pero lo cierto es que no hay manera de planear nada de antemano. Una pel�cula genuinamente de culto lo es por accidente, por despiste, por euforia o por sencillamente sacr�lega. No hay normas o, mejor, la �nica norma que la mantiene en pie es su resistencia a ser digerida por precisamente unas reglas.

A veces, lo que llama la atenci�n es lo raro, lo extra�o, lo prodigioso o solo lo diferente. O lo inepto incluso. Por ello, dec�amos, lo est�pido tiene tantas opciones de acabar en un altar. Pero en general se trata de producciones que reclaman para s� ser contempladas con una sensibilidad peligrosamente camp en el sentido que lo entendi� Susan Sontag en su estudio ya cl�sico sobre lo kitsch. Se contempla una pel�cula de culto no como lo que es sino como representaci�n de que lo quiz� pudo ser o quiso ser o acab� por ser sin pretenderlo. Es decir, una pel�cula de culto se ve entre comillas o, dependiendo del libro de estilo usado, en cursiva. De hecho, ni siquiera se ve lo que se ve, sino que se ve a a trav�s de ella con la atenci�n puesta en el mundo de significados a�adidos que levanta a su paso.

Road house. De profesi�n: duro, la pel�cula de Doug Liman reci�n estrenada en Prime Video directamente y sin pasar por las salas para gran cabreo del director (lo dej� por escrito en un art�culo incendiario contra la productora en la revista Deadline), quiere ser desde el primer segundo pel�cula de culto. Y aspira a ello, entre otras razones, por la exhibici�n imp�dica de la estupidez de la que hace gala en cada uno de sus planos. No puede ser casualidad que todos los personajes, del primero al �ltimo, se esfuercen de forma tan met�dica, e inteligente incluso, en decir chorradas sin pulsar el bot�n de pausa en ning�n momento. La lista de gilipolleces es larga. La pu�alada que exhibe el protagonista Jake Gyllenhaal nada m�s empezar como si hubiera sido picado por un mosquito y la presentaci�n en la pel�cula (y en la historia del cine) del luchador profesional Conor McGregor completamente desnudo en Italia (tras ser sorprendido por un marido cornudo) son solo dos ejemplos. Vistosos pero solo ejemplos. El hecho de que el jefe de polic�a al que da vida Joaquim de Almeida se llame Big Dick (Gran Polla) y que la imagen que se ofrece de Florida a fecha de hoy en nada difiera de la de Manhattan en el cl�sico de John Carpenter 1997: Rescate en Nueva York a�aden contexto a un texto que, en verdad, no es tal. Liman, en efecto, sabe que las pel�culas de culto son solo contexto.

Para situarnos, Road house cuenta la historia de un portero de discoteca (de bar, en este caso) con la improbable misi�n de impartir justicia. O solo orden. Por supuesto, a mamporros. No es Koldo, el de las mascarillas, sino Gyllenhaal. Se trata de un luchador profesional de pasado triste y fil�sofo desenga�ado de presente complicado. Al futuro ni se le espera. Lo que no imaginaba nuestro h�roe (o s�, pero se lo call�) es que no se trataba solo de un local de mala fama, sino que en verdad es el objetivo de la mafia local que quiere el tugurio para cosas del narcotr�fico y la comisi�n. En definitiva, no solo tendr� que v�rselas con unos cuantos chulos borrachos, sino que lo que tiene en frente es sencillamente la m�s grande. En efecto, ah� hay mucha hostia que dar. "�Hay algo m�s divertido que una pelea de bar?", se pregunta el director. Tambi�n hay, en la m�s rancia tradici�n debidamente machista, una chica, claro.

Se podr�a decir que probablemente �sta sea la primera pel�cula moderna que pretende ser de culto antes incluso de serlo y que su �nica motivaci�n es que la hagamos nuestra por el deseo siempre alerta de cualquier cin�filo, o menos, de abrazar la infamia. El hecho de que se trate de un remake de, �sta s�, una pel�cula profesionalmente de culto como la cinta del mismo t�tulo arrojada a los perros en 1989 por el director Rowdy Herrington no hace m�s que confirmar las ya inexistentes sospechas. Aquella cinta protagonizada por un Patrick Swayze convertido en ya en estrella de la grima y el culto merced a Dirty dancing trajo aires renovados a los espectadores de entonces tan acostumbrados a producciones despampanantes de un �nico concepto y cuyo mayor m�rito era espectacularizar la simpleza. Se trataba de una pel�cula de acci�n como tantas otras desde Acorralado (con Stallone), Desaparecido en combate (con Chuck Norris) o Contacto sangriento (con Van Damme), pero dotada �sta de un in�dito verismo barnizado de una fina capa de intelectualismo cinematogr�fico. En ella, seg�n el patr�n m�s cl�sico del western (el pistolero solitario que se redime protegiendo a los inocentes), las peleas eran de verdad, apenas se utilizaron dobles y las cr�nicas de los heridos en el rodaje acabaron convertidas en leyenda.

Digamos que la primera versi�n ochentera de Road house adquiri� su car�cter de culto por diferenciarse de su competencia restando, antes que sumando, estupidez a sus principios rectores. La propuesta de Herrington se sab�a ella misma representaci�n del cine de acci�n de su momento. La forma que tuvo de ponerse entre comillas (por seguir con la analog�a de Sontag) fue a�adiendo dignidad a la producci�n. Y as� lo reconocieron sus ac�litos, que no han hecho m�s que crecer desde entonces y que la tienen por una rareza de calidad probada entre la evidente mugre de toda la producci�n coet�nea.

Conviene tener en cuenta y muy presente el propio concepto de estupidez para cobrar consciencia del fen�meno. La estupidez tiene mala prensa. Deleuze mantiene que el cometido de la filosof�a es "detestar la estupidez" y, en general, el argumento de una conversaci�n sabia es la sabidur�a, que no la estupidez. Pero �sta (como nos recuerda el pensador Johann Ed. Erdmann) a su modo nos sana. La estupidez nos recuerda nuestros propios defectos y, apenas aparece, nos retrotrae al momento antes de volvernos civilizados y sensatos. A su manera, la estupidez es, de forma mucho m�s genuina que la sabidur�a, lo que nos liga a un estado primigenio, propio y perfectamente identificable. Y por ello, su capacidad para provocar nostalgia, apego o solo cari�o. Pocas d�cadas, en lo que a cine se refiere (tambi�n en m�s �mbitos, la verdad), tan est�pidamente nost�lgicas como los 80 y de ah�, su propensi�n al culto.

La nueva Road house toma de su predecesora todo: su originalidad a contracorriente, su pasi�n por el verismo, sus lejanas referencias al western y, sobre todo, su plena y consciente estupidez. El hecho de que haya sido repudiada de forma necesariamente injusta por Prime Video ("M�s preocupada por la fontaner�a que por el cine", a decir de Liman); el que el director (autor �l mismo de cumbres magistrales de la acci�n como El caso Bourne y Al filo del ma�ana) se haya negado a promocionarla para escenificar la protesta; el que su protagonista Gyllenhaal coincidiera previamente con su "inspiraci�n" Patrick Swayze en Donnie Darko (la pel�cula m�s de culto de todas las pel�culas de culto), o el que sea imposible contemplar cada una de las escenas (menci�n especial para ese final disparatado hasta el infinito) sin preguntarse "�Pero qu� narices es esto?" no son m�s que pruebas sobre confirmaciones de que Road House. De profesi�n: duro no quiere ser una pel�cula, sino un artefacto, un fen�meno, un meme, un hashtag, un trending topic... un muy est�pido fen�meno de culto antes incluso de serlo. Todo muy est�pido. Todo muy de culto.