Richard Feynman, el físico que combinó inteligencia y carisma

Richard Feynman, el físico que combinó inteligencia y carisma

El 11 de mayo de 1918 nacía Feynman, el físico ganador del Nobel y participante en el Proyecto Manhattan que revolucionó la ciencia con sus aportaciones y su despampanante carácter.

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Feynman
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Posado oficial de Feynman para el Nobel, 1965

“Morir es aburrido”. Estas eran las últimas palabras de Richard Feynman antes de fallecer el 15 de febrero de 1988, a los 69 años, a causa de un cáncer abdominal. El físico mantenía así, en sus últimos momentos, el peculiar genio bromista que lo había acompañado durante toda su vida. Y es que, revolucionario del mundo de la ciencia por su estudio de las integrales de camino, de la electrodinámica cuántica o de la superfluidez, entre otros, Feynman destacó también por su extrovertida y bromista figura pública que, en ciertas ocasiones, llegó a colocarlo en el punto de mira de diversas polémicas.

Apodado como “el hombre más inteligente del mundo” por la revista Omni en el año 1979, y como “uno de los 10 físicos más grandes de todos los tiempos” por la británica Physics World , el ganador del Nobel sostenía que, realmente, nadie llegaba a entender la física cuántica. En su libro biográfico ¿Está usted de broma, Sr Feynman?, define su singular forma de “hacer ciencia”, en la que destacaba que era importante no intentar comprender las explicaciones científicas en términos familiares, sino disfrutar y relajarse mientras los expertos explicaban el funcionamiento de la naturaleza.

Y es que, bajo su peculiar carácter sin tapujos, recoge en estas memorias algunas anécdotas que lo convierten en un personaje más que singular:  “Durante algún tiempo se pusieron de moda los restaurantes topless. Uno iba allí a tomar el almuerzo, las chicas bailaban desnudas de cintura para arriba y, al cabo de un rato, desnudas del todo. Resultó que uno de esos lugares estaba a pocos kilómetros de mi casa, por lo que iba allí con frecuencia. Tomaba asiento en uno de los compartimentos y hacía un poco de física en los mantelitos de papel de la mesa. A Gweneth, mi mujer, no le molestaba que fuera a ese lugar; decía que los ingleses iban a clubs”.

Feynman
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Feynman posando en 1962

PRIMEROS AÑOS 

De familia humilde, Feynman nació en 11 de mayo de 1918 a las afueras de Nueva York, en el Bronx. Su padre era gerente de ventas en una empresa de uniformes y fue el responsable de inculcar el amor por la ciencia a su hijo, pues lo animó a hacerse preguntas que desafiaran su pensamiento con el objetivo de aprender cosas nuevas. El sentido del humor y la transparencia fueron, sin embargo, herencia de su madre. Él mismo cuenta que, durante su niñez, no pronunció ni una sola palabra hasta los 3 años.

A los 13 años se inició de forma autónoma en el estudio del cálculo diferencial, destacando ampliamente frente a sus compañeros. A los 18 ingresó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde se formó en matemáticas y física para, finalmente, a los 21, ser admitido en la Universidad de Princeton para desarrollar su tesis, llamando la atención de otros grandes científicos por su notable inteligencia.

Feynman1974
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Feynman en su despacho en 1974

En una ocasión, a las puertas de la Segunda Guerra Mundial,  el físico Bob Wilson se aproximó a él para hablarle de un trabajo que le habían encomendado: la separación de isótopos de uranio con el objetivo de crear una bomba atómica. Feynman cuenta en sus memorias que, en un primer momento se negó rotundamente y siguió trabajando en su tesis. Sin embargo, permaneció varios minutos dándole vueltas a la propuesta: “Los alemanes tenían a Hitler y la posibilidad de que pusieran a punto una bomba atómica antes que nosotros era demasiado aterradora”. Bajo esta justificación, decidió colaborar en el proyecto.

EL PROYECTO MANHATTAN

Esa motivación de Feynman por colaborar a que Estados Unidos desarrollara la bomba atómica antes que la Alemania nazi lo llevó a participar en el Proyecto Manhattan, ubicado en el centro de  investigación de Los Álamos, donde cientos de científicos estadounidenses trabajaban para alcanzar ese objetivo común. El papel del físico no fue esencial para el proyecto, pero sí de gran importancia, pues coordinó el grupo de cálculo humano por completo y, posteriormente, gestionó la transición al uso de las tarjetas perforadas para la IBM.

Durante la primera prueba de la bomba, conocida como Trinity, se dice que Feynman fue el único que no usó gafas oscuras para ver el evento, ya que aseguraba que mirar a través del parabrisas del camión le protegería de la dañina emisión ultravioleta. 

Tras el éxito de la prueba, la labor de Feynman fue menor, pues la mayor parte del trabajo ya estaba hecha. “No había nada que hacer allí”, comentaba el físico en sus memorias. Se dedicó entonces a intentar abrir cerraduras y descifrar códigos de seguridad del propio proyecto, lo cual ayudó a buscar vulnerabilidades en la encripitación del equipo estadounidense y reforzar la seguridad ante posibles infiltraciones.

Feynman and Oppenheimer at Los Alamos
CC

Feynman (centro) y Oppenhaimer (derecha) charlando en Los Álamos durante su participación en el Proyecto Manhattan

Sin embargo, la explosión de la bomba contra los japoneses, el 6 de agosto de 1945, supuso un golpe a posteriori para la conciencia del científico. “Yo estaba envuelto en esta juerga, bebiendo también y borracho sentado en el capó de un Jeep; tocando el tambor con excitación mientras recorríamos Los Álamos al mismo tiempo que había gente muriendo y luchando en Hiroshima”, describía para una entrevista con la BBC. Tenía tan solo 27 años por aquel entonces y aún tardaría 20 más en alzarse con el Nobel.

En su libro  El placer de descubrir, narra que los remordimientos llegaron al ver las consecuencias de sus actos, admitiendo que no se arrepentía de colaborar en el desarrollo de la bomba, pues la posibilidad de que Alemania se hiciera con ella era mucho peor, pero que sí fue un error no reconsiderar la situación y abandonar el proyecto cuando Alemania fue derrotada. De hecho, realiza una gran reflexión sobre todas las preocupaciones que le surgieron de cara al futuro, pues no veía la necesidad de construir otra bomba: utilizarla de nuevo solo supondría riesgos, tensiones y muertes. Por esta razón, cuando el gobierno materializó su voluntad de crear otra para el futuro, Feynman abandonó el proyecto.

EL PREMIO NOBEL DE 1965

Después de la Segunda Guerra Mundial, Feynman, con tan solo 30 años y una reputación despampanante, comenzó a impartir clases en la Universidad de Cornell. Sus alumnos describían sus clases como “magistrales”. El físico conseguía mostrar la teoría atómica de una forma simple, partiendo desde el desconocimiento absoluto y ayudado siempre de unos diagramas sencillos y elegantes que fundamentaban sus explicaciones, pero cuya belleza y factor estético animaba a la imaginación. Estos esquemas pasaron a la historia como los Diagramas de Feynman, fundamentales en cualquier explicación de física de partículas.

Feynman clase
CERN

Feynman impartiendo una de sus famosas clases

Cuenta en su libro que la motivación por acercar la comprensión de la física cuántica a todo tipo de públicos nació de un episodio cotidiano en la cafetería de la facultad donde impartía clases. Feynman narra que se encontraba tomando un café, cuando uno de sus alumnos se puso a bromear lanzando un plato por los aires. El físico se fijó en que, en el centro del mismo, había un medallón de la universidad que giraba más rápido de lo que se bamboleaba, lo cual le pareció muy curioso y decidió calcular su movimiento. Se encontró, entonces, sentado en el suelo de su casa, de madrugada con muchos papeles con ecuaciones las cuales había conseguido simplificar en unos pocos diagramas explicativos. “Me dije, ¿no sería divertido que estos diagramas fueran realmente útiles y otras personas empezasen a utilizarlos?”.

Sin saberlo, Feynman acababa de dar el pistoletazo de salida a una nueva teoría conocida como electrodinámica cuántica, la cual explica la interacción entre la luz y la materia y permite entender las bases de la electricidad, los rayos X y el magnetismo. Para el desarrollo de esta teoría a partir de sus primeros diagramas y ecuaciones, contó con la colaboración de los físicos Julian Schwinger y Sin-Itiro Tomaga, con los cuales compartió el Nobel de 1965.

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Feynman recibiendo el premio Nobel en 1965

“Fue agradable recibir algún dinero —que me permitió comprar una casa en la playa—, pero en conjunto me parece que hubiera estado mejor no haber recibido el Premio Nobel, porque ahora ya no puedo mostrarme como soy en ninguna situación pública”, recoge él mismo.

EL DESASTRE DEL CHALLENGER 

En sus últimos años de vida, Feynman desempeñó un papel muy importante dentro de la Comisión Presidencial Rogers, la cual tenía como objetivo investigar el desastre del transbordador espacial Challenger, ocurrido en 1986. Este accidente representó el más grave en toda la conquista espacial, pues supuso la desintegración del vehículo 73 segundos después de su lanzamiento, provocando la muerte de los siete miembros de su tripulación. Así, durante una audiencia televisada, Feynman demostró que el fallo había estado en las juntas teóricas de la nave, pues el material utilizado se volvía menos resistente en climas fríos. 

En su libro póstumo  ¿Qué te importa lo que piensen los demás?, Feynman dedica toda la segunda mitad a narrar su experiencia en esta comisión, desviándose así de su cotidiana narración alegre y bromista para adoptar un tono más sobrio. En él alega que encontró malentendidos de conceptos generales muy sorprendentes entre técnicos de la NASA, así como una desconexión muy relevante entre los ingenieros y los ejecutivos. El drama documental de televisión The Challenger Disaster recogió en 2013 parte de la investigación de Feynman.

Un par de años más tarde, Feyman fallece en Los Ángeles dejando tras de sí un total de 9 libros, donde combina memorias, física teórica y divulgación científica. No cabe duda que su personalidad arrolladora, su manera de pensar nada convencional, su sentido del humor, su inteligencia y su notable capacidad para divulgar física le aseguraron un hueco en la historia de la ciencia que lo mantendrá presente para siempre.