Les mentiría si dijera que antes de ver Shirley conocía la historia de su protagonista, Shirley Chisholm, la primera mujer afroamericana en ser electa para el Congreso de los Estados Unidos. Aunque es convencional en su forma, este biopic del director John Ridle trae su inspiradora historia a la pantalla, con Regina King al centro para inyectarle la pasión digna de su personaje.

La película cubre otro de los logros de Shirley (King): ser la primera persona negra en buscar la candidatura presidencial. Si bien todos sabemos cómo terminó ese intento, la cinta se enfoca más en la resiliencia de Shirley y de aquellos que la acompañaron en esa campaña, así como la importancia de enfrentarse al sistema aun cuando todo parezca perdido.

El biopic es un género que encuentra universalidad en historias de personas reales. Es verdad que muchos han abusado de sus convenciones o de sus temas (¿realmente necesitamos otro drama biográfico de Beethoven o la princesa Diana?), pero al ver Shirley uno puede entender por qué es un género tan popular: es una historia esperanzadora que nos muestra cómo la humanidad puede luchar contra las circunstancias adversas, de forma similar a cómo lo hicieron recientemente Rustin y Nyad.

Regina King (The Harder They Fall) nos da una Shirley llena de fuerza y dignidad, pero también sumamente testaruda. El guion le da varias situaciones donde brillar, no solo monólogos imponentes, sino también varios momentos de intimidad en los cuales vemos sus dudas, miedos o frustración. La historia no profundiza mucho en varios detalles, sobre todo la relación de Shirley con sus colaboradores (en especial con el personaje de Terrence Howard), pero las miradas y gestos de King nos dan un pequeño vistazo a los profundos vínculos que comparten.

Lucas Hedges (Manchester By the Sea) también aprovecha su pequeño papel como el encargado de coordinador de jóvenes de la campaña, es carismático y tiene algunos momentos de humor. Por otro lado, Michael Cherrie (She Paradise) transmite vulnerabilidad como el esposo de Shirley: a través de él podemos ver cómo las ambiciones políticas de ésta tienen un costo en aquellos a su alrededor.

La edición de JoAnne Yarrow trata de salirse del formato convencional del resto del trabajo, con resultados mixtos. La editora hace varios saltos repentinos hacia los recuerdos o pensamientos de Shirley, por ejemplo: en una escena se menciona el nombre de un personaje importante para la campaña, entonces hay un corte a la cara de Shirley y luego a una toma de uno o dos segundos de la cara de dicha persona. Estos cortes rápidos te agarran por sorpresa y dan algo de dinamismo a secuencias que serían diálogos enormes, pero a ratos se sienten fuera de lugar y no aportan mucho a nivel narrativo.


Pese a no ser una propuesta audaz o muy distintiva en cuanto a forma, Shirley es una película bien actuada y cuya historia es bastante entretenida. Tanto estés o no familiarizado con su personaje, esta película nos recuerda algo muy importante: ganar no lo es todo, el iniciar una lucha y salir derrotado no es una pérdida en sí, pues le abre la puerta a que futuras generaciones continúen la pelea y algún día alcancen la victoria.

“Shirley” está disponible en Netflix.