Henga: el drama de Ray Collins y Juan Zanotto situado hace 3.000 años - Estandarte

Pasión por leer. Pasión por escribir.

Portada > Noticias > Libros > Comic > Henga: un drama de Albert Camus situado 3.000 años en el pasado

Henga: un drama de Albert Camus situado 3.000 años en el pasado

Collins renueva la típica historia del bárbaro aventurero creando un héroe duro y melancólico.

22 de diciembre de 2022. Iván de la Torre

Qué: Henga Autores: Ray Collins (guion); Juan Zanotto (dibujos) Editorial: Record Año: 1991 Páginas: 125 Precio: 2000 pesos argentinos

Ray Collins introduce en Henga una preocupación metafísica que le permite transformar lo que parecía una historia tradicional sobre un bárbaro todopoderoso a lo Conan en algo completamente diferente: el viaje interior/exterior de un veinteañero buscando respuestas a todas las preguntas que ya no lo dejan vivir tranquilo en su aldea natal (la imagen, por supuesto, recuerda al clásico de Bob Dylan: “Cuantos caminos debe recorrer un hombre antes de llamarse hombre...”).

Lo que prometía ser una aventura típica, con un héroe carismático, su atractiva mujer y el personaje secundario aportando el necesario toque de humor e ironía («Henga, el cazador de fines del neolítico, busca su origen. La placa que cuelga de su cuello lo empuja a explorar glaciares y valles en busca de la verdad. Lo acompañan Ka-laa, la mujer que le fue dada en premio a su valor... y Pag, el enano que vino de tierras más desarrolladas y habla de un dios único, libre de fetiches») se convierte en la excusa perfecta para hablar del miedo, el amor, el destino, la vida y la muerte, los grandes temas que sostienen la obra de Collins desde sus inicios como guionista a fines de los años cincuenta, junto a su amigo y jefe Hugo Pratt:

«¿Alguien sabrá alguna vez por qué un hombre sigue su propia música, su propia sangre... y lucha? ¿Sabrá alguien alguna vez por qué ni riqueza ni poder ni mujer pueden detener a un hombre en su melancólico camino?

El hombre lucha y sabe que va a ser vencido. Ama y sabe que el amor se terminará, porque la vida termina. Su miedo, su desconcierto y su ignorancia le dicen que cada día que pasa está más cerca de su Dios y más lejos de sí mismo».

«El hombre ama su infancia y su primer y único amor, por eso regresa cada vez que puede a las dos cosas que lo elevan de su condición mortal».

«Henga: Siempre me pregunté para qué necesitamos dioses.
Balu: Nuestro miedo los necesita, cazador.»

«Henga tenía que ver el otro lado del bosque, como todo hombre que busca un dios y una esperanza, las dos leyes que lo gobiernan desde la eternidad».

Acompañado por el arte de un increíble Juan Zanotto, Collins renueva la típica historia del bárbaro aventurero creando un héroe duro y melancólico –su marca de fábrica- que avanza descubriendo como cada respuesta que obtiene solo le sirve para sumar más preguntas, dudas e inquietudes a su vida: «Henga, el cazador, había tomado de Pag la ciencia del arco y la flecha y los puntos vitales del enemigo. Lo que era difícil era inventar las palabras justicia e injusticia; conciencia y alma. Para Henga los dioses eran un permanente fraude, excepto comer, procrear y luchar por la supervivencia. ¿Cuál era el destino del hombre? Allí tenía Henga acuñado el primer enigma: destino... ¿Era el hombre el producto de un Dios total o fruto de un huevo evolucionado? ¿No sería aquel asqueroso lagarto un antepasado suyo?».

El modelo implícito de Henga es Espartaco, el clásico antihéroe de Dalton Trumbo, un hombre desesperado por superar las limitaciones impuestas por toda una vida dominada por la violencia y los instintos primarios: «Yo no sé nada, nada. […] Quiero saber […] Por qué una estrella cae y un pájaro no. Dónde está el sol por la noche. Por qué la luna cambia de forma. Quiero saber dónde nace el viento…».

Collins, un guionista tan dotado como Trumbo, hizo exactamente lo mismo con Henga al no limitarse a contar, una vez más, las aventuras disparatadas e increíbles de un héroe musculoso sino mostrar el viaje interior de un hombre que no se conforma con lo que tiene y sale a buscar respuestas para intentar calmar la angustia existencialista que lo ahoga: «Tal vez hoy que el dinero y el poder han calcinado las dudas del hombre, Henga sería un inaudito desconocido, un tonto olvidado... ¿Significa algo para un hombre saber su origen? ¿No es mejor amar, procrear y morir sin saberlo?».

Como Espartaco, Henga cuenta la eterna historia del viaje que cambia definitivamente a su protagonista, pero también a los lectores, combinando acción permanente con reflexiones metafísicas que recuerdan al gran Albert Camus, y permiten continúas relecturas: «Un hombre es tan sólo la distancia entre su primer vagido y la muerte, pero es genial y es único. Un hombre es su luz y su sombra. Hacedor de milagros y de cobardías. Simplemente un aleteo, un sonido, un navegante abismal que busca su verdad, entre el sol y la oscuridad. El hombre vivirá siempre entre el sueño y el lodo de su realidad. Vivirá creando a la mujer por encima de su talento, morirá creyendo que fue rey, cuando solo fue una brizna de hierba que lleva el viento en su eterno andar. El hombre es todos sus dioses, porque él los ha creado en el mármol, en el metal, en la argamasa de sus miedos. El hombre es todos los hombres, porque lo que siente es único, intransferible, genial. El hombre es león, pero abdica de su fuerza. Es voraz como el más voraz de los buitres, pero olvida que lo es. El hombre tiene ternura, amor y nobleza, tres tontas anclas que le impiden ser el rey de la selva humana. Así como inventó el placer que no procrea, el hombre inventó sus vestidos, sus ciudades y sus cárceles. El hombre se agota en sus luchas y revive en sus sentidos. El hombre está hecho de la madera de sus sueños, hasta que encuentra el último sueño, la gran ilusión, entonces todo es paz y armonía y el tiempo es solo una estéril convención que no existió nunca».

Ray Collins confesó: "Más allá de las aventuras y de las contingencias que los personajes tenían que pasar en la aurora del mundo, cuando el mundo empezaba a ser, por los mismos conflictos de hoy. Es un poco como Nippur de Lagash, de Robin Wood, es decir, había un alto sentido de la nobleza que era natural, no tenían tiempo para ejercer la perversidad más allá de las dificultades para vivir, no había Twitter, no había nada. Henga era un poco la esencia de la condición humana. La historia era plantar una aventura de ese tipo y creo que se logró. Lo más importante para mí y Juan (Zanotto) era hacer Henga. Realmente, a veces los resultados superan lo que uno desea, no es una aventura más, una idea más, era un poco la proyección de los dos, como si nosotros desde Buenos Aires hubiéramos ingresado en la edad de hielo".

 

Comentarios en estandarte- 0