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La televisión, información y promoción

Fernando Alonso

Felicidad Orquín (coaut.)






ArribaAbajoAproximación teórica

Podríamos empezar nuestro tema con unas afirmaciones que, en gran medida, serán refrendadas a lo largo de este trabajo y que sirven para situar el punto de partida de nuestra exposición.

Como primer punto, nadie es ajeno a la televisión, porque la cultura producida por televisión modifica a toda la sociedad y no sólo al entorno del espectador asiduo.

Como segundo punto, la televisión produce cultura.

En tercer punto, la cultura producida por la televisión no es reflejo ni subproducto de la cultura culta. El mensaje televisivo tiene una autonomía orgánica y una diversidad, y su equilibrio se establece en el campo del propio mensaje; no en la superficie de significado propuesto, sino predominantemente en el interior del juego imagen-símbolo1. La comunicación visual, a diferencia de la conceptual, afecta directamente al individuo sin requerir el proceso de descodificación de los signos escritos, y repercute en su afectividad sin necesidad de pasar por la mediación de su intelecto. De aquí surge la fuerza de sugestión y fascinación que provoca la televisión y, por ello, se presta más que ningún otro medio de comunicación, al ejercicio de pensamiento simbólico.

Y finalmente, siempre que aparecen juntos los conceptos televisión y lectura suele ser en el sentido de televisión versus lectura. Podríamos generalizar diciendo que el concepto televisión no suele utilizar se junto a otros medios de la industria cultural, sino frente a ellos.

Ante este tema «televisión y lectura» podemos decir que existe un problema de conocimiento y un problema de intervención, y que esta introducción tratará de recoger las diferentes teorías que existen sobre este doble problema.

La televisión es un instrumento de comunicación, información y distracción. En principio, comunicar es, etimológicamente, convertir algo en común. Por tanto, la comunicación es, en su acepción primera, el paso de lo individual a lo colectivo. La comunicación es una transmisión de información que implica la emisión del mensaje y su recepción. Pero no debemos olvidar que un mensaje suele estar cargado de significados emocionales y puede producir efecto de índole afectiva. Y además, debemos considerar que el mensaje puede transmitir informaciones que desborden la intención consciente del emisor o del receptor2.

Si a la vez consideramos este medio desde la historia y la evolución de las técnicas de la comunicación y de los efectos que puede tener sobre el conjunto de las relaciones sociales, veremos que esta comunicación por su extensión, rebasa el ámbito del concepto tradicional y pasaría a denominarse difusión.

Así, las nuevas técnicas electrónicas de difusión llamadas «comunicación de masas» o mass-media son hoy objeto de estudio y controversia, ya que las definiciones son, a menudo, contrapuestas y no existe una teoría general que pudiéramos llamar globalizadora.

Dos grandes posiciones predominantes se perfilan. Una, defendida por el controvertido, M. MacLuhan que declara la identidad entre medium y mensaje, y cuya famosa frase «El medio es el mensaje» se ha convertido en bandera de muchos teóricos. Uno de ellos desarrolla su contenido de este modo: «La estructura de un sistema social está en función de la naturaleza de los media que sirven para la transmisión de las comunicaciones, y no del contenido de dichas comunicaciones». O lo que es lo mismo, la comunicación está determinada por el canal que utiliza.

La otra posición defendida por Paolo Fabbri entre otros, considera que «el texto transmitido por los mass-media como objeto semiótico significativo transmite un contenido de cultura». Siendo Abraham A. Moles quien más ha aportado a una formulación teórica al tratar de establecer una metodología:

  1. redefinición de la cultura de masas;
  2. redefinición de la función de la cultura de masas;
  3. búsqueda de instrumentos de unión entre posiciones teóricas e intervenciones prácticas o políticas;
  4. búsqueda de relaciones entre cultura y comunicaciones de masas por un lado, y cultura culta y poder (ideología) por el otro;
  5. análisis y descripción del receptor (espectador), de su condición cultural, social y política;
  6. evaluación del fenómeno: respuesta activa del receptor.

Anteriormente definíamos la comunicación como transmisión y esta es la acepción normalizada. Sin embargo, autores como Baudrillard, conciben la comunicación actual precisamente como una ruptura del intercambio, ya que no existe una situación de reciprocidad entre el emisor y el receptor, estando el que recibe condenado a la pasividad3. Y aquí surge una de las críticas más frecuentes a la televisión que, por su misma estructura, pasiviza la comunicación. Se pregunta Armand Mattelard4, del hecho de que el aparato de televisión funcione en sentido único, ¿puede desprenderse automáticamente un efecto de pasividad en el receptor-espectador? Si distinguimos entre la estructura de un medio o sus contenidos o las utilizaciones sociales que se pueden hacer de él, se verá que el binomio activo-pasivo, cuando describe los efectos, a partir de las características del medio, es poco satisfactorio.

La pregunta queda pues planteada ante la falta de los suficientes trabajos empíricos que permiten elaborar una respuesta.




ArribaAbajoTelevisión y sociedad

Como punto de partida parece aconsejable tratar de establecer una línea realista que fije en su punto justo la relación entre televisión, con todo su potencial de incidencia, y sociedad, con la demanda que puede y debe hacer a este medio de comunicación, dado que en nuestro caso se trata de una televisión estatal. Es posible que sea exagerado afirmar que cada sociedad tiene la televisión que se merece; pero se acercaba bastante a la realidad.

Formulando este principio de forma más suave y quizá más próxima a la verdad, diremos que el funcionamiento de la televisión es aquel que la sociedad quiere o espera de ella. Por consiguiente se nos antoja absurdo arrojar las piedras de la crítica contra la televisión; esta no es sino un medio de comunicación y, como tal, inocuo. Parece más oportuno que cuando hubiera que lanzar alguna piedra esta se dirigiera contra las estructuras sociales, puesto que tenemos un régimen de televisión estatal. Y cuando, fruto de un error de interpretación, por la inercia de tantos años en los que el Gobierno y Estado eran una misma cosa o por un manifiesto abuso de poder, este medio ha funcionado como televisión gubernamental, habrá de ser el gobierno quien reciba las críticas y quien haya de rendir cuenta de los posibles grandes males que pudieran aquejar a este medio.

El funcionamiento de este medio de comunicación, que se enmarca dentro de un sistema sociopolítico, varía de un país a otro, de una sociedad a otra. Esto afectará no sólo a los contenidos sino también a la interrelación con otras entidades o instituciones que puedan condicionar o mediatizar su funcionamiento.

Podríamos generalizar diciendo que hay dos formas de entender el funcionamiento de la televisión por parte de la sociedad:

-como un medio para transmitir y fijar unos valores culturales, sociales, cívicos, éticos y, por consiguiente, con una intervención directa del Estado.

-como un medio cuyo papel primordial es el entretenimiento. La transmisión de valores queda relegada a un segundo plano y las necesidades de la audiencia en este sentido se dejan, por así decir, al libre juego de las fuerzas de mercado.

Este segundo planteamiento, en mayor o menor medida, es el que predomina en las organizaciones televisivas de Occidente.

De acuerdo con este supuesto, la sociedad puede pedir a la televisión que el concepto de entretenimiento sea entendido como entretenimiento creativo y sus contenidos signifiquen un enriquecimiento de los valores culturales, éticos y cívicos dentro del sentido pluralista que aparece recogido en nuestra Constitución.

La sociedad española debe pedir de forma muy especial a la televisión:

  • -el respeto, promoción y defensa de los valores del ordenamiento constitucional.
  • -objetividad, veracidad e imparcialidad en las informaciones.
  • -respeto del pluralismo político, religioso, social, cultural y linguístico.

A grandes rasgos, estos son algunos de los puntos que aparecen como principios fundamentales del Estatuto de la Radio y la Televisión aprobado por Ley del 10 de enero, de 1980. La Constitución española recoge en su artículo 44.-1 «los poderes públicos promoverán y tutelarán el acceso a la cultura, a la que todos tienen derecho».

Teniendo en cuenta que la lectura es una de las formas más sólidas y efectivas que tiene el ciudadano para acceder a la cultura, es evidente que la sociedad debe pedir a los poderes públicos que promuevan la lectura, de forma decisiva, rápida y eficaz. Y, a nadie se le oculta, que la televisión es hoy uno de los medios más decisivos y rápidos para realizar cualquier suerte de promoción.




ArribaAbajo Televisión como medio de promoción e información

La televisión tiene un amplísimo potencial de incidencia debido a su capacidad de llegar en un instante a una audiencia que se cuenta por millones. Junto a esta cifra parece ridícula la máxima de lectores que puede alcanzar un libro o un periódico. De ahí que la televisión esté en el punto de mira de quienes tratan de comunicar algún mensaje al colectivo social. Sin embargo, es preciso recordar que las características de inmediatez, instantaneidad y multiplicación del mensaje televisivo coexiste con una dificultad de fijación y sedimentación de ideas y conceptos. La emisión diaria de televisión es como un torrente que acoge en su seno y arrastra toda suerte de contenidos diversos, heterogéneos y mezclados; un torrente que apenas deja tierras de aluvión. Esto lo saben bien los publicitarios que se ven obligados a bombardear una y otra vez a la audiencia con el pase repetido de los mismos «spots» publicitarios.

Evidentemente la televisión puede crear hábitos. Pero estos suelen ser de carácter muy general y siempre después de una repetición machacona de ideas y conceptos. Por regla general los hábitos más sólidos se crean a través de una vía subliminal.

Por ejemplo, a través de los anuncios de televisión, así como de la mayor parte de los telefilms americanos, el espectador adquiere el hábito del confort y las necesidades propias de una sociedad de consumo. La realización de estas necesidades y hábitos creados son signo de éxito y la imposibilidad de acceder al disfrute de estos supuestos «bienes necesarios» son causa y signo de frustración y de sentimiento de fracaso.

Por ejemplo, la violencia exacerbada de muchos telefilms americanos tiende a crear una sensación de indefensión y miedo en el ciudadano que conduce a un apoyo incondicional a las fuerzas de seguridad, a una actitud conservadora en extremo y a una total sumisión al Poder.

Un ejemplo concreto de intervención del medio en la creación de una actitud en la audiencia podría ser la forma en que a través de la televisión se implantó en nuestro país un deporte como el tenis. De forma machacona, a través de retransmisiones deportivas se iba convenciendo a los espectadores de las excelencias de ese deporte. Las retransmisiones eran verdaderas clases prácticas sobre las reglas del mismo y mensajes subliminales sobre el prestigio social que comportaba su práctica. Evidentemente, esto implicaba dos razones muy claras desde el plano social: la primera, como signo externo de la elevación del nivel de vida derivada de los planes de desarrollo, y otra de carácter nacionalista al contar con una figura de prestigio internacional que dejaba en buen lugar la enseña nacional en los torneos en que participaba.

Ahora bien, ¿puede la televisión realizar con éxito una promoción e información de carácter cultural? Evidentemente la respuesta no es tan instantánea como la que se refiere a la promoción en general.




ArribaAbajoTelevisión como medio de información y promoción cultural

Tomando como referente obligado el de los programas culturales que se emitían en TVE hace unos años, apreciamos que uno de los puntos coincidentes de todos ellos era el bajo índice de audiencia que conseguían. ¿Es eso imputable a la cultura como tema, a la televisión como medio o a los programas?

Quizá la causa resida más bien en que normalmente los programas culturales solían tener un carácter minoritario y especializado. En un análisis precipitado de motivaciones parecería como si los profesionales de televisión quisieran mostrar un alto grado de cualificación como respuesta al desprecio y descalificación que solían mostrar algunos intelectuales hacia este medio al que acusan de trivializador. La respuesta consecuente del espectador sería una falta de interés hacia el programa cultural así entendido. De esta forma, nos encontramos ante una paradoja: un medio estatal de comunicación de masas que dedica espacios a una minoría sobre una temática sin interés para la mayoría.

Si entendemos la cultura como patrimonio social así como una necesidad del ser humano para alcanzar su formación integral y completar su condición de persona, será preciso elaborar un tipo de programas acorde con estas necesidades, para la promoción de la cultura a través del medio.

Cuando las necesidades culturales de la población española estén cubiertas dentro de la programación televisiva, sería posible e insoslayable pensar en programas altamente especializados.

Estimamos que es posible utilizar la televisión como medio de promoción y de información de contenidos específicamente culturales. Pero estos deben tener unas características muy concretas y unos criterios muy claros:

-Aproximación, el programa debe acercar al espectador a través de temas de interés general, a la cultura y darle un tratamiento liviano, preciso y divulgativo.

-Motivación, se buscarán fórmulas para captar la atención del espectador y despertar su interés hacia los temas culturales. Asimismo, tratará de motivar los hábitos culturales de forma creativa.

Todo esto se fundamentará en el claro propósito de erradicar la idea de que la cultura es algo necesariamente aburrido. Y más bien mostrando en todo momento que la cultura es un bien necesario para la formación de la persona, que completa al individuo y amplía su marco de libertad e independencia de criterio.

Basado en estos presupuestos, la Segunda Cadena de TVE puso en antena hace ya un año el programa «Alcores-Cultural Abierto». En estos momentos podemos afirmar que pese a emitirse en una hora peor que aquella en que se emitían los programas culturales anteriores y, de acuerdo con los últimos datos que poseemos, ha conseguido multiplicar por cinco la audiencia que tenían aquellos. Este dato puede servirnos en apoyo de nuestra tesis de que la televisión es un medio que permite transmitir contenidos culturales con un carácter masivo.




ArribaAbajoTelevisión como medio para la promoción de la lectura y el libro

Considerando que la televisión puede ser un medio idóneo para transmitir contenidos de carácter cultural y dada su gran capacidad potencial de incidencia en el espectador, estimamos que debe ser uno de los medios que se ocupen con mayor intensidad en la promoción de la lectura.

Esta preocupación aparece de forma expresa en el documento Principios Básicos de Programación elaborado por el Consejo de Administración de RTVE donde se recoge (3.2 1): «Dos grandes objetivos por la programación de los Medios en este terreno: acercar directamente la cultura -particularmente española- a sectores cada vez más amplios de la población y estimular la demanda y práctica de la cultura en la sociedad española a través de sus manifestaciones (museos, música, teatro, libro, etc.) o dicho de otro modo, llevar la cultura a casa e incitar a salir de ella para vivirla».

Vivimos en una sociedad que prácticamente no lee: sin duda porque ha recibido muy pocas motivaciones para ello. Hemos vivido muchos años en una sociedad que no ha favorecido, en modo alguno, las iniciativas lectoras. Donde los valores culturales no han sido apreciados debidamente; una larga etapa en la que leer en libertad llegaba a ser un acto subversivo.

No se nos oculta que dos de las razones fundamentales que empujan a una persona a hacer uso de un medio de comunicación son la promesa de gratificación y el prestigio social. Una sociedad que no cuenta con motivaciones suficientes para la lectura, difícilmente podrá transmitir la gratificación estética y el enriquecimiento personal que comporta la lectura de un libro. Por otra parte, una sociedad cuyas fuerzas rectoras han vivido durante muchos años de espaldas a la cultura o directamente enfrentadas a ella difícilmente podría crear un marco en el que la lectura comportara prestigio social.

En una sociedad democrática el ciudadano puede y debe exigir a la televisión del Estado que vele por crear los cauces posibles para dar respuesta a esa necesidad, ya que debe aprovecharse la capacidad de incidencia del medio y su potencialidad en orden a la formación de hábitos y actitudes de la audiencia para tratar de establecer una línea de promoción del libro y la lectura a través de campañas institucionales y también mediante una campaña sobre la utilización del aparato receptor.

Así como todos los ciudadanos tienen una clara conciencia de cuándo y cómo deben usar la cocina de gas, el horno eléctrico, la lavadora o el lavavajillas, no sucede lo mismo con la televisión. Son muchas las personas que piensan que la televisión tiene una utilización permanente. En este sentido, a veces se ha propiciado esta actitud desde el propio medio. Recordamos ahora un curioso personajillo animado que afirmaba ver la televisión desde la apertura de la emisión hasta el cierre de los programas, con el carácter ejemplificador que comporta cualquier comparecencia en el medio. Una campaña institucional sobre la utilización del medio debería basarse en que un televisor no es un electrodoméstico de acción permanente como un frigorífico. Un televisor se diferencia de una nevera en que tiene un interruptor para apagarlo y encenderlo. Es preciso recordar que la programación está pensada para cubrir las necesidades de la audiencia en general, no en particular que ante la programación televisiva debe hacerse una selección previa para saber qué es lo que a uno le interesa realmente ver.




ArribaAbajo Televisión como medio de promoción e información sobre el libro y la lectura dedicado específicamente a los niños

De acuerdo con lo que hemos venido exponiendo, la televisión debe realizar una promoción del libro y la lectura específica para los niños.

Ahora bien, ¿qué es lo que se considera prioritario en este sentido?

Consideramos que lo más importante es ver en qué contexto va a ir el programa, las informaciones o las acciones destinadas a tal efecto. Evidentemente los resultados serán unos u otros en función del contexto general de la programación, que es el que provocará la aceptación o el rechazo de los mensajes propuestos.

Por supuesto, ya ha sido suficientemente debatido el tema de la primera edad, 4-6 años, como período idóneo para la adquisición de hábitos lectores, de imágenes en este caso, y de desarrollo del gusto por la literatura.

La sociedad deberá velar, a través de las representaciones y cauces establecidos para que la programación dedicada a los niños cumpla unos objetivos y unos principios generales que propiciarán el que dicha programación no provoque hábitos contrarios a la lectura -y esto es muy importante- y a los valores culturales antes mencionados.

Considerando que el mensaje televisivo se desarrolla de una forma efímera y puntual y que en su discurso coexisten las más de las veces, un ritmo trepidante y una vaciedad de contenido, el resultado que se obtiene suele ser la irreflexión, la atención dispersa y la falta de retentiva, actitudes todas ellas perjudiciales no sólo para desarrollar un hábito lector, sino también para un normal aprovechamiento escolar de los jóvenes telespectadores. Estimamos que los programas deben invitar a la participación. A la participación entendida en su verdadero sentido, no en el sentido superficial de llenar un plató con un corro de aplaudidores y reidores de las gracias del programa. Entendemos como participativos aquellos programas que invitan a los espectadores a interesarse en una serie de temas ajenos al mismo. Convirtiéndose el programa en un generador de propuestas creativas.

Esta actitud tiende a combatir la idea siempre peligrosa de que lo importante es el medio; de que la programación de televisión puede ser capaz de satisfacer todas las necesidades del receptor. Si al espectador se le llena la cabeza con la idea de que la televisión le ofrece la información, le dota de formación y le brinda las más diversas formas de entretenimiento, este puede llegar a pensar que fuera de la televisión no le queda ninguna necesidad que satisfacer. Por el contrario, y en los programas infantiles más que en ningún otro, es preciso que los programas remitan a otros medios de la industria cultural: libros, cine, radio, teatro...

Completando estos supuestos básicos añadiremos, que los programas infantiles deben tener un planteamiento progresivo capaz de desarrollar el lenguaje (huyendo de todo tipo de parodias del lenguaje), estimular la creatividad y potenciar la sensibilización estética, crítica, afectiva y social del sector de público a quien van destinados.

Existe un programa que podría presentarse como modélico. Se trata del programa británico The book tower (La torre de los libros) y estimamos que un programa de estas características podría y debería hacerse en nuestro país.

The book tower es un programa semanal de 30 minutos de duración dedicado exclusivamente a la presentación de libros y trata tanto de informar sobre nuevas obras como de despertar el gusto por la lectura. Se mantiene el mismo decorado siempre: una casa de dos pisos que contiene 4.784 libros, un número caprichoso para indicar una gran biblioteca. En cada programa se presentan cinco o seis libros. El presentador relaciona a autores, ilustradores y otros personajes que puedan aparecer. El humor y la imaginación son determinantes en el programa. Los autores aparecen hablando de su vida, en su hábitat natural, leyendo un capítulo de su libro e igual hacen los ilustradores cuando se trata de libros de imágenes. Se invita a los niños espectadores a enviar al programa trabajos colectivos, cuentos o recomendaciones de libros y opiniones sobre estos. Dos características fundamentales del programa son: un alto presupuesto y la utilización creativa de varias técnicas, truca, animación, etc.

Un programa tipo podría ser el siguiente: aparece el presentador sentado en la escalera de caracol con un libro en la mano. Se levanta y despliega el libro en el suelo. Una voz en off va narrando la historia del libro, mientras sus imágenes ocupan toda la pantalla. El presentador se acerca a un cuadro de la pared (elemento fijo) y dando a un botón el cuadro se desplaza apareciendo debajo una especie de ventana que da a una habitación donde unos niños juegan a disfrazarse o a hacer experimentos según el tema del libro. El locutor se acerca a una mesita encima de la cual hay una tetera, elemento mágico del programa. De ella saca un conejo de verdad y aparece en pantalla la cubierta de un libro. Una historia de una niña y un conejo. De nuevo se van viendo las imágenes en pantalla de todo el libro y una voz en off va leyendo. Imagen del locutor que destapa de nuevo la tetera de la que salen unos ratones, un calcetín y una manzana que aquel se come. Se levanta y sale al campo con un libro en la mano, se sienta ante un árbol sobre un muro en construcción y este se eleva hasta quedar a la altura de unos tejados por los cuales el locutor entre en una casa. A lo largo de todo este paseo el locutor ha presentado un libro sobre ecología. Nuevamente el locutor está leyendo otro libro en la escalera de caracol y a su alrededor aparecen, como por arte de magia, un montón de grandes cestos llenos de manzanas. El libro trata de la aventura de una manzana. Aparece un jardín y gente vestida de época, como las ilustraciones del libro que se va a presentar, y hacen una animación del libro.

La sociedad, ya lo hemos dicho, debe incidir en que desde la televisión se creen hábitos de lectura. Recordemos que uno de los principios que contempla el Estatuto de la Radio y la Televisión es el de «la protección de la juventud y de la infancia». Citamos este principio porque a la vista de la encuesta realizada sobre los hábitos culturales de la población infantil española, llevada a cabo por el Ministerio de Cultura en 1980, los resultados son escalofriantes al comprobar el volumen de tiempo libre que la infancia y la juventud dedica a ver programas de televisión. Y una de las formas de protección que se nos antoja menos direccionista y autoritaria es la de proponer alternativas distintas de ocupación de ese tiempo.

Mencionamos este punto también para tratar de desarrollar el concepto de «Protección de la juventud y la infancia». Hasta el momento, parece que este principio estuviera secuestrado por un sector de la población y se utiliza como arma arrojadiza para preservar los «valores» más conservadores de nuestra sociedad. Hemos visto arrojarlo contra editores que han publicado libros que en otros países son aceptados; pero aún estamos por verlo utilizar para preservar a la infancia de agresiones mucho más violentas y de mayor incidencia social. Por ejemplo, nos gustaría que esas fuerzas sociales que tan bien saben cerrar filas contra causas que consideran injustas, estimaran que es una causa justa el establecimiento y exigencia de riguroso cumplimiento, de unos principios dedicados a la publicidad sobre el público infantil.

No sería malo que iniciaran una campaña para la prohibición de la publicidad dirigida a los niños y a la utilización de estos como arma para incidir en los padres. Sería una justa empresa la de proteger a la infancia contra la frustración derivada de no poder acceder al disfrute de esos «bienes» que se ofrecen como necesarios en los anuncios. Y sin olvidar que esos anuncios presentan siempre roles sexuales estereotipados.

Una vez tratado el tema de lo que la sociedad debe y puede pedir de la televisión como servicio público; una vez concluido que la promoción de la lectura es una de las vías más seguras de acceso a la cultura; una vez dejado sentado que el momento más importante para generar hábitos lectores es la infancia, deberemos concluir que la sociedad debe exigir que a través de todos los medios de difusión de masas se promuevan y establezcan los cauces necesarios para convertir a nuestra sociedad no lectora en una sociedad lectora.




ArribaAbajo Propuestas para la promoción de la lectura y la información del libro infantil y juvenil

Evidentemente, no es este el lugar para hacer propuestas de programas concretos de televisión que puedan ayudar a realizar una información del libro infantil y una promoción de la lectura. Lo que parece más oportuno en este momento es la elaboración de una propuesta de actuación que pueda constituir el marco a un plan generalizado, establecido por la Administración, para perfilar una política de acciones para apoyo y promoción del libro y la lectura a través de los medios de comunicación.

A.1.- En este sentido, parece que el primer paso, previo a una campaña de promoción de la lectura, reside en la información. Es evidente que, si las personas no tienen una información precisa y objetiva de la producción de libros para niños y jóvenes, de poco servirá el deseo de propiciar la lectura. Hasta ahora esta información ha recibido una buena acogida y ha tenido su caja de resonancia en el medio escolar fruto de la incidencia sobre este sector de cursos y seminarios Rosa Sensat y Acción Educativa, de Escuelas de Verano que funcionan en todo el Estado y de los Cursillos para la Promoción de la Lectura propiciados por el Ministerio de Cultura. Ahora bien, todo esto que resulta altamente positivo no es, por supuesto, la única vía posible de estímulo de la lectura.

Es preciso facilitar y propiciar otro tipo de incidencias en la información. Teniendo en cuenta que, por razones obvias, son los adultos los que generalmente compran los libros infantiles habrá que establecer un canal de información dirigido a los adultos.

Esta información de libros tendría dos vertientes y dos tratamientos, una orientada a los propios niños y otra a los adultos.

Una línea de incidencia dentro de los programas de carácter general: informativos, culturales, etc. en ellos deberá darse cabida a todas las informaciones relativas al libro infantil, autores, colecciones, etc., con el mismo tratamiento que el dado a los libros para adultos.

A.2.- Sería muy útil un programa dirigido al público adulto sobre temas relacionados con la infancia, un programa de estructura pluralista objetivo y rico en toda suerte de informaciones. En el marco de este programa se trataría la literatura infantil de forma sistemática y teórica de suerte que configurara el posible marco en que se fueran incardinando las informaciones posteriores. Quien haya participado en coloquios, debates y reuniones o programas de radio en directo sobre estos temas podrá dar fe de la calurosa acogida y el masivo interés despertado.

A.3.- Dentro del marco de la programación infantil y juvenil deberá existir igualmente una información adecuada y rigurosa sobre el libro infantil y juvenil. En este caso, más que en ningún otro, es preciso solicitar el máximo rigor en cuanto a la información y el máximo de entusiasmo a la hora de transmitirla. Así, se requiere un alto grado de cualificación por parte de las personas que realicen la información. Esta no puede dejarse en manos del primer locutor de turno. Es preciso que la persona encargada de esta información viva el tema y esté encariñada con él para que sea capaz de transmitir ese magnetismo necesario que invite a los espectadores a tomar un libro y comenzar a leer.

No es difícil encontrar antiguos puntos de referencia en programas de información general en los que un locutor tomaba en sus manos un ejemplar y tras encontrar a duras penas el nombre del autor y la referencia editorial lo mostraba a la cámara. La cámara en este y en otros muchas casos es implacable y denuncia a quien habitualmente está en contacto con el libro y a quien no lo está. El tacto cálido que trasmite el cariño hacia los libros debe estar presente en la persona que se encargue de realizar esas informaciones.

Sería también sumamente interesante la creación de un canal de televisión educativa.

A.4.- En segundo lugar sería preciso establecer una sólida campaña institucional de promoción de la lectura. Ahora bien, centrando la base de la campaña en la necesidad de valorar el propio hecho de la lectura. Cualquier campaña que se pretenda realizar para conseguir que los niños lean deberá ir precedida de una campaña de sensibilización del espectador en general hacia el fenómeno de la lectura. Esta campaña deberá contar con el asesoramiento de expertos en el tema, con publicitarios sensibilizados en esta necesidad, y con el de los cualificados ilustradores con que cuenta este sector. Todos ellos trabajarán conjuntados para lograr unos resultados diametralmente opuestos, desde el plano estético y conceptual, al de aquel «spot» que trataba de vender la idea de que con la lectura de un libro se tenía el éxito y el triunfo garantizado. Por el contrario, debe hacerse hincapié en el aspecto lúdico de la cultura en general y de la lectura en particular.

Como ya hemos indicado, es preciso establecer, de una vez por todas, el prestigio social de la lectura. Con ello, habremos ganado la batalla para convertir a nuestra sociedad en sociedad lectora.

Aparte de la mencionad a campaña institucional de «spots» tendente a promover el hecho de la lectura como una actitud de prestigio social, es preciso prolongar esa idea de «spots» de promoción del libro y de la lectura dirigida en especial a un público infantil. Sería interesante que estos «spots» sustituyeran, dentro de las emisiones publicitarias, a aquellos especialmente destinados al niño como consumidor. Si este fuera un plato excesivamente fuerte para nuestra sociedad de libre mercado, nos permitimos sugerir como vía transitoria que el Consejo de Administración de RTV pida a los anunciantes que elabore «spots» que con carácter genérico inviten a los espectadores-consumidores a leer libros aunque luego se diga que es un mensaje de la Casa X.

A.5.- Por otra parte, consecuentes con esta actitud de promoción de la lectura, sería importante la puesta en antena de un espacio infantil y juvenil destinado al fomento de la lectura entre niños y jóvenes.

Este espacio, teniendo en cuenta la constante renovación del público infantil y juvenil, habría de contar con una parte destinada al estudio de las obras básicas y otro que recogería las novedades editoriales.

Es muy importante que este programa, como la generalidad de los programas destinados a los niños, tuviera una dotación presupuestaria similar a la de un programa normal sin especificación de audiencia. Para mostrar a los niños de una forma atractiva los libros y para promocionar la lectura habrá que recurrir a todos los recursos técnicos de la televisión. Y esto requiere un presupuesto elevado que a veces no se asigna a los programas destinados al niño.






Arriba Conclusiones

En resumen y como primer paso a la realización de las propuestas anteriormente enunciadas se considera previo lo siguiente:

- Crear una Comisión de Trabajo que elabore una propuesta de objetivos generales básicos de la programación infantil, a partir del criterio de no crear hábitos contrarios a la lectura.

- Pedir la inmediata puesta en marcha de una campaña de promoción de la lectura dirigida al público en general y paralelamente otra dirigida al espectador infantil.

- Solicitar que la información sobre libros infantiles tenga cabida en los programas de carácter general.

- Solicitar que se propicie la puesta en antena de un programa dirigido fundamentalmente a padres, educadores y a todos aquellos que estén interesados en el mundo del niño y su problemática. Este programa deberá ser pluralista y altamente especializado en cuanto al equipo, pero ameno y aproximador para que sea útil al más amplio colectivo de la audiencia.

- Pedir que los programas infantiles presten una atención preferente al tema de la lectura ya cuantos temas sugieran al niño hacer otras cosas distintas de ver la televisión.

- Solicitar la puesta en marcha de programas específicos que sirvan para la promoción del libro y la lectura, favorezcan un conocimiento crítico de las obras que existen dentro de la literatura infantil, y demandar una alta cualificación de las personas que se encarguen de realizar esta tarea.

Estas sugerencias y otras que puedan recogerse de las posibles comunicaciones al tema, deberán hacerse llegar al Director General del Ente Público RTVE. Al Director de TVE. A los Directores de las dos Cadenas. Pero de forma muy especial al Consejo de Administración a quien el Estatuto encarga de velar por que se cumplan los objetivos que se marcan en el mismo.

Confiamos en que en un futuro próximo la Administración esté más sensibilizada para potenciar los hábitos lectores, dado que deberá ser consciente de que una promoción de la lectura hará al pueblo más culto.



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