Poker Face (2022), de Russell Crowe

El multimillonario Jake Foley tenía una entrañable amistad con Michael, Andrew, Alex, Paul y Sam, compartieron muchas aventuras adolescentes en verano y su pasión por las partidas de póker. Incluso su habilidad con las cartas les permitió prosperar, aplicando sus reglas a programas informáticos para el gobierno. Pero se han distanciado y han gestionado su fortuna de modo desigual. Ahora Jack, que tiene una enfermedad terminal que no ha comunicado a nadie, reúne a sus amigos de antaño para una noche de póker, que tiene el objetivo de recuperar su amistad y resolver algunas diferencias que han podido empañar sus relaciones. Pero está a punto de crearse “la tormenta perfecta”, pues unos ladrones pretenden asaltar la mansión de Jack donde van a encontrarse, y la esposa y la hija de Jack, recién enteradas del cáncer de éste, también deciden viajar hasta allá.

Quedan lejanos los días de estrellato del “gladiator” Russell Crowe, aunque todavía le requieran para papelitos que dan vergüenza ajena como el de Zeus en Thor: Love and Thunder, y otros de más enjundia, como el de Yo me encargo de la cerveza. De modo que el actor vuelve a ponerse detrás de la cámara como hiciera en El maestro del agua, e incluso firma por primera vez un guión, concediéndose el papel protagonista de una cinta coral. Podemos mencionar a modo de curiosidad que en el reparto se encuentran Elsa Pataky y su cuñado Liam Hemsworth.

La entretenida película de Crowe juega con la nostalgia, cuando nos hacemos talluditos llega un momento en que añoramos amistades e ideales, sacrificados al altar de la ambición del tener, con magros resultados. Y situaciones como la cercanía de la muerte nos hacen replantear las cosas. Con este planteamiento, se combina el suspense asociado a las partidas de póker y a los robos, con el lujo de los millonarios que acumulan obras de arte y automóviles de alta gama, para sugerir que no valen nada si no se tiene el amor y afecto de las personas que nos importan. El problema es que tan nobles intenciones se sirven con una trama un poco torpe en su desarrollo, que deja la sensación de que el film podría haber dado más de sí, aunque citemos a su favor un metraje de apenas hora y media, algo que se agradece ante la tendencia actual de entregar películas interminables.