Convengamos que los biopics sobre artistas configuran uno de los territorios más manidos del cine, un ámbito proclive al academicismo. La figura de Vincent Van Gogh ha sido ya vampirizada por numerosos cineastas, de El loco del pelo rojo de Vincente Minelli (con un Kirk Douglas icónico) al Van Gogh de Robert Altman (con un Tim Roth regalando un festín de histrionismo), pasando por el Van Gogh de Maurice Pialat, el acercamiento menos didáctico a la figura del emblemático pintor neerlandés. Ahora, el pintor y cineasta Julian Schnabel ofrece, en At Eternity’s Gate, un nuevo acercamiento al creador de Los girasoles, una aproximación que dibuja en su horizonte la posibilidad de penetrar en la mentalidad y el imaginario del pintor. Entre un vendaval de planos detalle y planos subjetivos, el film de Schnabel intenta capturar el arrebatamiento que experimentaba Van Gogh en su encuentro con la naturaleza y la creación artística.

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En su diálogo intimista con la figura de Van Gogh, Schnabel intenta articular un férreo nexo entre su manejo de la cámara y el método pictórico del genio holandés. En una escena arriesgada, Schnabel decide lanzar su cámara sobre el rostro de Willem Dafoe (Van Gogh) dando bandazos/brochazos hasta que el semblante del actor ocupa todo el marco panorámico de la pantalla. Abundan las escenas en las que Van Gogh se deja embriagar por la belleza de la naturaleza, su principal fuente de inspiración.

Lo que en un biopic tradicional hubiese ocupado un breve interludio aquí deviene el tronco central de la película. La cámara bambolea nerviosa en torno al rostro y el cuerpo de Dafoe, mientras el montaje entrecortado deja entrever las huellas de un rodaje abierto a la improvisación y el azar. No es difícil encontrar vínculos entre las imágenes de At Eternity’s Gate y el reconocible estilo de Terrence Malick, con su retrato de la dimensión trascendental del encuentro entre hombre y naturaleza. En un diálogo clave de la película, Van Gogh afirma que su mayor deseo es sentirse “una parte de todo lo que hay ahí fuera”, una sentencia que es sencillo imaginar en la boca de un personaje de Malick.

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Dado lo personal del planteamiento de Schnabel, sorprende que algunos pasajes de At Eternity’s Gate –sobre todo los encuentros del pintor con su colega y amigo Paul Gauguin– sean abiertamente didácticos. Ocurre cuando los personajes discuten sobre la necesidad de revolucionar el mundo del arte, o cuando explican las claves de su estilo (“pinto con mis cualidades y mis defectos”, afirma Van Gogh; o “puedo hacer que la gente vea lo que significa estar vivo”). Tampoco ayuda la aparición de ciertos artificios visuales que Schnabel aplica de manera un tanto caprichosa, echando mano de su repertorio básico: me refiero, por ejemplo, al desenfoque de la mitad inferior de la pantalla, algo que el director ya explotó en profundidad en La escafandra y la mariposa. Los desenfoques subrayan la exploración de la subjetividad del personaje, pero resultan un tanto gratuitos. A la postre, de esa batalla entre heterodoxia y academicismo surge una película intermitentemente vibrante, que sin dar la espalda a la vertiente oscura de Van Gogh, encuentra su mejor baza en la observación del éxtasis febril que, según Schnabel, experimentaba Van Gogh cuando sintonizaba con sus anhelos creativos. Una dimensión del personaje enterrada bajo la imagen del artista atormentado impuesta por el saber popular.

Dirección: Julian Schnabel
Reparto: Willem Dafoe, Rupert Friend, Oscar Isaac, Mads Mikkelsen, Mathieu Amalric, Emmanuelle Seigner, Niels Arestup
Título en V.O: At Eternity's Gate
Nacionalidad: USA Año: 2018 Fecha de estreno: 16-11-2018 Género: Biopic Color o en B/N: Color Guión: Jean-Claude Carrière, Julian Schnabel, Louise Kugelberg
Sinopsis: El pintor holandés Vincent Van Gogh se mudó en 1886 a Francia. En concreto, a Arles y Auvers-sur-Oise, donde vivió un tiempo conociendo a miembros de la vanguardia incluyendo a Paul Gauguin. Un tiempo en el que se esforzó en crear las obras maestras espectaculares que son reconocibles en todo el mundo a día de hoy.

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Manu Yáñez

Manu Yáñez es periodista y crítico de cine y está especializado en cine de autor, en su acepción más amplia. De chaval, tenía las paredes de su habitación engalanadas con pósteres de ‘Star Wars: Una nueva esperanza’ de George Lucas y ‘Regreso a Howards End’ de James Ivory, mientras que hoy decora su apartamento con afiches de los festivales de Cannes y Venecia, a los que acude desde 2003. De hecho, su pasión por la crónica de festivales le cambió la vida cuando, en 2005, recibió el encargo de cubrir la Mostra italiana para la revista Fotogramas. Desde entonces, ha podido entrevistar, siempre para “La primera revista de cine”, a mitos como Clint Eastwood, Martin Scorsese, Angelina Jolie, Quentin Tarantino y Timotheé Chalamet, entre otros.

Manu es Ingeniero Industrial por la Universitat Politécnica de Catalunya, además de Máster en Estudios de Cine y doctorando en Comunicación por la Universitat Pompeu Fabra. Además de sus críticas, crónicas y entrevistas para Fotogramas, publica en El Cultural, el Diari Ara, Otros Cines Europa (escribiendo y conduciendo el podcast de la web), la revista neoyorkina Film Comment y la colombiana Kinetoscopio, entre otros medios. En 2012, publicó la antología crítica ‘La mirada americana: 50 años de Film Comment’ y ha participado en monografías sobre Claire Denis, Paul Schrader o R.W. Fassbinder, entre otros. Además de escribir, comparte su pasión cinéfila con los alumnos y alumnas de las asignaturas de Análisis Fílmico de la ESCAC, la Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Cataluña. Es miembro de la ACCEC (Asociación Catalana de la Crítica y la Escritura Cinematográfica) y de FIPRESCI (Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica), y ha sido jurado en los festivales de Mar del Plata, Linz, Gijón, Sitges y el DocsBarcelona, entre otros. 

En el ámbito de la crítica, sus dioses son Manny Farber, Jonathan Rosenbaum y Kent Jones. Sus directores favoritos, de entre los vivos, son Richard Linklater, Terence Davies y Apichatpong Weerasethakul, y su pudiera revivir a otros tres serían Yasujirō Ozu, John Cassavetes y Pier Paolo Pasolini. Es un culé empedernido, está enamorado de Laura desde los seis años, y es el padre de Gala y Pau.