Desde sus primeras escenas, Prey (Predator: La presa), ya disponible en Disney+ y Star+, deja clara su condición de experimento cinematográfico afortunado. La cámara del director sigue a los personajes con una atención inusual. Todo en medio de una recreación limpia, apropiada y ágil de la nación comanche de tres siglos atrás. Los bosques centenarios se alzan como un escenario brutal y las primeras secuencias detallan los riesgos de la supervivencia de la premisa. Pero también, la película lo logra a través de una perspectiva curiosa acerca de la noción del peligro, la amenaza y la acción.

Como heredera de la franquicia, Prey tiene un curioso compromiso. Debe romper con la irregularidad de un conjunto de películas basadas en una criatura cuyo contexto pseudo mitológico se hizo cada vez más robusto. Predator pasó de ser una curiosidad en el cine de acción a una narración elaborada sobre una cultura intergaláctica basada en el arte de la caza.

Un tipo de criatura sofisticada que pertenece a una sociedad violenta con sus propias reglas, límites y códigos. Con el paso de las décadas, la saga intentó brindar sustento a la idea. Pero falló cuando se alejó de su punto básico: la cualidad del monstruo titular como cazador mayor.

Prey (Predator: La presa)

'Prey' es una reinvención de singular profundidad de la franquicia Predator. A mitad de camino entre el reboot y la secuela, logra con éxito captar el espíritu de la conocida historia sobre el cazador intergaláctico. Sin embargo, falla en ocasiones en su intento por ser simbólica y a la vez, acción pura. Pero entre ambas cosas, la película se sostiene sobre una considerable personalidad.

Puntuación: 4 de 5.

Prey recupera por completo el concepto. Lo reelabora y lo sostiene en una nueva dimensión. La particularidad histórica permite que incluso desde sus primeros minutos, la película se aparte por completo del tono y el ritmo de la saga Predator. Mucho más orgánica, con el contexto de paisajes naturales filmados con pulso firme y la sensación de una obra íntima con una sorpresa argumental. Pero la película es mucho más que una premisa curiosa. En realidad, es una percepción audaz sobre una versión del cine de género que incorpora nuevos elementos para crear una atmósfera sorprendente.

Prey se estrena en exclusiva en Disney+ y Star+

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La batalla por la supervivencia lo es todo en Prey

Naru (Amber Midthunder) es una cazadora experta, una sobreviviente nata y miembro de una tribu convencida del poder de la tierra y lo sobrenatural. Deberá enfrentarse a una criatura inexplicable en los terrenos de la naturaleza salvaje. Por primera vez, la saga Predator lleva a su cazador alfa a un terreno en el que tendrá que utilizar todos sus recursos de forma natural.

También a uno en que podrá mostrar todo su poder letal. La combinación hace de Prey una extrañísima mezcla de géneros. Por un lado, es una película de acción bien construida y ejecutada. Pero por el otro, es una exploración extraña y poderosa sobre el poder, lo maligno y lo inexplicable. Todo en medio de una colección de escenas que sorprenden por su inteligencia.

La premisa en apariencia sencilla de Prey

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La tribu a la que pertenece Naru conoce el territorio comanche con la intuición de generaciones enteras de sabiduría. O esa es la primera revelación que Prey relata con sutileza. Trachtenberg muestra el día a día de sus habitantes con un meticuloso detalle. Deja claro que los valles, bosques y montañas que les rodean no guardan el menor misterio para los que nacieron en ellos. Quizás, uno de los puntos irregulares de la película sea justo la insistencia del director en esa mirada casi antropológica.

Durante su primer tramo, la cámara sigue a Naru de cacería, muestra su habilidad y su certero sentido de la capacidad física para sobrevivir. El personaje es astuto. También es intuitivo, brillante en el terreno abierto y con un sereno instinto estratégico sobre el entorno. Elementos que, más tarde, serán esenciales para comprender la película como un todo.

Con el mismo propósito, el argumento revisa con cuidado la vida en la tribu e incorpora elementos de intimidad cotidiana. Este grupo de hombres y mujeres cohabitan con la naturaleza plácida. Prey se interesa por el modo de vida nativa, lo desmenuza sin caer en el estereotipo. Eso a pesar de que el uso del idioma comanche mezclado con el inglés tiene algo de impostura efectista que no añade demasiado a la historia.

Una mezcla de buen cine de acción y suspense

Pronto, el guion dejará claro la necesidad de la escrupulosidad de la narración. Pero al principio, resulta confuso y desconcertante. En especial, cuando la película avanza por casi veinte minutos sin mostrar a la criatura monstruosa alrededor de la cual, aparentemente, gira el argumento. Pero Prey, como conjunto, es la suma de sus detalles casi invisibles. Y aunque requiere un ejercicio de paciencia, la película construye un escenario de enfrentamiento en la periferia.

Para cuando el monstruo titular entra en el juego, la narración deja claro que no tendrá rivales fáciles de vencer. Pero aún más: que el gran depredador alfa del cine de acción encontró enemigos a su medida. Se trata de un recurso brillante y bien construido que permite a Prey tener un peso argumental del que carece cualquier otra película de la saga Predator. Esta es la historia entre dos fuerzas de la naturaleza enfrentadas entre sí. 

La película se toma el espacio y el tiempo para meditar sobre la batalla de la inteligencia, el poder y habilidad entre Naru y el depredador. A la vez, logra sostener un recorrió cada vez más frenético, elegante y pulcro a través de una batalla primitiva que tiene algo de mitológica. Sin duda, varios de los mejores momentos del argumento son cuando enfrentan a la protagonista con un monstruo implacable. Una reminiscencia de los viejos dioses en lo que su tribu cree y que ella encuentra en la encarnación de una criatura inexplicable. El guion juega con la idea del mito, lo extraño y lo inquietante en medio de una lucha sangrienta. Y acierta al crear un escenario casi mitológico para sus personajes.

De la batalla al miedo

Prey es ambiciosa. Tiene mucha más sustancia, profundidad e inteligencia que sus predecesoras. Tal vez, podría criticarse su insistencia en su carácter intimista, la evidente torpeza en el uso de los efectos digitales y sus tramos de lentitud argumental. Pero a pesar de todo, la película triunfa por su cualidad de ser una reinvención válida a una mitología cada vez más profunda y singular.

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Es un movimiento audaz en una franquicia que llegó a su séptima entrega con la necesidad imperiosa de renovación. ¿Lo logra? No del todo, pero sí encuentra el modo de dotar de personalidad a las escenas ya conocidas de un monstruo imparable dispuesto a matar.

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