Casi de una forma casual. Así llegó a convertirse el ya desaparecido fotógrafo francés en una de las figuras imprescindibles de la industria de la moda. Sin que Patrick Demarchelier (El Havre, Francia, 1943 – Nueva York, EE.UU., 2022) tuviera un interés especial por conquistar estos dominios, una foto tomada en el momento adecuado le dio la fama que ha disfrutado a lo largo de más de medio siglo de profesión.

Con más de 50 años dedicados a capturar la belleza de las prendas y sus complementos, practicó la fotografía casual y creó una imagen de marca propia motivada por la improvisación, tanto gestual como de movimiento, ya que, en palabras del propio artista, «las mejores tomas de las sesiones [de fotos] son aquellas que fueron tomadas por accidente». Una norma que siguió en cada uno de sus trabajos y que hoy, tras anunciarse su fallecimiento, a través de un comunicado por su cuenta personal de Instagram, alcanza más valor que nunca. No hay duda de que su genio sobrevive a su persona y de que su huella en la moda será eterna.

Así lo avalan las multitudes de campañas que el fotógrafo realizó para las grandes firmas francesas del sector. Chanel, Louis Vuitton, Dior, Yves Saint Laurent, entre otras muchas, no se resistieron a sus encantos tras el objetivo.

Las grandes referencias norteamericanas, como Tommy Hilfiger, Calvin Klein, Vera Wang, Donna Karan y Ralph Lauren, también tuvieron al maestro en sus filas; así como gigantes internacionales, como H&M, y firmas de belleza y cosmética punteras, como Elizabeth Arden.

También lo hicieron las top models más conocidas de los años 90, la década en la que estalló este término y que su compañero de profesión, Peter Lindbergh, patentó cuando reunió en una misma foto a Naomi Campbell, Linda Evangelista y Cindy Crawford. Si Lindbergh creó supermodelos, Demarchelier elevó el valor de las páginas de las revistas de moda.

Esto lo hizo rindiendo culto a su máxima laboral. La inspiración, que siempre llega sin avisar, fue uno de los encantos más poderosos de la fotografía de Demarchelier. Sólo así podría conseguirse un resultado natural, apetecible y deseado. Que el día a día pudiera reflejarse en una instantánea puede que fuera lo que cautivó los sentidos de Diana de Gales hasta convertirse en su fotógrafo personal y, por ende, de toda la familia real británica. Sucedió Lady Di vio una de las muchas fotografías que el fotógrafo tomó para Vogue: una modelo se abría la chaqueta y dejaba ver una foto de un niño riéndose. La sencillez y el carisma de la imagen hicieron que la princesa se pusiera en contacto con su autor. Desde ese momento, Patrick Demarchelier se convirtió en el primer fotógrafo oficial de la familia real que no era inglés, y un gran amigo de la realeza.

Defensor y practicante de un estilo muy versátil, tanto en lo personal como en lo profesional, aseguró a lo largo de su vida que el truco del éxito está en confiar en las personas que se ponen delante de la cámara para que ellas confíen en ti.