Parag Agrawal, el niño prodigio a quien Jack Dorsey confió el timón de Twitter | Tecnología | EL PAÍS
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Parag Agrawal, el niño prodigio a quien Jack Dorsey confió el timón de Twitter

Nacido en Bombay, el joven as de las matemáticas se mudó a EE UU para cursar un doctorado en Stanford que nunca acabó: lo fichó la red social y encandiló a su fundador, que pronto vio en él a su delfín

Parag Agrawal, en una foto cedida por Twitter.
Parag Agrawal, en una foto cedida por Twitter.AFP

“He estado en vuestros zapatos, he vivido tiempos buenos y malos, desafíos y obstáculos, victorias y errores. Pero entonces y ahora, por encima de todo, veo el increíble impacto de Twitter, nuestro progreso continuado y las excitantes oportunidades que tenemos por delante”. Estas líneas pretenden transmitir la idea de que quien las escribió conoce bien la empresa y lleva toda la vida en ella. Las tuiteó Parag Agrawal tras anunciarse que toma el timón de la red social del pajarito después de que el hasta ahora patrón del barco, Jack Dorsey, sorprendiera esta semana con su dimisión. Agrawal tiene 37 años y hace solo una década que le contrataron como ingeniero.

Pero 10 años son un mundo en el sector tecnológico. Y tener menos de cuarenta, un mensaje: energía, frescura, conexión con la realidad de los jóvenes, conocimiento de la tecnología más puntera. En el caso de este chico de buena familia criado en Bombay, una década fue suficiente para convertirse en uno de los ingenieros estrella de la compañía y para que Dorsey viera en él a su sucesor. “Ha estado detrás de cada decisión clave que ha contribuido a cambiar el rumbo de la compañía. Es curioso, explorador, racional, creativo, exigente, independiente y humilde. (...) Mi confianza en él para ser nuestro CEO es muy profunda”, dijo Dorsey a propósito de Agrawal en su carta de despedida.

La precocidad del nuevo ejecutivo de Twitter no ha pasado desapercibida. Es el consejero delegado más joven del S&P 500, que reúne las empresas más potentes de EE UU. Ya apuntaba maneras como estudiante: en 2001, con 17 años, ganó la medalla de oro de las Olimpiadas Internacionales de Física, una competición para estudiantes de bachillerato. Luego entró en la elitista Indian Institute of Technology de Bombay (BTech) para estudiar informática.

Se mudó a EE UU para completar sus estudios en Stanford: quería estudiar su doctorado en ciencias de la computación en el mismo centro en el que lo hicieron los consejeros delegados de Google, Sundar Pichai, o de Microsoft, Satya Nadella, dos primeras espadas del panorama tecnológico que, como él, habían nacido en la India. Según contó a The New York Times la que fue su profesora y orientadora de tesis en Stanford, Jennifer Widom, Agrawal destacó frente a sus compañeros en su profundo conocimiento de las matemáticas y la teoría en la que se apoya la informática. Todavía le anima de vez en cuando a que retome su tesis.

Cuando Agrawal entró en Twitter en 2011, con su doctorado todavía sin acabar, se integró en el equipo de ingenieros, encargado de las tecnologías de anuncios. Su vida estudiantil había llegado a su fin; la laboral ya le había llevado por Microsoft o Yahoo!, pero iba a dar la campanada en Twitter. El grupo de ingenieros que acabó liderando Agrawal usó el machine learning (aprendizaje automático), una de las técnicas más prometedoras de inteligencia artificial, para desarrollar métodos propios basados en el análisis de los datos de sus millones de usuarios que dirigieran los anuncios a los perfiles con más opciones de recibir de buen grado esos impactos. El resultado fue un aumento significativo de los ingresos de la compañía.

El joven Agrawal no tardó en formar parte del grupo de ingenieros estrella de Twitter, los que eran consultados cada vez que había que poner en marcha un proyecto importante. Además de estar presente en el desembarco del machine learning en la red social, Agrawal ordenó los sistemas de Twitter, que con el paso de los años se habían quedado antiguos y habían encorsetado la adopción de nuevas funcionalidades. También preparó el salto de la plataforma a la nube, concretamente a las de Google (Drive) y Amazon (AWS), lo que le dio a la red social más agilidad desde el punto de vista del usuario.

En 2017, Agrawal contaba ya con la máxima confianza de Dorsey y se convierte en el responsable de tecnología de Twitter (CTO), o lo que es lo mismo, jefe de ingenieros, un puesto clave en las empresas tecnológicas. Dos años después, el fundador y CEO de la compañía le confió al joven la división Bluesky, uno de los proyectos más importantes de Twitter. Se trataba de una plataforma de investigación que pretendía explorar y desarrollar redes sociales descentralizadas, gestionadas y moderadas por los propios usuarios, que serían también quienes podrían moldear los algoritmos encargados de decidir qué contenidos se les tiene que mostrar antes. Toda una revolución para las redes sociales tal y como las conocemos hoy en día, una más en la mente de Dorsey, que desde muy pronto advirtió en Agrawal a otro creyente en el potencial de las tecnologías blockchain (las cadenas de bloques popularizadas gracias al bitcoin, cuyo funcionamiento se basa en ellas).

Agrawal se enfrentará desde su nueva posición a varios retos. Quizás el más inmediato sea convencer a la Casa Blanca, a los congresistas y a los senadores de que Twitter no es Facebook y que puede controlar el discurso del odio y los comentarios inapropiados que se difunden desde su plataforma. Luchar contra la desinformación, aclarar su política de moderación de contenidos y seguir desarrollando esa visión de Dorsey de red social descentralizada está también en su agenda.

Su mentor y amigo cree ciegamente en que lo va a hacer bien. Ha elegido para ello a un desconocido fuera de la empresa (tenía unos 60.000 seguidores en Twitter antes de saberse que iba a ser CEO de la red social; al cierre de esta edición superaba los 300.000). De puertas adentro, Agrawal es considerado un genio, una especie de niño prodigio más centrado en discusiones técnicas que en el politiqueo propio de su nueva posición, según cuentan fuentes de la compañía al Times. Recuerda mucho a Dorsey, considerado una especie de jefe ausente. “Creo que es realmente importante darle a Parag el espacio que necesita para liderar”, dijo Dorsey en su carta de despedida. “Es crítico que una compañía pueda funcionar por sí misma, libre de la influencia de sus fundadores”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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