Una supuesta amenaza al futbolista Ángel Di María dispara el miedo a la narcoviolencia en Rosario | EL PAÍS Argentina
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Una supuesta amenaza al futbolista Ángel Di María dispara el miedo a la narcoviolencia en Rosario

La ciudad argentina amanece con el transporte público paralizado después de otra noche de intimidaciones a conductores

Ángel Di María
Ángel Di María, durante un partido ​​el viernes 22 de marzo de 2024, en Filadelfia.Matt Slocum (AP)

La ciudad argentina de Rosario ha vuelto a amanecer este lunes paralizada por el miedo a la violencia de las bandas narco. La policía de la provincia de Santa Fe, al norte de Buenos Aires, investiga una amenaza a la familia del futbolista Ángel Di María después de que un grupo de personas arrojara esta madrugada un mensaje en la puerta del barrio privado donde el jugador mantiene una casa a la que vuelve cuando visita su ciudad natal. Según medios locales, el mensaje apunta a que el futbolista “no vuelva más”. “Nosotros no tiramos papelitos. Plomo y muertos tiramos”, decía el mensaje que fue arrojado desde un coche en movimiento y que ha movilizado a la policía. Rosario vive semanas de tensión después de que las bandas criminales elevaran su violencia en la ciudad en respuesta al endurecimiento de los controles del Gobierno contra sus líderes encarcelados. Mientras la familia Di María recibía esta amenaza, otra intimidación a un conductor de autobús ha paralizado el transporte en la ciudad por segunda vez en un mes.

El domingo 10 de marzo, el conductor Marcos Daloia, de 39 años, murió después de agonizar durante tres días en el hospital. Un sicario le había disparado a quemarropa mientras cumplía con su ruta de trabajo y su muerte fue la cuarta en una semana de trabajadores asesinados por encargo en la ciudad. Entre el 5 y el 11 de marzo, además de Daloia, fueron asesinados dos taxistas y el dependiente de una gasolinera en una semana que sembró el terror en la ciudad, que suspendió durante días el transporte, las clases en las escuelas e incluso la recolección de residuos tras la amenaza a otro trabajador. La respuesta política ha sido un gran despliegue de las fuerzas de seguridad federales que se han distribuido las zonas conflictivas de la ciudad, entre el sur y el noroeste, y una propuesta del Gobierno de Milei, que el jueves pasado pidió reformar la Ley de Seguridad Interior para involucrar al Ejército.

La amenaza a Di María, que nació en Rosario en 1988 y jugó hasta los 19 años en el club local Rosario Central antes de migrar a Europa, no es la primera que los grupos criminales lanzan contra un futbolista para amplificar su mensaje. En marzo pasado, un grupo de sicarios atacó a balazos el supermercado de los suegros de Lionel Messi, también oriundo de Rosario, y le dejó un mensaje parecido: “Messi, te estamos esperando”, decía el texto, y apuntaba contra el intendente de la ciudad: “[Pablo] Javkin es narco, no te va a salvar”. Al igual que con Messi entonces, la amenaza a Di María se dio mientras las noticias deportivas especulaban sobre su posible retorno a la ciudad para volver a jugar en el fútbol local.

El mensaje a Di María apuntó contra el gobernador de la provincia, Maximiliano Pullaro, cuyo gabinete difundió en redes sociales unas semanas atrás cómo eran aislados los presos por narcotráfico durante una requisa en una prisión local. Las fotos “a lo Bukele”, en referencia al régimen de excepción con el que el presidente de El Salvador ha logrado controlar a las pandillas de su país, han desatado una furia conocida desde hace décadas en Rosario, pero que no había llegado al centro de la ciudad como en las últimas semanas.

Rosario, a 300 kilómetros de Buenos Aires, es la ciudad más violenta de Argentina. Su tasa de homicidios, de 22 cada 100.000 habitantes, quintuplica el promedio nacional por la saña de la rivalidad entre decenas de bandas criminales asociadas al narcomenudeo. Rosario es una ciudad portuaria donde se concentra buena parte de la exportación agropecuaria argentina. Las organizaciones a cargo del tráfico internacional son de bajo perfil, a diferencia de la decena de bandas de narcomenudeo que pelean entre ellas y a las que se atribuyen gran parte de los más de 200 homicidios por año que se registran en la ciudad.

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Sobre la firma

José Pablo Criales
Es corresponsal de EL PAÍS en Buenos Aires. Trabaja en el diario desde 2019, fue redactor en México y parte del equipo de la mesa digital de América. Es licenciado en Comunicación por la Universidad Austral y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS.
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