Pablo Ibáñez, de Osasuna al equipo de su pueblo en Tercera y vuelta a empezar | Deportes | EL PAÍS
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Pablo Ibáñez, de Osasuna al equipo de su pueblo en Tercera y vuelta a empezar

El mediocentro, rechazado por el club rojillo en 2016, regresó en 2020 para acabar marcando un gol histórico que le permitirá jugar la final de la Copa del Rey, la segunda en la historia del equipo de Pamplona

Pablo Ibañez Osasuna
Los jugadores de Osasuna mantean a Pablo Ibáñez después del partido de Copa del Rey contra el Athletic, en San Mamés este martes.Juan Manuel Serrano Arce (Getty Images)
Jon Rivas
Villabona -

A Pablo Ibáñez (Pamplona, 24 años), las cosas no siempre le fueron rodadas en el fútbol. La noche de este martes, cuando ya el tiempo de prórroga se agotaba y los rojillos se encomendaban a los penaltis, marcó un gol exquisito. Que vale una final de Copa del Rey. “Me alegro especialmente por él porque pase a la historia de Osasuna después de haberse tenido que ir y haber vuelto”, decía Jagoba Arrasate, su técnico, al acabar el partido del martes en San Mamés, en el que el equipo rojillo alcanzó la segunda final de su centenaria historia. A Ibáñez, que ingresó con siete años en el club, jugó en los equipos de fútbol sala, de fútbol siete y finalmente de fútbol once, le dieron salida en 2016. Jugaba de lateral y los técnicos de Osasuna creyeron que no tenía futuro.

Pablo se lo tomó con entereza. “Me comunicaron que no contaban conmigo. Me dio pena, pero ¿qué le vas a hacer?”, comentaba en una entrevista con el Diario de Navarra. “Al principio puedes pensar que se te acaba el sueño de ser futbolista, pero más tarde te das cuenta de que se puede triunfar y crecer en otro sitio”. Se enroló en el equipo de su pueblo, el Mutilvera, y después en el San Juan. Volvió a Mutilvera ya con el equipo en Tercera División; jugaba de centrocampista. Consiguió el ascenso a Segunda B. “A mí me vino bien salir de Osasuna. Me ayudó a madurar, conocer otro tipo de entrenadores, nuevos compañeros con situaciones personales diferentes”.

Creció, y pese a lo que pudiera pensar, Osasuna le seguía como a decenas de jugadores navarros de su edad. Jugó en Segunda B media temporada, hasta que le llamó Santi Castillejo, el entrenador de Osasuna Promesas. Era 2020 y en el club habían vuelto a fijarse en él y querían ficharlo para el filial. “No me lo pensé más de diez minutos. Dije que sí”, comentaba. Le daba pena dejar el equipo de su pueblo, que estaba haciendo una gran temporada, “pero una oportunidad así no la puedes dejar escapar”. Sabía que volver a Osasuna era muy difícil, como lo era tener una segunda oportunidad. Seis meses después de volver a Tajonar, Arrasate le llevó a hacer la pretemporada con el primer equipo, aunque seguía con ficha del filial. Le aconsejó que tuviera personalidad, que siguiera siendo él mismo y que hiciera lo mismo que le había llevado hasta allí. Jugó en el segundo equipo y al año siguiente ya estaba a las órdenes del técnico de Berriatua.

Enrolado en el equipo desde esta misma temporada, Ibáñez apuntó maneras en un amistoso del pasado mes de agosto contra el Burgos, al que le marcó un gol desde el centro del campo. Y aguardó con paciencia su momento de ingresar en un centro del campo en el que en principio no tenía huecos. Pero cuando el técnico empezó con las rotaciones en la Copa, fue ganando minutos, que son horas de vuelo para un profesional. En la previa de la semifinal, Jagoba Arrasate le citó en la rueda de prensa como un ejemplo de superación. Y Pablo Ibáñez se lo agradeció con el gol en la prórroga que metía a Osasuna en la final. “La que has liado”, decía un tuit del club. Recibió de Moncayola, metió el interior del pie sin dejar que cayera el balón, y despertó a Navarra entera. Las peñas de Pamplona que compartían sus periódicas cenas de la escalera de San Fermín el 4 de abril, como reza la canción, estallaron de júbilo en las sociedades donde se celebran cuando Ibáñez batió a Agirrezabala y llevó a Osasuna a la gloria. “Hemos sufrido como perros”, confesaba el jugador al acabar el partido: “No tengo ni palabras, no se puede ni explicar lo que se siente al meter en los últimos minutos. Es el gol más importante de mi vida. Dudo que se pueda mejorar”.

Cuando, junto al resto de la plantilla, llegó de madrugada a la Plaza del Castillo de Pamplona, se dio cuenta de que el sueño era realidad. Media ciudad les esperaba despierta para celebrarlo con ellos.

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