León por un día (2023), de John Swab

Desastroso como asesino a sueldo, Jackie Powers anda necesitado de dinero urgente, pues necesita reclutar a un abogado que saque de la cárcel a su hijo. Acepta un encargo del capo Pauly Russo, que le pide liquidar a Walter Boggs, un terrateniente. La operación acaba tan mal que Powers mata por error al cocinero de un restaurante, así que no le queda más remedio que llevarse a punto de pistola a Lola, camarera que lo ha visto todo. Ésta acaba conmovida cuando se entera del triste destino del retoño de su secuestrador, hasta tal punto que se ofrece a ayudarle, maquinando un plan para reunir la suma requerida.

Tras la fallida Ida Red: el precio de la libertad, el realizador John Swab vuelve a recurrir a Frank Grillo como parte del reparto de otro thriller, si bien esta vez salpicado con muchos elementos humorísticos. Por primera vez en su filmografía, parte de un guión ajeno, elaborado por Scott Caan, hijo de James, también actor principal, que describe una América rural que parece poco evolucionada desde los tiempos del Far West.

Algunos puntos de la trama resultan poco creíbles, sobre todo que Lola tome confianza en poco tiempo con el tipo al que ha visto liquidar a su jefe. Además, a Swab le falta mano para la puesta en escena, así que todo resulta un tanto rudimentario. Intenta mimetizar los estilos de Quentin Tarantino y los hermanos Coen, sin demasiada fortuna. Para empezar, a los diálogos les falta algo de chispa. Además, a la mayor parte de intérpretes lse falta credibilidad, salvo en el caso de los citados Caan y Grillo (Russo), y de los veteranísimos J.K. Simmons (Boggs) y Virginia Madsen (madre adinerada de la camarera).