Unión Soviética - Chile: La verdadera historia del ‘partido fantasma’ | EL PAÍS Chile
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Unión Soviética
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La verdadera historia del ‘partido fantasma’

Fue el Kremlin quien dio la orden de no transmitir ni registrar el empate 0 a 0 en Moscú entre Chile y la Unión Soviética el 26 de septiembre de 1973, hace 50 años. La decisión de no jugar la revancha en el Estadio Nacional de Santiago ya estaba tomada. Esta es la difusa verdad de un juego que jamás veremos

El Estadio Nacional en Santiago de Chile tras el golpe contra el Gobierno del presidente Salvador Allende, en septiembre de 1973.
El Estadio Nacional en Santiago de Chile tras el golpe contra el Gobierno del presidente Salvador Allende, en septiembre de 1973.AP

Armando Marques, el árbitro brasileño del partido entre la Unión Soviética y Chile disputado el 26 de septiembre de 1973 en el Estadio Lenin de Moscú, confesó alguna vez que tenía el video del encuentro, que terminó empatado cero a cero. Pero jamás pudo demostrarlo, pese a la avidez de los periodistas chilenos por acceder al registro.

Alfredo Asfura, el directivo a cargo de la delegación chilena que viajó a Moscú inmediatamente después del golpe militar en Chile, aseguraba que había visto el juego retransmitido en Francia, sin embargo no existe registro alguno en la Radio Televisión Francesa.

Para ser exactos, a 50 años del partido por el repechaje mundialista entre los dos países, solo hay tres fotos de la agencia France Presse como testimonio de que aquel encuentro efectivamente se jugó.

La pregunta es por qué no existen imágenes ni videos de ese empate que clasificaría a Chile al Mundial de Alemania en 1974, ya que la Unión Soviética no se presentó al duelo de revancha en el Estadio Nacional, demostrando -con pruebas que la FIFA desechó- que el recinto se había convertido en un campo de detención y tortura del régimen de Augusto Pinochet.

Las razones estuvieron ocultas durante mucho tiempo, hasta la difusión del programa Kak Eto Bylo (¿Qué pasó?, en su traducción literal), producido por la televisión estatal rusa para develar secretos de la era soviética. El documental, presentado por Oleg Shklovsky el 20 de enero del 2000, plantea que el Kremlin ordenó a la televisión estatal no transmitir el evento ni guardar registro, pues debían bajar el perfil a una decisión ya tomada ese 26 de septiembre: no presentarse a jugar el partido de vuelta.

El principal testimonio para sostener esa tesis es el de Viktor Ivonin, presidente del Comité de Deportes de la desaparecida URSS. “Enver Mamedov, vicepresidente de la Radio y Televisión en la Unión Soviética, me llamó para decirme que el partido no se transmitiría por orden del Kremlin. Y yo no podía insistir en sentido contrario. No me sorprendió demasiado, porque para la época era una llamada normal, había cosas que no se transmitían por orden oficial. Hubo partidos de otros deportes que tampoco fueron emitidos por considerarlos poco convenientes”.

Ivonin, que llegaría a ser ministro de Deportes, agrega que “la orden era lógica, por la situación que se vivía. Por eso mayormente no insistí. Fue un juego muy correcto y la selección de Chile salió muy determinada, pese a que sabían bien lo que estaba pasando en su país”.

La Unión Soviética comenzó a participar en los mundiales de fútbol en Suecia 1958, obteniendo un cuarto lugar en Inglaterra 1966. Era un equipo temible y para el duelo con Chile ostentaba el título de subcampeón de Europa. Para acceder al repechaje derrotó a Francia, por lo que el pasaje a la Copa del Mundo parecía un mero trámite ante los chilenos, que habían dejado a Perú en el camino. Pero todo se complicó tras el cruento golpe de estado contra Salvador Allende, un movimiento apoyado por Estados Unidos en plena Guerra Fría.

La gran figura de esa escuadra era Oleg Blojín, un ucraniano que ganaría el Balón de Oro en 1975, y que recuerda la frustración que significó ese empate: “Había poca gente en el estadio y Chile planteó una defensa muy cerrada. No pudimos romper el cerco y fue muy decepcionante, porque esperábamos ganar por una diferencia significativa”, dijo a Kat Eto Bylo.

Su versión es ratificada por otros compañeros. El defensor Vladimir Kaglichni señaló que “no se promocionó el partido, había muy poco público ese día y su arquero (Juan Olivares) tuvo una noche espectacular”. Evgeny Louchev, otro titular esa jornada, va más allá: “Había un aura inexplicable y mucha tensión ambiente. No nos habían dicho, pero era muy difícil que viajáramos a jugar la revancha. Se jugó en un clima extraño”.

No había sido fácil para la delegación chilena estar presente en el Estadio Lenin. El primer vuelo comercial que despegó desde Santiago llevó al equipo rumbo a México, primera escala del viaje, donde los futbolistas, encabezados por Carlos Caszely y Francisco Chamaco Valdés, fueron asaltados con preguntas sobre la situación después del golpe de Estado. Los permisos para viajar se obtuvieron a la chilena. Las visas habían sido entregadas por la embajada soviética antes del derrocamiento de Allende, pero la autorización la consiguió el presidente de la Federación, Francisco Fluxá, gracias a que el flamante médico de la selección, Elías Jacob, trabajaba en la Fuerza Aérea y convenció al miembro de la Junta de Gobierno, Gustavo Leigh, de la conveniencia de ir a enfrentarse a los soviéticos en Moscú. La historia, en detalle, la cuenta el periodista Axel Pickett en El partido de los valientes, relanzado por estos días con ocasión del cincuentenario de la hazaña.

Elías Figueroa se unió a la delegación en Europa y jugaría, por primera vez, junto a Alberto Quintano, la mejor dupla de centrales en la historia del fútbol chileno. El resto es leyenda. Pese a que el partido y los tensos días previos y posteriores tuvieron que reconstruirse sólo con testimonios, los hechos son indesmentibles. La Unión Soviética no se presentó al partido de revancha del 21 de noviembre, pese a que su selección estaba de gira por Brasil y Costa Rica, a la espera de la designación de un terreno neutral por parte de la FIFA, que mantuvo la decisión de jugar en Santiago.

Del partido en Moscú se tejieron varios mitos. Marques, el juez brasileño, dejó jugar y el más damnificado fue Blojin, la estrella ucraniana. Y la cerrada defensa en un clima extraño dio frutos. El empate sin goles reforzó la idea de no presentarse en la revancha, como también la decisión de no transmitir el partido. La URSS se quedaba fuera de su primer mundial siendo favorita.

Con el correr del tiempo comenzó a hablarse del partido fantasma, porque no quedó registro alguno. Eran otros tiempos, otro mundo, otra FIFA del que hoy sólo restan algunas borrosas fotografías y el emocionado testimonio de sus protagonistas, imágenes latentes de una hazaña que, como tantas, nadie vio ni podrá nunca ver.

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