Como hemos ido contando en unos cuantos artículos, tras un período de contacto con Occidente iniciado en el último tramo del período Sengoku Jidai o Era de los Estados Combatientes (1467-1568), Japón cerró sus fronteras al exterior y permaneció completamente aislado desde 1639 hasta 1854, año éste en el que la marina estadounidense forzó la apertura. Por eso el mundo occidental decimonónico apenas tenía conocimientos del país y el primer personaje de su historia que apareció en los libros fue un poderoso señor de la guerra que precisamente favoreció aquella primigenia etapa abierta en el siglo XVI: Oda Nobunaga.

Nacido en 1534 en Nagoya, provincia de Owari, era el segundo hijo del daimyō (señor feudal) Oda Nobuhide y su esposa Dota Gozen, quienes le llamaron Kippōshi, aunque no tardaría en ganarse el apodo de Owari no Ōutsuke (el Tonto de Owari) por su afición a jugar con niños de menor alcurnia y su comportamiento excéntrico. Al alcanzar la mayoría de edad en 1546 pasó la correspondiente ceremonia conocida como genpuku, en la que los jóvenes sustituían su nombre infantil por uno adulto; el suyo fue Saburo Nobunaga, aunque continuó mostrando una conducta extravagante, como no vestir luto cuando murió su padre o mostrarse irrespetuoso con sus maestros.

Éstos le educaron tanto intelectual (lectura de clásicos chinos, tácticas bélicas) como físicamente (cetrería, manejo de armas blancas), empezando pronto a mostrar un interés especial por los arcabuces que introdujeron en Japón los comerciantes portugueses y españoles a partir de 1543. Sin embargo, el reseñado fallecimiento de su progenitor en 1551 no le animó a tomar las riendas del clan Oda hasta que uno de sus vasallos se quitó la vida ritualmente para demostrarle su disconformidad. Aquella extrema acción surtió efecto y poco después, en 1553, Nobunaga asumió su deber plenamente.

Oda Nobuhide visto por el artista decimonónico Utagawa Yoshitora/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

No lo tuvo fácil, pues otros candidatos de la familia también aspiraban a hacerse con el puesto; entre ellos sus hermanos: al menor lo mató tras descubrir su implicación en un complot para asesinarle y al mayor lo derrotó en 1556, después de que se hubiera aliado con Saitō Yoshitatsu para derrocarle. Yoshitatsu era el daimyō de Mino al haberle arrebatado el puesto a su propio padre (quien murió en combate), Saitō Dōsan, suegro de Nobunaga desde que años atrás acordara con el fallecido Oda Nobuhide el matrimonio de su hijo con su hija, Nōhime, para poner fin a la guerra entre ambos.

Hacia 1560, Nobunaga había conseguido dominar totalmente el clan, lo que no significa que terminasen los conflictos, pues las políticas de alianza por vía matrimonial de otros clanes, como los Matsudaira y los Imagawa, les volvieron lo suficientemente fuertes como para atacar a los Oda. A los Imagawa los venció en la batalla de Okehazama, donde el líder enemigo, Imagawa Yoshimoto, pese a contar con abrumadora superioridad numérica (que Nobunaga contrarrestó creando la ilusión de tener más hombres colocando una línea de estandartes en una loma), vio cómo su campamento era tomado por sorpresa aprovechando una fuerte tormenta y perdió la vida en medio del caos.

Nobunaga se ganó así un enorme prestigio militar que le facilitó alcanzar un acuerdo con otros adversarios: en 1562 con Matsudaira Motoyasu (que luego cambiaría su nombre por el de Tokugawa Ieyasu y se convertiría en el fundador del shogunato Takagawa, que duraría hasta 1868) y en 1565 con Takeda Shingen, a cuyos hijos dio en matrimonio una hermana y una hija adoptiva. No obstante, todavía tuvo que seguir guerreando contra Saitō Yoshitatsu hasta 1567, cuando por fin le venció gracias a la ayuda de Toyotomi Hideyoshi, su mejor general, al que más tarde nombraría daimyō de Ōmi (y que sería el unificador final de Japón).

Fruto de esa contienda fue la divisa que adoptó Nobunaga, Tenka fubu, cuya traducción sería «reino militar» y que posteriormente diversificó en variantes como Tenka no tame («Por el bien del reino») y Nobunaga no tame («Por el bien de Nobunaga»). Mientras, continuó su política de alianzas de sangre ese año casando a su hermana Oichi con Azai Nagamasa, poderoso señor de la guerra que encabezaba el clan Azai, y en 1568 pactó con Ashikaga Yoshaiki encumbrarle al shogunato, para lo cual ocupó Kioto en nombre del emperador Ōgimachi, quien deseaba recuperar territorios imperiales perdidos.

La batalla de Okhezama (Utagawa Toyonobu)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Es decir, Nobunaga se embarcó en una tarea de unificación que estaba inspirada en la llevada a cabo en la china del siglo XII por el general Wu Wang, fundador de la dinastía Zhou. Pero el panorama se fue volviendo más complejo, ya que Ashikaga Yoshaiki no quiso ser un shōgun títere y acabaron enfrentados. Pese a las alianzas tejidas, los Azai y los Asakura también se posicionaron en contra de Nobunaga, que les derrotó en la batalla de Anegawa pero sin acabar del todo con su resistencia. La cosa empeoró al enfrentársele también el clan Miyoshi apoyado por los monjes guerreros Ikkō-ikki. Nobunaga ya se había enfrentado a ellos en 1564 y volvió hacerlo en 1571, aplastándolos.

El emperador había mediado para romper aquella turbulenta dinámica bélica que caracterizó al período Sengoku, pero si bien los Azai aceptaron la paz, ahora fue Takeda Shingen el que, obviando su alianza previa, se alzó también contra Nobunaga, derrotándole en Mikatagahara a finales de 1572. El Oda, sin embargo, tuvo suerte: Shingen murió meses después y el shōgun se quedó solo, siendo vencido con facilidad y marchando al exilio convertido en monje budista. El emperador premió a Nobunaga con un aluvión de títulos sucesivos: consejero mayor de la Corte, general del ejército imperial, gran ministro… Era el comienzo de una nueva era, la conocida como Tenshō.

En 1575, Takeda Katsuyori, hijo de Takeda Shingen, retomó las armas contra los Takugawa, que pidieron ayuda a Nobunaga. El conflicto se dirimió en la batalla de Nagashino, donde los Takeda fueron derrotados por los arcabuces del rival y su novedosa táctica de mantener una cortina de fuego continuo, rotando en filas de tres de modo que mientras unos cargaban otros disparaban. Un segundo y desastroso combate en Tenmokuzan, en 1580, llevó a Takeda Katsuyori a hacerse el sepukku. Ese año quedó claro quién era el hombre más poderoso de Japón, controlando veinte provincias y haciendo frente a todo aquel clan que osase desafiarle, como pasó con el Uesugi, y construyendo su propio castillo en Ōmi, el de Azuchi.

La batalla de Nagashino/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Aún así, renunció a sus títulos rechazando el de shōgun, lo que no impidió que su labor de gobierno, en múltiples aspectos, fuera más que notable. Eliminó los monopolios y las fronteras interiores para fomentar el comercio, instauró el libre mercado, redujo los impuestos, construyó el Nakasendō (una calzada que unía Kioto con Edo -Tokio-), ejerció el mecenazgo de artistas (Período Fushimi), impulsó un nuevo estilo artístico (la escuela Kanō, de colores brillantes y fondos dorados) y abrió la puerta a los occidentales.

Esto último tuvo especial relevancia por dos razones. Primero, la difusión por el país del cristianismo, religión que le resultaba muy interesante -aunque no la profesó personalmente- y que llegó de la mano de los misioneros jesuitas, construyéndose entonces la primera iglesia. Y segundo, la adopción de tecnología armamentística, sobre todo gusaku (armaduras que fusionaban la tradición samurái nipona con el estilo europeo) y tanegashima (o sea, arcabuces, a los que ya vimos el buen partido que les sacó), propiciando la fabricación de pólvora y construyendo barcos con el casco forrado de hierro.

Armadura de Oda Nobunaga/Imagen: Fess-dew en Wikimedia Commons

Pero se acercaba el final y se debió a esa incansable política de expansión en la misma medida que a su carácter, el mismo que provocaba temor y admiración a partes iguales. En 1582 envió a Toyotomi Hideyoshi a asediar el castillo de Takamatsu, bastión del clan Mori, quienes concentraron copiosas fuerzas para defenderlo. Hideyoshi también solicitó refuerzos a Nobunaga, que los envió poniéndose personalmente al frente. Por el camino decidió hacer un descanso en el templo Honnō-ji de Kioto, donde se quedó únicamente con su corte y su guardia personal, enviando por delante a otro general, Akechi Mitsuhide. Éste, enterado de la situación de su señor, vio la oportunidad de sustituirle.

La razón, aparte de la posible ambición o de querer congraciarse con el emperador (al que Nobunaga exhortó a abdicar en el príncipe Kotohito), fue que le consideraba responsable de la muerte de su madre. En 1579, Mitsuhide había pactado que Hatano Hideharu rindiera el castillo de Yakami a cambio de unas condiciones que Nobunaga incumplió, ordenando la ejecución del vencido. Como venganza, los miembros del clan Hatano mataron a la madre de Mitsuhide, lo que llevó a un altercado entre éste y Nobunaga que deterioró irremisiblemente su hasta entonces buena relación. Pasados tres años, el general se reunió con sus oficiales y les anunció su plan. Era el momento perfecto, pues su señor no sólo estaba indefenso sino que la mayoría de sus colaboradores estaban inmersos en otras campañas.

«¡Teki wa Honnō-ji ni ari!» («¡El enemigo aguarda en Honnō-ji!») fue el famoso grito de guerra con que marchó sobre Kioto y atacó el templo. La defensa con tan exiguos efectivos era imposible y, en efecto, su guardia fue aniquilada (salvo quizá Yasuke, el samurái africano, de la que ya hablamos en otro artículo), así que Nobunaga ordenó huir a las mujeres y prender fuego al edificio mientras se hacía el sepukku y su fiel paje Mori Ranmaru le daba el golpe de gracia decapitándolo. Nunca se encontró el cuerpo, consumido por las llamas, lo que originó no pocas leyendas. La muerte alcanzó asimismo a su primogénito, Nobutada, que también se suicidó en el castillo de Nijō ante la llegada de las tropas de Mitsuhide.

Japón en 1582, tras la muerte de Oda Nobunaga y la subida al poder de Toyotomi Hideyoshi/Imagen: Rage against en Wikimedia Commons

Éste envió mensajes al emperador y a los clanes informando del óbito de Nobunaga y su autoproclamación como shōgun. Pero no obtuvo reconocimiento porque, ante la imposibilidad de demostrar esa muerte, todos optaron por la prudencia, no fuera que el señor de los Oda siguiera vivo y les exigiera luego explicaciones. La carta dirigida a los Mori fue interceptada por Toyotomi Hideyoshi, que levantó el sitio de Yakami para hacer frente al que hasta entonces era su compañero. Le derrotó fácilmente en la batalla de Yamazaki, en la que Mitsuhide perdió la vida a manos de unos granjeros furiosos, aunque también aquí surgió una leyenda similar a la que reseñamos antes: el general habría escapado e iniciado una nueva vida de incógnito como monje budista.

Los Oda designaron sucesor a Toyotomi Hideyoshi por encima de Sanbōshi, hijo de Nobutada y, por tanto, nieto de Nobunaga, que aún era un niño (luego se le conocería con el nombre de Oda Hidenobu). Pero los generales no aceptaron y alguno tuvo que ser sometido por las armas. Finalmente, Hideyoshi y Tokugawa Ieyasu, los dos más fuertes, alcanzaron una solución de compromiso: Sanbōshi sucedería a su abuelo al llegar a la mayoría de edad y, mientras, Hideyoshi ejercería la regencia. Durante ésta, culminó la unificación japonesa que había empezado su difunto señor y que asentaría definitivamente Ieyasu al iniciar el shogunato Tokugawa; o como dicen allí, «Nobunaga mezcló los ingredientes, Hideyoshi horneó el pastel y Ieyasu lo comió«.


Fuentes

Michael Wert, Samurái. Una historia breve | Carol Gaskin y Vince Hawkins, Breve historia de los samuráis | George Elison y Bardwell L. Smith (eds.), Warlords, artists, & commoners: Japan in the sixteenth century | Marius B. Jansen, The making of Modern Japan | Brett L. Walker, Historia de Japón | Wikipedia


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