¿Quién era Nora Forster más allá de lo que dicen los obituarios que la nombran esposa y enferma? ¿Quién era esa mujer que nació en Munich y que en la década del setenta se mudó a Londres justo a tiempo para ser un símbolo punk

En el recorrido biográfico, donde la pregunta y la respuesta sufren una emboscada, Nora es una mujer con una relación. Hija. Esposa. Madre. Abuela. Nora fue la hija de Franz Karl Maier, director y editor del diario alemán Der Tagesspiegel y fiscal en juicios contra los nazis; la esposa de John Lydon, la voz incitadora conocida por todxs como Johnny Rotten, líder de los Sex Pistols; la madre de Ari Up (Arianna Forster), fervor y alma de The Slits, una banda punk de chicas, y la abuela que cuidó a los tres hijos de esa hija que murió en 2010 tras un diagnóstico de cáncer de mama. 

Un nido de vínculos arma el álbum de familia que el punk nos encomendó y habla de ella como lo hacen las fotos que guardamos en el cajón de la mesa de luz y muestran ciertas posturas como perfecciones de la belleza altruista. Nora tenía ochenta años cuando murió y hacía más de cinco que vivía con la enfermedad de Alzheimer. En el último tiempo sus seguidores supieron de ella porque Johnny habló por lxs dos y le dedicó las canciones que sus antepasados irlandeses celebraron -o no- a pesar de sus elogios a Trump y con las que él quería recordar los momentos felices que vivió con Nora (como el viaje a Hawái, una hamaca poética con versos de souvenir y conciencia: “recuérdame, te recuerdo”). 

Fue entonces cuando el diagnóstico de Alzheimer se transformó en una causa de salud pública británica y californiana (en Marina del Rey, donde tenían su casa), que John dijo que había decido ser su cuidador a tiempo completo porque nadie iba a jugar con la cabeza de su esposa. En los años sesenta, antes de que John entrara y coprotagonizara la larga escena de amor punk (vivieron juntxs más de cuarenta años) Nora estuvo casada con Frank Forster, una estrella -o casi- del pop swing televisivo de los años 60 y el padre de su única hija, Arianna. Después llegó Londres y el deseo de escapar de una sociedad alemana que la reprimía, representada por unos vecinos que se quejaban de sus fiestas y llamaban a la policía todas las noches. 

Pero fue antes de aventurarse a mejores tierras que Nora se convirtió en la mujer que podía reunir en su casa a la “realeza del rock”, ¿caminaban y dormían en su cocina y en su living Jimi Hendrix, Wishbone Ash y Yes? Dicen que sí. Al joven John Lydon (ella era catorce años mayor que él) lo conoció en 1975 en la mitológica boutique que Vivienne Westwood tenía en King's Road; se casaron pocos años después. En inevitable ocurrencia Nora, la heredera alemana, la actriz, la modelo con pelo rubio que se abría en gajos generosos anticipándose al viento, la mujer que lucía corsets, moños, collares y polleras vaporosas salpicadas con lunares, la promotora musical, la patrocinadora financiera de bandas punk, fue la “madre guarida de esas bandas” y “la fortaleza emocional de Lydon”. 

 Ese rol de mujer roca, de mujer muro, hace eco ahora durante el duelo público a través de las ilusiones perdidas que una vez tuvo su marido: «Si uno de nosotros se va antes que el otro, será como un asesinato para el sobreviviente. Ella es mayor que yo, pero las mujeres viven más, así que deberíamos morir exactamente al mismo tiempo. Eso sería perfecto». No lo fue.