Décadas de esfuerzo
Hasta hace muy poco sólo era profeta en su tierra, pero ahora ha trasladado su batalla a Hollywood de la mano de Steven Spielberg. Niels Arestrup lleva décadas ofreciendo asombrosas interpretaciones, a veces en producciones que han conocido el éxito internacional.
Parecía destinado a triunfar en el cine, pues Niels Arestrup nació el 8 de febrero de 1949 en el municipio de Montreuil (Sena-Saint Denis), en Francia, el mismo lugar donde George Méliès construyó el primer estudio de cine del mundo, y donde también puso otro Charles Pathé. Sus padres, de extracción modesta, eran de origen danés.
Cuando era joven decidió decantarse por la interpretación, por lo que estudió con la legendaria profesora de arte dramático Tania Balachova. En un primer momento dirigió su carrera únicamente hacia el teatro, pero pronto debutaba en el cine de la mano de Samy Pavel, que le dio el papel protagonista en Miss O'Gynie et les hommes fleurs, donde interpretaba a un homosexual que se distanciaba de su amante porque reaparecía una amiga de éste del pasado. También fue el secretario de Trotski en Stavisky, de Alain Resnais.
Desde finales de los 70 fue muy prolífico en el cine, con títulos como La chanson de Roland, de Frank Cassenti, Toda una mujer, de Daniel Duval, El futuro es mujer, de Marco Ferreri. Pero seguía dándole prioridad a las tablas; tiene claro que su trabajo favorito de toda su carrera lo realizó en un escenario. "Una experiencia se graba en el corazón si se combinan varios fenómenos: El público, los compañeros de reparto y el director. Teniendo en cuenta todo esto, yo diría que el papel que recuerdo con más cariño fue el de Lopakhine en "El jardín de los Cerezos", de Chejov, dirigida por Peter Brook en el teatro Les Boúffes du Nord en París, en 1981", rememora el actor.
Se dio a conocer a nivel internacional sobre todo cuando interpretó a un personaje real, el director de orquesta Zoltan Szanton, en Cita con Venus, donde la protagonista era la diva de la ópera Karin Anderson, interpretada por Glenn Close.
Sin embargo, después ha seguido concentrado en sus actividades teatrales, y en películas que apenas salían de Francia, con alguna excepción, como la excelente De latir, mi corazón se ha parado, de Jacques Audiard, donde era un agente de bienes raíces que usa métodos violentos, padre de un chico que le apoya como matón, pero que preferiría ser pianista como su madre fallecida. Fue también un viejo amigo que aconsejaba al protagonista, paralítico total, en la inteligente La escafandra y la mariposa, de Julian Schnabel.
Pero su consagración internacional le llegó cuando interpretó al mafioso que controla todo lo que ocurre en una prisión en Un profeta, un drama carcelario en el que de nuevo se puso a las órdenes de Audiard. Llegó ser candidata al Globo de Oro y al Oscar a la mejor película extranjera, obtuvo el Gran Premio del Jurado en Cannes y arrasó en los César, con 9 premios, entre ellos el relativo al mejor secundario para Arestrup. No escatima elogios hacia el realizador. "Jacques es un gran amigo y lo considero el mejor realizador de cine francés del momento. Su estilo de montaje, la belleza de cada toma; tiene una perspectiva muy fresca y profesional por lo que trabajar con él es siempre un placer", explica el actor.
Su trabajo como capo ha quedado en la retina de los cinéfilos y le ha abierto puertas. Tras La llave de Sarah y El caso Farewell, entre otras, el mismísimo Steven Spielberg le llamó para un papel destacado en War Horse (Caballo de batalla). Interpreta a un sabio anciano que se hace cargo de su pequeña nieta, a la que el caballo protagonista le devuelve la alegría.
¿Le abrirá este trabajo las llaves de Hollywood? Es pronto para saberlo. Por ahora acaba de rodar de nuevo en su país el drama Aimer à perdre la raison, donde vuelve a ser el protagonista junto con Tahar Rahim, su pupilo en Un profeta.