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PLACEBO – ‘Never Let Me Go’

Experimentan para acabar sonando a ellos.

Casi nueve años después de que lanzaran Loud Like Love, es normal que el nuevo disco de Placebo haya despertado una curiosidad por encima de lo habitual. Todavía más porque en algunas entrevistas previas Brian Molko y Stefan Olsdal habían destacado el carácter experimental de su octavo álbum.

Pero lo cierto es que Placebo es una de esas bandas que, ya sea por sus propias limitaciones o porque tienen una personalidad tan definida, hagan lo que hagan acaban sonando a ellos. Los compases iniciales del primer tema, ‘Forever Chemicals’, con un sonido y una cadencia pseudo industrial te inclinan a pensar que quizá sí se han reinventado, pero a la que Molko empieza a cantar no caben dudas sobre qué banda estás escuchando, y cuando llega el estribillo con su habitual escepticismo existencial (“It’s all good when nothing matters / It’s all good when no one cares”) todavía menos.

Esa familiaridad todavía se acentúa más en ‘Beautiful James’, marcada por una pegadiza línea de sintetizador, que huele a que pasará a engrosar esa larga lista de hits acumulada desde mediados de los 90. Las guitarras cobran peso en la agresiva ‘Hugz’, pero en general este un disco en el que no han tenido miedo a que los arreglos electrónicos (‘Surrounded By Spies’, la cyber funk ‘Sad White Reggae’) y orquestales (‘The Prodigal’) sean protagonistas. Y en realidad tampoco eso resulta tan extraño, pues en su discografía encontraríamos múltiples ejemplos parecidos.

Alternando temas más urgentes como ‘Twin Demons’ con otros en los que han premiado la creación de atmósferas (‘Went Missing’, ‘Fix Yourself’) e incluso algún arrebato pop (‘Try Better Next Time’), Placebo han conseguido crear un álbum bien equilibrado, interesante en muchos momentos, cuyas letras capturan muy bien la angustia del mundo en el que vivimos, pero que para nada es rompedor. Es lo que tiene vender la piel del oso antes de haberlo cazado.

MARC LÓPEZ