Me incorporé, dirigí mis miradas al Océano apaciguado ya, y no vi los restos del Juan-Antonio, que debía haberse sumergido por completo. Era indudablemente el solo náufrago salvado.
Veintisiete años con más mundo que el que descubrió Colón, color sonrosado, ojos de más preguntas y respuestas que el catecismo, nariz de escribano por lo picaresca, labios retozones, y una tabla de pecho como para asirse de ella un
náufrago, tal era en compendio la muchacha.
Ricardo Palma
Pasamos la noche en la casa vieja, que, libre de la presencia de los Heeps, parecía curada de una enfermedad. Dormí en mi antigua habitación como un náufrago aventurero que vuelve a su hogar.
-No lo extrañes -prosiguió Víctor-, no he tenido un amigo jamás, tú eres ya viejo para acompañarme, este pobre náufrago vendrá a cazar conmigo, tenderemos juntos nuestras redes, nos haremos mutuas confidencias, él explicándome lo que ha visto más allá de estos mares, yo contándole mis sueños.
Bramaba en torno la tormenta fiera y yo sentado en la agitada popa del
náufrago bajel, triste y sombrío, los torvos ojos en el mar fijando, meditaba de Cuba en el destino, y en sus tiranos viles, y gemía, y de rubor y cólera temblaba, mientras el viento en derredor rugía, y mis sueltos cabellos agitaba.
José María Heredia
ra del año la estación florida en que el mentido robador de Europa (media luna las armas de su frente, y el Sol todos los rayos de su pelo), luciente honor del cielo, 5 en campos de zafiro pace estrellas, cuando el que ministrar podía la copa a Júpiter mejor que el garzón de Ida,
náufrago y desdeñado, sobre ausente, lagrimosas de amor dulces querellas 10 da al mar, que condolido, fue a las ondas, fue al viento el mísero gemido, segundo de Arïón dulce instrumento.
Luis de Góngora y Argote
Contábame mi difunto esposo, que, cuando un buque mercante o de guerra descubre en la soledad del mar y salva de la muerte a algún
náufrago, se recibe a éste a bordo con honores reales, aunque sea el más humilde marinero.
Pedro Antonio de Alarcón
¿Sabe usted por qué? ¡Porque en aquel
náufrago ve la tripulación a un enviado de la Providencia! ¡Pues lo mismo haré yo con su primo de usted!
Pedro Antonio de Alarcón
GOÍSTAS: ¿veis las olas esas que al
náufrago arrancan la tabla de que se asiera en sus agónicas ansias, hundiéndole para siempre del abismo en las entrañas?
Vicenta Castro Cambón
en esas olas que al
náufrago el salvavidas le arrancan hundiéndole en el abismo después de estrellar su barca, ¡barca que flotó al impulso de ilusiones y esperanzas!...
Vicenta Castro Cambón
Mas si sobre el cornisón Do nacen yerbas perdidas, Callando su indignación Pliega el viento alas dormidas Que de escarcha y nieve son, Óyese este triste acento De mujer allí encerrada, Como el ¡ay! de abatimiento Del náufrago en mar salada Que anuncia el postrer momento.
Él da una tabla al náufrago que llora, un recuerdo de amor al caminante, y una luz de esperanzas al que adora su nombre y majestad con fe constante; un remedio al enfermo y agravado, y al que es huérfano un seno compasivo.