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En un momento clave de 'Mona Lisa and the Blood Moon', el personaje interpretado por la coreana Jeon Jong-seo –Mona Lisa Lee, la improbable heroína de esta fábula sobre la hermandad de los desheredados– se dirige a un policía al que da vida Craig Robinson y le pregunta: "¿Te gusta la gente?". El agente, conocedor de la capacidad de Mona Lisa para dominar la voluntad de sus interlocutores, se queda casi petrificado y balbucea un "Sí" poco convincente. No contenta con la respuesta, Mona Lisa insiste: "¿Pero de verdad que te gusta la gente? Porque no es nada fácil". Esta aseveración acerca de lo difícil que puede resultar hallar algo de comprensión en un mundo, el nuestro, vampirizado por el individualismo y la violencia, sirve de guía para el pequeño relato de supervivencia que nos presenta la nueva película de Ana Lily Amirpour, quien después de las titubeantes 'Una chica vuelve a casa sola de noche' y 'Amor carnal', encuentra finalmente el relato adecuado para desarrollar su particular interpretación del cine pop.

mona lisa and the blood moon', kate hudson
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Cómoda en su rol de cineasta-VJ, Amirpour construye 'Mona Lisa…' poniendo un pie en el cine de terror telequinético (el del Brian De Palma más serie B) y el otro en las odiseas de fraternidad marginal que florecieron en el cine popular yanqui de los años 80 y 90, de ‘E.T. el extraterrestre’ a ‘Eduardo manostijeras’. Aunque, en el caso de 'Mona Lisa…', los acompañantes de la heroína de la función no son ni inocentes niños de la suburbiaamericana, ni ejemplares amas de casa, ni ingenuas damiselas. Amirpour prefiere que su troupe antiheroica esté formada por una stripper irresponsable pero querible (Kate Hudson), un niño resabido y adepto al hard rock y los cómics eróticos (Evan Whitten) y un pequeño maleante amante del tunning, la ropa fosforescente y la música techno (memorable Ed Skrein, que parece salido de una película de Harmony Korine). Este circo de freaks adorables se remata con la protagonista, una chica diagnosticada de esquizofrenia que escapa de un sanatorio una noche de luna llena empleando sus poderes mentales. Dada la inclinación al abuso de tecnología digital en el cine de entretenimiento actual, sorprende la artesanal apuesta de Amirpour por presentar los poderes de Mona Lisa empleando zooms y discretos movimientos de cámara. Un halo de nostalgia formal que ayuda a consolidar la dimensión humana de una película que cabe definir como minimalista, si atendemos a los cánones contemporáneos.

Situada en un punto equidistante a la truculencia y la ternura, 'Mona Lisa…' presenta a su protagonista en situaciones extravagantemente cotidianas en las que sus poderes resultan muy oportunos. El interés de Amirpour por las teen movies se hace patente en una escena en la que Mona Lisa ayuda a una stripper desvalida a darles una lección a un panda de arrogantes y tacaños chavales (blancos); y todavía más en otro momento en que la superheroína escarmienta al compañero de clase que tiene atormentado al hijo del personaje de Hudson. 'Todo en ‘Mona Lisa…' remite a otras películas: hay incluso una cita directa al 'Superman' de Richard Donner, aunque la escena elegida tiene como protagonista a la "villana" Ursa, a la que encarnó Sarah Douglas, y no a Christopher Reeve.

Amirpour ambiciona subvertir la iconografía del cine popular, y lo consigue esquivando toda grandilocuencia, vaciando de psicología a su troupe de inadaptados y transformando la cara más sórdida de la ciudad de Nueva Orleans (los clubes de mala muerte, los barrios periféricos) en el corazón de una posible regeneración del malogrado espíritu americano. Así, elevando a sus criaturas marginales a la condición de mini-héroes de nuestro tiempo –'Mona Lisa…' puede verse como una versión pop del cine de Kelly Reichardt–, Amirpour compone una película que navega armónica, siniestra y dulcemente por un torrente de temas electrónicos bailables, cinefilia bien asimilada y un genuino espíritu transgresor.