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Según un análisis reciente de 18.000 reseñas, la Mona Lisa es la obra maestra «más decepcionante del mundo». Una opinión que no tiene tanto que ver con la obra de arte en sí como con la experiencia de ir a verla al Louvre. Cualquiera que lo haya hecho sabrá que tendrá que esperar lrgo rato en una cola kilométrica para después poder contemplarla solo unos segundos, desde cierta distancia, a través de un vidrio antirreflectante a prueba de balas, debido a la cantidad de visitantes y a las medidas de seguridad en el museo. Una experiencia que puede no cumplir completamente con las expectativas de muchos. En palabras del conservador jefe de pintura italiana del siglo XVI del museo, «a primera vista parece un sello postal».

El Louvre recibe nueve millones de visitantes al año y, según el propio museo, la Mona Lisa es la principal atracción para el 80 por ciento de ellos. Durante un día especialmente ajetreado, pueden desfilar frente a la obra unas 250.000 personas. Esta apabullante popularidad ha hecho que se hayan llevado a cabo diferentes intentos por mejorar la experiencia visual, desde volver a pintar las paredes de la galería de amarillo a azul marino en 2019 hasta un cambio en el sistema de colas para los visitantes.

La última alternativa planteada por el museo podría ser trasladar la obra a una cámara subterránea, dedicada especialmente a esta obra, según ha comentado Laurence des Cars, director del Louvre, en The Telegraph. «No recibimos muy bien a los visitantes en la actual sala, por lo que pensamos que no estamos haciendo nuestro trabajo correctamente», dijo des Cars. Y añadió: «Trasladar la Mona Lisa a una sala separada podría poner fin a la decepción del público».

Esta nueva cámara subterránea sería parte de una futura renovación del museo, que incluye una nueva entrada que conducirá directamente a dos salas: una para la Mona Lisa y otra para exposiciones temporales. El presupuesto para la reforma se estima en 500 millones de euros, según Le Figaro, pero la economía francesa tiene perspectivas de déficit peores de lo esperado, lo que ha llevado al gobierno del presidente Emmanuel Macron a intentar reducir el gasto estatal en 25 mil millones de euros en su próximo presupuesto anual.

«Tenemos que aceptar el estatus de la pintura como ícono global, que está fuera de nuestro control», afirmó des Cars. De hecho, cuando la Mona Lisa también fue escenario de una protesta en enero, y unos activistas le arrojaran calabaza, la ministra de Cultura, Rachida Dati, calificó el incidente como un ataque al patrimonio francés.

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