Abrázame fuerte (2022), de Mathieu Amalric

Una película incómoda. Desconcertante. Que juega a mantener al espectador desubicado durante todo el metraje, para tal vez sorprenderle, tal vez no. Sigue a Clarisse, casada con Marck y con dos niños, Lucie y Paul. Que se marcha de casa, se larga. Pero sigue presente, alrededor del marido y los niños, viéndoles en su vida doméstica, y creciendo, a la pequeña avanzando en sus estudios de piano, al otro con sus dibujos. ¿Es un fantasma? ¿O los fantasmas son los otros? ¿Por qué la vemos tan sola y tan triste? ¿Está loca? ¿Por qué de pronto esos momentos de intimidad conyugal?

El habitualmente actor Mathieu Amalric vuelve a su faceta de director, con una historia de tintes impresionistas y sensaciones, que habla de la capacidad de autoengañarnos, de las esperanza, de la ausencia. Viene a sugerir, al jugar al equívoco, que situaciones diferentes pueden producir en quien las padece sentimientos similares; incluso de modo plástico, las escenas de las fotos polaroid boca abajo y boca arriba, o uniendo por ejemplo un plano de espuma de una bañera, con otro de la nieve de una montaña. A los actores les toca interpretar escenas casi siempre domésticas, es Vicky Krieps la que tiene más oportunidad de variar su registro dramático.

Y precisamente al final, el film y su aceptación es cuestión de sensibilidades. Habrá espectadores irritados ante un ritmo cansino, y la sensación persistente de desorientación. Otros apreciarán en tal propuesta la capacidad de riesgo. Yo más bien me encuentro entre los primeros, creo que nos encontramos ante un experimento poco conseguido.