Permítame doña Cigüeña María que, en estas fechas tan señaladas, en que Las Rozas celebra las Fiestas de San Miguel, les cuente a mis vecinos a través de Meet Las Rozas, una ‘batalla histórica’ acaecida en nuestro pueblo y por la cual, desgraciadamente, fuimos noticia en los principales medios de comunicación de todo el país.

Es posible que muchos, quizás ya la mayoría, de los vecinos de Las Rozas desconozcan que hubo un tiempo en que el Recinto Ferial estaba ubicado en lo que hoy en día es el centro del pueblo.

Los alrededores del actual Auditorio Joaquín Rodrigo, en la década de los ochenta y principios de los noventa, eran un solar de tierra situado a las afueras del casco con escasas viviendas alrededor. Durante las fiestas de San Miguel, allí se ubicaba el ferial, la plaza de toros portátil, y los chiringuitos, en torno a los cuales los jóvenes se reunían y bebían al son de la música nocturna.

Cada chiringuito se identificaba con nombre propio. Cada uno de ellos pinchaba su propia lista de canciones y rivalizaban entre sí en el nivel de decibelios. Cuando llegaba la hora de guardar silencio, todos intentaban eludir la obligación de quitar la música y los chiringuitos jugaban al despiste con la Policía Local, con la colaboración de una gran parte de su clientela, jóvenes que tanto ayer como hoy llevan en su ADN la rebeldía ante las normas.

Los chiringuitos del antiguo ferial tenían cada uno su propio nombre
Parte del solar de tierra donde se ubicaba el recinto ferial donde en la actualidad está el Auditorio Joaquín Rodrigo

Guardias jurados por policías locales

La Policía Local se encargaba cada año de controlar aquel juego del despiste y la transgresión de las normas. Eran tiempos en los que todos se conocían y los agentes, con paciencia y mano izquierda, conseguían finalmente que todo el mundo acabara obedeciendo sin mayores incidentes. Sin embargo, algo cambió en 1995. La situación se descontroló y la consecuencia última de aquel suceso fue el traslado del ferial a su ubicación actual. Desde entonces, no son pocos los roceños que dicen aquello de “las fiestas ya no son lo que eran”.

Han pasado 27 años, pero quienes vivieron aquellos hechos los mantienen vivos en su memoria. Cuentan que el entonces jefe de la Policía Local llegó a decir que jamás había visto ni vivido nada igual en todos sus años de servicio. Se refería a lo acontecido en la madrugada del domingo 1 de octubre, el día de la tradicional ‘chota del aguardiente’, una cita que congregaba a las seis de la mañana a cientos de jóvenes en la plaza de toros y a la que acudían sin dormir, “de empalmada”, cómo se solía decir para definir una noche en vela con alguna copa de más.

Era habitual que aquella madrugada de la ‘chota del aguardiente’, desde la Jefatura de la Policía Local y para mantener a los jóvenes congregados sin dispersarse por el pueblo hasta el inicio de aquel evento, se permitiese excepcionalmente mantener la música de cada chiringuito. Sin embargo, ese día la costumbre no se cumplió. La Policía Local fue sustituida en sus labores de seguridad y vigilancia por guardias jurados contratados por el Ayuntamiento, regido entonces por Bonifacio de Santiago.

Una decisión desafortunada

Parece ser que el nuevo alcalde, recién elegido en mayo de ese mismo año, decidió “no pagar las cien mil pesetas de horas extras que recibían los 45 agentes de la Policía Local por hacer turnos de más de 16 horas diarias, durante todo el transcurso de las fiestas patronales. En su lugar, el Ayuntamiento decidió contratar a una empresa privada para realizar las labores de seguridad y vigilancia asignadas, hasta esa fecha, a los policías”. Sepa, doña Cigüeña María, que lo aquí narrado me llega de buena fuente.

Aquella decisión tuvo consecuencias indirectas: “una batalla campal por un rato más de música y copas”, como escribió en su día el periodista Juan Francés en el diario «El País». Los guardias jurados tenían orden, al parecer de sus propios jefes, de obligar a que cesara la música a las cuatro de la madrugada. Los propietarios de los chiringuitos aseguraban tener ese día el beneplácito municipal para mantenerla. No hubo entendimiento, la discusión subió de tono y el tono llevó al enfrentamiento. Los guardias jurados, intimidados por cientos de jóvenes, pidieron refuerzos. “Unos minutos después, acudieron efectivos de la Policía Local y 37 guardias civiles, 18 de ellos antidisturbios” (El País. 02/10/1995).

Imágenes de Antena 3TV emitidas en los informativos

Pelotas de goma, porras, patadas y cristales

Tras tres horas de batalla campal, 46 personas resultaron heridas y 22 fueron detenidas. Algunos de los heridos fueron trasladados a la antigua clínica de Puerta de Hierro. Entre ellos, 17 guardias civiles, cuatro policías locales y dos guardias jurados. Más de doscientos jóvenes fueron atendidos en el centro de salud del pueblo.

La noticia de lo acontecido corrió como la pólvora entre las televisiones y periódicos del día siguiente. También en los despachos de la Delegación del Gobierno. Una lluvia de pelotas de goma, porras, patadas y cristales había sobrevolado aquella madrugada el ferial de Las Rozas, sin hacer distinción entre quien portaba una placa y quien sostenía un cubata en la mano. Los chiringuitos se convirtieron en refugios improvisados para muchos jóvenes, los cuales, al alba, denunciarían “una violencia desproporcionada” por parte de los GRS de la Guardia Civil.  

Estado en el que quedaron los alrededores de los chiringuitos a la mañana siguiente
Una de las pelotas de goma que fueron lanzadas durante los incidentes entre jóvenes y fuerzas del orden público

El ferial cambia de ubicación

Un año después, acuérdese doña Cigüeña María, el alcalde, Bonifacio de Santiago, tomó dos decisiones trascendentales. Por un lado, prescindir de los guardias jurados durante las fiestas para evitar que se repitiera una situación similar. Leemos en la prensa de la época cómo De Santiago recriminó la actitud autoritaria y chulesca de los vigilantes privados aquella madrugada. Actitud “que jamás se habría dado con la Policía Local”, me aseguran testigos de lo acontecido.  

La segunda medida que tomó don Bonifacio fue la construcción de un recinto ferial permanente a las afueras de Las Rozas, con el objetivo de sacar los chiringuitos del centro del pueblo. “Los jóvenes tendrán el doble de espacio que en el recinto del año pasado”, decía por aquel entonces el edil roceño.

Y así fue como, desde 1996, el recinto ferial se trasladó a su actual ubicación, frente a la Dehesa de Navalcarbón. Atrás quedó el descampado donde se amontonaban los chiringuitos, el ferial y la plaza de toros, donde las fiestas se concentraban en un reducido espacio en torno al centro del pueblo. La nueva ubicación fue, para unos, el fin de las fiestas, tal y como se disfrutaban antaño. Para otros, una decisión acertada porque alejaba del núcleo la fiesta de los más jóvenes y aumentaba el espacio de ocio.

Desde 1996 el Recinto Ferial se ubica en el entorno de la Ermita Nuestra Señora del Retamar

Unas fiestas seguras

Hoy, la lejanía del Recinto Ferial ya no es tal, la música de los chiringuitos ha dado paso a una gran discoteca móvil, y la seguridad no depende de una empresa privada. Se aprendieron varias lecciones. La principal, la seguridad que, desde entonces, depende del Plan diseñado por Policía Local.

Aquella batalla campal es ya historia… una historia que deseamos no se repita jamás. A buen seguro será así, pues usted, doña Cigüeña María, junto con ese ‘pájaro mecanizado’ llamado dron, sobrevuelan el Recinto Ferial, mientras que a ras de suelo velan por la seguridad de todos más de doscientas personas. Nada más que contar, eso sí, ¡que suene la buena música por San Miguel!

Imágenes recogidas de los informativos de TVE, Antena 3TV y Telemadrid.