Miguel Hidalgo y Costilla nació el 8 de mayo de 1753 en Guanajuato, provenía de una familia respetada y bien posicionada por ser de origen español. Al igual que su hermano Joaquín se dedicó a la carrera sacerdotal, aunque más adelante se destacaría en el mundo militar al convertirse en uno de los principales precursores de la Independencia. Su dominio de la lengua francesa le permitió estudiar la literatura europea con la que entró en contacto con los principios de la Ilustración, las ideas revolucionarias y liberales que azotaban Europa.
Los ideales revolucionarios sirvieron como base en su lucha durante la primera etapa de la Guerra de Independencia de México, la cual se considera haber iniciado formalmente con el Grito de Dolores dirigido por él mismo, y que junto a los hechos que se desencadenaron tras éste fueron la causa de su aprehensión y fusilamiento.
Primeros años
El 8 de mayo de 1753, nació Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte Villaseñor, en el rancho San Vicente del Caño, ubicado dentro de la Hacienda de Corralejo, en Guanajuato. Su madre fue Ana María Gallaga y Cristóbal Hidalgo y Costilla; era el segundo de los cuatro hijos de la pareja. Estudió en el Colegio de San Nicolás Obispo, donde se destacó en el estudio de letras latinas. A sus 17 años de edad ya era un filósofo y teólogo, dominaba siete lenguas, entre estas estaban: el francés, italiano y las lenguas indígenas otomí, náhuatl y purépecha; las cuales aprendió durante su infancia cuando laboraba en la hacienda de su padre .
Sus vastos conocimientos le permitieron dictar clases de latín y filosofía por lo cual recibió el apodo de «El Zorro». Asimismo al culminar sus estudios ocupó los cargos de docente y tesorero en diversas ocasiones. En 1778, a sus 25 años de edad fue ordenando sacerdote. Con 39 años de edad fue nombrado rector del Colegio de San Nicolás, donde estudió las teorías liberales europeas, lo cual generó descontento en la Iglesia y fue removido de su cargo y es enviado a servir como sacerdote en las comunidades de Colima y San Felipe Torres Michas. Siempre se preocupo por ayudar a los indígenas a quienes les enseñó apicultura, la crianza del gusano de seda, la fabricación artesanal, entre otras actividades económicas y culturales.
Algunas versiones afirman que Hidalgo nunca fue un sacerdote normal ya que le gustaba el baile y el juego. Estaba en contra de algunos mandatos de la Iglesia como el celibato clerical y el poder absoluto del Papa. Se dice que mantuvo una relación abierta con María Manuela Herrera con quien tuvo dos hijas; y con Josefa Quintana con quien procreó tres hijos.
En 1803 al morir su hermano Joaquín, le sustituyó como cura de la parroquia de Dolores, donde años después se convirtió en el principal promotor de la Independencia mexicana. En 1808 España es invadida por los franceses bajo el mando de Napoleón, razón por la cual el cura Hidalgo (considerado el Padre de la Patria mexicana), se unió a Ignacio Allende, Miguel Domínguez y Josefa Ortiz para impedir que Napoleón Bonaparte se apoderara de los intereses del rey Fernando VII en tierras mexicanas.
Conspiración de Querétaro y el Grito de Dolores
Desde 1808 el corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez promovía la creación de un congreso y la gobernación autónoma. En 1810 se llevaron a cabo varias reuniones en las que se conspiraba en contra la autoridad virreinal, en éstas participaban criollos importantes, como: Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez; Juan Aldama, e Ignacio Allende, este último invitó al cura Hidalgo.
Inicialmente el objetivo principal era derrocar al virrey, Francisco Venegas y establecer un congreso para gobernar el Virreinato de Nueva España, y así velar por los intereses del rey Fernando VII quien había sido destronado y apresado por Napoleón. Los planes se llevarían a cabo en octubre de ese año, pero fueron traicionados quedando al descubierto a mediados de septiembre. Josefa Ortiz logró avisarle a algunos de los conspiradores quienes lograron salvarse, entre estos estaba Hidalgo.
Durante la noche del 15 de septiembre, Hidalgo junto a algunos parroquianos liberó a los presos políticos de la cárcel y se apoderó de las armas de la guarnición local. El 16 de septiembre, convocó una misa a la cual asistieron muchas personas, durante ésta realizó un llamado a levantamiento en contra de las autoridades coloniales; este hecho es conocido como el Grito de Dolores. Su investidura atrajo a centenares de peones, indígenas y campesinos que veían en el movimiento insurgente una oportunidad para mejorar su situación. El cura Hidalgo tomó de la sacristía del templo un óleo de la Virgen de Guadalupe, el cual colocó en punta de una lanza convirtiéndolo en el estandarte de la insurrección. Con esta acción pretendía mostrar que el movimiento no era mal visto por Dios, asimismo tomó la imagen de la Virgen morena por el color de su tez, semejante a la de los indígenas.
Ejército Insurgente
Enseguida, el ejército insurgente dirigido por Hidalgo marchó hacia Chamacuero, San Miguel el Grande, donde se estableció el Primer Ayuntamiento, el 17 de septiembre. En este punto se le unió Ignacio Allende quien comandaba el regimiento de la reina, y un gran grupo de campesinos, formando un ejército de 20.000 hombres. Continuó su camino hacia Salamanca, Irapuato, Silao y Guanajuato. El 28 de septiembre se produce una lucha entre españoles e insurgentes en la Alhóndiga de Granaditas, quienes lograron salir victoriosos gracias a la acción de un minero apodado “El Pípila”, quien quemó la puerta. En el ataque duró cinco horas, dejando un saldo de 200 soldados fallecidos, 150 civiles españoles, y el Intendente Riaño. En este encuentro reino la rabia y el rencor, se cometieron muchos crímenes que ocasionó el retiró de algunos criollos. Por su parte, las autoridades eclesiásticas condenaron a los insurrectos, acusando a Hidalgo de hereje y enemigo de la propiedad privada.
Posteriormente, Hidalgo se apoderó de la ciudad de Valladolid; donde el canónigo Mariano Escandón y Llera cedió pacíficamente. En esta ciudad proclamó la abolición de la esclavitud. Continuó su paso por diferentes, nombrando líderes insurgentes en diferentes provincias. El 30 de octubre, en el Monte de las Cruces, con un ejército de 80 mil hombres derrotó al jefe realista Torcuato Trujillo, quien comandaba a una tropa de tres mil soldados. El ejército realista huyó hacia la Ciudad de México a la espera de la batalla final.
El próximo paso era tomar la Ciudad de México, pero Hidalgo temió que los insurgentes saquearan la ciudad y hubiese otra masacre como la de la Alhóndiga, por lo cual decidió realizar un acuerdo con el virrey Francisco Xavier Venegas, quien no aceptó. Días después, el 7 de noviembre, fue derrotado por las tropas realistas comandadas por Félix María Calleja, en la Batalla de Aculco. Tras la derrota, Hidalgo y Allende deciden continuar la lucha por separado, el cura volvió a Valladolid donde su tropa cometió nuevos atropellos en contra de los peninsulares, situación que se repitió en Guadalajara.
El 22 de noviembre desde Guadalajara, Miguel Hidalgo declaró de independencia y estableció un gobierno provisional; decretó la abolición de la esclavitud, eliminó el pago de impuestos por parte de los indígenas y ordenó la restitución de las tierras usurpadas. Sin embargo, esto no se llevó a cabo ya que no contaba con la suficiente ayuda militar.
El 17 de enero de 1811, avanzó hacia el Puente de Calderón acompañado por Jiménez, Allende, Rayón y Aldama, en el lugar se enfrentaron con las tropas de Calleja quien nuevamente los derrotó. Posteriormente, Hidalgo partió hacia los Estados Unidos para buscar apoyo pero fue traicionado por Ignacio Elizondo y fue capturado junto a Abasolo, Allende, Aldama y Jiménez, el 21 de mayo de 1811, en las Norias de Acatita de Baján.
Muerte
En Chihuahua, fue sometido a un doble juicio: el civil y el eclesiástico, ya que debía ser desprovisto de sus funciones sacerdotales para poder ser juzgado penalmente. Finalmente fue condenado a muerte. La mañana del 30 de julio de 1811 fue el día designado para dar muerte a Miguel Hidalgo, se dice que ese día le reprochó a su carcelero que le hubiesen dado menos cantidad de leche, según él, que lo fuesen a fusilar no era excusa para darle menos comida.
El Colegio de los Jesuitas (actual Palacio de Gobierno de Chihuahua) fue el escenario para dar fin a la vida del ahora llamado «Padre de la Patria». Al momento del fusilamiento, Hidalgo pidió que no le vendasen los ojos ni le dispararan por la espalda, su petición fue parcialmente cumplida ya que fue sentado de frente en el banquillo pero con los ojos vendados.
Hidalgo colocó su mano derecha sobre su corazón para que los soldados disparasen directo a éste, no obstante el primer pelotón falló, todos apuntaron al estomago; asimismo el segundo pelotón terminó de destrozarle dicho órgano, la venda se cayó e Hidalgo miró fijamente a sus verdugos. La tercera descarga no dio en el blanco. El comandante Salcedo ordenó que le disparasen dos veces a quemarropa, colocando la boquilla del fúsil directamente sobre el corazón. Posteriormente, Salcedo le cortó la cabeza con un machete, tal como lo hicieron con Allende, Jiménez y Aldama. Sus cabezas fueron encerradas en una jaula y expuestas por diez años en la Alhóndiga de Granaditas.
En 1821 sus restos fueron trasladados al Altar de los Reyes, de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, y posteriormente en 1925 fueron llevados al Ángel de la Independencia ubicado en la capital mexicana.