Quién hará la película del Mundial de Messi - El Periódico

El revés y el derecho

Quién hará la película del Mundial de Messi

Se me ocurre, por ejemplo, Sacheri para el guion y Campanella para la dirección... El director también podía ser, con ellos, Lionel Messi, pues ya ensayó el rodaje en el campo de juego

Messi besa la Copa del Mundo.

Messi besa la Copa del Mundo. / REUTERS/Hannah Mckay

Juan Cruz

Juan Cruz

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Estarían claros el guionista y el director de la película que resuma en las dos horas acostumbradas del cine la extraordinaria acción, humana, artística incluso, futbolística, de ámbito mundial por partida doble, de Lionel Messi. 

El jugador argentino fue subiendo los decibelios de su compromiso con la selección y con su país a medida que acompasó su voz, su mirada, su rostro, a la importancia creciente de los sucesivos himnos, hasta que, el último domingo, ya cerró los ojos para cantar por dentro la melodía casi militar que es todo canto patriótico. 

El resto dejó estupefacto al público inmenso que siguió este fin de fiesta del fútbol argentino, que coincide con (lo dijo Messi) el previsible final de la carrera del chico de Rosario.

Messi y Mbappé, durante la final del Mundial de Qatar.

Messi y Mbappé, durante la final del Mundial de Qatar. / AFP7 vía Europa Press

Vimos el partido en vilo, como se vio 'Ben Hur' en nuestros tiempos, o 'Carros de fuego', esa epopeya musical y atlética con la que comulgamos cada vez que queríamos creer que algún día seríamos capaces de una hazaña así. En este último caso la hazaña fue también, a mi juicio, regalarle a la competición ese aire de enorme belleza que tenía la composición musical que dejó para siempre bautizada para el arte del cine esa música como la propia del atletismo. 

Ahora, y durante mucho tiempo, será el canto de Messi (¿cómo sería a solas?, ¿cómo sería a solas la voz de Messi cantando?) el que le ponga la red musical a esa película que se merecen el ídolo, la historia y Argentina. Hay países que secularmente necesitan un acontecimiento para sobrevivir contentos, o al menos no tan descontentos.

El ejemplo de '1985'

Argentina tuvo un tremendo mazazo civil cuando las sucesivas dictaduras le quitaron la vida, y también el gusto de vivir, a diversas generaciones de niños, jóvenes o adultos, sometidos como mal menor al exilio y como mal mayor a lo que ya se conoce con el nombre de crueldad y con el apellido de asesinatos. 

'1985', que tiene ya su película, en la que Ricardo Darín es mejor que el completo del guion, fabricado para que Raúl Alfonsín se viera ausente, fue esa fecha en la que los argentinos se sintieron reivindicados. El futuro fue difícil tantas veces, pero al menos existió como tal, y hasta el momento.

Vimos el partido en vilo, como se vio 'Ben Hur' en nuestros tiempos, o 'Carros de fuego', esa epopeya musical y atlética 

A lo largo de ese tiempo Argentina, vista desde fuera, ha protagonizado muchas películas, algunas que verdaderamente parecían hechas para ser contadas en el cine, y otras que fueron de veras celuloides, algunos tristes y otros llenos del humor del que han sido (en uno y otro caso) capaces artistas de enorme valía, cuyos nombres y apellidos y talentos son gloria quizá, ay, menos celebrada que las de los futbolistas patrios. 

Leo Messi, con su familia, tras ganar el Mundial.

Leo Messi, con su familia, tras ganar el Mundial. / Jean Catuffe / AFP7 / EUROPA PRESS

Pero así es la vida, en España nos pasa, y como se vio el domingo sucede incluso en la Francia de Jean Paul Sartre o Albert Camus (que fue portero…) No me imagino a Emmanuel Macron acudiendo al vestuario de tales filósofos después de un libro fallido o de un Nobel denegado.

Con la pasta antigua de Messi

En todo caso, hubo un partido, hubo un gran triunfo, y hubo, imagen tras imagen, una película llena de ruido y de furia, como dijo para otras cosas William Shakespeare. Se vio un equipo sólido, el argentino, dirigido por un veterano que se estaba despidiendo, el que cantó el himno como nadie (como ningún otro de los suyos). Ese equipo tenía al portero inédito hasta muy tarde, a un delantero joven que parecía hecho con la pasta antigua de Lionel Messi, que tiene el apellido tan hispano de Álvarez, y en general toda la plantilla dispuesta por Scaloni sobre el césped parecía construida según las normas del mejor fútbol. 

Hubo un partido, hubo un gran triunfo, y hubo, imagen tras imagen, una película llena de ruido y de furia, como dijo para otras cosas William Shakespeare

Digamos a esta altura que seguramente el entrenador les dijo cómo habían de hacerlo. Ese sería el guion. Pero la interpretación, el juego, su secuencia, su música incluso, era evidentemente del capitán. Messi se fue andando a uno y a otro lado del terreno, dirigiendo un juego que se parecía a él, y en este caso, reivindicado por el himno que hizo suyo, a la Argentina. 

Argentina sale a la calle para celebrar el Mundial

Messi y sus compañeros, en el multitudinario recibimiento en Buenos Aires. / Agencias

De pronto parecía (no parecía: era) que Argentina era un equipo, con la misma envergadura que otras grandes escuadras contemporáneas, las que resultan, por ejemplo, de la paciencia que ha tenido Pep Guardiola para hacer del Manchester City un combinado reconocible, veraz, construido para ganar según unos cánones que no tienen otros. 

De modo que el equipo argentino, al contrario que el francés, parecía verdaderamente un conjunto cuyos componentes, menos el portero, que parecía obsoleto, pues estaba allí para nada, allí no se movía ni Mbappé, tenían milimetrado el terreno por el que debían transitar.

La alegría hímnica de los argentinos

Fue un baño, como decimos en España, del que resultaron dos duchas de agua fría para el equipo que Macron controlaba desde el palco. La raíz del fútbol francés fue eliminada de cuajo por la alegría hímnica del combinado argentino. Messi transitaba por el campo como quien revisa un coche de lujo, un Rolls inglés, o un Tesla, que ahora está de moda.

Esa película de la primera parte, hasta el minuto 70, está recogida en el cine de la memoria (de la memoria del mundo entero) como aquella parte suave de 'Carros de fuego', siendo Messi el que manda y el aire que impone el que saca la música callada de su estilo. 

En ese momento, el minuto 70, cambia todo, el graderío calla, llora antes que nadie Di María, que se refugió en una toalla como el niño que ve descarrilar un tren con sus juguetes, y el equipo empezó a creer en maldades organizadas por la mala suerte que, también, tiene nombre y antepasados argentinos. 

La coda del filme son los penales, naturalmente. Para eso hace falta un experto en ralentí, pues ya se sabe que mucha gente se retiró de la pantalla

Mbappé es mucho más que un club, y tenía rabia, como si viniera de otro mundo en el que alguien le había soplado que la cosa se estaba poniendo fea para el país que representaba. Debió mirar al palco o al marcador, o a los dos a la vez, y decidió apostar por Francia. Entonces se produjo el mecanismo de aceleración que agarró a Messi en fuera de juego. ¿Con qué himno, debió pensar, arreglo yo este quilombo?

En casa lloraron los filoargentinos; los aprovechados del mundo acudieron a lo peor del léxico del fútbol (“ya me parecía a mi”). En la película que resulte de este inmenso quilombo argentino esa zona sagrada y cabrona de las cavilaciones de Messi ha de ralentizarse hasta que viene el astro a resolver la desgracia con una jugada que parecería de callejón, o de campito, de Rosario, adonde habría ido a verlo jugar la abuela que está en todas partes.

(Un paréntesis: tenía tanta prisa por dejar claro quien mandaba allí que en ese último lance no hubo dedicatoria a la señora inolvidable que lo llevaba al campito). 

El espacio más bello de la historia

Así que ahí, en ese paréntesis que ya parecía decidir el futuro, se hizo un resplandor en las pantallas y a Argentina se le abrió el cielo que le tenían prometido. Messi lloró, el poeta lloró, como dice la canción, y ese es, en la película que debe salir de todo esto, el espacio más bello de la historia, el que se debe enmarcar desde los títulos de crédito, pues representa la reivindicación en propia casa de aquel que diseñó lo que está dentro del juego argentino, el entusiasmo. 

Él era el protagonista del entusiasmo, tenía que cumplir su promesa. 

La coda del filme son los penales, naturalmente. Para eso hace falta un experto en ralentí, pues ya se sabe (lo dijeron Eduardo Sacheri y otros muchos) que mucha gente se retiró de la pantalla, y no solo en Argentina, para no ver ni el desastre ni su contrario. 

El ralentí aplicado a ese escenario vacío en el que solo se ven a Mbappé o a Messi dándole fin a sus propios tiros a puerta, puede ser lo más grave de la película, llanto y alegría a la vez, como en 'Cinema Paradiso'. Al final Messi es como aquel Jacques Perrin que vuelve al escenario en el que una vez vio por primera vez el cine para asistir al fotograma más querido y más entrañable y más propio. 

Se me ocurre, por ejemplo, Sacheri para el guion y Campanella para la dirección. Ya lo saben, los periodistas somos unos entrometidos. El director también podía ser, con ellos, Lionel Messi, pues ya ensayó el rodaje en el campo de juego.

Suscríbete para seguir leyendo