El Messi, Casper, La Barbie y el Diarreas: aquí, algunos de los motes de los narcos

HISTORIAS DE NARCOS

Los motes de los narcos: El Messi, Casper, La Barbie y el Diarreas

Algunos apodos utilizados por los traficantes son signos de vanidad o respeto. Otros, como el Congrio o el Ojopipa, hacen alusión a su aspecto

El Messi del hachís y Angel Suárez, alias Casper, son algunos de los narcos con mote.

El Messi del hachís y Angel Suárez, alias Casper, son algunos de los narcos con mote. / CASO ABIERTO

Trajeron en jaque a la policía durante más de una década. Lo mismo hacían un butrón a un banco que se llevaban los cuadros de Esther Koplowitz o robaban un cargamento de cocaína. Ángel Suárez Flores y su banda eran conocidos como el Dream team de la delincuencia, en alusión al fantástico equipo del Barça de Johan Cruyff.

Con el tiempo, Súarez Flores, siempre rapado al cero, fue bautizado como Casper, el fantasma animado de la película, por su habilidad para salir de naja de todos los marrones. Finalmente, cayó tras robar contenedores de droga del puerto de Algeciras y torturar a un empleado. Fue condenado a 89 años de prisión y murió en 2021.

Llamaban La Barbie a un sicario mejicano, rubio y de ojos azules. Otro asesino de los carteles de la droga era El Baygón, que mataba tanto como el famoso insecticida

El mundo de los narcos y la droga es propicio a los apodos, primero por cuestiones de seguridad y de clandestinidad. A veces, también por vanidad o con cierto sentido del humor. Los pioneros, como en tantas cosas en el sector, fueron los narcos colombianos y los mejicanos. Así, La Barbie es Edgar Valdéz Villarreal, probablemente el sicario más sanguinario de México, tan rubio y de ojos tan azules como la muñeca. Por su parte, El Baygón, que causaba tantas víctimas en personas como el insecticida en mosquitos, era el sicario Marco Tulio Moya.

Como en todos los palos de la delincuencia, el 90 por ciento de los protagonistas son hombres. Hay mujeres, que son minoría absoluta, y algunas tienen mote, como La Señora, una respetada traficante colombiana, o La Diabla, proxeneta detenida recientemente en Alemania.

El Snoopy y O Mulo

Ya en España, el Snoopy era un asesino que vestía ropa de marca, encargado de ajustar cuentas en una oficina de cobros de narcos. En Galicia los apodos hacen referencia muchas veces a la condición física o la profesión más o menos oficial de los narcos. O Mulo, O Parido, O Burro, El Enano, Los Peques, Los madereros...

Los más veteranos tomaron su nombre, cuando eran jóvenes, de añejas series de televisión: Sandokan, Falconetti (el malo de la serie Hombre rico, hombre pobre), Kojak En la última operación contra él, bautizada como operación Mito cuando ya era una leyenda del narcotráfico, Sito Miñanco era conocido por los suyos como "Míster".

Los clanes quinquis y gitanos han sido tradicionalmente muy imaginativos poniendo apodos. Y también sarcásticos. A un traficante que le tuvieron que hacer una traqueotomía lo bautizaron El Ronquillo cuando volvió al poblado. Un camello bizco era el Ojopipa. Y otro, poco agraciado físicamente, era El Congrio desde que un crío viera en la pescadería un animal igualito de feo que él.

El piloto se llama Magoo

El Campo de Gibraltar es casi otro mundo, también en el asunto de los apodos. Y con otro sentido del humor. Allí, a un joven traficante y aspirante poco dotado como jugador de fútbol, ahora huido en Marruecos, le conocen como El Messi del hachís. Uno de los clanes vigilados por la policía son Los Futbolistas, porque varios de ellos probaron suerte en ese deporte, alguno incluso en segunda división B.

A uno de los mejores pilotos de narcolanchas, capaz de cruzar a ciegas el Estrecho y el Guadalquivir le llamaban Mr. Magoo, como el personaje cegato de los dibujos animados. Magoo nunca habría embestido una lancha de guardias civiles como hizo en el muelle de Barbate Kiko El Cabra, bautizado así por su poca cabeza y ahora acusado del asesinato de dos agentes.

En la zona, el tráfico de hachís es un negocio que a veces pasa de padres a hijos, como los apodos. Los Castaña, uno de los clanes más perseguidos, tuvieron una antepasada que se dedicaba a vender esos frutos secos. El Cagaleras tenía problemas estomacales, sobre todo cuando estaba cerca la policía. Su hijo heredó parte del negocio y también parte, más políticamente correcta, del apodo: a él le llaman el Diarreas.