El último mercenario (2021), de David Charhon

Cinta de acción con toques de humor, a la mayor gloria del sexagenario actor belga experto en artes marciales Jean-Claude Van Damme. Da vida a Richard Brumère, apodado “La bruma”, un antiguo espía de los servicios secretos franceses, luego reconvertido en mercenario, que vuelve a su país cuando se entera de que la vida de su hijo, un pobre diablo que ignora la identidad de su progenitor, corre peligro, pues le han levantado la inmunidad que le protegía haciéndole intocable. En efecto, el error de un gris funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores, al que un teórico subalterno maneja a su antojo, ha desatado una persecución de proporcionales colosales, pues le ligan con la mafia y el tráfico de armas.

David Charhon, vuelve al terreno de la comedia de acción tras Incompatibles, con una trama de héroe de acción talludito, al que toca ya conocer a su hijo y darle un poquito de su amor, ha eludido demasiado tiempo su responsabilidad paterna con sus misiones trepidantes. El papel le viene al pelo a Van Damme, con un rostro más rocoso que nunca, y que demuestra estar en forma en sus escenas de acción, de nuevo muestra su flexibilidad y que sabe dar patadas mejor que nadie. De todos modos, aunque pueda gustar a los incondicionales de JCVD, el film es excesivamente largo. Es verdad que hay un esfuerzo por mantener un dinamismo que no agote, pero tal objetivo no siempre se consigue.

Resulta agradable ver el telón de fondo París para las escenas de acción, por ejemplo en la larga carrera en patinete que le toca asumir a Alban Ivanov en calzoncillos a en la ribera del Sena. Y en fin, podía tener gracia mostrar a un personaje como Simyon, obsesionado con el Tony Montana de El precio del poder, a quien imita en todo, pero también dicha idea acaba siendo una cita reiterada que poco aporta al film.