Mike Oldfield | Análisis críticas | discos
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MIKE OLDFIELD

1) Tubular Bells, Part One; 2) Tubular Bells, Part Two.

TUBULAR BELLS

Puntuación:

Año de publicación: 1973 

Es curioso cómo con solo un disco, su primer disco, Mike Oldfield subió a un pedestal al que no hubiera llegado de no haberlo grabado. Si no fuera por esta impresionante obra, quizá no me estaría tomando la molestia de comentar nada de él, por lo menos tan pronto y antes que muchos otros artistas. Y es que se trata de una obra magistral, precursora con muchos años de antelación del sonido New Age tal como lo conocemos, llena de grandes melodías y con una ejecución instrumental impecable, donde prácticamente todo lo que suena lo toca el propio Oldfield, y lo compuso nada menos que con dieciocho años. Pero su grabación no fue nada fácil, tras varios rechazos, finalmente hubo de convencer para que lanzara su proyecto a Richard Branson, quien por aquel entonces quería empezar con su aventurado y fructífero negocio de Virgin Records, gracias a lo cual Mike se pudo meter en una mansión (The Manor) que tenía un estudio de grabación donde empezó a dar rienda suelta a toda su creatividad y probar todo tipo de instrumentación y efectos con el impresionante resultado que podemos escuchar. Por otro lado, tuvo también la suerte de que se incluyera ese mismo año en la banda sonora de la película El exorcista (The Exorcist, de William Friedkin), lo cual le proporcionó un éxito mundial y una gran expansión, pues hay mucha gente que conoce la melodía inicial debido a la película.

 

Y no es para menos, pues es impresionante el comienzo de la obra, con la famosa melodía cíclica de teclado a la que se van añadiendo gradualmente nuevas capas de teclado y otros instrumentos, incluido un memorable bajo y pasados los tres minutos una gran melodía de guitarra. También tenemos sobre los cinco minutos un pasaje de guitarra española, demostrándonos su virtuosismo en este instrumento. A continuación llega uno de los momentos más agresivos, con una punzante guitarra eléctrica algo distorsionada sostenida con un prominente ritmo de bajo. La guitarra es uno de los instrumentos destacados de este disco, por eso las diferentes secciones que encontraremos estarán guiadas en su mayoría por ella. Precisamente tras una breve pero bella aparición de los coros hacia los catorce minutos, entrará otra amenazante melodía de guitarra distorsionada, que dará paso a continuación a otra gran recreación melódica. Después, unos sonidos como de campanas anuncian una parte más folk con guitarra acústica, tras la cual llega la sección final de la primera parte, con una gran melodía rítmica que se va repitiendo de manera continuada mientras Viv Stanshall (de la formación músico-humorística Bonzo Dog Doo-Dah Band y a quien podemos ver también cantando en una de las escenas finales de la serie Magical Mystery Tour de los Beatles) ejerce de maestro de ceremonias presentándonos diferentes instrumentos, donde cada uno con sus características de timbre propias nos van desgrananado otra gran melodía, la cual al principio no me decía mucho personalmente, pero tras verla interpretada en vídeo me transmite una gran carga épica y emotiva al mismo tiempo. Por supuesto, la última presentación corresponderá a las campanas tubulares, para que al final también acaben entrando los solemnes coros que tras un fade-out de los instrumentos acabarán solamente acompañados de la guitarra acústica para finalizar esta primera parte.

 

El inicio de la segunda parte es igual de genial que en la primera, con dos magníficas melodías que aparecen en orden y que se acaban solapando con un efecto genial. A continuación llega otra sección más folk liderada por la guitarra acústica y el piano, que es de las más extensas. A los ocho minutos llega otro pastoral y hermoso momento, con la entrada de los coros y lo que parece una mandolina, que llega hasta una especie de clímax tras el que aparece una memorable melodía de estilo céltico, el cual deriva más adelante en uno de los momentos más extraños, donde se escucha una parte vocal conformada por lo que parecen gruñidos y jaleos de algo entre ser humano y animal. Es también una sección algo extensa y variada, que acaba de sopetón y cambia completamente de ritmo al entrar a una calmada parte dominada inicialmente por el órgano y luego por las florituras de la guitarra eléctrica, engarzando diferentes melodías con gran resultado. Los últimos minutos son de lo más sorprendente, pues con lo que parece nuevamente la mandolina empieza a tocar una alegre melodía de tipo folk que irá repitiendo cada vez de forma más acelerada para darle un toque desenfadado como final de este Tubular Bells.

 

En el DVD de Elements se puede tener el inmenso placer de ver la primera parte de la obra interpretada en directo en un plató de televisión de la BBC, donde Mike Oldfield está acompañado por un buen montón de músicos geniales, entre ellos Mike Ratledge (de Soft Machine), Steve Hillage (de Gong), Mick Taylor (¡entonces de los Rolling Stones!), el gran percusionista Pierre Moerlen (que llegaría a ser miembro de Gong), o Fred Frith (del grupo vanguardista Henry Cow). Este envidiable elenco de músicos no es para menos, pues aun poseyendo algunos pequeños defectos propios de la falta de experiencia de Oldfield, no deja de ser por ello una obra magna e influyente que perdurará con el paso de los años.

HERGEST RIDGE

Año de publicación: 1974 

Puntuación:

1) Hergest Ridge, Part One; 2) Hergest Ridge, Part Two.

Tras un éxito descomunal como fue Tubular Bells, ciertamente el listón estaba muy alto, demasiado alto para poder superarlo o incluso igualarlo, aunque Mike Oldfield no parecía la clase de persona que se fuera a preocupar por eso, sino más bien por hacer lo que le pidiera el cuerpo. Lo que observamos en general en este segundo disco es la búsqueda de un sonido más inspirado en el folk inglés y la ambientación más rural que parece imbuir la música aquí incluida. Es por ello que se pierde parte de la grandeza y exclusividad que se consiguió en Tubular Bells, pero por suerte el talento compositivo sigue ahí y eso significa que podremos encontrar más momentos memorables de los que permiten escuchar repetidamente este disco. La versión que se va a comentar es la de las primeras ediciones en CD, que sorprendentemente es bastante diferente al mix original del LP y a la última remasterización de 2010 (la que aparece una avioneta en la portada). He escuchado ambas y la sensación que da es de que una es el negativo de la otra, es decir, lo que en un mix aparece en primer término, en el otro suena más de fondo, y viceversa. Y lo que sorprende es que en muchos momentos cambia bastante el resultado final. Se recomienda por tanto escuchar ambas versiones para quien tenga aprecio por esta obra.

 

Después de un inicio formado por lo que podría asemejarse al silbido del viento pero con un propósito melódico, a partir de los dos minutos podemos ir observando cómo se va formando y creando la mágica melodía inicial, con un ritmo que suena a punteo de violín y un maravilloso teclado que va tocando esa cíclica pero bella melodía. Después entra la guitarra eléctrica para ir adornándolo todo aún más y para tomar el liderazgo por momentos. Pasados los 8:30 llegamos a otro momento calmado donde nos encontramos otra bucólica melodía que tomará el testigo para llevarnos por un camino similar en cuanto a la incorporación de elementos conforme avanza este fragmento para ir adornándolo convenientemente. A los 13:20 aproximadamente se apaga todo de momento para que entren unas líneas de bajo ágiles y melódicas acompañadas únicamente por un teclado de fondo. Más adelante, esto dejará lugar a la nueva aparición de la guitarra eléctrica, la especialidad clara de Oldfield como multiinstrumentista. Por último, para el final de esta primera parte tendremos unos coros que más bien aburren, y también el sonido de las campanas tubulares, quizá para despertar a quien se pudiera haber quedado dormido.

 

El inicio de la segunda parte es de lo mejor del disco (parece que Oldfield es el rey de los inicios), con una emotiva melodía de teclado que se va desarrollando acompañada de otros elementos que lo convierten en uno de esos momentos mágicos que inundan la carrera de Mike. Pasados los 2:30 llegamos a uno de los momentos principales del álbum, con una melodía que pronto pasa a ser cantada en una lengua que no es el inglés (quizá no sea ni una lengua) probablemente por su hermana Sally, pero que al fin y al cabo no pasa de ser una melodía bastante convencional y que por desgracia aparecerá nuevamente más adelante. Después el tema irá evolucionando de modo un tanto lento, retomándose también de forma discreta la melodía inicial de la primera parte. A los 9:30 una repentina guitarra distorsionada anuncia la llegada de otro gran momento, que es además el más agresivo y fuerte del disco. Entre el teclado y la guitarra eléctrica transforman todo el tono pastoril que imperaba hasta el momento en algo que podría ser más propio de un grupo de rock progresivo como King Crimson. Hasta pasados los 15:30 no acaba esta inyección de fuerza, que da paso a una tranquila melodía acústica, donde posteriormente volverá la melodía cantada ya citada y acabará de esta forma el disco.

 

En la reedición de 2010 aparecen dos canciones adicionales, una de ellas una versión primeriza de la tonada tradicional ‘In Dulci Jubilo’ (subtitulada como 'For Maureen') que fue cara B de single y que al año siguiente se regrabaría y publicitaría como single propio; y la otra es simplemente un fragmento de la Segunda Parte al que se tituló ‘A Spanish Tune’ para la promoción. De todas maneras, entre las dos versiones en CD de Hergest Ridge, en esa última de 2011 las melodías más reconocibles se quedan en un segundo plano, a veces casi inaudibles, mientras que la citada sección tipo King Crimson deja mejor sensación. Aunque se trata en general de un buen álbum, no puede dejar de decepcionar un poco comparado con la grandeza del anterior, y lo malo de Mike Oldfield es que nunca volverá a conseguir algo parecido (en cuanto a grandeza, pues el leitmotiv de las campanas tubulares sobrevolará toda su carrera). Pero es una música adecuada para escuchar de forma relajada o mientras se lee un buen libro, nada de bestsellers o ganadores de premios de editoriales. Como curiosidad, llegó al número uno de ventas en el Reino Unido y cayó de ese puesto al ser superada por nada menos que el Tubular Bells. Cosas más sorprendentes se han visto.

Una prueba de la grandeza del Tubular Bells es su adaptación para ser interpretada por una orquesta, algo solo susceptible de realizar con obras lo suficientemente complejas y versátiles como para poder sustituir los instrumentos originales por los orquestales. Aquí está arreglado y dirigido por David Bedford, quien había coincidido con Mike Oldfield en el grupo de Kevin Ayers, y el mismo Oldfield también aparece tocando la guitarra según lo indicado en el CD, aunque la guitarra no será un elemento destacado en esta nueva versión. De hecho, no sería capaz de decir dónde aparece salvo ya hacia el final de la segunda parte, que podemos disfrutar de un agradable y apacible solo de guitarra española y luego otro de guitarra eléctrica con efectos.

 

Las diferencias esenciales respecto a la obra original son muy escasas, por no decir inexistentes, pues su encanto está enfocado más bien a la curiosidad de escuchar qué instrumentos realizan según qué partes, lo que incita a tomar con cierto interés este disco. Por ejemplo, las líneas de bajo que realizan su entrada en el inicio son sustituidas por lo que parecen unos violoncelos, que junto al resto de vientos ejecutan un inicio tan magistral y espectacular como el original, incluidos los golpes secos de timbal. No nos perderemos nada si no lo escuchamos tras conocer la versión original, pero ciertamente sigue siendo un momento de gloria musical. Y de forma análoga podríamos analizar todo lo demás.

 

Aunque también hay momentos, pocos, que quedan mucho más flojos, como el fragmento de la primera parte, a partir de los catorce minutos, que pierde fuelle frente a la distorsión que poseía el original. También queda demasiado repetitivo su final sin el maestro de ceremonias recitando los diferentes instrumentos que iban ejecutando la épica melodía de esa sección. La segunda parte también tiene un desarrollo inicial un tanto aburrido, hasta pasados los ocho minutos que por suerte empieza todo a animarse nuevamente.

 

En definitiva, una curiosidad de nivel que vale la pena escuchar aunque solo sea una vez, quedando claro que ya no sorprenderá a nadie que conozca la obra original, pero no deja de ser una manera de dignificar aún más si cabe el magnífico Tubular Bells. Lo que no vale la pena escuchar es la versión regrabada de la obra original que se publicó en 2003 (titulada precisamente como Tubular Bells 2003), puesto que es prácticamente equivalente con la única novedad del actor John Cleese, uno de los antiguos comendiantes de Monty Python, como maestro de ceremonias porque Viv Stanshall ya había fallecido.

1) The Orchestral Tubular Bells, Part One; 2) The Orchestral Tubular Bells, Part Two.

Puntuación:

Año de publicación: 1975 

THE ORCHESTRAL TUBULAR BELLS

Si decíamos que Hergest Ridge era el resultado del interés de Mike Oldfield por el folk inglés, en este Ommadawn podríamos realizar una similar aseveración pero en este caso hacia la música folk de raíces celtas e incluso con detalles africanos, no en vano se acompaña por un lado de un equipo de percusionistas africanos además del gran Paddy Moloney, líder del mítico grupo de folk irlandés The Chieftains. Aunque para percusionista de prestigio debemos señalar la participación de Pierre Moerlen, que para entonces ya pertenecía a Gong.

 

El inicio del disco es quizá de los momentos que menos me han cautivado en primera instancia pero que con el tiempo han penetrado con mayor fuerza en mí, resultando ser uno de los discos de los setenta de Oldfield que más escucho tras el Tubular Bells. Y es que esa magia que aparece en la combinación de la guitarra española junto con las texturas de teclado y los mantraicos coros (coros que no discerní hasta pasado un tiempo pero que son el toque sutil y el secreto de la brillantez de este pasaje), provocan un notable efecto de relajación y sosiego que denotan un talento y sensibilidad especiales de su autor. La hermana de Mike, Sally Oldfield (que adquirió cierta fama con su canción ‘Mirrors’) probablemente sea quien realiza esos coros, pues su participación en el álbum está acreditada y no hay apenas otros momentos donde se escuchen voces.

 

Pasados los seis minutos llega una curiosa parte liderada por la flauta (o quizá un teclado sonando como una flauta) con algo de guitarra por medio, en un tono todavía más folk que lo contenido en Hergest Ridge, siguiendo en el mismo tono durante los siguientes minutos. Aunque sin duda uno de los mejores momentos es el retorno de Mike Oldfield como guitar hero pasados los 9:30, donde la guitarra eléctrica asume el liderazgo con una serie de notas interminables que derivan en una épica y memorable melodía de las que convierten a Mike en imprescindible. Ahí se retomará nuevamente la melodía inicial pero con la guitarra eléctrica, dando paso a otro magistral momento de este álbum, pasados los doce minutos, donde Clodagh Simmons comienza un canto cíclico en un lenguaje impreciso, parece que devoto de las lenguas celtas, donde cada vez que repite la misma estrofa se van sumando instrumentos y se va elevando el tono hasta que la percusión, inicialmente de estilo africano, casi llega al ritmo de la música disco y las voces etéreas nos acaban absorbiendo en un conglomerado musical impresionante que derivará en unas esquizoides líneas de guitarra que finiquitarán la Primera Parte de esta pieza con la repetición del ritmo y la melodía principal de su inicio.

 

El inicio de la Segunda Parte es el menos brillante de los comienzos de parte que había hecho Oldfield hasta la fecha, pues en primer lugar sus estridencias de órgano crean un contraste demasiado acusado respecto a la calma que suponía acabar el frenético final de la Primera Parte, además de que no presenta ninguna melodía destacada, sino más bien es una manera de crear capas de sonido y preparar al oyente para una sesión de música de gaita que representa la parte más convencional del álbum. Pasados los once minutos vuelve el Mike que estábamos esperando, con un preludio que da paso a otra gran melodía que inicialmente parece tocada con una mandolina, acompañada por una animada percusión, y que será sustituida por la siempre brillante guitarra eléctrica. Así acabará en principio este disco, no sin antes dejar lugar a una pieza de folk llamada ‘On Horseback’, cantada por el mismo Oldfield, publicada incluso en single y que sorprendentemente llamó la atención de Pete Townshend por su carácter tradicional inglés, según cuenta él mismo en su autobiografía Who I Am. Tampoco parece ser el tipo de canción que podría llamar la atención de nadie, sobre todo porque palidece en comparación con muchas otras melodías que aquí aparecen, aunque no deja de tener algunos elementos que la distinguen de los cánones de este estilo. Eso sí, los coros finales de niños cantando podrían haberse eliminado de la mezcla final…

 

Así pues, la Segunda Parte disminuye en parte el gran nivel ofrecido en la primera por situarse en terrenos más convencionales que ya estaban siendo explorados con mayor autenticidad por otros artistas, pero que en cualquier caso tampoco son intentos fallidos, más bien la incursión de Mike en músicas tradicionales, algo que hay que reconocer que representa dificultad puesto que se trata de un estilo intrínsecamente convencional pero que él por momentos eleva a la categoría de arte como solo unos pocos pudieron lograrlo.

1) Ommadawn, Part One; 2) Ommadawn, Part Two.

Puntuación:

Año de publicación: 1975 

OMMADAWN

Tres años de pausa entre Ommadawn y este nuevo álbum dieron como resultado lo que originalmente era un doble LP, que en su edición en CD se pudo condensar en un solo disco. Para esta nueva ocasión, Mike Oldfield parece que quiso acercarse un poco a lo que se denomina como música New Age, algo que precisamente comportará el mayor problema que lastra el resultado final de esta obra, que son sus pasajes demasiado extensos que se alargan hasta la extenuación, de tal manera que a uno le da incluso tiempo a pensar: “¿qué se la ha pasado por la cabeza a este hombre?”. Pero para una obra que pretende tener un sentido unitario quizá la idea fuera esa, es decir, que la música se fuera desarrollando poco a poco para que las melodías principales que sobrevuelan todo el disco fueran dándole cohesión y de paso tener una finalidad espiritual o de relajación en esos pasajes que requieren menor atención.

 

De hecho, la introducción de la Primera Parte, que no está mal con su coro inicial y el gong que da paso a la flauta, se alarga después de tal manera repitiendo la misma melodía con algunas variaciones que tras varias escuchas uno se resiente por haber de esperar tanto hasta que llegan las magníficas trompetas, pasados ya los seis minutos, instrumento nada habitual hasta ese momento en las grabaciones de Oldfield y mucho menos como instrumento líder en esa secuencia. Obviamente no lo toca él, ya que parece que su único punto flojo son los instrumentos de viento, pero el músico invitado lo ejecuta a la perfección. A los 8:30 llega un gran momento de mayor fuerza, que por desgracia es demasiado breve, para dar lugar a la primera sección vocal, la cual deja más bien indiferente pues parece un canto coral sin melodía aparente (hasta los 14:40 no parece que entonen nada que así se pueda llamar) y sin propósito, y que también se alarga más de lo deseado.

 

Si la Primera Parte le resulta aburrida a alguien, que se prepare porque la Segunda lo es todavía más, sin ningún fragmento memorable y además con un inicio que es toda una declaración de intenciones, empleando una melodía nada destacable que vuelve a repetirse hasta la extenuación. Vuelve a tener una parte vocal que aburre más que nada, además de incorporar una especie de canción tras los coros que es como una presentación de lo que será la magnífica parte final de la obra, por lo que la segunda vez que lo escuches te resultará pesado tener que oír una versión menor a mitad del disco de ese fantástico final de la Cuarta Parte, a pesar de estar cantado también por la gran Maddy Prior, del mítico grupo folk-rock Steeleye Span. Al menos la Tercera Parte, quizá la mejor en cuanto a su totalidad, si que tiene un gran comienzo, gracias a una de esas grandes melodías que nos regala Oldfield de vez en cuando, con un potente ritmo que le sirve para ofrecernos la memorable melodía tocada con la guitarra eléctrica, que ya se la echaba de menos. Y ahí no se acaba todo, pues pasados los dos minutos llega otra épica sección instrumental con una nueva demostración de dominio de la guitarra, en ese estilo ágil y ornamentado característico de Mike.

 

El inicio de la Cuarta y última Parte tampoco sorprende demasiado, y podemos comprobar cómo le cogen gusto al piano y al xilófono durante un buen tiempo, aunque al menos podemos escuchar algo de guitarra, pero aún así se hace demasiado laaaargo. Aproximadamente a partir de los ocho minutos es cuando por fin encontramos al gran Mike Oldfield que esperábamos en nuestro subconsciente, con un memorable solo de guitarra acompañado por una brutal melodía rítmica del bajo, algo que hace merecer la espera, sobre todo a partir de los 11:30, que es cuando se pone toda la carne en el asador. Toda esta orgía musical desaparece abruptamente a los 12:18 con la irrupción de su inolvidable sección final, que es en sí misma como una canción independiente, pues podemos ir escuchando todos los instrumentos entrando gradualmente uno a uno (incluida la hipnótica percusión del gran Pierre Moerlen, por entonces ya en el grupo Gong) y acompañando la bella y evocadora melodía que nos transporta a lo largo de todo el tema. Después entrará la melodía principal, primero interpretada por lo que parece una gaita (aunque podría ser otro instrumento) y luego, tras un interludio magistral de guitarra, nuevamente por la impresionante voz de Maddy Prior ya hasta el final, donde volverá a aparecer la magnífica guitarra de Oldfield para clausurar el tema y la obra entera.

 

En cualquier caso es una obra controvertida que no obtiene una puntuación más baja porque los momentos buenos que hay son estelares, de lo mejor que podía entregarnos y a la altura de sus grandes composiciones, pero es un disco difícil de digerir por sus diversos fragmentos musicales que no llevan a ninguna parte.

1) Incantations, Part One; 2) Incantations, Part Two; 3) Incantations, Part Three;

4) Incantations, Part Four.

Puntuación:

Año de publicación: 1978

INCANTATIONS

EXPOSED

Año de publicación: 1979

Puntuación:

CD I: 1) Incantations (Parts 1 & 2); 2) Incantations (Parts 3 & 4).

 

CD II: 1) Tubular Bells (Part 1); 2) Tubular Bells (Part 2); 3) Guilty.

Este doble disco recoge actuaciones pertenecientes a la gira europea que Oldfield realizó en 1979, donde podemos disfrutar de la participación de Maddy Prior. Aun siendo un doble álbum, echando un vistazo al listado de canciones ya nos podemos hacer una idea de que vamos a escuchar interpretaciones completas de su disco más reciente así como de su disco más importante.

 

Dada la entonces reciente publicación de Incantations, es predecible que su interpretación en directo no varíe apenas de la versión de estudio, aunque su duración original está recortada, probablemente para evitar todos los momentos muertos que la hacían pesada. Puesto que la orquesta que le acompaña no va a salirse del guión, lo que sí vale la pena escuchar son los momentos de guitarra eléctrica de Mike Oldfield, pues son otro ejemplo de su estilo y maestría con el instrumento. También cabe destacar que Maddy Prior sustituye los coros con su impagable voz. En la Tercera Parte la batería es más prominente a partir de los dos minutos, diferente de la percusión original. A partir de los quince minutos, ya en la Cuarta Parte, escuchamos un breve fragmento novedoso que da paso a la memorable sección final, donde el público con sus palmas sustituye la hipnótica percusión de Moerlen en la versión de estudio. También Mike sustituye con su brillante guitarra a la gaita original en la melodía principal, y Maddy Prior está genial como siempre, para quedar todo finiquitado a continuación con otro nuevo solo de guitarra.

 

La interpretación del Tubular Bells presenta algunas novedades más, sobre todo en su extensa Primera Parte, como el gran solo de guitarra que se marca casi a los ocho minutos en sustitución del bajo original, guitarra eléctrica que también sustituye a la española en el fragmento posterior. También sobre los diecinueve minutos se marca una pequeña jam entre la flauta, la guitarra y la batería, y la parte final quizá se vuelva demasiado repetitiva, puesto que lo que en su origen servía de presentación de los diferentes instrumentos, aquí vuelve a repetirse una y otra vez por los mismos con pocas variaciones o añadiduras. La Segunda Parte es mucho más breve, solo once minutos, por lo que no se comienza desde el principio, pero vale la pena escucharla igualmente por algunos arreglos diferentes y por los pasajes donde destaca la guitarra eléctrica, sobre todo a partir de los seis minutos con un pletórico Oldfield en estado puro. El fragmento folk final está interpretado al violín.

 

Y ya como apéndice y para aportar algo más de ritmo, sobre todo contando que estaban todavía en la época de la música disco, interpretan el movido instrumental ‘Guilty’, donde lo único destacable son las líneas de guitarra, cuando aparecen. Una concesión para el público que sin ello igualmente hubiera quedado deleitado por una actuación perfecta y profesional con algo de margen para la necesaria improvisación.

PLATINUM

Año de publicación: 1979

Puntuación:

1) Platinum Part One: Airborne; 2) Platinum Part Two: Platinum;

3) Platinum Part Three: Charleston; 4) Platinum Part Four: North Star / Platinum Finale; 5) Woodhenge; 6) Into Wonderland; 7) Punkadiddle; 8) I Got Rhythm.

Lo que sería la gradual metamorfosis de Mike Oldfield en creador de melodías pop se puede decir que presenta sus primeros indicios aquí, puesto que por primera vez encontramos lo que podrían denominarse canciones, con su letra y todo. También encontramos por primera vez ese esquema que se repetirá en los próximos discos donde la primera cara del LP estará completamente ocupada por una suite extensa de cariz más o menos experimental, mientras que la segunda cara dejará lugar a su vertiente más o menos comercial. Así, lo que encontramos en primer lugar es la suite que da nombre al álbum, que originalmente estaba dividida en cuatro secciones sin nombre alguno, pero que posteriormente le fueron añadidos títulos a cada una de ellas.

 

El inicio de la Primera Parte de este ‘Platinum’ (llamada ‘Airborne’) es magistral, pues mediante unas notas de teclado que van sonando muy rápido y donde pronto un bajo se añade para acentuar un marcado ritmo, se va creando una elevada expectativa que se cumple cuando llega la entrada de la espléndida melodía de guitarra. Después llegará un interludio que servirá de enlace para que sobre los tres minutos llegue una nueva sección con otra demostración de guitarra, donde justo a continuación la sección final será como un guiño al Tubular Bells por el sonido de fondo que acompaña a la guitarra eléctrica. La Segunda Parte también comienza de forma excepcional en un estilo más solemne pero igualmente emocionante, otra impresionante exhibición de guitarra donde curiosamente al final aparecen algunas voces. Las trompetas que inician la Tercera Parte ya señalan que nos encontramos ante la más floja de todas, pero aún así es la más breve y sigue manteniendo su animado ritmo; más bien parece que es el momento más distendido debido a la introducción de voces susurrantes y coros desconcertantes. La Cuarta y última Parte nos devolverá al Oldfield más melódico y épico mediante una brillante melodía interpretada en primer lugar por la guitarra acústica, melodía que será el elemento principal durante el brillante desarrollo hasta su parte final donde, esta vez sí, los coros cumplen un papel necesario.

 

Por desgracia, todo el impresionante cúmulo de memorables melodías y brillante instrumentación que hemos disfrutado se tuerce completamente cuando se escucha la segunda parte del disco, donde pasamos de escuchar lo mejor que podía ofrecernos Mike Oldfield a escuchar lo peor. En primer lugar, podría apostar con cualquier fan de Oldfield a que no es capaz de decirme nada sobre ‘Woodhenge’, puesto que ni tiene melodías, ni estructura reconocible ni nada que evite buscar el mando a distancia o el botón para pasar de canción. Un despropósito que parece querer rememorar los peores momentos del Incantations, pues es más indicada como música intrascendente para momentos de relajación trascendentales. Ahí queda esa paradoja. ‘Into Wonderland’ sí que tiene melodía, pero es tan simplona y repetitiva que sigue arruinando toda la grandeza que representaba el esplendoroso inicio del disco. Quizá ni fue pensada para incluirla en el álbum, puesto que la candidata era ‘Sally’, canción de letra despectiva que fue descartada y sustituida cuando en las copias del disco ya se había impreso el título de esta última. Está cantada por una tal Wendy Roberts, que tiene una buena voz pero de lo más convencional, y que volverá a repetir en la otra canción con parte vocal del disco, la final ‘I Got Rhythm’, que es una versión de un tema escrito por los hermanos George e Ira Gershwin y que suena demasiado lento, a lo cual no ayuda un lamentable solo de Oldfield a los tres minutos. Menos mal que antes de este final hemos escuchado la marchosa ‘Punkadiddle’, que no es gran cosa pero que al menos se hace entretenida, más todavía cuando uno conoce que fue una especie de respuesta/parodia al movimiento punk que tanto había tambaleado los cimientos del establishment musical cuando no ofrecían nada novedoso salvo su entusiasmo por epatar y criticar el sistema socioeconómico existente.

 

En definitiva, un disco que marca el inicio de una nueva fase en su discografía como transición hacia lo que sería la estructura y el estilo más característico de Oldfield en los primeros años ochenta, donde se junta una de las mejores composiciones de su carrera con lo peor que había hecho hasta ese momento.

Q.E.2

Año de publicación: 1980

Puntuación:

1) Taurus 1; 2) Sheba; 3) Conflict; 4) Arrival; 5) Wonderful Land; 6) Mirage; 7) Q.E.2;

8) Celt; 9) Molly;

[BONUS TRACKS:] 10) Polka (live); 11) Wonderful Land (single version); 12) Shiva.

Este nuevo disco significa la confirmación de esa transición hacia composiciones algo más cortas de duración, pero con una destacadísima novedad, esencial para la época más comercial y exitosa (con permiso de Tubular Bells), que es la presencia de la gran Maggie Reilly, cuya voz melodiosa y suave va unida en la memoria colectiva a lo más conocido del músico inglés. No obstante, en esta ocasión la mayoría del disco es instrumental, por lo que tampoco se podrá disfrutar demasiado de su concurso. Pero precisamente lo mejor de este disco es el momento donde ella brilla más, la canción ‘Sheba’ y sus bellas melodías coreadas por Maggie (no hay letra, lo cual le da mayor mérito). Curiosamente la batería está tocada por Phil Collins y es todo un acierto, puesto que la transición rítmica hacia el estribillo sale reforzada con su participación. En los bonus tracks encontramos una versión alternativa con una letra cantada por Oldfield como superpuesta a la canción original y coros masculinos, pero el resultado no queda demasiado bien, sobre todo cuando ya existe la angelical versión final con la que compararse.

 

El título de la multiparte ‘Taurus 1’ parece indicar que Mike ya tenía en mente el posterior desarrollo de este tema que seguiría en su siguiente álbum, pero aquí ya podemos disfrutar de su poderoso riff principal que aparece tras la introducción acústica con la mandolina y los coros de Reilly. Tras un intermedio pastoral de teclado que recuerda a su época del Hergest Ridge, se llega a una segunda parte algo más caótica que por momentos no parece dirigirse a ningún lugar pero que ofrece algunas melodías interesantes por el camino. El corte instrumental que da título al disco sería como una continuación de esa segunda parte de ‘Taurus 1’, aunque con melodías más definidas y una festiva tonada que asoma a partir de los cuatro minutos.

 

Algo en lo que no se había prodigado demasiado Mike Oldfield era en grabar versiones de otros artistas, de hecho sus escasas incursiones habían estado encaminadas a grabar composiciones clásicas con arreglos adaptados a la habilidad multiinstrumental de Mike. Aquí encontramos, por un lado, una versión del tema instrumental ‘Arrival’ de ABBA, que tampoco aporta nada que haga olvidar la original. Por otro lado, ‘Wonderful Land’ es la versión del inolvidable tema de los Shadows, aquí con un ritmo más lento que obviamente no puede igualarse al original pero que sirve para disfrutar de las grandes melodías de guitarra de la composición.

 

El Mike Oldfield como guitar hero aparece en ‘Mirage’ y ‘Conflict’, ambas similares en estilo, pues en ambas la guitarra ocupa el primer plano con desafiantes melodías y un trasfondo de potente batería que enfatiza la fuerza y la velocidad que Mike imprime gradualmente a su guitarra conforme avanza cada uno de los temas. En el caso de ‘Conflict’ también es destacable el empleo de una reconocible melodía procedente del último movimiento de la Suite para orquesta en Si Menor, BWV 1067, de Bach. ‘Celt’ también mantiene la percusión prominente, pero la parte vocal es poco inspirada. Para el final del disco original tenemos un breve y agradable instrumental llamado ‘Molly’ en honor a su hija. Luego en los bonus tracks aparece la inédita ‘Polka’, uno de esos divertimentos adaptados de la música tradicional, en este caso interpretado en directo.

 

En la edición deluxe aparece un segundo volumen que se corresponde con un concierto en directo en Alemania de 1981, de la gira posterior a la publicación del disco y con cinco canciones pertenecientes a éste, además de interpretaciones de sus piezas anteriores con nuevos arreglos adaptados a los músicos que le acompañaban. Es muy recomendable, pues las interpretaciones de esa época hubieron de ser impresionantes, tal como quedaría reflejado en el magnífico concierto de Montreux de ese mismo año que puede conseguirse en DVD, donde la participación de Maggie Reilly es bastante notable.

FIVE MILES OUT

Año de publicación: 1982

Puntuación:

1) Taurus II; 2) Family Man; 3) Orabidoo; 4) Mount Teidi; 5) Five Miles Out;

[BONUS TRACKS:] 6) Waldberg (The Peak); 7) Five Miles Out (demo).

Manteniendo el mismo grupo de músicos que le habían acompañado en la gira previa a la grabación de este nuevo disco (Maggie Reilly en la voz, Rick Fenn en la guitarra y bajo, Tim Cross en el teclado, más Morris Pert y Mike Frye en la percusión; menuda banda), Mike Oldfield los reunió en el estudio de grabación que había montado en su casa para empezar a trabajar en unas composiciones inspiradas en las experiencias de viajar en avión. Al mismo tiempo, fomentó el trabajo en equipo, que aquí se vería reflejado en dos temas acreditados a todas las personas citadas, ‘Family Man’ y ‘Orabidoo’. Las cuerdas fueron arregladas por Morris Pert, quien tenía una formación musical sólida (llegaría a componer sinfonías y otras piezas de música clásica).

 

La nueva estructura de los discos de Mike será dedicar una cara completa de un disco a una suite extensa y proclive a ligeros destellos experimentales, para dejar el resto a canciones con mayor o menor enfoque comercial. Aquí la suite la encontramos al inicio con el familiar nombre de ‘Taurus II’, ya que recoge algunos elementos provenientes del previo ‘Taurus 1’ del disco Q.E.2, además de comenzar con el poderoso riff de ‘Five Miles Out’ (que será el leitmotiv de este tema) que interaccionará positivamente con el tarareo de Maggie Reilly. A continuación, un pasaje caótico al más puro estilo de Emerson, Lake & Palmer da paso a una sección de memorables melodías de guitarra de Oldfield que se van alternando con el riff principal (el citado leitmotiv). Hacia los seis minutos llega una sección donde predomina la gaita del invitado Paddy Moloney (The Chieftains), interpretando una parte de obvio sonido celta y muy agradable, enfatizada gradualmente por la percusión de una manera bastante original. Pasados los ocho minutos llegamos a un breve descanso donde nos solazamos con una bella tonada vocal cantada por Reilly, que acabará en toda una explosión sonora de gran calado terminada en un falso final. Porque no habrá acabado precisamente la suite, sino que sutilmente se irá recobrando hasta llegar a una nueva sección de gaita de Paddy Moloney, seguida de una memorable melodía que se irá repitiendo a partir de los 13:45 con variaciones y cada vez con mayor fuerza. La única sección floja es la que va de aproximadamente el minuto dieciséis al veinte, puesto que ni los coros ni los sonidos de sintetizador están nada inspirados ni a la altura del resto de la suite. Al menos la parte final de retorno ya es más agradable y vuelve a recuperarse el riff de ‘Five Miles Out’.

 

Hay otra pieza extensa (trece minutos) llamada ‘Orabidoo’ que presenta secciones bien diferentes que pueden desconcertar un poco. El inicio es bastante agradable con un xilófono y guitarra acústica como únicos instrumentos, que luego dará paso a un lento pasaje ya con percusión y con unas voces distorsionadas mediante vocoder. Esto continuará hasta que se recupere algún pasaje de ‘Taurus II’ e incluso de ‘Conflict’ del disco anterior (lo más animado de este tema), que por si fuera poco contraste se acabará de repente para dar paso a una balada folk acústica bastante convencional, solo salvada por la cálida voz de Reilly.

 

La canción de mayor orientación comercial y consiguiente éxito es ‘Family Man’, con fáciles melodías y un evidente gancho, aunque quizá se abuse demasiado de su estribillo. El poderoso ritmo es realmente la clave de esta canción que hubiera mejorado con haber reducido su duración para paliar su repetitividad. Esta canción volvería a ser un éxito un año después en la versión del dúo Hall & Oates. En cambio, ‘Five Miles Out’ representaría ese equilibrio entre la comercialidad (por sus pegadizas melodías) y la experimentación (por su original estructura y por detalles como las caóticas voces del propio Oldfield). Los grandes momentos de la canción son las entradas de guitarra, no solo por su impresionante riff (ya empleado en ‘Taurus II’), además de la voz de Maggie Reilly, muy lírica en la parte del “Our hope's with you, rider in the blue”. En los bonus tracks encontramos una demo que ya recoge muchos detalles que formarían parte de la versión final, por lo que se puede tomar como una entretenida versión alternativa. Aprovecharé también para señalar que el otro bonus, ‘Waldberg (The Peak)’, es un olvidable instrumental que fue cara B del pegadizo single ‘Mistake’, aquí no incluido.

 

Por otro lado, ‘Mount Teidi’ participa en la percusión nada menos que el gran Carl Palmer (de Emerson, Lake & Palmer, por segunda vez nombrados aquí), que puede decirse que no está muy aprovechado pues si tampoco está mal su aportación, lo cierto es que el ritmo pausado lo podría haber llevado cualquier batería con pericia. Aunque lo mejor de este tema instrumental es la bella melodía central que toca Oldfield con la guitarra.

 

Como en el álbum anterior, en la edición deluxe se incluye una actuación en directo, en este caso de un concierto de diciembre de 1982 acaecido en Colonia, igualmente recomendable para todo amante de la brillantez instrumental. Además de contar con la participación del gran Pierre Moerlen en la percusión y curiosidades como sustituir la gaita de ‘Taurus II’ por la guitarra eléctrica.

CRISES

Año de publicación: 1983

Puntuación:

1) Crises; 2) Moonlight Shadow; 3) In High Places; 4) Foreign Affair; 5) Taurus 3;

6) Shadow On The Wall; [BONUS TRACKS:] 7) Moonlight Shadow (unplugged mix);

8) Shadow On The Wall (unplugged mix); 9) Mistake;

10) Crime Of Passion (extended version); 11) Jungle Gardenia;

12) Moonlight Shadow (12 inch single); 13) Shadow On The Wall (12 inch single).

La misma estructura de Five Miles Out volvió a repetirse en este nuevo LP, con una cara dedicada a una larga suite al gusto de su autor y con la otra conformada a base de temas de menor duración y sentido más comercial en la mayoría de ellos, aunque también hubo algunos cambios en los músicos empleados, con mayor protagonismo de Oldfield como multiinstrumentista, siendo la novedad más importante la incorporación de Simon Philips como batería y coproductor. En esta ocasión ya no se permite participar a los músicos en la composición, compartiendo únicamente en dos ocasiones la autoría de las letras con Maggie Reilly y Jon Anderson, respectivamente.

 

El tema que da título al álbum es otra de esas extensas y variadas suites que son toda una delicia para los aficionados a la música de Mike Oldfield, con tres momentos definitorios e inolvidables. El primero es justo al inicio, gracias a una de esas sencillas pero irresistibles melodías tan del gusto de Oldfield, aunque la primera sección de este ‘Crises’ es en realidad un velado homenaje al Tubular Bells, retomando vagamente la melodía principal de aquél. A los 2:16 llega el segundo momento de maravilla musical, en una espectacular sección liderada por la guitarra eléctrica, en primer lugar con otra memorable melodía que pronto será contrapunteada por una segunda guitarra más fiera y distorsionada, avanzando de forma gradual hasta el desenfreno filo-heavy que se sucede casi llegando a los cuatro minutos. El tercer momento inolvidable se inicia a partir de los diez minutos, donde una ultraexpresiva y emotiva melodía interpretada por los sintetizadores se desarrolla en una evolución en forma de andante (si nos atenemos a parámetros musicales clásicos) y en cada retorno cíclico de tan brillante melodía podremos notar cómo cada vez se van añadiendo más instrumentos, incluida otra impresionante parte de guitarra eléctrica en la que la misma melodía cobra nueva vida. Lástima que esta sección apenas dure tres minutos, puesto que lo que resta hacia el final será más convencional, ya que se retoman esas vagas reminiscencias del Tubular Bells y queda demasiado repetitivo.

 

Una de las canciones más recordadas de Mike Oldfield y también por la que se recordará siempre a Maggie Reilly es la inolvidable ‘Moonlight Shadow’. Los rumores de que fue escrita como recuerdo del vil asesinato de John Lennon (debido sobre todo a la parte donde canta “He was shot six times by a man on the run”) fueron desmentidos por el propio Mike. La canción es una joya del pop, con una marcada transición de las guitarras acústicas a las eléctricas (incluidos magníficos solos) y con una interpretación vocal de Reilly insuperable, aportando una voz cálida, cristalina y reconfortante. Es uno de esos pocos temas que agradan a todo el mundo.

 

En este álbum encontramos a dos ilustres invitados para la ocasión. Uno de ellos es el cantante Roger Chapman del grupo Family, que se lanza con su peculiar voz a interpretar la potente ‘Shadow On The Wall’, inspirada en la aparición del histórico movimiento Solidaridad de Lech Walesa en Polonia. Las diferentes guitarras que se van alternando transmiten una histeria y un frenesí insólitos hasta ese momento en alguien como Oldfield. La lástima era que en el disco no se encontraba la coda que sí aparecía en la versión publicada como single, problema solucionado en la reedición de 2013 puesto que en los bonus tracks podemos encontrar esta última versión. El otro destacado invitado es el ya citado Jon Anderson. Personalmente nunca he sido un admirador de la voz de Anderson en Yes, pero en el estilo y temática de ‘In High Places’ encaja a la perfección, dotándola de un aire futurista necesario y determinante. La melodía principal es intrigante y pegadiza al mismo tiempo, aunque paradójicamente lo mejor llega en la variación que se escucha al final cuando la canción va desapareciendo en el fade-out, que no llegará a percibirse si no se presta atención. La versión femenina de ‘In High Places’ es ‘Foreign Affair’, donde la voz de Maggie suena algo más robótica también y los sintetizadores son más prominentes. El único problema es que las estrofas principales se hacen demasiado repetitivas, pues el puente donde se canta “Floating on air, foreign affair” es mucho mejor y éste ni siquiera volverá a repetirse. Por otro lado, el título de ‘Taurus 3’ puede inducir a error si pensamos en los anteriores Taurus que sí tenían una mínima conexión entre sí. Aquí es simplemente una pieza instrumental flamenca de escaso interés.

 

En los bonus tracks, lo primero que encontramos son las mezclas acústicas de ‘Moonlight Shadow’ y ‘Shadow On The Wall’, que son ciertamente decepcionantes, y la versión adicional del single que se incluye también de ‘Moonlight Shadow’ no queda a la zaga, pues suena como si simplemente hubieran fusionado la versión acústica y la versión final. Pero luego, el single ‘Mistake’ es un dinámico pop de pegadizas melodías tanto en las estrofas como en el estribillo y el middle-eight. Sería difícil seleccionar cuál es la favorita de todas, aunque es cierto que el estribillo podría repetirse menos. Por otro lado, si antes decíamos que ‘Foreign Affair’ era la versión femenina de ‘In High Places’, de manera análoga podríamos decir que la versión masculina de ‘Moonlight Shadow’ es ‘Crime Of Passion’, otra imbatible composición de pop en la que puede ser la mejor interpretación vocal de la carrera de su cantante Barry Palmer, aquí además en versión extendida en la brillante coda donde se luce Oldfield a la guitarra y el propio Palmer. Por último, ‘Jungle Gardenia’ es un solemne instrumental con una melodía principal que recuerda vagamente a ‘Joan Of Arc (Maid Of Orleans)’ del tercer y mal disco de los OMD, pero algo más elaborada.

 

En la edición Deluxe nos ofrecen además un segundo CD correspondiente al último concierto de la gira que se realizó para la promoción de Crises, que tuvo lugar el 22 de julio de 1983 en Wembley y que contó con la participación estelar de Roger Chapman para cantar ‘Shadow On The Wall’ y, de paso, añadir algunos horrorosos gritos en el final de ‘Family Man’ que no ayudan nada. Sorprende positivamente comprobar la mayor participación de Maggie Reilly en ‘Taurus II’, aunque como suele ocurrir en piezas tan extensas, hay momentos de sublime ejecución a cambio de otros menos conseguidos. Y ‘Crises’ es calcada a su versión de estudio, por lo que tampoco despierta un interés especial salvo la curiosidad de comprobar la traslación de esta suite al directo.

 

En definitiva, estamos ante el cénit de la etapa más equilibrada entre creatividad y comercialidad de la carrera de Oldfield, en un disco repleto de inolvidables melodías y destellos de genialidad que superan con creces los momentos más convencionales. Su éxito probablemente fue definitivo para que Mike dirigiera sus pasos hacia una vertiente mucho más comercial que gradualmente irá ganando terreno en favor de esa capacidad de sorpresa que le había caracterizado hasta la fecha. Pero en 1983, Crises significó un punto de inflexión en su carrera en cuanto a ventas.

Para la continuación de un disco tan aclamado como Crises, Oldfield se volvió a alejar de las grandes multitudes para recluirse en un pueblo alpino de Suiza y dedicarse a la composición y grabación. Bueno, el motivo fue también para evadir impuestos en el Reino Unido, pero eso le quita glamour. Manteniendo la colaboración de Simon Phillips y la participación de Maggie Reilly como cantante (uno de los pilares de esta etapa de Oldfield), continuó en la misma senda de composiciones cortas y comerciales junto a otra más extensa (aunque menos de lo habitual) para cerrar el álbum. El piloto automático, nunca mejor dicho tras Five Miles Out, estaba puesto y orientado hacia las listas de ventas, lo que acompañado de la inspiración y creatividad que rondaban la mente de nuestro héroe, hacen de este Discovery otro buen disco de su carrera.

 

‘To France’ es una joya del folk-rock en la que Mike actualiza la grandeza del estilo iniciado por Fairport Convention, Pentangle y Steeleye Span para crear una pieza de inusitada belleza. La voz de Maggie Reilly transporta al oyente hacia siglos anteriores cual trovadora de baladas medievales (parece ser que la canción está inspirada en María Estuardo, reina de Escocia y ejecutada por orden de Isabel I de Inglaterra, la cual curiosamente sería sucedida en el trono  por el hijo de María), mientras que la preciosa melodía interpretada por Oldfield primero con la mandolina y luego con la guitarra eléctrica, aporta un componente épico que convierte esta canción en toda una experiencia. Su coda es excepcional, donde se aúnan todos estos elementos: la bella voz de Reilly (“Never going to get to France!”), la épica melodía principal y una nueva melodía de teclado (sonando de manera parecida a un oboe) que potencia la gran emotividad del conjunto. Una demostración de cómo pueden desaprovecharse las melodías brillantes es el empleo posterior de la citada melodía principal de ‘To France’ en ‘Talk About Your Life’, una canción pop mucho más vulgar donde quizá por el efecto cognitivo de haberlo escuchado antes, ya no conseguimos digerir bien del todo ese reciclaje, pues la melodía de ‘To France’ no parece encajar demasiado bien. Aunque puede destacarse el giro melódico en los dos últimos versos de las estrofas principales: “Talk about your life, I'd like to know / It's not easy going where no one goes”. La última canción donde Maggie obtiene el rol de cantante principal es en el pop coral de ‘Crystal Gazing’, una canción sencilla sin mayores pretensiones pero que está interpretada con gusto y posee unas agradables melodías.

 

El cantante Barry Palmer toma el testigo vocal con desigual fortuna. En la canción que da título al álbum, su voz potente consigue el punto exacto para no quedar sobreactuado ante la poderosa descarga sonora que comporta su marcado ritmo y la guitarra eléctrica de corte duro, que realiza un gran solo de abrumadora sobriedad en la vena de ‘Shadow On The Wall’. En ‘Poison Arrows’ lo mejor es la estructura que fluctúa entre el minimalismo inquietante y el poderío rock, donde la mejor parte vocal es el puente donde canta “Don't give in, don't come any closer”. Lo peor del disco es sin duda ‘Saved By A Bell’, canción pop simplona con un estribillo algo irritante.

 

En ‘Tricks Of The Light’ se alternan para cantar tanto Barry Palmer como Maggie Reilly, el primero en las estrofas y la segunda en el memorable estribillo. La canción tiene un ritmo muy rápido que le hace ganar enteros, además de poseer una excepcional coda donde la alternancia vocal llega a un clímax.

 

El título de ‘The Lake’ no tiene nada que ver con que Carl Palmer participara en Five Miles Out (discúlpese la broma para los eruditos musicales), sino que alude al lago Lemán (Geneva en inglés) ubicado en los Alpes suizos, lugar desde donde Mike grabó este disco. La pieza se compone de tres secciones principales, donde únicamente la tercera vale la pena recordar, además de la introducción y los pasajes intermedios. La primera es básicamente una melodía jovial pero muy simplona, que podría haberse utilizado en cualquier serie de dibujos infantiles de la época, tipo Comando G. La segunda parte es más bien discreta, pero en la tercera y última Oldfield nos vuelve a regalar una de esas memorables e inolvidables melodías que consigue cuando está inspirado, interpretada y desarrollada con variación de arreglos.

 

¿Qué pasará a partir de ahora? Toda esta impresionante racha de los últimos años se verá truncada por un período de tres años, si no contamos la siguiente banda sonora, lo cual resultará ser letal para la progresión de Mike Oldfield. En su retorno apenas conseguirá mantener un nivel aceptable a lo largo de todo un disco, acertando únicamente en sus álbumes de enfoque no comercial. No obstante, ello no será óbice para que siga teniendo buenas ventas. En cualquier caso, disfrutemos aquí por –casi– última vez de un artista en un gran momento de forma creativo. ‘To France’ bien lo vale. Y además, por desgracia será la última colaboración de Maggie Reilly, salvo la futura ‘Blue Night’. Una tremenda pérdida porque ha sido la única persona capaz de replicar en la parte vocal toda la sutileza melódica y emocional de Oldfield con su guitarra.

1) To France; 2) Poison Arrows; 3) Crystal Gazing; 4) Tricks Of The Light; 5) Discovery; 6) Talk About Your Life; 7) Saved By A Bell; 8) The Lake.

Puntuación:

Año de publicación: 1984

DISCOVERY

THE KILLING FIELDS

Año de publicación: 1984

Puntuación:

1) Pran's Theme; 2) Requiem for a City; 3) Evacuation; 4) Pran's Theme 2; 5) Capture; 6) Execution; 7) Bad News; 8) Pran's Departure; 9) Worksite; 10) The Year Zero;

11) Blood Sucking; 12) The Year Zero 2; 13) Pran's Escape/The Killing Fields;

14) The Trek; 15) The Boy's Burial/Pran Sees the Red Cross; 16) Good News;

17) Étude.

No resultaba ninguna sorpresa que Mike Oldfield realizara una banda sonora, siendo su música tan apropiada para el medio audiovisual por ser tan evocadora y envolvente en lo que respecta a la producción que había realizado hasta la fecha. De ahí que la inquietante introducción de Tubular Bells fuera empleada para la película de El exorcista y quedaran ambas asociadas en la memoria colectiva para siempre. En esta ocasión, la película que tuvo el honor de contar con Mike para su componente musical fue la titulada en España Los gritos del silencio, ganadora de diversos premios y que contaba la llegada al poder en 1975 de los Jemeres Rojos en Camboya, momento a partir del cual el país sufriría la cruenta dictadura de Pol Pot, responsable de un genocidio proporcionalmente sin precedentes al eliminar aproximadamente a una cuarta parte de la población.

 

Para esta banda sonora, Mike Oldfield entró de lleno en un mundo que conocía pero que en principio no dominaba: la música clásica. En realidad, las partes orquestales estaban conducidas por David Bedford, quien ya había colaborado con Oldfield en proyectos anteriores. En cualquier caso, se trata de una banda sonora al uso, en el que la música queda mayormente huérfana sin el acompañamiento visual correspondiente, con momentos realmente ininteligibles para cualquiera (‘Execution’, ‘Worksite’).

 

De las pocas melodías que pueden salvarse para la posteridad está la primera parte de ‘Bad News’ y también la primera parte de su contrapunto ‘Good News’, aunque son tan breves que apenas da tiempo a degustarlas. Las piezas orquestales están bien, pero tampoco se elevan por encima de lo que esperamos escuchar en cualquier banda sonora de este tipo. Si acaso, se puede destacar ‘Pran's Departure’ por desarrollar una melodía discernible que emplea muy bien los instrumentos clásicos para ir elevando el tono hasta su clímax en la parte final. En los discos recopilatorios de Mike Oldfield se suele incluir siempre ‘Étude’, que no es otra cosa que su versión particular de la grandísima y celebérrima pieza clásica de Francisco Tárrega ‘Recuerdos de la Alhambra’. Aquí Mike simplemente sustituye lo que era una pieza originalmente de evocadora guitarra por sintetizadores en que la melodía principal suena de manera parecida a una flauta.

 

No se puede añadir mucho más a lo que es tan solo una banda sonora sin mayor alcance. Por tanto, al tratarse más bien de un encargo, quizá pudiera evitarse el etiquetarlo como el primer tropiezo de Oldfield en su carrera. No obstante, es un disco muy flojo y que no aporta nada a su trayectoria, alejado también de esa vertiente más comercial que había mantenido en los últimos años.

THE COMPLETE

Año de publicación: 1985

Puntuación:

CD I: ... 2) William Tell Overture; 3) Cuckoo Song; 4) In Dulci Jubilo; 5) Portsmouth;

... 7) Guilty; 8) Blue Peter; ....

 

CD II: ... 6) Sheba; 7) Mirage; 8) Platinum; 9) Mount Teide.

Este recopilatorio fue en su momento un disco importante dentro de la discografía de Mike Oldfield, pues entre los singles que recogía se encontraban dos joyas pop como ‘Crime Of Passion’ y ‘Mistake’. Actualmente, estas dos canciones aparecen como bonus tracks de Crises (así como otras como ‘Jungle Gardenia’ o ‘Waldberg (The Peak)’, incluidas en reediciones de los álbumes de cada momento), por lo que esta recopilación pierde algo de su interés. En cualquier caso, dada la cantidad de singles inéditos y que el segundo disco contiene actuaciones en directo no publicadas con anterioridad, vale la pena detenerse un poco a repasar todo este material. Los dos discos que componen la recopilación están a su vez subdivididos en dos partes, por lo que tenemos un total de cuatro: 1) la sección instrumental; 2) la sección vocal; 3) la sección compleja; 4) la sección en directo. De la segunda y tercera nada podemos decir, puesto que la segunda está compuesta por las canciones más comerciales que conocemos, cantadas en su mayoría por Maggie Reilly. Y la tercera sección son extractos seleccionados de las piezas largas de sus primeros álbumes, por lo que no se entiende la inclusión también de ‘Evacuation’ de The Killing Fields, ya que le recortan un minuto de duración y cualitativamente palidece en comparación con las grandes suites de Mike.

 

Lo que queda, pues, es lo señalado en el listado de canciones más arriba. Estos temas del primer CD inéditos en discos anteriores, los correspondientes a la llamada sección instrumental, son en su mayoría temas tradicionales o antiguos. La única excepción es el experimento disco de ‘Guilty’, que ya conocíamos por su interpretación en directo encontrada en Exposed (1979) y que aquí vuelve a sorprender por su colorido sonido donde se desmelenan excesivamente los sintetizadores hasta que los instrumentos de viento llegan al rescate con geniales melodías, además de emplear los coros con inteligencia para reforzar un cierto carácter épico, como si hubiera pretendido modernizar el Carmina Burana para los bailarines discotequeros de la época. Si en la película de Fiebre del sábado noche habían cometido el “sacrilegio” de adaptar la Quinta Sinfonía de Beethoven al lenguaje disco, ¿por qué no podía ser Mike más original y aportar una composición propia?.

 

Y ya que estamos mencionando obras de música clásica, encontramos aquí una interpretación arreglada para instrumentos tradicionales de la obertura de la ópera Guillermo Tell de Rossini, una ocasión para apreciar las dotes de multiinstrumentista de Oldfield si nos atenemos al vídeo musical grabado para la ocasión, en que se le puede ver tocando cada uno de los instrumentos que suenan. De manera análoga parecen estar grabadas tanto ‘In Dulci Jubilo’ y ‘Portsmouth’, ejemplos claros del gusto de Mike por las tonadas tradicionales, la segunda toda una invitación a mover el esqueleto en una verbena de pueblo. Mucho más flojas suenan la antigua ‘Cuckoo Song’ y la infantil ‘Blue Peter’, que para una recopilación podían haber quedado descartadas sin haberlas echado en falta.

 

En el segundo CD, aparte de extractos de algunas de sus piezas más extensas, encontramos al final cuatro temas en directo, que sin diferenciarse demasiado de sus versiones de estudio (salvo en ‘Platinum’, donde Maggie Reilly toma un gran protagonismo con su voz), demuestran la cohesión que Mike tenía con sus músicos, además de dejar evidencia de su gran técnica de guitarra. Y es que cuando Mike Oldfield adopta el rol de guitar hero, consigue una expresividad con su instrumento a la que pocos pueden llegar. En cualquier caso, en esta recopilación no vamos a encontrar ya nada imprescindible, puesto que lo mejor ya está presente en los álbumes anteriores. No está de más escuchar los temas en directo, pero los instrumentales señalados del primer disco no aportan nada relevante a la carrera de Oldfield.

ISLANDS

Año de publicación: 1987

Puntuación:

1) The Wind Chimes (Part One And Part Two); 2) Islands; 3) Flying Start;

4) North Point; 5) Magic Touch; 6) The Time Has Come; 7) When The Night's On Fire.

Tras un relativamente largo período de descanso de tres años, Mike volvió con un álbum de estructura similar a la de los primeros ochenta: una suite extensa en una de las caras del LP y canciones más comerciales en la otra cara. Hasta aquí, no vemos nada raro ni nada que haya cambiado. Sin embargo, uno de los cambios más significativos se derivó de un asunto personal que se mezcló después con lo profesional: se casó con la cantante noruega Anita Hegerland, quien llevaba una carrera propia con mucho éxito en los países de lenguas germánicas (excepto en el Reino Unido), y la colocó como cantante femenina principal en detrimento de la gran Maggie Reilly, quien ni siquiera hace acto de presencia aquí. Ambas tienen una voz muy similar, aunque Reilly proporcionaba algo más de calidez y por supuesto transmitía mucha más personalidad. Por otro lado, las geniales melodías que se dejaban caer en los discos anteriores, fuera en gloriosos temas pop o en segmentos de piezas largas, aquí comienzan a escasear aunque todavía no de manera alarmante. Eso sí, puede tomarse como un aviso de un claro declive de la veta más comercial de Mike Oldfield.

 

Si en anteriores suites le veíamos tomar auto-inspiración de glorias como Tubular Bells (‘Crises’) o incluso de ráfagas más dispersas de creatividad como QE2 (‘Taurus II’), en esta ocasión ‘The Wind Chimes’ parece tomar su inspiración de Incantations. No obstante, su inicio está bastante bien, pues encontramos en primer lugar una introducción orquestal solemne con profusión de violines y timbales que dará paso a una breve sección dinámica y potente, y luego una bonita melodía de flauta (o lo que parece una flauta) a partir de los tres minutos. Hasta aquí llega lo único interesante de la suite, puesto que divaga sin solución hasta sobrepasar los veinte minutos sin ofrecer absolutamente nada que pueda destacarse, como si las melodías hubieran huido del estudio de grabación y hubieran dejado a los instrumentos a su aire, dedicándose a repetir algunas de las ya escuchadas. A fecha de 1987, se le puede condecorar sin oposición como la suite más aburrida de Mike Oldfield.

 

Después de tanto aburrimiento, llegan los temas más comerciales en  los que podrían haber expectativas de resarcimiento, pero en general no acaban de alcanzar el nivel de excelencia demostrado en los años anteriores. Para empezar, ‘Islands’ no deja de ser la típica balada de pomposo estribillo muy acorde a los ochenta, precisamente del estilo de ‘Total Eclipse Of The Heart’ pero con la tercera parte de inspiración. Y es que Bonnie Tyler posee una excepcional voz muy apropiada para temas que aprovechen sus altos registros, pero aquí el estribillo queda demasiado simplón. Mejor balada es sin duda ‘North Point’, cantada muy bien por Anita Hegerland, quien se refrenda como intérprete y saca partido del delicado estribillo. Además, el gran solo de guitarra de Mike es el mejor de todo el álbum.

 

El gesto de amistad que tuvo Kevin Ayers a principios de los años setenta cuando un joven Oldfield todavía no había llegado a grabar su disco de debut, esto es, de incluirle en su banda de acompañamiento, aquí le es devuelto para cantar el tema pop ‘Flying Start’. Suena agradable y poco más, aunque al menos presenta algún pequeño puntazo que nos recuerda que Ayers era un músico muy singular, como esos cambios de voz que introduce en algunos momentos. Por otro lado, el fulgurante comienzo de ‘Magic Touch’ incluye un afilado riff, una abrumadora percusión y una poderosa parte vocal (con destacados giros melódicos como ese “Ooohhh, a thief in the night”). Es por tanto una verdadera lástima que después el estribillo sea bastante vulgar, porque todo lo demás es excepcional, a la altura del mejor Oldfield.

 

Igual que ocurriera con ‘To France’ en el Discovery, el reciclaje de melodías dentro de un mismo disco vuelve a estar presente, pues ‘When The Night's On Fire’ recoge buena parte de la construcción de ‘Islands’. Esta última tiene en apariencia mayor impacto en su estribillo y la presencia mediática y entonces muy significativa de Bonnie Tyler, pero una vez pasado ese impacto, las delicadas estrofas principales de ‘When The Night's On Fire’ ganan en emoción y penetrabilidad, si tal concepto puede emplearse aquí. Pero lo más flojo del disco es sin duda ‘The Time Has Come’, al repetir de manera inmisericorde la misma melodía de sintetizador una y otra vez a lo largo del tema. Una lástima, porque la melodía vocal del estribillo está bastante bien: “Someone who knows no fear / I feel him near”.

 

En resumen, el poco desarrollo de las buenas ideas y la mediocridad de otras lastra el resultado final de un álbum que podía haberse creado con mayor perspectiva de futuro y no para aprovechar el tirón comercial de un autor que seguiría excavando así su propia tumba. La dirección tan descaradamente formulista que estaba tomando respecto de un estilo pop dirigido a las emisoras comerciales le pasaría una costosa factura de prestigio en los siguientes años. Por suerte, en los momentos más inesperados surgirán todavía algunas obras de reafirmación artística que mantendrán la esperanza abierta, tal como seguiremos viendo.

EARTH MOVING

Año de publicación: 1989

Puntuación:

1) Holy; 2) Hostage; 3) Far Country; 4) Innocent; 5) Runaway Son; 6) See The Light;

7) Earth Moving; 8) Blue Night; 9) Nothing But/Bridge to Paradise.

Parece ser que la presión de la discográfica para que Mike grabara un disco totalmente comercial de canciones pop accesibles cundió resultado y se lanzó de lleno hacia ese objetivo. Visto el resultado de la última suite conocida (la plomiza ‘The Wind Chimes’), no sería muy difícil convencerle de la nueva dirección a seguir. Mirando el listado de canciones, que nadie piense que el corte final (‘Nothing But/Bridge to Paradise’) es una pieza extensa, pues son dos canciones pop totalmente distintas, incluso separadas en el disco, por lo que no se entiende que aparezcan juntas como si formaran una indisoluble unión. Lo único que tienen en común es que ambas son igual de malas y olvidables.

 

En general, el sonido es exactamente lo que esperaríamos escuchar de cualquier disco de moda de los ochenta. La producción es lamentable y los sintetizadores chirrían hasta niveles por encima de lo tolerable, con ‘Hostage’ y ‘Runaway Son’ como dos ejemplos tomados al azar. Cuando se pretende ser vulgar (no parecía creíble que este álbum fuera algo serio), lo que nunca falla es meter un solo de saxofón para vulgarizar todavía más un tema, tal como ocurre en ‘Earth Moving’, que no se sabe bien si es de Mike Oldfield o es un descarte de Like A Prayer de Madonna. A lo sumo, en unas pocas canciones puede salvarse algún elemento o detalle, pero ello no evita que la canción en sí oscile entre lo flojo y lo malo. Así, no está mal la interpretación vocal de Adrian Belew en ‘Holy’, pero la penosa producción y el estribillo pomposo típico de los ochenta (en el estilo de ‘Islands’) no ayudan para nada y la hacen más apropiada para un telefilm de sobremesa. Mejor aprovechado está utilizando la guitarra, cosa que ocurre en ‘Far Country’, pero la breve duración de su intervención no compensa el empalago que produce el resto de esta soporífera balada.

 

Ni siquiera el retorno de Maggie Reilly consigue que ‘Blue Night’ se eleve por encima de la mediocridad. Las estrofas no están mal, recreando con buenas melodías esa atmósfera introspectiva de grandes éxitos anteriores (la introducción inicial de guitarra parece rememorar ‘Moonlight Shadow’), con giros melódicos como en esa manera de cantar “Misty shape in the window by her bed”, pero luego el estribillo es tan desalentador y el solo de guitarra acústica tan sintético, que realmente un@ siente lástima de que esta última colaboración con Mike no tuviera un mejor resultado. Lo único que podría salvarse para la posteridad es justo la única canción cantada por su mujer Anita Hegerland, ‘Innocent’, donde las melodías de las estrofas son muy pegadizas y lo poco de guitarra que aparece nos puede hacer recordar la grandeza de Oldfield. No obstante, el estribillo se hace pesado por repetirse demasiado, sobre todo en su parte final. También pasa por aceptable la pieza de rock comercial ‘See The Light’, la cual parece una versión comercial de ‘Shadow In The Wall’, sobre todo por ese empleo de acordes de guitarra potentes acompasando la parte vocal.

 

Al final, este disco no parece de Mike Oldfield, puesto que podría colocarse el nombre de cualquier cantante comercial olvidado de los ochenta y nadie se daría cuenta del cambiazo. En todo caso parece una parodia de sí mismo, de cómo hubo un tiempo en que había demostrado que, para un amante de las estructuras complejas, realizar composiciones más sencillas pero de gran calidad y variedad melódica no resultaba nada difícil. Aquí simplemente desaprovecha las pocas ideas interesantes que tenía, diluidas en acabados anodinos, y rellena el resto con composiciones que parecen creadas en poco tiempo. Si el motivo de tan poco interés e inspiración es haberse dedicado a criar a los hijos que tuvo con Anita Hegerland, entonces está perdonado.

No es ningún error. Este disco solo contiene una “canción”, que es la que le da título y que forma una impresionante suite de una hora de duración. Probablemente ésa fuera también su intención en sus primeros álbumes, pero en la era del LP era necesaria la división en dos caras por las limitaciones físicas de tal formato. Tras la deriva comercial que Mike había tomado en los últimos años y con el lamentable Earth Moving como reciente y desconsolador precedente, la aparición de este disco resultaba toda una sorpresa y un verdadero respiro respecto al callejón sin salida al que había encaminado su música. Para quienes esperaban una continuación del estilo/no-estilo de pop comercial se lanza un mensaje: “This record could be hazardous to the health of cloth-eared nincompoops”, reza el aviso para la salud que podemos leer en la contraportada, puesto que este álbum no está hecho con la intención de vender, de hecho ¡no hay ningún single!. Lo que no encontraremos tampoco es referencia alguna a Tubular Bells, pues hasta en la relación de instrumentos que se detalla en el libreto se hace referencia a “Long thin metallic hanging tubes”. También encontramos una historieta escrita de la que tampoco se entiende bien el propósito.

 

Pero bueno, lo importante es la música y aquí podemos estar de enhorabuena porque retorna el Oldfield experimentador y creativo a partes iguales. Vuelven a aparecer varios de los músicos y cantantes que ya habían trabajado con él en Ommadawn: el líder de The Chieftains (Paddy Moloney), el conjunto africano Jabula y las cantantes Clodagh Simonds y Bridget St. John. Pero poco tiene que ver el sonido de este disco con el de Ommadawn, pues donde aquél se sumergía en la inspiración celta, Amarok se lanza a una apertura sonora en la que entran tanto la música étnica (incluido retazos de flamenco) como los sonidos mundanos, sean teléfonos o motores.

 

El comienzo nos mantiene en una cierta inquietud porque no se acaba de materializar ninguna melodía hasta que a los dos minutos entra una melodía flamenca que se desarrollará pasados los veinte. Pero tan solo medio minuto después aparece por primera vez la melodía principal del álbum, la cual se irá repitiendo con variaciones a lo largo de él, aunque la primera vez apenas se aprecia por sonar en un plano secundario mediante los coros, respecto a otros sonidos principales. A los 4:25 podemos escuchar también una gran melodía de guitarra que ya no volverá a aparecer hasta más adelante, como una degustación de lo que nos espera si somos pacientes. Y es que esta suite va alternando pasajes de forma inteligente, de manera que van apareciendo y desapareciendo en tiempos que no suelen exceder de los tres minutos, lo cual le aporta un dinamismo muy positivo.

 

A la media hora llega una de esas grandes melodías de Oldfield a la guitarra eléctrica, solemne e incisiva al mismo tiempo, aunque no se desarrolla ni avanza mucho más, pero en su sencillez transmite mucha carga emotiva. Pero para quienes gusten de la guitarra de este artista, que tampoco se pierdan el pasaje que comienza a los 11:35.

 

A los 44:45 llega la sección que suele aparecer en los recopilatorios, reconocible por su inicio mediante percusión africana y coros femeninos, que se va auto-formando poco a poco con la adición gradual de detalles instrumentales y sonoros de todo tipo. Las primeras veces que se escucha puede desconcertar, pero la melodía vocal es excepcional y la manera en la que va variando a lo largo de la sección es digna de acaparar nuestra atención. Esta brillante sección es todavía aprovechada un poco más, llegando a una especie de clímax a los cincuenta minutos con los coros alcanzando las notas más altas. Pero después, a partir de los 53 minutos aproximadamente, ya pierde parte del interés, pues la imitación de Margaret Thatcher por parte de una actriz tampoco nos dice nada, no se aprecia la broma.

 

Por las características propias de este disco, es obvio que cada vez que se escuche se descubrirán cosas nuevas, algunas hasta sorprendentes como cierto mensaje malsonante en código morse hacia Richard Branson. Esta obra está realizada con el mismo espíritu libre e innovador que la producción de los setenta, aunque presente una menor cantidad de momentos memorables. En cualquier caso, hay que darle una estrella más a la valoración por el reconocimiento de la osadía de editar un disco así en 1990, totalmente alejado de las modas del momento. Quienes adoren la primera etapa de Mike Oldfield, caerán rendidos a él.

1) Amarok.

Puntuación:

Año de publicación: 1990

AMAROK

HEAVEN'S OPEN

Año de publicación: 1991

Puntuación:

1) Make Make; 2) No Dream; 3) Mr. Shame; 4) Gimme Back; 5) Heaven's Open;

6) Music From The Balcony.

Michael Oldfield podemos leer en la portada de este disco. ¿Cuál había sido el motivo? ¿Se nos habría vuelto un crooner? ¿Se había dado cuenta de que el nombre Michael estaba de moda gracias a un artista que había sufrido mutaciones fisonómicas y cambios en el color de su piel? Parece que esta formalidad era una simple broma, pues lo cierto es que se trataba de su último disco en la casa Virgin y al mismo tiempo su agria despedida de Richard Branson, con quien había roto relaciones tiempo atrás. También es el único disco en el que el cantante principal es el propio Oldfield, todo un desafío a sus aparentes limitaciones vocales. Para la ocasión, se rodeó de músicos que complementaban lo que parecía una banda, emulando esa fructífera etapa de los primeros ochenta, aunque el sonido no es precisamente el de una banda de rock al uso sino el de un producto de estudio de grabación para consumo rápido.

 

Desgraciadamente, la inspiración se quedó por el camino y la canción que da título al álbum es lo único salvable. En ella vuelve a retomar el estilo de balada ampulosa de ejemplos anteriores como ‘Islands’, pero mejorado por la genialidad del riff principal de guitarra y por otros detalles como la melódica introducción de piano y las diferentes melodías vocales empleadas. Curiosamente, en la versión que se editó como single el citado riff principal suena diferente, como si hubiera hecho una versión 2.0 mejorada, aunque a cambio se eliminan los versos previos al estribillo.

 

El resto del disco se puede calificar como penoso  siendo suaves en la valoración. En primer lugar, ‘Make Make’ suena a anticuada canción de pop artificial de los ochenta. Donde más en evidencia quedan las limitaciones vocales de Mike es en la siguiente ‘No Dream’, que en manos de otro cantante hubiera quedado cuando menos aceptable, pero aquí la parte vocal es horrorosa. Lo que era una balada que iba aumentando de tono en un gradual crescendo, queda irremediablemente lastrada. El solo de guitarra tampoco ayuda mucho por ser demasiado genérico y desentonar con el ambiente de la composición. Genérico es el adjetivo que descalifica también a ‘Mr. Shame’, que unos años atrás podría hasta haber sonado agradable, pero que en 1991 es morralla ya vista (y sufrida). La gran introducción de ‘Gimme Back’ nos devuelve la esperanza de que algo más interesante puede haber entre tanta mediocridad insulsa, pero pronto se transforma en una especie de reggae-pop chabacano que solo levanta cabeza cuando vuelve a sonar la melodía de la introducción.

 

Para el final nos queda una extensa suite titulada ‘Music From The Balcony’, para que todavía alberguemos alguna expectativa de encontrar algo interesante dentro de sus veinte minutos de duración. Pero la realidad nos sacude por completo porque no hay absolutamente nada para recordar. Sonidos sueltos, melodías genéricas y sonido sintético, todo en un batiburrillo insultante para cualquier aficionad@ a su música y amante de sus grandes suites de los setenta y primeros ochenta.

 

La decepción aquí es total. Quizá fue una venganza hacia Branson al dejar Virgin, como si le hubiera dicho “aquí tienes esta basura para finiquitar nuestro contrato”. El fracaso de ventas de este disco es evidente puesto que no se puede pretender sonar a los ochenta cuando ya se ha iniciado una nueva década con otros aires y otros gustos que dejan desfasadas todas las modas anteriores. Tras escucharlo ya entendemos el porqué del cambio de nombre a Michael: esto no es Mike Oldfield, esto es otra cosa mucho peor y por ello debe quedar ahí y olvidarse lo antes posible.

TUBULAR BELLS II

Año de publicación: 1992

Puntuación:

1) Sentinel; 2) Dark Star; 3) Clear Light; 4) Blue Saloon; 5) Sunjammer; 6) Red Dawn;

7) The Bell; 8) Weightless; 9) The Great Plain; 10) Sunset Door; 11) Tattoo;

12) Altered State; 13) Maya Gold; 14) Moonshine.

La jugada comercial que planteó Mike Oldfield en esta ocasión le salió completamente redonda, incluyendo un número uno en ventas en el Reino Unido (en España creo que también, o al menos vendió muchísimo en ese año de la Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona), algo que no conseguía nada menos que desde sus dos primeros álbumes. Para estrenarse en la nueva discográfica que le acogió, Warner, reescribió el Tubular Bells original de una manera no estrictamente fidedigna. Más bien se puede decir que tomó inspiración de la obra original para ir creando variaciones e introducir de paso algunas nuevas melodías.

 

La inspiración en el primer Tubular Bells es bastante obvia en una buena cantidad de temas, pero esas recreaciones serán precisamente lo menos interesante del álbum. Ya la primera composición, ‘Sentinel’, recuerda muy pronto a lo que era el magistral comienzo que conocíamos, donde aquí se varía ligeramente la famosa melodía cíclica inicial y se le añaden cantos étnicos para que parezca otra cosa. En su inicio, ‘Dark Star’ emula también la sección de guitarra distorsionada del original, aunque pasado el primer minuto se transforma en una pieza totalmente diferente, gracias a una maravillosa melodía interpretada principalmente con la guitarra y de alguna manera también con el bajo y las campanas tubulares. Deberían haber separado esta sección y haberla juntado en un mismo tema con la sección inicial de ‘Clear Light’, la cual presenta una elaborada estructura que alcanza el clímax a los 1:20, momento a partir del cual ya pierde interés (aunque todavía nos regala una bella melodía simultáneamente repartida entre la guitarra eléctrica y la acústica a partir de los 4:30). De haberse juntado estos dos extractos, estaríamos hablando de una de las mejores piezas de Oldfield de la década de los noventa. ‘Blue Saloon’, ‘Sunjammer’ y ‘Red Dawn’ suenan bien pero pasan sin mayor pena ni gloria, hasta que llegamos al momento de la presentación de instrumentos por parte del maestro de ceremonias (‘The Bell’), en este caso con una melodía menos memorable que la empleada en 1973, motivo por el cual la repetición no consigue el mismo efecto que lograba aquélla.

 

Si la segunda cara del primer Tubular Bells comenzaba con unas bellísimas y delicadas melodías de carácter introspectivo, aquí nos vuelve a deleitar con una nueva composición igual de brillante llamada ‘Weightless’. A continuación, ‘The Great Plain’ y ‘Sunset Door’ transcurren por caminos folk más cercanos al estilo de Hergest Ridge, dejándonos de paso algunas bonitas melodías más. Eso nos deja con otra de las nuevas composiciones, esa especie de himno céltico que es ‘Tattoo’, poseedora de una reconocible melodía de estilo tradicional interpretada con las gaitas. Todavía mejor es esa especie de intermedio en el que entra una brillante guitarra de Mike, memorable en su expresividad y que se volverá a repetir tras la efusividad en la entrada de los tamborileros.

 

Tras ese gran momento, la parte final del disco es mucho más discreta. ‘Altered State’ es la variación de los gruñidos originales en algo más humorístico (tal como quedaba escenificado en el concierto de presentación en Edimburgo de este Tubular Bells II), pero con un estribillo añadido poco afortunado. Luego llega la contemplativa ‘Maya Gold’, que podría ser una calmada manera de llegar al final si no fuera porque ese honor se lo lleva la alegre tonada country de ‘Moonshine’, interpretada con banjo y violín para que no encaje de ninguna manera con el resto del disco.

 

Al escuchar este álbum las primeras veces, cuesta sustraerse del recuerdo del primer Tubular Bells, motivo por el cual puede provocar bastante rechazo debido a las evidentes similitudes. Pero como son precisamente las diferencias, que no las variaciones, las que le dan el toque de calidad a este disco, tan pronto vayamos descubriéndolas nuestra estima por él irá subiendo de manera gradual. Dado su carácter continuista basado en buena parte en algo ya realizado con anterioridad, no puede catalogarse como un gran álbum, pero sí que es una obra aceptable que vale la pena escuchar.

THE SONGS OF DISTANT EARTH

Año de publicación: 1994

Puntuación:

1) In The Beginning; 2) Let There Be Light; 3) Supernova; 4) Magellan;

5) First Landing; 6) Oceania; 7) Only Time Will Tell; 8) Prayer For The Earth;

9) Lament For Atlantis; 10) The Chamber; 11) Hibernaculum; 12) Tubular World;

13) The Shining Ones; 14) Crystal Clear; 15) The Sunken Forest; 16) Ascension;

17) A New Beginning.

Para un artista tan devoto de los instrumentales y que (por desgracia) tantas veces había tomado el camino facilón para grabar su música, era cuestión de tiempo que se decidiera por hacer un álbum de New Age, pues en esta música la melodía no es un requisito al estar enfocada a la recreación de ambientes sonoros mediante capas de sonido y diferentes texturas tímbricas. Y a estas alturas, para Mike Oldfield crear música ambiental era pan comido. Pero para quienes estiman la obra de Mike, necesitan no solo rellenar el espacio con sonido, sino también poder disfrutar de alguna melodía interesante, y en eso no se esfuerza mucho nuestro artista.

 

El grueso del álbum está conformado por composiciones que abarcan todos los clichés posibles que nos podemos imaginar para este estilo musical: piezas de piano primario, sintetizadores envolventes, cantos étnicos, etc., etc., etc. En la mayoría de casos sin llamar la atención, como si Mike se hubiera fijado en aquellas obras de Brian Eno tipo música para aeropuertos y cual Arquímedes en su bañera se le hubiera ocurrido una definitiva idea: “¡pues yo voy a hacer música para salas de espera de dentistas!”.

 

Es inútil repasar este disco canción a canción porque es de una vulgaridad aplastante, en algunos casos reciclando ideas antiguas pero con peor resultado. En ‘Let There Be Light’ al menos podemos escuchar algo de la característica guitarra de Oldfield, aunque el envoltorio sea demasiado convencional. Como hay pocas cosas destacables en este álbum, nos vuelve a repetir lo mismo en ‘Oceania’. Y cuando de nuevo retoma el mismo tema hacia el final en ‘Ascension’, ciertamente ya produce algo de cansancio.

 

Tomando ejemplo de lo que había hecho Enigma unos pocos años antes, ‘The Chamber’ vuelve a retomar la idea del canto gregoriano pero aquí al menos con uno escrito para la ocasión. En ‘Hibernaculum’ se repite lo mismo pero añadiéndole percusión programada. No es hasta que llegamos al inicio de ‘Tubular World’ que verdaderamente nos transporta a la tierra lejana a la que alude el título del álbum, pues presenta una melodía cíclica e hipnótica que únicamente pierde fuelle por los desafortunados efectos y sonidos adicionales que se van añadiendo durante su desarrollo. Pero al menos queda ahí el toque de genialidad que identifica a su autor, a diferencia de la mayoría de temas que podemos escuchar aquí.

 

Un álbum para olvidar y que no deja de ser una simple incursión en la New Age sin pretensión alguna y con poco esfuerzo en su creación. Que esté inspirado en una novela de mismo título del escritor de ciencia ficción Arthur C. Clarke, es irrelevante y no cambia la mala impresión que da. Quienes hayan leído la novela y sean seguidores de este escritor quizá disfruten del programa interactivo que viene incluido en el CD, pero para el resto es simple animación gráficamente desfasada.

VOYAGER

Año de publicación: 1996

Puntuación:

1) The Song Of The Sun; 2) Celtic Rain; 3) The Hero; 4) Women Of Ireland;

5) The Voyager; 6) She Moves Through The Fair; 7) Dark Island;

8) Wild Goose Flaps Its Wings; 9) Flowers Of The Forest; 10) Mont St Michel.

Habiendo probado ya la experiencia de grabar un disco de New Age para alguien más o menos cercano a ese estilo, el siguiente paso era grabar de manera análoga un disco de música céltica, estilo también muy familiar en la música de Mike Oldfield con diversos ejemplos puntuales plasmados en su discografía. Aquí basa más de la mitad del repertorio en versiones, básicamente de temas tradicionales, apoyándose en experimentados músicos de folk céltico que le dan autenticidad al sonido. Tan imbuido está en el mundo tradicional que hasta se disfraza convenientemente para la ocasión, como podemos comprobar en la portada.

 

Lo mejor del disco son las versiones, bien seleccionadas en general. La primera de ellas, ‘The Song Of The Sun’, es una versión de ‘O Son Do Ar’, canción que daba título también al disco de debut del grupo gallego de folk Luar na Lubre (quienes actuarían de teloneros en la gira de Mike de 1999, al menos aquí en España) y compuesta por su gaitero Bieito Romero. Tiene una evocadora melodía principal que vuelve a brillar en la guitarra de Oldfield. La bella tonada de ‘She Moves Through The Fair’, tantas veces interpretada por innumerables artistas, es conocida en parte por la versión que realizara Loreena McKennitt en su agradable disco de debut Elemental (1985), que definitivamente popularizó la canción al incluirla en su repertorio en directo desde entonces. ‘The Hero’ es mucho más discreta, pero en ‘Dark Island’ vuelve a aparecer otra de esas memorables melodías que convierten estos temas tradicionales en eternos, además de una inesperada aceleración del ritmo hacia la mitad, marca de la casa. En el polo opuesto, en ‘Flowers Of The Forest’ Mike se apoltrona en su sofá y deja que unos gaiteros toquen una misma tonada repetitiva hasta la saciedad, motivo por el cual acaba resultando monótona e insoportable.

 

La mejor de todas las versiones es sin duda ‘Women Of Ireland’, compuesta por tres secciones diferentes cada cual más emotiva, donde la principal recoge una reconocible melodía que a finales de los ochenta emplearon también los one-hit wonders The Christians para grabar su canción ‘Words’, vender su disco como churros y luego desaparecer para siempre. Siguiendo con ‘Women Of Ireland’, su minimalista pero emotiva introducción (que luego se repetirá más adelante) está inspirada en una suite de Händel para clavicordio (HWV 437), concretamente en su Sarabanda, que originalmente tenía ecos de la antigua Folía que aquí ya no pueden distinguirse. La guitarra de Oldfield suena evocadora y elegante, brillando con dos melodías diferentes en las otras dos secciones.

 

Desafortunadamente, en las composiciones propias Mike no demuestra mucha creatividad. ‘Celtic Rain’ y ‘Wild Goose Flaps Its Wings’ no están mal, pero cuesta recordar algo de ellas una vez han acabado. En ‘Mont St Michel’ parece querer hacer su propia sinfonía céltica, emulando el histórico álbum de Alan Stivell, aunque en este caso el resultado es mucho más discreto, pues sirve más bien como música de acompañamiento que para disfrutar de las convencionales melodías y el exceso orquestal que se vuelve en su contra. Al menos ‘The Voyager’ sí que posee una reconocible melodía de corte épico que quizá se repita demasiado, aunque luego llega una parte de piano y flauta al rescate.

 

¿Y qué puntuación podemos darle a una incursión en un género al que no se aporta nada nuevo? Y tampoco puede decirse que aporte nada a la discografía de Mike Oldfield porque anteriormente ya había tocado música céltica o de influencias célticas. Al menos es un agradable disco que puede servir de introducción a este estilo para gente que no conozca de él. Y la guitarra de Oldfield suena tan bien como siempre.

TUBULAR BELLS III

Año de publicación: 1998

Puntuación:

1) The Source Of Secrets; 2) The Watchful Eye; 3) Jewel In The Crown; 4) Outcast;

5) Serpent Dream; 6) The Inner Child; 7) Man In The Rain; 8) The Top Of The Morning; 9) Moonwatch; 10) Secrets; 11) Far Above The Clouds.

Mike Oldfield vivía en esa época en la nostra illa d’Eivissa, isla más famosa por sus discotecas y ocio nocturno que por su naturaleza y cultura, por muy triste que sea este hecho. Por tanto, podríamos imaginar la siguiente escena, en la que Mike conversa de noche con un amigo en la barra de una de esas discotecas, ambos con sus respectivas copas en la mano y alzando la voz más de la cuenta para poder escucharse mutuamente ante el volumen infernal de la música discotequera ibicenca:

 

- Amigo: ¡Mike, tío! Entonces, ¿cuándo sacarás otro disco? ¡Que la vida en Ibiza con esta marcha cuesta un ojo de la cara!

- M.O.: Bueno… tengo algunas canciones pop escritas, así al estilo de Crises, también algo de folklore español; algún trallazo de rock para levantar el ánimo…

- Amigo: ¡Qué buena noticia! ¿Y por qué no lo sacas ya en algún disco?

- M.O.: ¡Ya me gustaría! Pero me haría falta completarlo con algo más, no llega a media hora lo que tengo ya preparado.

- Amigo: Vaya…

(El amigo se queda pensativo unos instantes y comienza a prestar atención a la música dance que llega a sus oídos. Entonces, cual Arquímedes, levanta su cabeza en señal de que una brillante idea asomó por su mente).

- Amigo: ¡Mike, tío! ¿Sabes lo que podrías hacer? ¡¡¡Una versión para discotecas de “Tubular Bells”, serías aquí el fucking master!!!

- M.O.: No sé, no lo veo…

- Amigo: ¡Mike, tío! ¡Si en “Fiebre del sábado noche” hicieron versiones disco de Beethoven y Mussorgsky!

- M.O.: (Se le abren los ojos al máximo) ¡Entonces sí!

 

Aunque me haya inventado la historia, la realidad para llegar a una idea tan pueril como crear una versión dance de Tubular Bells quizá no esté muy alejada. Precisamente ese planteamiento encapsula este nuevo álbum, puesto que los temas que desarrollan esa temeraria idea (‘The Source Of Secrets’, ‘Secrets’ y ‘Far Above The Clouds’) son los que inician y finalizan la obra. La variación de la melodía principal de Tubular Bells que se emplea en esta ocasión como leitmotiv es demasiado simplona, lo cual sumado a la vulgaridad de los arreglos para conseguir un sonido equivalente al de las noches ibicencas y los efectos sonoros gratuitos (como la voz de niño) no consiguen sino dejar desangelado a cualquiera que no sea un fanático de todo lo que salga de la mano de Mike.

 

Para que se note que ha estado viviendo en España, realiza su propia versión del género flamenco en ‘Serpent Dream’, algo que probablemente resulte interesante y curioso fuera de España, pero que para nosotros suena vulgar y poco convincente. Por otro lado, ‘The Watchful Eye’ y ‘Jewel In The Crown’ son insustanciales muestras de New Age que parecen denotar que en The Songs Of Distant Earth hubo temas sobrantes. De nada sirve querer darle un toque exótico añadiendo la voz de una cantante de origen hindú. Mejor sensación dejan ‘Moonwatch’ y ‘The Inner Child’, pues sirven de interludio contemplativo al estar ubicadas estratégicamente antes del retorno final del desastre discotequero y en el ecuador del álbum, respectivamente. En ‘The Inner Child’ la voz es de Rosa Cedrón del grupo gallego Luar Na Lubre, un dato que al menos proporciona interés.

 

En cualquier caso, como suele ocurrir con artistas que todavía conservan su talento, podemos encontrar algunos pequeños tesoros dispersos por el álbum. ‘Man In The Rain’ es una especie de reescritura de ‘Moonlight Shadow’ pero solo en lo estructural, ya que las bellas melodías no desmerecen a las anteriores y los solos de guitarra nos devuelven al Mike Oldfield más comercial pero también más melódico y memorable. Con la voz de Maggie Reilly hubiera quedado todavía mejor, porque la de Cara Dillon suena demasiado estándar y transmite menos emoción. Pero bueno, es que Maggie Reilly es insuperable para cualquier tema de Oldfield. El rock duro nunca fue una opción clara para Mike, pero en el instrumental ‘Outcast’ consigue una de sus mejores composiciones en ese género que anteriormente nos había dejado algún gran ejemplo puntual como ‘Shadow On The Wall’. Y es de los mejores temas porque presenta una estimable diversidad melódica, además de todo el poderío que transmite, llegando a su clímax en la recta final. Otro instrumental completamente diferente pero igualmente memorable es ‘The Top Of The Morning’, liderado por una inolvidable melodía de piano a la que se van sumando otros instrumentos hasta llegar a una sensacional parte final donde se suma lo que parece por su timbre un instrumento céltico de viento (aunque quizá sea solo el teclado imitando ese sonido).

 

En definitiva, la broma de repetir el Tubular Bells estaba bien hacerlo una vez, pero una segunda vez la broma ya acaba siendo de mal gusto. Y no sería la última. Tampoco es que se pueda llamar a esta obra una secuela directa como había sido en realidad Tubular Bells II, pues quizá el nombre más adecuado hubiera sido llamarla Crises II en todo caso. En cualquier caso, estamos ante un álbum de marcados contrastes que deja una sensación irregular y la idea de que se podía haber aprovechado parte de él para obras mejores.

Como ya ocurriera anteriormente en Amarok, tras una deriva comercial le volvía a entrar a Mike la vena experimental y artística. En esta ocasión, la idea fue grabar un álbum completamente de guitarra. Es decir, no se trata de composiciones instrumentales con varios instrumentos donde lidera la guitarra, ni siquiera composiciones donde únicamente se escucha una guitarra. Lo que encontramos es una diversidad sonora como en cualquier disco de Oldfield, con la diferencia de que todos, absolutamente todos los sonidos que escuchamos provienen de una amplia pluralidad de guitarras, sean estas ejecutadas de forma directa o transformando su señal mediante sintetizadores para que puedan actuar como percusión, teclado o como si fueran un instrumento de viento.

 

Lo que en manos de otros artistas podría derivar en una serie de piezas atonales y complicadas de digerir (solo hay que recordar, por ejemplo, el experimento de Adrian Belew titulado The Guitar As Orchestra), en las de Mike Oldfield sirve para ofrecernos una serie de temas instrumentales repletos de reconocibles melodías y en forma de variados tonos y estados de ánimo. Tenemos desde la delicada melodía principal de ‘Muse’, que luego se va desarrollando con variaciones igual de emotivas, hasta otras más inquietantes como ‘Out Of Sight’, que desemboca en una furia contenida, o el sabor country-western de ‘Cochise’. Tampoco habíamos escuchado nunca a Mike tocando un blues, aunque ‘B. Blues’ no sea un tema al uso y las reminiscencias blues acaban diluyéndose en pro de un tratamiento más duro.

 

Las composiciones más discretas son aquellas que representan lo más típico que podemos esperar de Oldfield, como ‘Embers’ con su armazón sintetizado de fondo para que reluzca la guitarra española; o las transiciones de acústica a eléctrica de ‘Summit Day’. Lo que no se entiende es que ‘Embers’ vuelva a repetirse al final pero bajo el título de ‘From The Ashes’. Bueno, si atendemos a que embers significa brasas y a que el otro título significa “desde las cenizas”, ya se le da una justificación conceptual, que no musical. El título de ‘Four Winds’ y su duración de casi diez minutos ya proporcionan pistas de que se trata de una pieza conformada por cuatro secciones diferentes, donde la mejor es la más enérgica del principio, que de haber estado acompañada por bajo y batería hubiera sido toda una descarga del mejor rock duro. Del resto, puede destacarse también la tercera de las secciones por sus aires folk que recuerdan a la época de Ommadawn.

 

Uno de los temas más conmovedores es ‘Enigmatism’, que mejora todavía más la melodía principal de ‘Muse’ y además añade esos exquisitos intermedios (el primero, a los 1:23 exactamente) que convierten esta composición en toda una catarsis emocional a la altura de lo más sobresaliente de este autor. Aunque en general se advierte el tono sombrío del álbum, hacia el final llegamos a una extraordinaria dosis de optimismo con las alegres melodías de ‘Out Of Mind’, una de las piezas más diversas melódicamente de todo el disco y al mismo tiempo de las más estruendosas.

 

Así pues, Guitars sobresale en la discografía de Mike Oldfield tanto por su componente melódico como artístico, a través de una idea creativa muy bien implementada. Si bien en la práctica tampoco sea demasiado llamativo en cuanto a que la diferencia entre un sintetizador y una guitarra pasada por un sintetizador es imperceptible, lo cierto es que el tratamiento sonoro está muy elaborado y es por ello que se consigue una riqueza de sonidos que es otro punto a favor. Un acierto para cualquier seguidor/a de este entonces ibicenco artista de Reading.

1) Muse; 2) Cochise; 3) Embers; 4) Summit Day; 5) Out Of Sight; 6) B. Blues;

7) Four Winds; 8) Enigmatism; 9) Out Of Mind; 10) From The Ashes.

Puntuación:

Año de publicación: 1999

GUITARS

2018

1) Peace On Earth; 2) Pacha Mama; 3) Santa Maria;

4) Sunlight Shining Through Cloud; 5) The Doge's Palace; 6) Lake Constance;

7) Mastermind; 8) Broad Sunlit Uplands; 9) Liberation; 10) Amber Light;

11) The Millennium Bell.

Puntuación:

Año de publicación: 1999

THE MILLENIUM BELL

2018

Técnicamente hablando, el nuevo milenio comenzaba en el año 2001, pero como los números redondos son más molones y psicológicamente más efectivos para el marketing, se publicaba este álbum de cara al año 2000 y la imposición general de este año como el primero del tercer milenio. Así, Mike aprovecha la coyuntura temporal para realizar una obra en cierta manera conceptual donde pretende recoger elementos de diferentes músicas del segundo milenio y crear una amalgama estilística de tal manera que se obtenga un álbum ecléctico y diferente. La idea es buena, pero otra cosa es su implementación real ya que el resultado final no suena demasiado original, pero al menos queda lugar para algunos destellos de genialidad que siempre se agradecen. Es tan poco original en algunos momentos, que una de las sensaciones que transmite es como si hubiera estado escuchando discos de Enya en los meses anteriores, ya que ‘Peace On Earth’ y sobre todo la parte central de ‘Liberation’ (el resto de este tema es para olvidar) recuerdan descaradamente el estilo de la irlandesa. En ‘Liberation’ rescata además esa percusión africana que caracterizaba la sección más conocida de Amarok.

 

Sobre esa visión global de la música del milenio que finalizaba, en primer lugar las referencias a la conquista de América son evidentes en los títulos de ‘Pacha Mama’ y ‘Santa Maria’. La primera de ellas está ambientada en un estilo New Age pero repleto de melodías (inmejorable piano que lidera el tema) que le hacen elevarse muy por encima de lo habitual en ese género. Los cantos étnicos mediante coros graves de ‘Pacha Mama’ están inspirados en la música antigua peruana, es decir, de la civilización inca, aunque la mejor parte es la de los coros agudos porque desarrollan una exquisita melodía. Luego entran algunos retazos de guitarra, que aunque escasos acaban de completar la pintura de lo que es una perfecta composición de inspiración étnica. En ‘Santa Maria’ es curioso que la melodía de piano acompañada de pausados timbales recuerde vagamente en su inicio a la composición de Vangelis de temática similar: ‘Conquest Of Paradise’. Por lo demás, pasa sin mayor gloria aunque se incluyan unos prominentes coros en la recta final.

 

Siguiendo el recorrido histórico-musical, Mike recoge la música más melódica del clasicismo mozartiano en ‘The Doge's Palace’ para mezclarlo con ritmos dance. El resultado es un tema muy pegadizo y bailable, donde crean un buen contraste los prominentes coros que suenan a canción patriótica eslava. Medio siglo se avanza después para situarse mediante ‘Lake Constance’ en el primer Romanticismo que todavía no había derivado en obras más aventuradas como las de Berlioz o Liszt. En este caso es una pieza totalmente orquestal donde solo se rompe la pureza con la entrada de la guitarra española de Oldfield. Con similares ingredientes pero con melodías más originales y emotivas encontramos más adelante ‘Broad Sunlit Uplands’, que está principalmente liderada por el piano.

 

Lo que queda aparte de lo citado con anterioridad, ya baja el nivel bastante. No es tan evidente en ‘Sunlight Shining Through Cloud’, donde se realiza una extraña mezcla entre música New Age, étnica, canción ligera y el trip hop que destaca las primeras veces por lo exótico pero que con el tiempo queda en un lugar más convencional. En cambio, en ‘Mastermind’ le toca el turno al hip-hop, donde se añade una melodía tipo banda sonora de película de James Bond que no evita caer en la vulgaridad. Si nos fijamos en ‘Amber Light’, su grave problema está en que básicamente se está repitiendo lo mismo una y otra vez durante casi toda su duración, sin que sea nada memorable lo repetido, solo otro canto coral de inspiración étnica que acaba cansando mucho antes de que se acabe. Y bueno, ese remix discotequero final donde se repiten extractos de todo el álbum al que se le da el honor de titular, ‘The Millennium Bell’, es otro lamentable intento de mantenerse molón para las generaciones más jóvenes, sin valor musical alguno.

 

En fin, se trataba del tercer álbum publicado en un período de dos años, todo un logro que hay que valorar también. Si extraemos lo mejor de cada uno de esos tres últimos discos, tendríamos de verdad la obra definitiva de Oldfield para el tercer milenio. Como no es así, debemos conformarnos nuevamente con un álbum irregular que contiene un poco de lo mejor, de lo peor, de lo aceptable y de lo flojo que podía entregar Mike Oldfield.

TR3S LUNAS

Año de publicación: 2003

Puntuación:

1) Misty; 2) No Mans Land; 3) Return To The Origin; 4) Landfall; 5) Viper;

6) Turtle Island; 7) To Be Free; 8) Fire Fly; 9) Tr3s Lunas; 10) Daydream;

11) Thou Art In Heaven; 12) Sirius; 13) No Mans Land (Reprise);

[BONUS TRACK:] 14) To Be Free (Radio edit).

Cuando salió este álbum, se publicitó ampliamente como "¡El disco de chill out de Mike Oldfield!", frase que parece una broma para el conocedor de su obra. Si atendemos a la definición de la RAE, el chill out es un “tipo de música electrónica tranquila y relajante”, aunque generalmente se asocia a todo tipo de música instrumental que sea eso mismo, tranquila y relajante. Y bueno, una parte importante de la producción de Mike podría acogerse a esta última definición. Con esa manera de anunciarlo y escuchando el single de presentación, ‘To Be Free’, las expectativas ante este nuevo disco eran bien bajas. Precisamente este single de presentación es de los pocos temas en los que pueden escucharse voces. En él no se hace más que recurrir al ya demasiado empleado recurso de recitar las estrofas con voz susurrante para llegar a un estribillo más vistoso, creando el consabido contraste. Estoy seguro que lo aprendió de su amigo Kevin Ayers, quien ya en su primera etapa con Soft Machine realizó de esa manera la brillante ‘Why Are We Sleeping?’.

 

Pensando en lo peor que nos puede venir a la mente en un disco de estas características, que sería música ambiental pura y dura, lo más fácil es imaginar una pieza compuesta por un fondo de sintetizadores y algún ritmo, donde se coloca en primer plano un piano como instrumento que lidera un desarrollo con variaciones apenas perceptibles. Y bueno, aquí por suerte no hay apenas casos tan soporíferos, pero un tema como ‘Firefly’ se acerca mucho. ‘Sirius’ es similar pero al menos suena más agradable, dejando lugar para algo de guitarra y para el saxofón, instrumento que aquí aparece más frecuentemente que en anteriores ocasiones, o hablando con propiedad debemos decir que son los mismos sintetizadores imitando su sonido, ya que Oldfield no era muy ducho en instrumentos de viento. Uno de los temas que mejor ejemplifica lo innecesario de recubrir los temas de sintetizadores y voces aleatorias es ‘Return To The Origin’, pues no es hasta que ha transcurrido la mitad aproximadamente que entra lo único destacable de esta composición: la guitarra eléctrica que crea un pasaje no marcadamente notable pero con fugaces momentos muy expresivos como esas notas que añade como final de frase melódica, por ejemplo a los tres minutos. El resto de cortes, pues un conjunto de rellenos sonoros para poder ponerles un título.

 

No puede faltar la típica pieza liderada por la guitarra acústica (‘Turtle Island’) donde se acaba compenetrando con otra eléctrica, aunque primero se hace acompañar por un ordinario sonido de saxofón; de igual manera, tampoco faltan temas intrascendentes con la guitarra eléctrica en primer plano (‘Daydream’); u otros como ‘Thou Art In Heaven’ donde se aúna todo lo anterior, siendo en realidad la plasmación en álbum de la parte central de una pieza más extensa que Mike había estrenado en el concierto de Nochevieja de 1999 en Berlín, bajo el título de ‘The Art In Heaven’.

 

Los únicos temas que podrían destacarse son aquellos donde sobresale una melodía reconocible y con gancho, algo en lo que no se prodiga mucho aquí pero que al menos nos deja el breve ‘Landfall’ y el tema que da título al álbum. Ecos del Tubular Bells II (concretamente de la parte donde ‘Dark Star’ comenzaba a deslumbrar) resuenan en la introducción de teclado de ‘Tr3s Lunas’, composición que en esencia desarrolla una melodía que hemos podido escuchar previamente –si nos hemos fijado bien– en forma como de silbidos en ‘Misty’ y que allí se quedaba un poco difuminada. Pero en este caso se aprovecha mejor con la guitarra, por lo que el resultado deja mucha mejor sensación y es de los pocos momentos en que aflora el verdadero Oldfield.

 

Así pues, nos queda en global un álbum pasable pero mediocre que probablemente no se diferencie mucho de cualquier otro de propuesta equivalente. Solo la guitarra aporta algunos momentos diferenciales que se antojan escasos para lo que debería ser un álbum de Oldfield. Eso sí, como música para la sala de espera de una clínica odontológica, sería de primer nivel. Por último, cabe destacar la faceta extramusical de que se incluya un segundo disco con la demo de un videojuego interactivo donde pueden escucharse algunos temas más. Desconozco cómo será este videojuego, pero seguro que la experiencia no supera a jugar a cualquier otro videojuego mientras se escucha ‘Platinum’ o ‘Taurus II’ con unos buenos altavoces.

LIGHT + SHADE

Año de publicación: 2005

Puntuación:

CD I: 1) Angelique; 2) Blackbird; 3) The Gate; 4) First Steps; 5) Closer; 6) Our Father;

7) Rocky; 8) Sunset.

 

CD II: 1) Quicksilver; 2) Resolution; 3) Slipstream; 4) Surfing; 5) Tears Of An Angel;

6) Romance; 7) Ringscape; 8) Nightshade.

Después de Tr3s Lunas se publicó una regrabación de Tubular Bells titulada como Tubular Bells 2003 que la he obviado dentro del orden cronológico porque es equivalente al original y no se entiende para nada el motivo de volverla a grabar. Ya se indicó en el análisis del álbum anterior que existía un videojuego en el que se podía encontrar música inédita, algo que repetiría nuevamente en 2004 con la publicación de un nuevo videojuego también con nueva música. Por consiguiente, buena parte del repertorio distribuido en dos CD’s de este Light + Shade viene conformado por la música de ambos juegos. ¿Y qué podemos esperar de unas composiciones pensadas para ser escuchadas mientras se está jugando? Pensando en que ninguna música de videojuego podrá superar la diversidad melódica y emotividad que desprendía con una sencillez abrumadora el mítico tema ‘Clothos’ del no menos mítico Columns de la antigua consola Mega Drive (hablando de lo antiguo, claro está), mis perspectivas de encontrar algo interesante aquí eran poco halagüeñas. Por otro lado, quienes hayan visto la entrevista que se incluía en el vídeo Elements (que en VHS aparecía intercalada entre los diferentes temas), pueden recordar uno de los momentos en que se ve a Mike tocando en el estudio de grabación de su casa, con ordenadores y otros aparatos creando sonidos mientras él toca la guitarra. Pues bien, lo que vamos a encontrar en este doble álbum nos hace pensar en eso mismo, a un Mike con el batín puesto y sentado en su estudio mientras va grabando con poco esfuerzo cualquier cosa que le viene a la mente.

 

Es por ello que, como mucho, encontramos piezas pasables como pudieran ser ‘Sunset’ o ‘Tears Of An Angel’ (donde Mike al menos se desfoga un poco con la guitarra eléctrica), que en cualquier caso dejan más bien indiferente porque no poseen esa magia que tenía antes con las melodías, aunque al menos algo de calidad por encima de lo ordinario se les nota. Para quienes fueran unos adolescentes a finales de los noventa, seguro que recordarán (aunque por el nombre quizá no) temas de discoteca liderados por una melodía de piano/teclado como pudieran ser ‘Fables’ de Robert Miles o ‘Blue’ de Eiffel 65. Música que sonaba bien, con mayor o menor gracia, pero que tampoco tenía mayor recorrido fuera de su ambiente festivo-discotequero. Aquí Oldfield intenta repetir la receta de manera un poco tardía mediante temas como ‘Quicksilver’, ‘Slipstream’ o ‘Romance’, pero sin darse cuenta de que no se trata simplemente de implementar un ritmo rápido de sonidos sintetizados, sino de aportarle algún gancho que le dé algo de vida entre tanta artificialidad. Y desgraciadamente el resultado es espantoso. Ni siquiera puede salvarse ‘Romance’, que en teoría emplea una antigua pieza anónima de guitarra clásica, pero nadie lo diría ante lo que es un simple, vulgar y penoso tema para bailoteos discotequeros.

 

Después no podía faltar el aspecto de repetirse a sí mismo pero de manera sutil para ver si no se nota. Por ejemplo, ‘Closer’ simplemente mantiene el apartado céltico de Oldfield en una tonada contemplativa y sencilla que parece la versión lenta y descafeinada de ‘Tatoo’. Tampoco podían faltar restos de insulsa New Age como ‘Angelique’. Por otro lado, ‘First Steps’ repite la melodía de ‘Tr3s Lunas’ pero enfundada en un ritmo moderno y rápido, es decir, lo mismo pero vulgarizado durante cinco minutos. De nada sirve que después cambie a unos arreglos más solemnes porque el desaguisado ya está hecho. Peor imagen deja cuando discernimos en ‘Quicksilver’ la melodía inicial de ‘Tubular Bells’, es decir, las mismas notas pero con diferente tempo y procesadas de otra manera para colarnos gato por liebre. Las piezas de piano ‘Blackbird’ o ‘Rocky’ parecen descartes de Yann Tiersen y además la primera de ellas da la sensación de que dura demasiado para lo poco que ofrece en lo melódico. Otros temas parecen descartes propios de Mike, puesto que ‘The Gate’ o ‘Our Father’ podrían provenir perfectamente de The Songs Of Distant Earth, si bien al menos ‘Our Father’ puede escucharse con algo de interés por la parte de guitarra, aunque no va a pasar precisamente a la historia.

 

Las voces robóticas e inexpresivas eran del gusto de Oldfield y previamente habíamos tenido ejemplos notables como algunos momentos de ‘Five Miles Out’ o cuando grabó un par de canciones con el rey de las voces robóticas e inexpresivas, Jon Anderson de Yes. Pero el empleo de voces procesadas para ‘Surfing’, que vuelven la melodía insoportable, es la gota que colma el vaso para manifestar inexcusablemente la inutilidad de este álbum. Ni como un disco de maquetas podría tolerarse tanta futilidad, que ni siquiera puede llegar a la categoría de mediocre. Una verdadera decepción que denotaba una alarmante falta de creatividad.

MUSIC OF THE SPHERES

Año de publicación: 2008

Puntuación:

1) Harbinger; 2) Animus; 3) Silhouette; 4) Shabda; 5) The Tempest;

6) Harbinger (Reprise); 7) On My Heart; 8) Aurora; 9) Prophecy;

10) On My Heart (Reprise); 11) Harmonia Mundi; 12) The Other Side;

13) Empyrean; 14) Musica Universalis.

El siguiente paso de Oldfield fue grabar una obra orquestal completa y de corte más clásico, algo con lo que anteriormente había flirteado en momentos concretos, pero sin haber llegado a grabar un álbum entero de esas características, pues recordemos que The Orchestral Tubular Bells fue más bien una concepción de David Bedford. Podemos observar en el CD que este disco está dividido en dos partes, pero en la práctica este hecho no resulta relevante. En cambio, la lista de músicos invitados, aparte de la orquesta, sí que parece acertada, pues como conductor de esta tenemos a Karl Jenkins, uno de los miembros de la última etapa de los Soft Machine y participante además en aquella inolvidable actuación en la BBC (concretamente, tocando el oboe) donde muchos músicos de prestigio ayudaron a interpretar la primera parte de Tubular Bells. Mike Oldfield aparece acreditado únicamente en la guitarra clásica y el piano de cola, o sea, en plan serio y a lo grande, aunque también aparece como intérprete de piano el virtuoso músico chino Lang Lang.

 

Las expectativas no pueden ser más altas con todos esos ingredientes, pero la cruda realidad pronto nos disipa cualquier atisbo de ilusión. De hecho, nada más comenzar ‘Harbinger’, un azoramiento general debe recorrer la expresión facial del seguidor de Mike Oldfield. El motivo lo puede intuir quien no haya escuchado todavía este álbum, ya que se trata de una nueva variación de la melodía principal del primer Tubular Bells. Parece que le daba ya vergüenza titularlo como Tubular Bells IV y prefirió llamarlo de otra manera. De lo que no tiene vergüenza es de volverla a repetir después en un reprise. Al menos en ‘The Tempest’ le ha dado la vuelta lo suficiente para que la alusión a la citada obra sea mucho más vaga.

 

De ahí en adelante, la mayoría del contenido no son más que piezas de inspiración clásica romántica (esto es, del Romanticismo) pero de estructura accesible para todos los públicos y sin apenas nada que las dote de personalidad propia ni de melodías reconocibles. No deja de haber algo de guitarra clásica por parte de Mike, como por ejemplo en ‘Silhouette’, pero sin gancho alguno. Para el final deja una pretenciosa pieza (‘Musica Universalis’) formada por variadas secciones, cada una más irrelevante que la anterior, donde quizá la idea fuera acabar de una manera solemne. De hecho, hacia la mitad parece ir tomando fuerza en una especie de crescendo que al final no continúa más allá, dejando una sensación de que pudo haber sido un final apoteósico que deriva en decepción. Más o menos lo que vendría a ser una película de Amenábar, si se permite la broma.

 

Lo único que se salva de la indiferencia más absoluta son tres piezas. Una es la bonita lied orquestal titulada ‘On My Heart’, que está cantada por la joven soprano neozelandes Hayley Westenra y que aporta un necesario lirismo, si bien no se entiende que se divida en dos partes separadas. Por otro lado, desde Incantations no encontrábamos en la discografía de Mike una sección de trompetas tan prominente y épica como la empleada en ‘Empyrean’, breve pero enérgico tema que hasta incluye percusión. Al menos tenemos la suerte de encontrar un verdadero tesoro que está a la altura de lo que esperamos del talento de Oldfield en cuanto a sus composiciones. Este tesoro se presenta bajo el nombre de ‘Aurora’ y presenta todo lo que requiere una composición perdurable: melodías variadas y reconocibles, ritmo poderoso y un empleo de los coros que rememoran la grandeza musical del Renacimiento.

 

Poco más puede resaltarse de un álbum muy discreto donde lo único que lo salva de una peor valoración es la consistencia del sonido como obra orquestal seria. Pero bueno, al fin y al cabo es otro intento más que demuestra la versatilidad de un músico que podía sumar a su diversidad estilística una obra clásica y escrita por él en su integridad. Otra cosa es el resultado obtenido, pero pocos artistas ha habido con capacidad para crear música en un campo tan diferente y exigente como este.

MAN ON THE ROCKS

Año de publicación: 2014

Puntuación:

1) Sailing; 2) Moonshine; 3) Man On The Rocks; 4) Castaway; 5) Minutes;

6) Dreaming In The Wind; 7) Nuclear; 8) Chariots; 9) Following The Angels;

10) Irene; 11) I Give Myself Away.

Hemos de remontarnos veinticinco años atrás para encontrar en la discografía de Oldfield un álbum conformado exclusivamente por canciones pop. El precedente no es nada halagüeño, puesto que Earth Moving quedará probablemente como el peor de toda su carrera. En esta ocasión, para darle una mayor autenticidad al sonido y no tener que echar mano de los sintetizadores y otras tecnologías, Mike se rodea de diferentes músicos para conformar lo que sería una especie de banda de pop, aunque no como en los primeros ochenta cuando todos contribuían en el aspecto creativo, ya que en esta ocasión actúan todos como meros músicos de sesión a las órdenes de su capitán. El resultado no es desastroso, pero deja bastante que desear.

 

En el vídeo musical del single de presentación, ‘Sailing’, ya vemos que algo no encaja dentro de la idea que tenemos de este artista. Un Oldfield muy envejecido para la imagen que siempre había tenido, aunque salga vestido con bermudas, aparece con una guitarra acústica, mientras a su lado un joven cantante de imagen completamente opuesta, moderno y maquillado cual rockero glam, entona una cancioncilla pop totalmente inofensiva y olvidable. Así pues, saltan las alarmas nada más comenzar. Ya no es que se dedique a componer vulgares canciones pop, es que ni siquiera se atisba apenas ningún detalle con el que pueda identificarse la firma de Oldfield. Si comparamos cualquiera de estas canciones con alguna de pop-rock al azar de las que suenan en las radio-fórmulas que pinchan las supuestas novedades, hay que hacer un verdadero esfuerzo para encontrar las diferencias.

 

De lo poco que puede destacarse mínimamente es ‘Castaway’, que en su estilo recuerda vagamente a ‘North Point’ de Islands, pues a un ritmo prominente y más bien pausado se le añaden unos marcados solos de guitarra que en este caso parecerían más de Brian May que de Mike Oldfield. Esto último no quiere decir que la parte de guitarra sea mala, ya que es bastante expresiva, sino que queda despersonalizada. ‘Dreaming In The Wind’ incide igualmente en esa pérdida de identidad aunque posea un ritmo dinámico y con cierto gancho. No obstante, pocas partes vocales encontraremos que se puedan elevar por encima de la mediocridad. Una de ellas es la contenida en ‘Man On The Rocks’, que luego se echa a perder por su excesiva duración, otro de los problemas añadidos. Por ejemplo, ¿siete minutos para ‘Following The Angels’? ¿cuál es el motivo? Los últimos tres minutos se basan en la mera repetición del título, una y otra vez, por lo que se vuelve realmente cansina. Por cierto, la guitarra de la parte final de ‘Man On The Rocks’ no está nada mal, es más reconocible en el estilo de Mike. Él mismo afirmaba en una entrevista que se había inspirado en el sonido de Ommadawn, preludiando así lo que sería su siguiente paso.

 

Cuando se pone más rockero, ya no tenemos ninguna joya como las antiguas ‘Shadow On The Wall’ o ‘Outcast’, sino algo tan insulso como ‘Irene’, que suena a rock comercial sin alicientes. Ahora bien, acabar el álbum con una versión y que esta sea una balada pastelera más propia de concurso de Eurovisión, como es el caso de ‘I Give Myself Away’, es una de las peores decisiones que Mike haya tomado en su vida.

 

En conclusión, más vale alejarse de este álbum que se olvida tan pronto como ha acabado y que no añade absolutamente nada al catálogo de Mike Oldfield, es una mera incursión en el pop-rock comercial más convencional. Si por algo puede colocarse su nombre con honores en la historia de la música no es precisamente por rebajarse a tocar música pop vulgar y simplona como la que puebla las ondas radiofónicas comerciales. Menos mal que, al menos de momento, no ha acabado participando de jurado en ningún talent show.

COLLABORATIONS

Año de publicación: 2016

Puntuación:

1) The Phaeacian Games; 2) Extract from Star's End; 3) The Rio Grande;

4) First Excursion; 5) Argiers; 6) Portsmouth; 7) In Dulci Jubilo;

8) Speak Tho' You Only Say Farewell.

En 1976 se había editado un cuádruple LP (Boxed) donde se recogían en versión cuadrafónica los tres primeros álbumes publicados hasta esa fecha, así como un cuarto LP también titulado entonces como Collaborations y que recogía eso mismo, colaboraciones con otros músicos, principalmente con el compositor del mundo clásico David Bedford, quien recordemos había sido el arreglista y director de la versión orquestal de Tubular Bells de 1975. En 2016 se publicó por separado, una buena idea para quien no estuviera interesado en escuchar una nueva mezcla de las obras conocidas. Es por tanto una obra atípica en el sentido de que, salvo uno de los temas, no hay ninguna composición original de Oldfield.

 

Las dos primeras piezas son composiciones de David Bedford y presentan a Mike como brillante intérprete de guitarra. No muy original en la manera de tocarla en ‘The Phaeacian Games’, ya que recuerda claramente a uno de los pasajes de la primera parte de Ommadawn. Técnicamente hablando, la pieza más compleja es el extracto de ‘Star's End’, toda una portentosa demostración de maestría con la guitarra que ratificaba una vez más lo infravalorado que ha estado en ocasiones Oldfield. Está estructurada inicialmente como un crescendo, donde la guitarra va apareciendo de forma tímida hasta que pasado el minuto y medio ya toma el liderazgo para ir elevando el tono paulatinamente. Es sin duda uno de sus grandes logros como intérprete, ya que se trata de una composición de Bedford. Eso sí, en la segunda parte de este extracto se cambian completamente las tornas y se convierte en una aburrida pieza minimalista, donde el aburrimiento continúa después con ‘The Rio Grande’ y su coro infantil, por mucho que esté adornada por la guitarra de Mike. Y bueno, la versión de ‘Speak Tho' You Only Say Farewell’ hay que tomarla como una broma, puesto que se trata de Bedford tocando el piano mientras Oldfield canta lo mejor que puede, que es lo mismo que llamarlo un completo desastre.

 

Tanto ‘Portsmouth’ como ‘In Dulci Jubilo’ ya forman parte de la memoria colectiva de todo aficionado a la música de Mike Oldfield porque son dos temas tradicionales fijos en casi cualquier recopilación del artista de Reading. Pero es en otra tonada también tradicional e instrumental donde descubrimos una nueva joya oculta de su catálogo. ‘Argiers’ deslumbra por su sencillez y emotividad en las bellas melodías de sintetizador con acompañamiento de guitarra acústica que la asocian de manera clara con Hergest Ridge.

 

El único tema que presenta la autoría de Mike (pero como coautor junto a David Bedford) es ‘First Excursion’, donde parece que se dirigen tímidamente a unas disonancias nada habituales en la carrera del primero. Los mejor son sus últimos dos minutos, puesto que la guitarra y el piano rompen la divagación anterior para imprimir una fuerza necesaria al sonido e incluso regalarnos alguna breve melodía.

 

En definitiva, vale la pena echarle un vistazo a estas antiguas grabaciones porque los primeros diez años de Oldfield (pongamos once) son su época dorada, lo cual equivale a decir que como guitarrista era muy interesante su manera de tocar y hasta en temas menores era posible que apareciera su genialidad como compositor o, como es más bien el caso en esta recopilación, como arreglista, incluso en los más nimios detalles.

RETURN TO OMMADAWN

Año de publicación: 2017

Puntuación:

1) Return To Ommadawn (Part One); 2) Return To Ommadawn (Part Two).

¡Milagro! ¡Una secuela de Mike Oldfield que no hace –aparentemente– referencia a Tubular Bells! En España, cualquier novedad suya es bien acogida y este guiño al pasado junto al contenido formado por una pieza principal dividida en dos partes, ciertamente representaba un atisbo de esperanza respecto a lo que cabía esperar de un sexagenario que estaba muy retirado de la escena musical. Sus últimas entregas habían sido un disco de pop vulgar y una mediocre obra orquestal, así que por fin parecía volver el verdadero Oldfield que se lanzaba a tocar infinidad de instrumentos para crear un conglomerado de orfebrería sonora.

 

En principio, atendiendo al contenido musical, el título del disco puede llevar a malentendidos porque las referencias a diferentes álbumes son múltiples, no solo al Ommadawn original, del que en primera instancia parece que solo se haya tomado la idea de dividir un corte principal en dos partes, aunque conforme nos vamos familiarizando encontraremos detalles que parecen recuperados directamente de aquella obra, como los coros que se escuchan a partir de los diecisiete minutos de la primera parte. En cualquier caso, el comienzo del álbum nos hace pensar más bien en un Return to Hergest Ridge debido a su inicio mediante esas notas largas como de flauta (si bien hasta podrían pasar por inspiradas en la introducción de ‘Telegraph Road’ de Dire Straits), pero, según iremos escuchando a lo largo de esta obra, podríamos pensar igualmente en un Return to Guitars, un Return to Voyager o incluso, para mayor escarnio, en un Return to Tubular Bells II, que ya sería como retornar a un retorno y de paso destruir la teoría del espacio-tiempo.

 

La repetición de temas anteriores, algo recurrente en realidad para Oldfield, aquí resulta insolente por lo flagrante de la repetición. De hecho, la primera guitarra que escuchamos no puede ser más decepcionante al interpretar una variación de la melodía principal de ‘The Song Of The Sun’, tema que pertenecía a Voyager y que ni siquiera era de Mike, pues se trataba de una versión de Luar na Lubre. Al menos entra después un animado bajo. De manera análoga, en la segunda parte de ‘Return To Ommadawn’ nos vuelven a dar pronto otro bofetón para que abramos los ojos a la cruda realidad: Exactamente a los 2:43 emerge un fragmento de guitarra acústica que interpreta una melodía reciclada de ‘Muse’ (Guitars), que además parece inspirar también la melodía que interpreta con la guitarra eléctrica más adelante, a los once minutos. Siendo optimistas, podríamos calificar todo ello como un ejercicio de nostalgia.

 

La buena noticia es que hay un dinamismo entre transiciones de secciones muy acertado como en los viejos y buenos tiempos, pues iremos encontrando unas melodías más afortunadas que otras, o más originales que otras. La clave para disfrutar este disco es similar a lo que se comentó en su momento para Tubular Bells II: si le damos relevancia a las melodías recicladas (algo muy probable debido a que los préstamos más descarados los tenemos en los inicios de cada parte), la visión que tendremos del conjunto tenderá a la negatividad; si en cambio le prestamos más atención a las verdaderas novedades, podremos recordar momentos de deleite como pudiera ser buena parte del tramo final de la primera parte, la sección que comienza a los 10:15 en la segunda parte, o la animada sección folk a los dieciocho minutos (donde se llega a escuchar una voz diciendo “On horseback” y luego coros infantiles).

 

Esos momentos más creativos al menos recuerdan, aunque sea de manera difusa, esa magia que siempre sobresalía en algún momento en el grueso de la obra de Mike, si bien tampoco podrá encuadrarse entre sus mejores logros. ¿Y cómo puede valorarse un disco como este, en el que está lo mejor, lo mediocre y lo peor tan entremezclado? Ciertamente cuesta decidirse porque la estructura elegida invita a repetidas escuchas que hagan aflorar detalles que puedan pasar más desapercibidos al principio, pero tampoco es que luego haya mucho más donde rascar, una vez se ha desvanecido el misterio de las primeras veces, ya que incluso se detecta que hay melodías que se repiten más de una vez. No es un mal álbum, pero tampoco es preferible a ninguna de sus obras similares de los setenta, ni por supuesto llega al nivel de Amarok, por lo que su lugar dentro de la discografía de Oldfield es el de una obra irrelevante. Eso sí, probablemente sea el mejor de sus discos irrelevantes.

RECOPILATORIOS

ELEMENTS

Año de publicación: 1993

Esta recopilación fue editada en dos formatos: como disco simple que recogía los grandes éxitos más los extractos de algunas de sus diferentes piezas largas (una recomendable introducción a su música); y también en forma más completa como una caja de cuatro discos. En esta caja todavía encontramos algunas pocas novedades respecto a lo que ya conocíamos de su discografía y de su anterior recopilación, The Complete. Eso sí, nada escucharemos que sea relevante, pues estas novedades son unas pocas versiones alternativas y sobre todo instrumentales olvidables, alguno de ellos bastante flojo como el pastiche ‘Vivaldi Concerto In C’. Más interesante resulta la incursión en la música trovadoresca medieval de ‘Legend’. La interpretación en directo de ‘Polka’ probablemente sea la misma que se incluía como bonus track en la reedición de Q.E.2, y la de ‘Punkadiddle’ siempre queda bien como agradable divertimento. Por tanto, la caja de cuatro discos no es una adquisición recomendable para quien posea su discografía anterior.

VÍDEOS

TUBULAR BELLS II LIVE

Año de publicación: 1992

Con días de diferencia respecto a la publicación del álbum Tubular Bells II, tuvo lugar este concierto que servía de presentación. La ubicación no puede ser más espectacular, puesto que se desarrolla en las inmediaciones del castillo de Edimburgo. Ver un concierto de Mike Oldfield acompañado del número suficiente de músicos para implementar el sonido del estudio es como mínimo una curiosidad digna de ver, aunque sea únicamente para escuchar una obra menos espectacular que otras anteriores. En cualquier caso, poder escuchar ‘Tattoo’ con la participación de una banda de gaiteros escoceses es todo un acontecimiento y lo único que le sobra al concierto es, cerca del final, ver a Oldfield tocando el banjo eléctrico con un sombrero de cowboy. Por lo demás, vale la pena verlo alguna vez, incluso como sustituto del disco de estudio.

ELEMENTS

Año de publicación: 1993/2004

Aunque en 1993 se publicó una recopilación de vídeos musicales acompañando a la musical de mismo título, en 2004 se expandió el contenido para su edición en DVD, mejorando al mismo tiempo la presentación original y las obvias restricciones que presentaba un vídeo en VHS. En el vídeo original se incluía un extracto de The Space Movie que se correspondía con el fabuloso final de la última parte de Incantations, expandido aquí en los extras con algunos fragmentos más también de este disco. La citada película, de 1979, era un documental sobre los viajes aeroespaciales que conmemoraba el décimo aniversario de la llegada a la luna, empleando música de diferentes álbumes de Mike Oldfield. Resulta chocante que los primeros minutos que vemos en Elements estén dedicados a despegues fallidos con grandes explosiones. Un trabajo de una gran cantidad personas durante meses, con muchísimo dinero invertido, para que en segundos se vaya todo al traste y solo sirva como entretenimiento visual. También se incluye en los extras la entrevista íntegra de Mike, que en el VHS aparecía troceada entre las canciones, así como el conjunto de vídeos que se grabaron para promocionar Islands, bajo el nombre de uno de sus temas: The Wind Chimes.

 

Encontraremos algunas canciones que no llegaron a formar parte de la caja de cuatro discos del recopilatorio, pero ciertamente se las podrían haber ahorrado. Sobre todo el desastre titulado ‘Don Alfonso’, que aun teniendo un propósito jocoso es muy lamentable como canción, rematada además por un vídeo musical con un humor al estilo del peor Benny Hill. En ‘Shine’ sorprende ver a un Jon Anderson rubio, pero si su voz encajaba bien en el contexto del viaje astral de ‘In High Places’, no se puede decir lo mismo para lo que es una mera canción pop, que además como composición es penosa y no hace sino acentuar el despropósito de su elección como cantante. Y si hablamos de ‘Pictures In The Dark’, de 1985, vemos en su estilo pomposo, espurio y ochentero que es un precedente claro de los desvaríos comerciales (y creativos) que llegarían al final de esa década. De su vídeo musical, mejor ni hablar.

 

Y es que los vídeos musicales son en su mayoría horrendos y tremendamente desfasados como productos de su época. La verdad es que el componente visual nunca fue uno de los fuertes de Oldfield, pues aparte del poderoso e imperecedero símbolo de las campanas tubulares, el resto de portadas de álbumes y otros aspectos visuales son en la mayoría de casos de un gusto muy dudoso. Pocos vídeos musicales aparte de ‘Moonlight Shadow’ consiguen superar el test del tiempo. Y es que ver a Mike tocando la guitarra en un tablero de ajedrez infográfico o imitando los movimientos de un juguete, producen más risa que otra cosa. Mucho mejor y más entretenida es la idea de verlo multiplicado y tocando multitud de instrumentos en ‘In Dulci Jubilo’ y ‘William Tell Overture’. En cualquier caso, la joya de la corona es sin lugar a dudas la interpretación de la primera parte de Tubular Bells en la BBC, que data de 1973. Ya se citó en su momento durante el análisis del álbum, pero es que la conjunción de grandes músicos que acompañan a Oldfield es soberbia. Cuando se da la ocasión de ver a tantos soberbios músicos juntos (aunque muchos de ellos solo sean conocidos para los verdaderos entendidos en música), normalmente es para cantar temas como ‘Hey Jude’ o ‘Johnny B. Goode’ en plan pachangueo, pero verlos tocar una obra seria y con la concentración y dedicación que demuestran, hacen de esta actuación uno de los grandes momentos musicales del último cuarto del siglo XX. Ahí queda escrito.

TUBULAR BELLS III LIVE

Año de publicación: 1998

Tras el éxito que cosechó estrenando Tubular Bells II en concierto, para esta tercera parte también aprovechó la ocasión y el estreno mundial tuvo lugar el 4 de septiembre en el Horse Guards Parade de Londres, retransmitido en directo aquí en España para alegría nuestra. Que fuera esta vez una versión bailable de las campanas tubulares que además incluía otros temas en diferentes estilos ya probados por Mike antes, quizá le daba confianza de conseguir la aceptación de su público. De todas maneras, un fan de Oldfield no saldría decepcionado por muy malo que hubiera sido el concierto, como todo fan que se precie. Los comentarios míos sobre el repertorio no difieren de lo que ya escribí en el apartado correspondiente al álbum, por lo que no vale la pena repetirlos, ya que la implementación es equivalente. Mike Oldfield se vuelve a acompañar de diferentes músicos, entre los que se incluye a Rosa Cedrón de Luar na Lubre, pero ‘Man In The Rain’ es interpretada por otra cantante diferente a la del disco. Como se limitan a interpretar Tubular Bells III íntegramente y sin novedades, repitiendo los últimos dos cortes como bis, este concierto no presenta demasiado interés. De hecho, en la retransmisión en directo puedo recordar que se tocaron al final algunos grandes éxitos que en el DVD no se incluyen por pertenecer los derechos a la anterior discográfica. Lo más curioso es encontrar a Richard Branson entre el público. Quizá habían hecho las paces tras las desavenencias pasadas.

THE ART IN HEAVEN CONCERT

Año de publicación: 2000

Manteniendo a buena parte de los músicos que le acompañaron en la presentación del Tubular Bells III y también de la gira Then & Now de 1999 que le llevó a actuar en varias ciudades españolas (incluida Valencia, donde entonces vivía yo y por tanto no me lo perdí), en la Nochevieja de ese año se organizó este concierto abierto, al aire libre, en Berlín para presentar también su más reciente álbum, The Millennium Bell. Se añade una pequeña orquesta y un amplio coro, lo cual fortalece mucho más las interpretaciones. El repertorio se divide en dos: la primera mitad dedicada a temas anteriores (incluida una estandarizada y descafeinada ‘Moonlight Shadow’) y la segunda mitad enfocada en The Millennium Bell, de la cual ya podrían haber interpretado ‘Pacha Mama’ y aprovechar así la cantidad de músicos en escena.

 

El título del DVD proviene de la interpretación de una pieza instrumental (‘The Art In Heaven’) de más de diez minutos que aparece como extra aunque fue compuesta expresamente para el concierto. No presenta interés alguno, salvo un pasable solo de guitarra de Mike, además de acabar de una manera demasiado socorrida mediante la adaptación del Himno a la alegría de la Novena Sinfonía de Beethoven. Uno de sus fragmentos sería aprovechado un par de años después para ‘Thou Art In Heaven’, del álbum Tr3s Lunas. En general, el DVD tiene sus momentos buenos pero no es precisamente un concierto imprescindible. Cabe destacar un momento de una entrevista contenida en los extras en el que Mike asegura que The Millennium Bell iba a ser su último disco con la coletilla de “Bells” en el título. De momento lo ha cumplido, pero solo en lo referente a los títulos, el muy truhan.

LIVE AT MONTREUX 1981

Año de publicación: 2006

Uno de los mejores conciertos que puede encontrarse de Mike Olfield, tuvo lugar en el Montreux Jazz Festival, mítico festival de Suiza, el mismo lugar que quedó inmortalizado por Deep Purple en su ‘Smoke On The Water’ tras el incidente en un concierto de Frank Zappa. Este festival estaba abierto a la participación de artistas ajenos al jazz, de ahí que a Mike le llegara su momento; y  bien que lo aprovechó, puesto que tanto él como sus músicos lo dan todo en unas espectaculares interpretaciones donde acaban sudando a chorros. Excepto Fenn, los acompañantes de Mike Oldfield son parte de los que habían participado en la grabación de su entonces álbum más reciente, Q.E.2, del cual interpretan tres temas en forma de medley para iniciar la actuación. Así, el elenco de músicos incluye también a Frye en la batería, el gran Morris Pert en instrumentos varios (sobre todo la percusión), al teclista Tim Cross (quién diría que formó parte de uno de los mejores grupos punk de los setenta aunque efímeros, The Adverts) y a la magnífica cantante Maggie Reilly, quien emplea su voz como un instrumento más, ya que únicamente ‘Sheba’ y una sección de ‘Ommadawn’ tienen letra, aunque sean palabras sin sentido. Por momentos, Maggie recuerda mucho a Annie Haslam de Renaissance, que no es sino otra manera de resaltar su inestimable valía como cantante.

 

Cabe recordar que todos estos músicos serían parte importante en la gestación del futuro Five Miles Out (1983), por lo que aquí dejan patente la compenetración existente y la magia especial que aflora en la ejecución de piezas multiinstrumentales que, arregladas para un número reducido de músicos, no pierden un ápice de su fuerza y grandeza. Se le perdona a Mike el pequeño error durante la transición de ‘Platinum’ en la entrada del primer riff de guitarra tras la introducción. Por lo demás, un histórico e imprescindible documento sobre la capacidad de un artista para adaptar su música a cualquier opción posible, saliendo triunfante en parte también por la sabia elección de sus acompañantes. Y bueno, la calidad de sonido es magnífica, sobre todo para quien tenga la opción de escucharlo en DTS.

Bibliografía/Webgrafía recomendada

- Mike Oldfield - Exposed.

Autor: José Juan Tobal.

Para quien desee profundizar en la vida y obra de Mike Oldfield, dispone de una enorme cantidad de información en esta web/blog personal. Cualquier edición de un disco, novedades, incluso fanzines recuperados de las épocas de mayor éxito de Oldfield en España... todo un paraíso para fans. Su autor también ha publicado en libro una biografía de Olfield ("Taurus") y otra sobre Jean-Michel Jarre ("The Watcher"), de lo poco que puede encontrarse de ellos que se haya escrito en nuestro país.

Otras cuestiones de interés

FADALACK.

¿Qué es Fadalack? Pues una agrupación de músicos de la provincia de Alicante que se unen para interpretar las composiciones de Mike Oldfield. Lo que convierte su propuesta en algo único es que se trata de la unión de más de veinte músicos con una sólida formación, lo cual les permite acometer la proeza de interpretar las piezas más extensas, complejas y multiinstrumentales de Oldfield. Hoy día resulta prácticamente imposible escuchar en directo piezas como 'Taurus II', 'Ommadawn' o 'Incantations', ni siquiera por parte del propio Oldfield, de quien tenemos que recurrir al Exposed o grabaciones similares para encontrar algo tan grandioso. Y bueno, igual que en la música clásica, no necesitamos escuchar al compositor si el músico intérprete sabe extraer la sensibilidad y la emoción de las composiciones, que es lo que los miembros de Fadalack consiguen por su amor a la música de Mike Oldfield. Que sigan deleitándonos por muchos años. ¡Larga vida a Fadalack!

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