Martita Hunt, una porteña de ley
Salvo algún cinéfilo empedernido, es improbable que los espectadores argentinos recuerden a la gran actriz inglesa Martita Hunt. Los que disfrutamos de su incomparable interpretación de Miss Havisham, la excéntrica reclusa de Grandes ilusiones , de Dickens, en la versión de David Lean, en 1946, reconocimos la presencia de una artista excepcional. Con su extraño rostro de gárgola y su voz grave, Martita fue, ante todo, una criatura de teatro, aplaudida por público y crítica desde su debut en Londres, en 1923. Su reina Gertrudis, de Hamlet , en el Old Vic, en 1929, es descripta en el Oxford Dictionary of National Biographies como "la mejor Gertrudis que se haya visto". Tan sólo a fines de los años 40 del siglo pasado, Martita se acercó al cine.
* * *
Cabe preguntarse por qué una actriz inglesa se llama Martita, así, a la criolla, ya que ese diminutivo no existe en su idioma. La explicación me llega, inesperadamente, en una carta que acaba de enviarme mi vieja y querida amiga Cristina Burnett Ocampo (de 90 floridos años, muy bien llevados). Allí me cuenta que su abuelo paterno, el inglés William Frank Burnett, administraba, a comienzos del siglo XX, una estancia, Siete Arboles, de su compatriota John Hunt, en Curuzú Cuatiá (Corrientes). Un buen día, Hunt vino a visitar sus campos argentinos y conoció a una hermana de Burnett, que vivía con él en la estancia, llamada Martha. Se enamoraron, se casaron y en Buenos Aires nació, el 30 de enero de 1900, una hija a la que bautizaron con el nombre de la madre: en la intimidad, la llamaban Martita. La niña se crió, se educó y vivió aquí hasta los diez años, cuando sus padres se mudaron definitivamente a Londres.
* * *
Así, Martita Hunt era prima hermana del padre de mi amiga Cristina. Todo lo cual explica que la célebre actriz hablara español de corrido y adorase el tango. Entre sus muchos papeles memorables figuraba también la Madre en Bodas de sangre , que interpretó en el Savoy de Londres en 1939 ( Marriage of Blood ). Y Aurelia, La loca de Chaillot , con la que ganó un Tony, al hacerlo en Broadway, en 1949. El cine, en cambio, no volvió a darle grandes oportunidades: hizo papeles secundarios en Anastasia (1956) y El príncipe y la corista (1957). Acerca de Anastasia , mi amiga Cristina evoca: "Hay una larga escena final, en que la abuela [Helen Hayes] de la princesa conversa con la protagonista [Ingrid Bergman], mientras su dama de compañía va y viene, trayendo noticias. La dama en cuestión es Martita Hunt y su trabajo es una escuela de interpretación. Su agitación interior y el movimiento de los brazos me recordaban los de mi padre, su primo hermano".