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El rey de la comedia italiana
Tristísima noticia para los amantes del cine. El gran director italiano Mario Monicelli se suicidó ayer lunes 29 de noviembre arrojándose desde la ventana del hospital de Roma donde estaba ingresado. Contaba 95 años y estaba en fase terminal por un cáncer de próstata.
Nos hizo reír con su cine, aunque siempre con un punto de amargura, la mirada agridulce a la condición humana era una constante de sus películas. Mario Monicelli fue uno de los grandes del cine italiano, con una dilatada carrera donde podían verse las huellas del neorrealismo y la impronta de una comedia inspirada siempre en la picaresca y el gusto por sobreactuar típico de sus compatriotas.
Mario Monicelli nació en Viareggio (Toscana) el 16 de mayo de 1915. Se licenció en historia y filosofía. Su padre era periodista y se relacionó con el mundo del cine tempranamente gracias a su amistad con Giacomo Forzano, hijo del dramaturgo Giovacchino Forzano, a quien Benito Mussolini había encomendado la creación de los estudios de cine de Tirrenia. Ejerció de crítico de cine en 1932.
Con su amigo Alberto Mondadori debutó en la dirección en 1935 con I ragazzi della via Paal. Desde entonces, y hasta bien avanzada la década de los 40, se dedicó sobre todo a la escritura de guiones. Fue en 1949, al firmar uno de los muchos filmes del cómico Totò, Totò busca piso, cuando arrancó de lleno su carrera de director; suyos serían también Totò y Carolina (1955), Totò e le donne (1952) y Totò e i re di Roma (1951). Aunque si de resaltar alguna de sus colaboraciones con este actor, a quien comparaba con Charles Chaplin y Buster Keaton, se trata, señalemos la maestría de Guardias y ladrones (1951), muy característica de Monicelli, escrita con su colaborador habitual Steno, y que describe la persecución implacable de un policía (Aldo Fabrizi) a un ladrón de poca monta (Totò). Sobresale el plano final, en que el policía se resiste a llevar al ladrón a la comisaría, de modo que se intercambian los papeles, es éste el que debe arrastrar al otro.
Una ácida mirada a los celos, la hipocresía y la infidelidad en el matrimonio configura Los infieles (1953). En Un eroe dei nostri tempi (1955) reincidiría en su disección de cierta mediocridad de la clase burguesa. De todos modos, Monicelli podía ser un romántico, eso sí, con los rasgos de un Billy Wilder, de hecho en Donatella (1956) recuerda sobremanera a Sabrina.
Seguramente el título más popular de Monicelli es Rufufú (1958), una de ladrones de medio pelo, luego mil veces imitada, donde junto a gags de comedia no dejan de pintarse las miserias propias de la condición humana. Y quizá una de las grandes críticas a los males que acarrean los conflictos bélicos sea la que entregó en La gran guerra (1959), donde un par de pícaros están exentos de cualquier motivación idealista, lo suyo es buscar la supervivencia y pasar la vida lo mejor posible sin pensar en los demás. El libreto lo firman, además de Monicelli, otros importantes colaboradores del director como Agenore Incrocci y Furio Scarpelli. La película se llevaría el León de Oro en Venecia con toda justicia, y fue candidata al Oscar al mejor título extranjero. Otras nominaciones a la estatuilla dorada las tuvo el cineasta por el guión de Camaradas y Casanova 70, y por película extranjera –Rufufú y La ragazza con pistola (1968)–.
Hacer la lista de los actores con que trabajó Monicelli equivale a hacer una lista de grandísimos actores italianos: aparte de los ya mencionados Totò y Aldo Fabrizi, tuvo a sus órdenes a Marcello Mastroianni, Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Gina Lollobrigida, Silvana Mangano, Claudia Cardinale, Sophia Loren, Vittorio de Sica, Monica Vitti...
Sin duda la década de los 50 fue la mejor de Monicelli. Cuando arrancan los 60, se imponen la crítica social y los experimentos. En Camaradas (1963) describe las vicisitudes de unos huelguistas. Y satiriza la Edad Media en algo cercano al esperpento en La armada Brancaleone (1966), que contará con su secuela. A partir de este momento, como le ocurre a otros coetáneos, Monicelli se sumerge en el desconcierto; el tipo de películas que hacía ya no interesan tanto –véase Mortadella (1971), comedia inferior a otras suyas–, y sus nuevas propuestas, como la crítica a las dictaduras militares de ¡Queremos a los coroneles! (1973) son irregulares y han envejecido mal. No obstante hay que reconocerle la audacia de abordar nuevos temas, como los efectos de la revolución sexual del 68 y la desintegración familiar en Querido Michele (1976).
Habitación para cuatro (1975) y sus secuelas trataría de mantener el espíritu picaresco de antaño, y funcionaron bien entre el público popular. Monicelli se mantendría activo en los 80 y los 90, e incluso rodaría con el nuevo milenio, pero sus títulos ya no tendrían la fuerza y frescura de los viejos tiempos. Incluso haría de actor ocasionalmente, por ejemplo en Bajo el sol de Toscana (2003), rodada en su tierra natal.
El suicidio de Monicelli, que tenía tres hijos y pasó por dos matrimonios, ha supuesta una auténtica conmoción en el mundo del cine. Curiosamente, su padre también se quitó la vida después de la guerra. Al tema de las relaciones paternofiliales, que le resultaba tan querido –siempre dijo entender la última decisión de su padre–, dedicó una notable película, Padres e hijos (1957).
Premios
Nominado a 1 premio
- Película en lengua extranjera ¡Que viva Italia!
Nominado a 1 premio
- Película en lengua extranjera La ragazza con pistola
Nominado a 1 premio
- Guión original Casanova '70
Nominado a 1 premio
- Película en lengua extranjera La gran guerra
Ganador de 1 premio
- León de Oro La gran guerra
Ganador de 1 premio
- Oso de Plata al Mejor Director El Marqués de Grillo
Ganador de 1 premio
- Oso de Plata al Mejor Director Querido Michele
Ganador de 1 premio
- Oso de Plata al Mejor Director Padres e hijos