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María Casares, el emblema republicano

La actriz gallega visitó Argentina en  1957 en un viaje que la conectó con su identidad gallega mientras se transformaba, para los exiliados, en el símbolo de la resistencia en el exilio.

21/11/22 María Casares, en 1957 en Buenos Aires en un homenaje de la Asociación Galega de Universitarios, Escritores e Artistas (AGUEA).
María Casares, en 1957 en Buenos Aires en un homenaje de la Asociación Galega de Universitarios, Escritores e Artistas (AGUEA). Fundación Luis Seoane

Audio primero. Es el año 1989. Emisión Gente nuestra, de la TVG. Calidad del sonido: buena. La voz clara dice en un castellano condicionado, por momentos, por la arquitectura del francés: "Cuando marchamos al exilio, no pensé en una cosa triste ni grave ni terrible. Pensé en una aventura. El exilio que me dolió más fue el que me llevó de Galicia a Madrid. Fue mi primer exilio a los ocho años y lo sentí inmediatamente. El otro exilio, el mayor, el que me llevó del otro lado de los Pirineos, no comencé a sentirlo sino muchos años después, en un cierto momento en el que tuve la impresión de que quería encontrar de nuevo mis raíces".

Las raíces no siempre están donde deberían. Por veces, no es en la tierra madre donde se hallan, sino en otras donde terminan por clavarse en el suelo sin esperarlo. La actriz María Casares, de cuyo nacimiento se cumplieron cien años el pasado lunes, llegó a América Latina en la segunda mitad del año 1957 en una gira de dos meses. A lo largo de esas semanas, en su fecunda correspondencia con su compañero sentimental, el escritor francés Albert Camus, comparte la intimidad de su paso triunfante por Brasil ("Adoré este país con un sentimiento mutuo. Me voy con el remordimiento de no haberlo conocido mejor", apunta desde el Hotel Jaragua de Santos) y por Montevideo ("Desde que debuté, es una locura: ¡Ah! ¡Ellos me aman! Estoy feliz, aunque agotada", escribe en una postal desde el puerto de la capital uruguaya).

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María Casares homenajeada en el centro Republicano Español en una de sus visitas a Buenos Aires. Archives Maria Casarès-Imec

Las actividades de la colectividad gallega en el Uruguay le dan la pista de lo que puede esperar en la otra orilla del Río de la Plata. En una carta de 28 de septiembre anticipa: "Me voy de Montevideo ahora. Escribiré desde Buenos Aires si los cien mil gallegos que me esperan ahí, los españoles y los argentinos no me cogen por el regazo". Hay algo de simpatía y otro tanto de sarcasmo en ese fanatismo que la intérprete fue descubriendo desde que desembarcó en primavera austral. Pero la cogerían del regazo, claro. Y ella se dejaría, aunque al escribir esa postal no lo podía saber.

Para la segunda mitad de los años 50 la esperanza había desaparecido de la mirada de los exiliados republicanos en Argentina. Si en los primeros tiempos buscaban en la prensa y en las tertulias del Café Tortoni de la Avenida de Mayo las pistas de una derrota de los golpistas en la guerra iniciada en 1936, hacía años que habían perdido aquellos sueños, y también los que anunciaban que la derrota del fascismo europeo en 1945 implicaría necesariamente la caída de Francisco Franco en España. Nada de eso había ocurrido. El tirano seguía en Madrid y ellos, los expatriados, no tenían cómo ni a dónde regresar. Todo eran decepciones.

 Casares llegó a América en 1957: hay algo de simpatía y de sarcasmo en el fanatismo que fue descubriendo 

En ese contexto, la visita de María Casares se transformó, aun antes de que ella posara un pie en el territorio argentino, en un nuevo despertar de aquellas ilusiones. No tanto por lo que pudiera cambiar en el contexto internacional y español de aquellos años, sino por lo que aún era posible soñar. Si no era para ellos y ellas, la República sería entonces una utopía para los que vendrían luego, y la hija de Santiago Casares Quiroga, ministro y presidente del gobierno de España antes de la guerra, llegaba al sur del sur del mundo para alumbrar esa aspiración. No era a actriz a la que esperaban. Era a la hija de Casares Quiroga que no había vuelto nunca a la España de Franco. Era al emblema republicano, la involuntaria delegada de un proyecto político soñado y perdido.

Audio segundo. Es el año 1957. Centro Lucense. Calidad del sonido: buena. María Casares recita a Manuel Curros Enríquez. "Como recordo aquelas noites claras / en que ó fulgor da prateada lúa / me arrolabas o sono, dos teus cantos / coa doce música!". "¡Cómo recuerdo aquellas noches claras / en que al fulgor de la plateada luna / me acunabas el sueño, de tus cantos / con la dulce música!».

Sabela Hermida Mondelo es actriz y doctora en Artes Escénicas, y está del otro lado del Atlántico cuando se escribe esta crónica en Buenos Aires. Para su tesis de doctorado en la Universidad Rey Juan Carlos, titulada Desarrollo artístico de María Casares dentro del marco existencialista francés, Hermida Mondelo averiguó, entre otros aspectos de la carrera profesional de la intérprete gallega, sus visitas a América Latina. Sobre aquella experiencia, apunta: "Fue muy importante porque, según ella misma declaró, fue la primera vez que sentía que se reencontraba con la familia, acontecimiento además que potencia exponencialmente esa galleguidad de la que siempre hizo bandera. Además, fue muy emocionante porque de nuevo estaba dignificando la memoria de su padre y de sus valores republicanos, ya que estos galeguistas exiliados no sólo veían en ella a esa gran dama del teatro francés que ya era, sino también que la acogieron como símbolo de la II República.

Aún no había debutado en el Teatro Colón de Buenos Aires con Tudor, de Victor Hugo –del repertorio de esa primera gira con el Théâtre National Populaire (una compañía pública con fuerte compromiso social)– y María Casares no daba abasto. La reclamaban los gallegos de la colectividad, los españoles no gallegos (una diferencia invisible para los argentinos que usan el gentilicio de Galicia para cualquier nacido en la península Ibérica) e incluso la intelectualidad local, como la influyente escritora Victoria Ocampo, amiga de Jorge Luis Borges y directora de la mítica revista cultural Sur, quien le había pedido cita.

La propia actriz narra su ocupada agenda a Camus en unas letras apuntadas aprisa el 3 de octubre: "Mi estancia es aún más activa que la de Montevideo. Aún no he empezado a actuar y tengo ya todos los días llenos de homenajes y citas. Estoy preparando una participación en la televisión, un disco y cinco discursos para cinco banquetes en mi honor. Veo, miro, simpatizo, comparto, indago, me apiado, me emociono, me rebelo, me compadezco; todo bajo un calor húmedo insoportable". Para Sabela Hermida Mondelo, de todos los reconocimientos y elogios "hubo dos de especial emoción para ella: cuando todos sus compatriotas exiliados hicieron que saliera a saludar más de quince veces sucesivas tras el espectáculo que protagonizaba en el Teatro Colón. Y, en esta misma estadía, cuando fue invitada al programa Galicia Emigrante y recitó con desbordamiento emocional el poema Saúdo, de Curros Enríquez, que la conectaba directamente con su infancia idealizada en A Coruña natal y su paraíso de Bastiagueiro".

21/11/22 María Casares concede una entrevista a Víctor Luis Molinari y Luis Seoane para 'Galicia emigrante'.
María Casares concede una entrevista a Víctor Luis Molinari y Luis Seoane para "Galicia Emigrante". FFundación Luis Seoane.

En la biografía que le dedicó –titulada La única. María Casares–, la escritora y traductora francesa Anne Plantagenet reconstruye esa interminable ovación luego del estreno de Tudor: "El telón no para de levantarse una y otra vez, y ella, ahora sola en las tablas, minúscula figura delante de la sala mítica en pie, delirante, tres mil espectadores que abanean sus pañuelos blancos y gritan su nombre separando las sílabas".

En esa primera gira, Casares y sus compañeros del Théâtre National Populaire se presentan en los dos teatros más importantes de la capital argentina: el Cervantes y el Colón, apenas separados por cien metros en el centro de la ciudad. La experiencia es reveladora. "No sé si lloro de cansancio o de emoción, pero no dejo de llorar. Puede que nunca encuentre una acogida tan triunfal –y eso no es nada– y sobre todo tanta ternura, tanto cariño. No puedes imaginar lo que fue", escribe a Camus poco antes de salir hacia Chile y con una caligrafía muy mala.

"Estoy preparando una participación en la televisión, un disco y cinco discursos para cinco banquetes en mi honor"

Ya en Santiago añade estos recuerdos: "Dios mío, qué existencia! Hubo dos momentos en los que pensé que algo me explotaba en cabeza, que la locura se apoderaba de mí, y ya me veía, agobiada, corriendo por las calles de Buenos Aires, disfrazada de bandera, llevada a pulso como el símbolo de la España emigrante, como la estrella de Galicia, como la mensajera de la unión franco-hispana, como el faro del genio latino, como la encarnación viva de la dignidad y la fidelidad, como el banderín de la Nueva España, de la Nueva Generación, de la Libertad Exiliada de este mundo! ¡Y no sólo los españoles, y no sólo los gallegos, también los argentinos se sumaron! No me quejo. Me llevo recuerdos inolvidables que no esperaba".

En Buenos Aires, las figuras más importantes de la colectividad gallega se entrevistan con María Casares, la celebran con honores de presidente extranjero y le piden discursos y fotografías: Luis Seoane, Eduardo Blanco Amor, Rafael Dieste o el actor Fernando Iglesias Tacholas, están entre ellos. De todos aquellos encuentros, María Lopo destaca en su libro El tiempo de las mareas uno en el que la actriz cifra sus inicios profesionales en una clave gallega. Lo hace en una conversación que mantiene, en 1957, con Víctor Molinari y Luis Seoane en Buenos Aires, donde le preguntan por su debut: "(Fue) con Deirdre, la de los tristes pesares. Caso curioso. La obra, por lógica racial, tiene profundas concomitancias gallegas. Su lirismo, su melancolía envolvente, su paisaje anímico y la presencia del mar que no se sabe de dónde viene, pero que nos humedece de ternura".

21/11/22 Redactando el saludo a la colectividad gallega, que fue publicado en el nº 31 de la revista 'Galicia emigrante'.
Redactando el saludo a la colectividad gallega, que fue publicado en el nº 31 de la revista "Galicia Emigrante". Fundación Luis Seoane

El testimonio se alinea con los artículos que el propio Seoane fue publicando en Galicia Emigrante a favor de la carrera y de la visita de la actriz a la Argentina, en los que insiste en las "trazas evidentes de su celtismo, la magia de su arte, su belleza 'céltica' y unos ojos verdes que llevan por el mundo el color del paisaje de su tierra". En esa línea, María Casares expone su galleguidad en otro momento inolvidable: cuando, invitada en el auditorio del Centro Lucense de Buenos Aires, recita el poema Aires da niña terra, de Curros Enríquez, que la emociona profundamente. Un artículo guarda la memoria de aquel episodio que fue registrado en audio. Puede que lo escribiera el propio Seoane:

"Se recogió y se grabó su voz en el auditorium del Centro Lucense de Buenos Aires. Rodeaban su fina, menuda y nerviosa figura un grupo de hombres además de los que hacemos la audición. En sus ágiles manos el libro de las obras de Curros que abrió por Saúdo. Con voz fuerte, lenta, con puro acento gallego, comenzó la lectura. Poco después, su voz se quebraba y los ojos, los ojos claros de María Casares, se llenaban de lágrimas. Era el homenaje de María Casares a su ciudad, a Galicia".

Días más tarde, la grabación es difundida por una de las audiciones gallegas de la Radio Libertad y Virxinia Pereira, viuda de Castelao, le escribe unas letras a la actriz el 6 de marzo del año 1958 para contarle sobre la emoción de aquel poema "que, recitado magistralmente por ti, fue escuchado por todos con dvoción [sic]"y apasionado sentimiento patriótico. Bravo, Maruxa. Esa es la forma".

"Su voz se quebraba y los ojos se llenaban de lágrimas. Era a homenaje de María Casares a su ciudad, a Galicia"

Audio tercero. Es el año 1981. Emisión A fondo, de la TVE. Calidad del sonido: buena. María Casares fuma mientras responde a las preguntas de Joaquín Soler Serrano y en este momento está contando una crisis personal e identitaria que atravesó en los años 60: "Empecé a sentir verdaderamente que algo no funcionaba y sentía además una necesidad profunda de encontrar mis raíces. En ese tiempo, me propusieron que fuera a la Argentina para trabajar en español (yo ya había sido antes con el Teatro Nacional Popular en francés) y acepté en seguida. Y fue en la Argentina que encontré por vez primera la familia. Fue de esta manera extraña y además los argentinos siempre se portaron conmigo de una manera extraordinaria".

"Casares era gallega antes que española. Siempre siguió siendo gallega". Desde Francia y mientras pelea contra la covid, la biógrafa de la actriz Anne Plantagenet apunta para esta crónica esta definición. Y hace un análisis del vínculo con los idiomas en los que era nativa (el castellano y el gallego) más el francés, que aprendió con la devoción de una superviviente. Porque el castellano volvió a su vida profesional precisamente en la Argentina y de la mano de la directora Margarita Xirgu (de 75 años entonces) con la pieza Yerma, de Federico García Lorca. Difícil imaginar un tridente más poderoso en aquel año 1963 (y aun hoy en día).

21711/22 Casares, en el homenaje de AGUEA en Buenos Aires en 1957.
Casares, en el homenaje de AGUEA en Buenos Aires en 1957. Imec Archives

Con todo, la experiencia no es satisfactoria para la actriz. Sube al escenario escoltada por el actor Alfredo Alcón, que tenía entonces 33 años y que se transformaría en el más importante intérprete de teatro del país. También forman parte otros notables del teatro argentino: Thelma Biral, Eva Franco, Olieras Dumont y José María Vilches. El estreno va a ser el 29 de mayo en la tercera sala más importante de la ciudad: el Teatro Municipal General San Martín. Pero la pieza tiene algo especial: Casares va a actuar por primera vez en castellano. Sabela Hermida Mondelo reconstruye para esta crónica aquella experiencia de la que quedan tres intensos vídeos en la plataforma Youtube:

"Aunque es cierto que para una actriz cambiar el registro lingüístico tiene ciertas complicaciones, para ella el castellano, además de ser una de sus lenguas madres, seguía siendo lengua próxima. Por lo que pienso que si la experiencia no fue de todo satisfactoria residía más bien en ese 'cierto alejamiento' de Margarita Xirgu del que habla, ya muy cansada por la dureza de su periplo existencial y también por la propia edad ya avanzada".

Anne Plantagenet: "Casares era gallega antes que española. Siempre siguió siendo gallega"

La especialista considera que Casares había creado unas expectativas altísimas en su imaginario sobre este encuentro y sobre una pieza de Lorca: "Llevaba muchísimos años ansiando trabajar y reencontrarse con la Xirgu, admirado referente que había tenido la ocasión de conocer en lo personal, y disfrutarla en lo artístico, en la época de la II República", puntualiza Hermida Mondelo. De manera que añade que, aunque no fue ni el personaje ni el montaje más destacados en su carrera, para ella fue muy significativa afectivamente y la admiración por Margarita no mermó. "El montaje se recibió con total expectación, no era para menos, ya que ésta su Yerma unía a dos damas del teatro español del exilio", añade.

Delante del vídeo que guardia memoria de aquella Yerma, Plantagenet se detiene en la música de las lenguas: "Resulta conmovedor y significativo el fortísimo acento gallego de Casares cuando habla castellano. Es una locura total escuchar el andaluz de Lorca hablado en gallego", escribe desde un estudio de artista en el barrio de Pigalle en París hacia Buenos Aires. La interpretación de la actriz en la capital argentina es exaltada y también criticada. Precisamente, reparan en los "fallos" de su idioma. De nuevo. Como cuando había llegado a Francia. Pero Plantagenet tiene algo que decir sobre eso: "Los críticos tontos y desagradables hablaron de un 'acento español sobrante', pero no es eso: María Casares no tiene acento español en francés y habla francés mucho mejor que cualquiera de nosotros. Lo que canta en su francés es Galicia. Lo comprendí porque tuve la suerte de ser invitada allí en varias ocasiones. Es Galicia, el acento gallego, la melodía gallega, su tierra natal, la que resuena en su voz, porque siempre la llevó dentro".

Audio cuarto. Es el año 1963. Radio Universidad Nacional de La Plata. La periodista Ana María Riso entrevista a María Casares en Buenos Aires. Calidad del soido: mala. El ruido de la ciudad se mete entre las mujeres que hablan. María Casares dice sobre Yerma: "Para mí es uno de los primeros ensayos de esta época en la búsqueda de la tragedia moderna y eso me parece lo más importante". Un año más tarde, cuando aún se mantiene el éxito de Yerma, María Casares vuelve a Buenos Aires. En esta ocasión, va a encarnar el personaje de Mari Gaila en Divinas palabras, de Ramón del Valle-Inclán, con la puesta en escena de Jorge Lavelli en el Teatro Coliseo. La sorpresa y el encantamiento van quedando atrás y, aunque el público no la deja de acompañar, los periodistas se permiten algunas críticas. Si en sus primeros tiempos en Francia el problema era la huella del español en su habla, ahora le reprochan los ecos del francés en su castellano. Además, el propio Luis Seoane tiene algo que decir sobre la nueva pieza:

"Destacamos desde luego, fijémoslo en las primeras líneas, la calidad de María Casares, ademán, voz, al servicio de este drama, sórdido, con una grandeza, en la ligereza del carácter del personaje, que subyugaría a Valle-Inclán… Si algo caracteriza el teatro de Valle-Inclán es su tremendo realismo, con la deformación caricaturesca que él definió para los esperpentos, que se anuncian en Divinas palabras, a lo que nada añade la puesta en escena de esta obra, todo ese ornamento bizantino que se erguía gratuitamente sobre el escenario, distrayendo a los espectadores del juego de caracteres de los personajes", publica.

21/11/22 Casares, en el homenaje de AGUEA en Buenos Aires en 1957.
Casares, en el homenaje de AGUEA en Buenos Aires en 1957. Imec-Archives

¿Cuánto de esto queda hoy? Ya no hay casi testigos vivos de aquellas presentaciones. Solo un manojo de vídeos en Internet y la documentación que rápidamente se fue a Galicia. Son esas imágenes las que analizó Sabela Hermida antes de responder la última pregunta.

¿Qué características son aún actuales en el estilo dramatúrgico de María Casares y que podrían ser inspiración para las actrices del siglo XXI?

"Hay muchas cosas en la concepción del arte dramático y de su posición como intérprete que jamás caducarán. Entre ellas, la noción de equipo (aprendida en el Instituto Escuela), donde cada uno de los elementos escénicos y de las personas que conforman un proyecto teatral (desde técnicos a actores) son igual de importantes. Sólo así se produce el verdadero fenómeno teatral. También esa concepción de unidad entre la vida y el teatro, en la que es imprescindible vivir intensamente las cosas, tanto las buenas como las malas, para llegar a la verdad escénica. A nivel humanista, destaco además esa defensa a muerte de que un intérprete, para ser bueno en escena, también debe ser un buen intérprete en la vida, para con la realidad que nos toca vivir y para con la humanidad.

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