Críticas de Madres e hijas (2009) - FilmAffinity
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Madres e hijas

Drama Presionada por su madre, Karen, una adolescente, dio en adopción a su hija. Después de 37 años, Karen (Annette Bening) sigue lamentando la pérdida de su hija, pero encuentra a un hombre que está dispuesto a darle una familia y a aportar un poco de alegría a su vida. Por otra parte, están Elizabeth (Naomi Watts), una mujer adulta que tiene problemas que resolver, y Lucy (Kerry Washington) una mujer negra que quiere adoptar a un niño. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 49
Críticas ordenadas por utilidad
5 de julio de 2010
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una bonita película que trata sobre la soledad y las mujeres. La soledad impuesta por las circunstancias y la soledad buscada. Annette está estupenda en el papel de mujer amargada a la que se brinda una segunda oportunidad en la vida de ser feliz. Naomi, maravillosa, en el papel de mujer económica y sexualmente independiente. Y Kerry, perfecta, en su papel de mujer que no puede tener hijos y busca desesperada un bebé sin saber bien dónde se mete y las consecuencias. Los hombres, cincuentones y tripudos, y representando al bueno, al feo y al malo, son reales como la vida misma.
Aunque a veces decae un poco el ritmo, en conjunto la película es muy recomendable y entretenida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tequeca
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17 de octubre de 2010
14 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es una reflexión sobre la maternidad o, para ser más exactos, sobre la maternidad frustrada.

La maternidad es el milagro de la continuidad de la vida en otras vidas. No se trata sólo de la perpetuación de la especie —la única compensación a la muerte— sino que uno no muere mientras no se le olvida y ése es uno de los motivos —quizás subconsciente muchas veces— por los que la procreación ha tenido tanto éxito. La maternidad da lugar, en conjunto, a la relación más poderosa que pueda existir entre dos personas, aunque sea desequilibrada. Paradójicamente, la maternidad, que se comparte con otras especies y sobre todo con los otros mamíferos, es el mecanismo humanizador por antonomasia.

De las once relaciones entre madres e hijas que se pueden inventariar en la película, ya sean biológicas —naturales—, ortopédicas —adoptivas— o vicarias —por persona interpuesta—, en la que no incluyo la simbólica —metafórica— de la monja con sus peticionarias, las que corresponden a las tres protagonistas —excelentes interpretaciones— están presididas por la frustración. Las tres sienten de una forma u otra la frustración de la maternidad: la de Karen-Bening por experimentar la sensación de haber sido víctima de una sustracción y separación; la de Elizabeth-Watts por no poder llegar a disfrutar de la maternidad cuando ya la acariciaba y la de Lucy-Washington por ser incapaz fisiológicamente de tener hijos pese a desearlos con intensidad.

Echo de menos la maternidad conseguida mediante la fecundación "in vitro". La Iglesia o las Iglesias —porque hay algo que las iguala en este tema— se han pasado la vida condenando el sexo sin reproducción, obligando a que el sexo no excluyese la reproducción, a que la reproducción y el sexo formasen parte del mismo paquete, y es la Ciencia la que ha dado carta de naturaleza a la disociación entre sexo y reproducción al lograr la reproducción sin sexo.

Queda luego de la maternidad frustrada, de la maternidad buscada y no lograda, la carencia que remite a la soledad. La soledad, otro de los temas de la película en sus dos grandes categorías: la soledad como opción y la soledad como obligación; la soledad en que uno se prefiere o la soledad en que uno se tiene que soportar.

La cinta no es redonda por el afán de Rodrigo García en hacerla redonda (o enrollada), por su obsesión en cerrar el círculo recorriendo los 360º: demasiadas casualidades, giros inesperados, conversiones psicológicas aceleradas y situaciones forzadas para lograr el desenlace querido.
Martes Carnaval
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10 de agosto de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer vi por segunda vez 'Madres e Hijas', esta vez con la mujer que me trajo a este mundo: Mi Madre. Estaba deseando verla con ella desde que la vi la primera vez.

'Madres e Hijas' es un maravilloso y fiel retrato de pinceladas de lo que es una relación madre-hija. No hay mayor comprensión ni vínculo que el que ellas nos ofrecen. Esas personas que te llevan en su cuerpo 9 meses, que saben si estás triste o no, que te explican y consuelan cuando te viene tu primera regla, que te animan a cambiar para mejorar, y que lo dan todo incondicionalmente, a cambio quizá de un abrazo o un beso.

Annette Bening, como siempre espléndida, es para mí la voz de este film. Impresiona su transformación, la Karen del final del film no es la Karen del principio. Ella representa lo importante que es abrirse y estar en paz con uno mismo. Tampoco hay que olvidar el papel de Naomi Watts, que personalmente me recuerda mucho (físicamente y en su forma de interpretar) a Nicole Kidman. Ella también evoluciona y aprende a perdonar y a pensar en los demás. Jimmy Smits hace un papel tiernísimo. Y, bueno, tampoco es cuestión de ponerme a enumerar el maravilloso trabajo de TODOS y cada uno de los actores. IMPRECABLES.

Por otro lado, la banda sonora es exquisita. De acuerdo, soy un poco 'friki' con las bandas sonoras, me encanta comprarlas y escucharlas. Es de los pocos CD's que me compro. Delicada, limpia, transmite lo que debe. Melancolía, pérdida, recuerdo...

Un BRAVO con mayúsculas para Rodrigo García, que ha conseguido llegar al corazón de muchas personas (hombres y mujeres).
Jess_bcn1983
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24 de septiembre de 2010
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodrigo García, hijo del célebre escritor Gabriel García Márquez, dirigía y escribía esta obra esbozada desde la producción ejecutiva por el (casi) siempre virtuoso cineasta de nombre Alejandro García Iñarritu. De un tema, tan delicado y sensible, tan emocionante y sentimental, tan plácido y pedregoso, tan triste y feliz, como es el de la maternidad y el mundo de las adopciones, extraía el susodicho autor una historia coral que recorría distintos pasajes de la vida de una serie, como bien dice el título del film, de madres e hijas.

Las angustias y agonías, los pesares y tormentos, de tal tema, son retratados de una creíble manera a través de tres mujeres distintas. Dos de ellas, diría yo, son las que portan el peso principal de la película. Hablo de Karen y Nora, interpretadas excepcionalmente por Annette Bening y Naomi Watts (especialmente ésta última). Son mujeres a las que el acto de dar vida les marcó. Una por madre, la otra por hija. Ambas se volvieron frías y distantes, calculadoras y metódicas con sus sentimientos, sin perder, en ambas, el trasfondo de amargura, dolor y tristeza sobre el que se asentaba su existencia. La tercera mujer, Lucy, era interpretada por una desconocida para mí como era Kerry Washington. Su belleza y sensualidad eran enturbiadas por la imposibilidad natural de dar a luz, lanzándose a la búsqueda de un bebé mediante la vía de la adopción, sirviendo este personaje como modelo, más secundario, con el que recordar el proceso que atormentaría, de por vida, a nuestras protagonistas, a la vez que servía para cerrar el círculo de madres e hijas, adoptivas o no, que había marcado la pauta de este film.

‘Madres e hijas’ es una obra sentida y sincera, lanzada desde lo profundo del corazón. Se adentra por los recovecos de la maternidad, por una de sus vertientes más amargas como es la de la adopción. Es un fresco tan esperanzador como desesperanzador, tan frío como cálido. Ambas sensaciones uno las siente de verdad, y eso en este tipo de cinta, un dramón que no veas, es una virtud que no conviene desdeñar. Buena película.
The Motorcycle Boy
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25 de febrero de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película cuenta una gran historia, porque nos habla de nuestra propia naturaleza. Nos habla acerca del inmenso dolor que causa cosificar los cuerpos y contrariar los instintos más naturales y las emociones más primitivas, las que nacen de nuestra biología. Y ello por obedecer absurdas convenciones y una moral mercantilista impuesta.
Alguien tenía que denunciar el mercadeo infame que hay alrededor de la adopción, y esa idea falaz que se nos intenta inculcar de que los niños son un bien más de consumo, susceptibles de ser comprados, vendidos o regalados, como el coche o la tele de plasma. Rodrigo García se lanza a hablarnos de algo tan atávico como los lazos de sangre y la conexión animal entre madre e hijo, y resulta que le sale una película tan moderna como necesaria en este mundo de mercaderes. El director pone el dedo en la llaga cuando nos presenta un caso de adopción necesario (la madre del bebé ha muerto en el parto y no tiene ni un solo familiar que se haga cargo de él) y la adopción innecesaria, esa que llevan a cabo mujeres acomodadas a las que les falta el niño para completar el kit de la familia feliz.
Muy recomendable y muy ilustrativa. Para hacernos reflexionar por qué esas mujeres a las que robaron a sus hijos en los hospitales en los años cincuenta y les dijeron que habían nacido muertos, siguen pensando en ellos y buscándolos seis décadas después.
gatocojo
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