Lugares

Un recorrido por la casa de la infancia de CHRISTIAN DIOR

Dior es París, pero en Normandía descansa una casa que fue primordial para el icónico modisto. Recorremos los interiores de la casa de infancia de Christian Dior con las descripciones que él mismo dejó reflejadas en su biografía.
© Alamy

Christian Dior y París son dos caminantes que van de la mano. Sin embargo, a pesar de la influencia que tuvo la capital francesa en el icónico modisto, hay una segunda referencia en su vida igual de importante: su casa de la infancia. Dior nació el 21 de enero de 1905 en Granville, Normandía, en el seno de una rica familia burguesa que se mudó a París cuando Christian tenía cinco años. Fue la mansión Les Rhumbs, colocada en la cima de un acantilado y rodeada por una hectárea de jardín de creta, en donde el modisto pasó sus primeros años. A pesar de recordar esta villa erigida por Monsieur Beust en su biografía "como todos los edificios anglo-normandos de finales del siglo pasado, la casa de mi infancia era horrible", "mi vida, mi estilo, se lo deben casi todo a su ubicación y su arquitectura".

"La casa de la infancia estaba enlucida con un rosa muy suave, mezclado con grava gris, y estos dos colores se han mantenido en la alta costura como mis tonos favoritos" recuerda el modisto. Sin embargo, no solo los colores sirvieron de inspiración. El cuidadoso jardín en el que su madre puso tanto empeño o la situación en aislamiento a la que se acostumbró a crecer el artista, serían ejes vitales del devenir de su historia.

Contra viento y marea

Cuando Madeleine Dior descubre esta coqueta casa solariega rodeada de tranquilidad en la costa normanda, hará todo lo posible por convencer a su marido. Recuerda el genio de la moda que "mis padres, recién casados, la compraron uno o dos años después de mi nacimiento". Ubicada a un kilómetro de la localidad de Granville, enfrentándose a la intemperie del acantilado, el hogar de la familia Dior fue escogido por la cercanía al lugar del trabajo del padre, que tenía "fábricas de fertilizantes y químicos fundadas en 1832 por un bisabuelo que fue uno de los primeros en tener la idea de importar el guano de Chile a Europa".

© Christian Dior Museum

Esta casa "estaba expuesta a toda la agitación atmosférica, al igual que mi vida, que no estaba en calma. Ni los muros que rodeaban el jardín, ni las precauciones que rodearon mi infancia, fueron suficientes para protegernos de todas las tormentas", recuerda Dior, cuyos primeros años "fueron los de un niño muy sabio, muy bien educado, supervisado por fräulein; es decir, completamente incapaz de arreglárselas en la vida". Pero antes de que la desgracia llegase a la familia Dior, que con el Crack de 1929 entraría en bancarrota y vería como su amada propiedad era convertida en un jardín público, fue éste un refugio perfecto en el que crecer. "Granville, como todas las playas de moda de Normandía, vio una multitud de clientes leales y estables. Clases de baile para jóvenes, el casino con sus caballitos, las fiestas de las flores... se aseguraron de que un público parisino llegara al mar con sus baúles, sus niños y sus sirvientes. Pero durante los otros nueve meses, aislados en nuestra propiedad como en una isla, lejos de la ciudad comercial, casi no vimos a nadie. Este aislamiento se adaptaba a mis gustos".

Pasar horas leyendo y memorizando el nombre de plantas y flores, pues "habiendo heredado la pasión por las flores de mi madre, disfruté especialmente de la compañía de plantas y jardineros", escuchando en la lavandería a las mujeres cantar L'hirondelle du Faubourg, contemplando el rosetón del techo de su habitación "de donde colgaba una lámpara de vidrio multicolor" o escrutando las innumerables sutilezas de las puertas con techos de pagodas de bambú y paja constituyen los mejores recuerdos de esa infancia aislada, protegida. Pero que también le marcaría un estilo propio.

Imagen de la villa en 1930

© Christian Dior Museum

Interiores inspiradores

"Cualquier cosa brillante, ornamentada, florida, ligera, fue suficiente para distraerme durante horas". Especial mención en sus distracciones merecen los grandes paneles pintados con estampados japoneses que adornaban hasta el techo la gran escalera de entrada de la casa. "Estos Outamaro y Hokusai componían mi Capilla Sixtina. Puedo verme mirándolos durante horas, un dedo tímido rozando las perlas de una persiana encaramado en algún exótico taburete de cuero quemado en madera. ¿Cuántos golpes tuve cuando me derrumbé de estos supuestos asientos, hechos para todo menos para estar sentado? De estas largas contemplaciones, he conservado un tenaz gusto por lo japonés. Mi gusto por los objetos de época no me impide seguir adorando estas sedas bordadas con fantásticas flores y pájaros y utilizarlas para mis colecciones".

Una decoración magistralmente estudiada daría lugar a un salón estilo Luis XV, "ensalzado por el modernismo donde lo verdadero y lo falso se mezclaban deliciosamente". Objeto de deleite para un joven Dior eran "los escaparates en barniz dorado de Martin", reimaginados para sus tiendas años después. "Detrás de las ventanas se apiñaban marqueses y pastoras, con faldas adornadas con rosas y encajes, cristalería abigarrada de Venecia, cajas de dulces de todo tipo, ¡y abanicos de prestigio! Los jarrones de la chimenea estaban llenos de penachos de gynerium (esos "plumeros" que todavía amo)".

© Christian Dior Museum

La sala de estar, "más pequeña, más íntima, era de un Segundo Imperio heredado de unos abuelos y estaba decorada con papel moiré amarillo que tuve la suerte de encontrar para mi casa en París". Por su parte, "el comedor de Enrique II con sus vidrieras rojas y amarillas me asustó un poco, pero de todos modos me encantó. Encontré el escenario de mis Contes de Perrault. Leones y quimeras chocaban al azar en aparadores, y una dama muy bonita con traje renacentista sonreía en una vidriera".

Además de las habitaciones y de una sala de juegos que apenas utilizaba, la casa contaba con el despacho del padre Dior, un espacio que al joven modisto "llenó de un horror sobrecogedor" pero que "ocultaba un cartel renacentista de peltre con alabarderos que me parecían particularmente formidables y una máscara negra siempre dispuesta a devorarte". Tampoco faltaban los grabados de mosqueteros y un "sensacional teléfono del que nunca nos cansamos".

La familia Dior en su terraza

© Christian Dior Museum

El jardín: la joya de la Corona

Y aunque los interiores de la casa marcaron al artista de por vida, no menos atención requieren los exteriores. Durante dos años Madeleine Dior le dedicó su tiempo a esta casa, haciendo una renovación interior y exterior donde el jardín ocuparía un espacio primordial. Diseñado como un jardín inglés, toneladas de tierra serían transportadas a esta casa donde brillarían las plantas verdes, las favoritas de la madre de Dior. Tal fue la inspiración que este inmenso rincón de una hectárea provocó en el modisto, que no solo le llevó a lanzarse al mundo de la perfumería, sus mismos diseños reflejan lo que aprendió en esta parcela de tierra, como es el modelo tulipán o las faldas corola.

Espinos, heliotropos, wisterias, pinos, resedas y por supuesto, rosas, se sucedían junto a una pérgola blanca y mobiliario de 1900 que se convirtieron en el refugio perfecto donde madre e hijo pasaron horas disfrutando y aprendiendo el uno del otro. Especial mención tiene la rosaleda, erigida con un diseño típico de los años 30, y que se convertiría en la flor favorita del modisto. Hoy es posible visitar el que está considerado como uno de los jardines más bonitos de Normandía, pues desde 1997 la casa Les Rhumbs funciona como el museo Christian Dior, que lleva más de dos décadas ofreciendo exposiciones temporales, recursos gráficos de la etapa en que Dior vivió en Granville y, por supuesto, la posibilidad de recorrer el sendero que tanto marcó la vida del modisto. Dirección*. 1 rue d'Estouteville.

Imagen del jardín en la década de los treinta

© Christian Dior Museum

Concluimos esta nostalgia con esta declaración del modisto: "Fue esta vida provinciana apacible la que a los cinco años, habiendo decidido mis padres vivir en París, me fue arrebatada de repente. He conservado la nostalgia por las noches tormentosas, la niebla, el toque de muerte de los funerales y la llovizna normanda en medio de las cuales pasó mi infancia".

Las flores de su jardín pervivirían para siempre en los diseños de Dior.

©Laziz Hamani