Crítica: Syd Barrett - The Madcap Laughs | El Portal del METAL

Syd Barrett - The Madcap Laughs

Enviado por Garfunkel el Jue, 13/03/2014 - 14:03
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1. Terrapin
2. No Good Tryin'
3. Love You
4. No Man's Land
5. Dark Globe
6. Here I Go
7. Octopus
8. Golden Hair
9. Long Gone
10. She Took a Long Cold Look
11. Feel
12. If It's In You
13. Late Night

Yace aquí el Hidalgo fuerte
que a tanto extremo llegó [...]
Tuvo a todo el mundo en poco;
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.

Desde siempre, la locura ha sido un atributo despreciable y mal visto por la sociedad. Entendida siempre como una enfermedad o, en el mejor de los casos, como los delirios febriles de un pobre diablo. Sin embargo, en este mundo cambiante e incoherente, ¿quién es el que está loco y quién no lo está? ¿Hay algún parámetro aplicable a los locos? ¿O son invenciones de los también llamados 'cuerdos'? Sea como fuera, lo cierto es que la locura ha sido la compañera existencial de muchas notables personalidades. Y ninguna ha sido tan ejemplar y característica de la misma como el músico inglés Syd Barrett.

Miembro fundador de Pink Floyd, Barrett fue el flautista que lideró a sus compañeros hasta las puertas de un glorioso amanecer que, irónicamente, jamás llegó a presenciar. Él fue el máximo responsable de ésa peculiar obra titulada The Piper at the Gates of Dawn y de su sonido alucinógeno, que convertía la escucha de piezas como Astronomy Domine en una experiencia litúrgica, y otras como Bike, en desvaríos dementes de naturaleza perversa. Lo cierto y verdad es que dicho disco, a día de hoy, continúa siendo un paradigma en toda la carrera de los británicos.No son pocos los que afirman que, tras la salida de Barrett, Pink Floyd dejó de ser lo que era, pasando a convertise en un proyecto completamente distinto. Idolatrando así la figura del caído Barrett como un genio incomprendido y fuera de lugar, pero con una sensibilidad especial y una mente creativa como pocas pese a su demencia. Y aunque parte de estas afirmaciones puedan tener sentido, tampoco puede negarse que Syd Barrett, ya desde los inicios de la banda, era conocido por su comportamiento errático. Y sus devaneos con sustancias psicotrópicas no mejoraron la situación en modo alguno, por lo que el resto del grupo, en aras de un futuro estable, decidieron prescindir de él.

Una vez fuera de Pink Floyd, en abril de 1968, comenzaron las sesiones de grabación del que sería su primer disco en solitario. Sin embargo, las sesiones de grabación no estuvieron exentas de contratiempos y percances. Hasta su lanzamiento en enero de 1970, el álbum pasó por tres sesiones distintas de grabación con tres productores distintos: Peter Jenner, Malcolm Jones, y finalmente, sus ex-compañeros Gilmour y Waters. Cada una de ellas se vió severamente afectada por la deficiente salud mental de Barrett, lastrando así el proceso de grabación.

En pocas palabras, podemos decir que Barrett terminó acabando con la paciencia de cada uno de los involucrados en este proyecto. No sólo la comunicación entre el propio Syd y los productores - así como con la propia banda de sesión - era a menudo dificultosa, sino que además era habitual que Barrett olvidase por completo que estaba grabando un disco, teniendo que ser arrastrado al estudio por sus compañeros. Finalmente, The Madcap Laughs salió al mercado un 3 de enero de 1970, cosechando críticas favorables y unas ventas nada desdeñables. Como acto de promoción del mismo, Barrett realizó el único concierto tras su salida con Pink Floyd en la estación Kensington (Olympia) en el distrito londinense de homónimo nombre, donde, durante la interpretación de Octopus, Barrett dejó de tocar y se marchó del escenario.

Aunque carente por completo de la instrumentación y las atmósferas espaciales de su hermano mayor, 'Piper', The Madcap Laughs se presenta como un disco heredero de los planteamientos del debut floydiano, aunque más minimalista. Es un disco acústico y oscuro, donde todo el protagonismo recae en la infantil voz de Barrett y en su guitarra. Ambos son los vehículos para el despliegue de la poesía abstracta e imaginativa de Barrett, que dibuja mundos fantasiosos y creativas rimas sobre el amor. A título personal, el estilo libre pero fascinantemente efectivo de estas rimas me recuerda en sobremanera al desplegado por Captain Beefheart, aunque completamente alejado del carácter bizarro y experimental de este último.

Canciones como Terrapin son el ejemplo perfecto del carácter folk e intimista del disco. Canciones lentas y acústicas, de sonoridad deudora de ése carácter alegre y de inocencia infantil que poblaba muchos de los rincones de The Piper at the Gates of Dawn. Cada vez que escucho este disco tengo la sensación de que no sólo escucho las atrevidas composiciones de un individuo especial y dotado, como lo fue Syd Barrett, sino que también escucho un desesperado grito de ayuda hacia sus compañeros y hacia el resto del mundo. Algo dolorosamente evidente teniendo en cuenta las letras de canciones como Dark Globe, donde Syd recita, con toda la amargura posible: "Por favor, por favor, dame una mano, sólo soy una persona cuyos brazaletes baten contra sus manos, tendidos, ¿no me echarías de menos?"

Sin embargo, también hay ocasión para los arreglos más experimentales y rockeros en canciones como la estelar Octopus, siendo ésta una de las mejores canciones del disco y de toda la fugaz carrera de Syd Barrett. Jovial y alucinógena, es una canción que perfectamente podrían haber producido los Beatles más colgados del Sgt. Peppers, pues no desentona en absoluto con canciones como I Am the Walrus. Otra de las joyas, la pegadiza No Good Tryin' es un blues rock ácido fenomenal, distorsionado y de serpenteante hacer, heredero de la Hendrix Experience. En esencia, el disco son canciones cortas, de expresividad elocuente, psicodélicas, y frágiles, como el propio Barrett. Y aunque ciertamente el conjunto es sólido y muy disfrutable, sobretodo para los amantes de Barrett, lo cierto es que también se hace muy cuesta arriba, especialmente en su segunda mitad. Incluso muchas de estas canciones suenan como incompletas o necesitadas de un arreglo o dos que las compense, tal es el caso de If It's In You, donde puede escucharse claramente a Syd Barrett desafinar completamente mientras toca.

En muchas de estas canciones se evidencia la decadencia mental del desdichado Barrett, constituyendo así una canalización creativa de su poderosa imaginación, y a la vez, una llamada de auxilio de un 'loco', si cabe esa palabra. Precisamente, por ser Barrett dicho torrente innato de creatividad, es por eso que su sombra fue tan alargada que Pink Floyd jamás logró librarse del todo de ella. Pese a su ausencia, siempre fue el miembro en la sombra, aquel diamante loco que con su brillo inspiró las epopeyas de sus compañeros. Quizás por ello Syd Barrett encarnaba a la perfección el papel del misterioso hombre trajeado en llamas de Wish You Were Here. Pink Floyd y Barrett son ésos dos hombres en la portada, antaño amigos que se reencuentran y se reconocen, aunque cambiados, despertando nuevamente, con sus miradas, las extintas llamas del pasado que una vez brillaron con fuerza.

Por todo ello, The Madcap Laughs es un disco recomendado sólo para aquellos curiosos o seguidores de Syd Barrett que quieran escuchar lo que este músico hizo tras su salida de Floyd. Todos los demás, encontrarán un pasatiempo psicotrópico disfrutable y, repito, muy creativo y entretenido, pero de seguro no será del gusto de todos. Aunque irregular y soporífero por momentos - como una película de Woody Allen, vaya - es una muestra del potencial creativo de Syd Barrett, totalmente innegable.

Barrett volverá al estudio sólo una vez más, un año después, para entregarnos su elegía homónima. Después de la cual, desapareció completamente de la vida pública, siendo tragado por los oscuros y crueles abismos del olvido. Poco se supo de él hasta su milagrosa resurrección de 1975 donde, cuál Lázaro resucitado, provocó el sobrecogimiento y la incredulidad de sus otrora compañeros. Quizás, como le sucedía al ilustre hidalgo manchego, Syd Barrett se mantenía vivo gracias a su locura. Pero, igualmente, cuando las musas le abandonaron, y el monstruo de la realidad redujo sus mundos fantasiosos a las cenizas, Barrett terminó por marchitarse.

Syd Barret: Guitarra, voz, producción
Jerry Shirley: Batería
David Gilmour: Bajo, guitarra de doce cuerdas, batería ('Octopus'), producción
Willie Wilson: Bajo
Robert Wyatt: Batería ('Terrapin', 'No Good Tryin')
Hugh Hopper: Bajo ('Terrapin', 'No Good Tryin')
Mike Ratledge: Teclados ('Terrapin', 'No Good Tryin')

Sello
Harvest / Capitol