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Dirección: Isabel Coixet
Reparto: Sarah Polley, Amanda Plummer, Leonor Watling, Scott Speedman, Debbie Harry, María de Medeiros, Mark Ruffalo, Alfred Molina
Título en V.O: Mi vida sin mí
Nacionalidad: España, Canadá Año: 2003 Fecha de estreno: 07-03-2003 Duración: 100 Género: Drama Color o en B/N: Color Guión: Isabel Coixet Fotografía: Jean-Claude Larrieu Música: Alfonso Vilallonga
Sinopsis: Ann (Sarah Polley) tiene 23 años, un marido (Scott Speedman) que se pasa más tiempo en el paro que trabajando, dos hijas pequeñas, una madre (Deborah Harry) cuya vida le ha dejado un poso de pesimismo insoportable y un padre (Alfred Molina) en la cárcel. Vive en una caravana, trabaja limpiando un gimnasio... y le acaban de diagnosticar una enfermedad terminal. Pero su existencia está llena de luz, y se esfuerza para que la vida de los que la rodean brille y esté ordenada cuando ella desaparezca. Oda al amor y a la vida desde un punto de vista revelador: la muerte. El nuevo film de Isabel Coixet es una mayúscula lección de vida, con una Sarah Polley en estado de gracia.

Crítica

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¿Qué puede hacer un ser humano, digamos que una mujer, si a los 23 años, enamorada y madre de dos niñas pequeñas, con toda la vida por delante, le diagnostican un cáncer que la matará en pocos meses? Nada menos que ese es el punto de partida de la última película de Isabel Coixet, un trago amargo que se apura entre lágrimas vivificadoras, el testimonio de amor a la vida más impresionante que ha visto este curtido cronista en muchos años. Con pocos elementos, girando (como en la no menos admirable Cosas que nunca te dije) alrededor de objetos que actúan como monumental condensación de sentidos (¡ese caramelo de jengibre con el que se resume la escena más conmovedora de la película, justamente la del diagnóstico!) y con una sinceridad y una honestidad de artista que uno imagina siempre ligadas a la madurez, nunca a la joven edad de la barcelonesa, y que la llevan a no abusar jamás de los elementos dramáticos que convoca, Coixet cuenta la más dolorosa peripecia vital con un pudor y una inteligencia que la acercan a los clásicos.No hay en Mi vida sin mí ninguna trampa. Lo que emociona hasta las lágrimas, incluso más que la peripecia que se transmite, es la integridad con que Coixet nos convoca alrededor de sus criaturas, a las que ama sin desmayo, y hacia las que nos despierta intensos sentimientos de gratitud: respecto a las cuales, como ocurre con cualquier enamorado, nos hace sentir mejores personas, justas, solidarias, buenas. Tiene el film, por lo demás, el tono siempre exacto, el justo sentido del humor; y atesora, y es ese su mejor logro, una verdadera lección de vida, un itinerario de dulzura y herencia como tal vez solo una mujer, una dadora de vida, pueda contar así. Toda gloria es efímera y la memoria, lo sabemos, no tiene caminos de regreso; pero hoy y aquí es de justicia afirmar que estamos ante una de las películas más maduras, más hondamente prístinas, más rabiosamente humanas que pueda verse en estos tiempos de tribulación y derrota de la inteligencia.Para todo espectador que ame la vida. Lo mejor: su insobornable honradez. Lo peor: nada.