Lourdes (2019)

Potente documental de enorme valor antropológico y cultural, que plasma a través de personajes concretos, la experiencia de millones de personas que acuden anualmente a la gruta de Lourdes, donde se apareció la Virgen María a la joven Bernadette. Fue nominado al mejor documental en los César y en los premios Lumière.

Con encomiable honradez, y sin pretender condicionar al espectador, los directores Thierry Demaizière y Alban Teurlai simplemente atrapan, en imágenes de enorme belleza formal, lo que ven, ni más ni menos: gente que asiste piadosamente a las celebraciones litúrgicas, que reza, que pide ayuda, que alimenta su esperanza ante una realidad dura y dolorosa... Y necesitan la experiencia táctil, tocar la roca de la gruta, desgranar las cuentas de sus rosarios, bañarse en las aguas, con el deseo de que se obre el milagro, o al menos de encontrar consuelo y una razón para seguir esperando.

Parte de la habilidad de los cineastas es recoger un ramillete de historias de un modo impresionista, donde está muy presente su fe, sin necesidad de describir prolijamente cada caso, pero proporcionando toda la información para hacernos cargo de un amplio abanico de situaciones: el matrimonio con dos niños gravemente enfermos, en que solo uno puede viajar con el padre; el prostituto al que ayuda una congregación, y que querría cambiar de vida, aunque sabe que la Virgen le ama como es; el matrimonio anciano con un joven de cuarenta años con parálisis cerebral, que sabe que su misión es quererlo y cuidarlo; la niña que sufre bullying, y que acude con su padre; el tetrapléjico que debe expresarse con un sistema de letras, y que aunque no mejora, sabe que venir a Lourdes anualmente por supuesto que le ayuda...

Y también nos muestra, de modo muy humano y muy evangélico, el otro lado, con los voluntarios y las enfermeras, las religiosas y sacerdotes, que ayudan en todo lo que pueden. Se recoge con acierto, muy plásticamente, la delicadeza con que limpian a los enfermos que se ensucian y se hacen las necesidades encima, o que van a ser llevados a bañarse, un pudor que, como en un juego de espejos, se contagia a la cámara de los documentalistas, que también tratan así, como personas de enorme dignidad, a los protagonistas de su film.