Coachella, Blur y Peso Pluma: ni a quién darle gusto - Grupo Milenio
Política

Coachella, Blur y Peso Pluma: ni a quién darle gusto

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No es lo mismo los tres mosqueteros que veinte años después. Y justo eso vivió Blur en Coachella hace un par de fines de semana.

Todo empezó con una petición de Damon Albarn para invitar al público a cantar, ya que parecía no conectar o no conocer en lo absoluto los temas, y terminó con un airado reclamo al no lograr que los asistentes entraran en su sintonía. “No nos verán nunca”, dijo Albarn en tono de amenaza que muy probablemente sonó a premio para un público que lucía totalmente desmotivado por su presentación.

Lo anterior, como era de esperarse, suscitó fuertes polémicas en medios y redes. Para algunos resultaba inaudito que existiese una audiencia que no disfrutara de Blur, casi como si fuese deber patriótico, y lo cual lo endilgaban irremediablemente a la pérdida del buen gusto y capacidad de distinguir la buena música, cualquier cosa que ello implique. Y para reforzar sus afirmaciones comparaban el fracaso de Blur con la celebración mucho más entusiasta en el mismo escenario durante la presentación del cantante mexicano Peso Pluma.

Para los siempre confiables expertos en todos los temas, el hecho de que el público estuviera apático y desdeñara a Blur era una falta de respeto. ¿Desde cuando la comunicación con las expresiones artísticas es cuestión de valores? El gusto o afinidad, ¿es también cuestión de ética y no de estética?

Lo cierto es que las experiencias en las que nos sentimos plenos ante un cuadro o una melodía no son códigos de conducta heredados de generación en generación sino vivencias particulares, personales, explicables en función de la percepción personal y el entorno cultural.

Para muchos termina siendo no solo incomprensible sino reprobable que la audiencia se entregara al cantante tapatío y no a la banda británica. Y si bien es digno de discusión si las canciones del primero exaltan o no a la delincuencia, se nos olvida que estamos en un festival de música, no en un programa de Plaza Sésamo para que sea didáctico. Nadie va a Coachella para ser educado. El disfrute no es un problema de grado académico.

También es digno de análisis que mientras Peso Pluma es parte ya de festivales prestigiados entre la comunidad rockera, en México a él y a otros intérpretes de música regional y corridos tumbados se les juzga con dureza, no sólo porque sus letras parecieran glorificar un estilo de vida cuestionable, sino porque además nos recuerdan nuestra propia realidad ordinaria, cruda, poco glamorosa en comparación con el pop británico. Donde cabe destacar que al supuesto defendido Damon Albarn por los detractores de Peso Pluma, el mismo se declaró fanático de las melodías del tapatío.

Pero más allá de las calidades de Peso Pluma y de Blur, debe de quedar claro que es imposible que las sociedades se estanquen y paralicen en el gusto de cada quién. Los humanos somos seres dinámicos y el gusto se distingue por la diversidad. Que los festivales y sus carteleras y las respuestas a ellas son producto del dinamismo social. Que nadie nos debe nada para que se tenga que seguir venerando a los astros musicales de antaño. Que a final de cuentas cada quien paga su boleto para cantar o tomar video o para simplemente mostrar el disgusto ante una banda. Y tal vez, no solo el público, sino Blur, entender que cantar junto con ellos no es de a fuerzas.

Los tiempos cambian… y a veces duele asimilarlo.


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Sarai Aguilar Arriozola
  • Sarai Aguilar Arriozola
  • Doctora en Educación, máster en artes, especialidad en difusión cultural
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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