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La muñeca y el títere (Premonición final)

Chapter 4: Seré su Sinsajo

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PRIMERA PARTE:
Las cenizas.
Capítulo 3

"Seré su sinsajo".

No puedo dormir. Esta será otra noche en vela. Me pregunto ¿Cómo estará?. Con la cabeza más fría he caído en cuenta de que esta rebeldía le debe estar costando todo. Tengo el corazón agitado. Ella está viva, y eso está mal para ella. La deben estar sodomisando.

 

No lo tolero. Las imágenes hipotéticas llegan a mi. Me aprieto la sienes. No quiero que las lastimen. No quiero que le toquen un cabello. ¡Si pudiera le cambiaría el lugar!. Me siento en la cama. Los ojos de Buttercup reflejan la tenue luz de la bombilla de seguridad que hay sobre la puerta. Está tumbado en el hueco del brazo de Prim. En la cama que comparte con mí suegra. Las observó. ¡Valla que son idénticas!. Es como ver dos versiones de una misma persona. Ya veo porque mí padre apreciaba tanto a Prim.

 

En las noches es cuando más la extraño. Las noches siempre son lo peor, no hay ruido, ni nada que te distraiga. Con ella a mí lado todo era tan diferente, sí no podía dormir la abrazaba e inhalaba su fragancia (irradiaba la frescura del bosque). Solía quedarme dormido abrazando su cintura. En ocasiones era ella quien me abrazaba mientras estaba de espaldas y aunque me resultó extraño me terminó gustando. Me gustaba verla dormir sobre mí pecho o brazo aunque después de un rato me comenzaban a hormiguear.

 

Me levanto de la cama, procurando no hacer ruido. Voy hasta la cómoda. El cajón del centro contiene la ropa que me han dado. Todos vestimos los mismos pantalones y camisas grises. Debajo de la ropa guardo lo que tenía cuando me sacaron de la arena: El sinsajo de Katniss, el paracaídas plateado, la espita y la perla que Katniss medio horas antes de que nos separaran. Tanteo los dedos en búsqueda de el paracaídas y meto los dedos dentro hasta dar con la perla. Después me siento en mi cama y me acarició los labios con la parte irisada de la perla. Eso me calma, jamás se comparara con los besos de mi Katniss, pero me imagino que ella está aquí, y por un momento siento un poco de calidez en mi corazón.

—¿Peeta?. —susurra Prim. Está despierta y me mira a través de la oscuridad. —¿Qué te pasa?.

—Nada. Vuelve a dormir. —Respondo intentando parecer normal.

No quiero preocuparles, bastante tienen, ellas también la perdieron. Con cuidado de no despertar a su madre, Prim se baja de la cama, recoge a Buttercup y se sienta a mi lado. Me toca la mano en la que tengo la perla.

—Estás frío —Me dice; saca una manta extra de los pies de la cama, nos enrolla con ella a los tres, y me envuelve también en su calor y el de Buttercup. —Podrías contármelo, ¿sabes?. Se me da bien guardar secretos, no se lo diría a nadie. Ni siquiera a mí mamá.

Al verla no veo a la misma Prim. Es una que ha vivido demasiado. Eso hace el Capitolio, hace que los niños maduren muy temprano. Así como maduro Katniss, teniendo que sostener su casa con sólo 11 años. Y ahora su pequeña hermana ha madurado también, ha visto a su hermana ir a los juegos 2 veces. Ahora quizás también sepa que está viva y que perdió a nuestro hijo. Prim, no fue torturada físicamente pero sí mentalmente. No quiero hablar con ella sobre mi bebé, y sobre Katniss.

 

—Mañana aceptaré el cargo.

 

—¿Porque quieres o porque te ves obligado?.

—Por ambas. —admito. —Creo que ella lo hubiera aceptado. Pediré que la rescaten.

 

Los ojos de Prim se llenan de lágrimas. —Gracias Peeta. Ya sé lo de el bebé y en verdad lo siento mucho. —Me dice con voz quebrada.

Agua salada sale de nuestros ojos de forma silenciosa, cuando logro recuperar la entereza y le seco las lágrimas.

 

—Tenemos una ganancia, ¡ella está viva! Aferremonos a eso. —Le digo en un susurro.

 

Ella asiente y sonríe ligeramente. —Cuando ella regrese, estaremos todos juntos, y ustedes podrán tener más hijos. Sabes Peeta eres el mejor cuñado que pude haber tenido. —Me dice y me da un beso en la frente.

—Pienso lo mismo de tí. —Le digo mientras le doy una palmadita en la cabeza. —Ahora intenta dormir. —Ella asiente.

 

Por la mañana veo que tengo «7:00 - Desayuno», seguido inmediatamente de «7:30 - Mando», lo que me viene bien, mientras más rápido los enfrente mejor. En el comedor paso mi horario, que incluye algún número de identificación, por delante de un sensor. Mientras deslizo la bandeja por el estante metálico detrás del que se encuentran los contenedores de comida, veo que el desayuno es el mismo de siempre: un cuenco de cereales calientes, una taza de leche y un puñadito de fruta o verdura. Hoy: puré de nabos.

 

Todo ello sale de las granjas subterráneas del 13. Me siento en mi mesa asignada: Mi familia política, Delly, Kevin, Darius y algunos otros refugiados la suelen ocupar. Me trago la comida en silencio. Jamás tengo hambre, pero tengo que comer por Katniss, por ella. Si quiero rescatarla necesitaré estar fuerte. Aquí han convertido la nutrición en una ciencia exacta, tienes que consumir las calorías suficientes para llegar a la siguiente comida, ni más ni menos. El tamaño de las raciones se basa en tu edad, tu altura, tu constitución, tu salud y la cantidad de trabajo físico que exige tu horario.

 

La gente del 12 recibe porciones algo más grandes que los nativos del 13 para ganar algo de peso. Y les funcionó, los niños sobre todo se ven más sanos, han ganado peso. Incluso yo aunque apenas tengo 4 días despierto supongo que me ponían algo en el suero. Delly se sienta enfrente a mi. Me ve con pesar, supongo que ya sabe lo de mi hijo. Sin embargo, no quiero que me diga nada. No quiero llorar, no quiero volver a caer en las drogas. Tengo que ser fuerte para rescatar a Katniss. Mi Katniss está viva y me necesita. Darius llega y se entretiene haciendo sonreír a algunos huérfanos de los que rescato. Les hace algunas muecas graciosas y ellos se ríen.

—Iba a verlos al orfanato. —Me comenta Delly. —Me lo dijo Candy él y algunos de sus amigos compraban dulces para los niños.

Candy era una de las hijas de los dulceros. Mayor que nosotros con un año. Darius le aprieta la nariz a un niño de alrededor de unos 6 años y se despide de los demás revolviendoles el cabello. Al llegar a la mesa
deja su bandeja y se desploma en su asiento.

 

—Hola. —Nos saluda con su energía habitual. —Presiento que hoy será un gran día.

Por eso me agrada, porque él intenta animar, no se enrolla en el sufrimiento. Antes pensaba que Delly era la persona más sonriente en todo el mundo y en todo momento, pero desde que conocí a Darius él le arrebató el puesto. Claro que Delly recién perdió a sus padres. Esa clase de sucesos lo cambian a uno. Aunque para ser justos ella tiene más ánimos que yo.

 

—Hola rojito. —Le responde Delly tratando de parecer animada.

—¿Y cuáles son sus horarios?. —Nos pregunta.

—Mando ¿y tú?.

—Entrenamiento. ¿Y tu Delly que tienes?

—Tengo clase de historia nuclear. —Dice con una sonrisa y un rubor en las mejillas.

—¿Estará Gale? —Le pregunto.

Ella asiente —¿Cómo lo supiste?.

 

—Tus mejillas se pusieron coloradas. —Le respondo sonriendo ligeramente.

—Bueno ¿Que puedo hacer? él es tan apuesto.

Darius ríe —Ese Gale tan afortunado. Ya veo que andan con todo.

Delly sonríe y le dice. —Vamos, tú también lo debes de ser. Eres muy guapo.

—Y tienes mejor carácter. —Agrego yo.

Delly toma su cabello alborotado. —Tu cabello rojo te da un no se que. —Darius hace una mueca exagerada para hacernos reír. —A que te gusto.

 

Delly se ríe y le sigue el juego. —Ah sí eres muy guapetón. Claro que me gustas. —Le da un beso en la mejilla. Se pone de pie muy rápido, se ha apenado. —Bueno chicos me tengo que ir. —Pasa por mi lado, me abraza con fuerza y me dice al oído. —Hermanito en verdad lo siento, pero cuentas conmigo.

—Lo sé gracias. —Respondo. Delly me da un beso en la mejilla y se marcha.

—Adiós rojito. —Se despide marchando demasiado rápido.

—Darius usa sus manos como megáfono y le grita a modo de respuesta. —¡Suerte!.

 

Un timbre marca el final del turno de comedor. Darius y yo nos ponemos de pie para llevar las bandejas. —Por cierto ¿Ya tienes tu lista de peticiones?.

 

—Ya las tengo en mi mente. ¿Vienes conmigo? —Le preguntó, confío en él y espero que me pueda acompañar. No quiero estar sólo con Coin y su gente.

—Claro.

Cuando vamos a soltar las bandejas, comenta:
—¿Sabes? Será mejor que metas al minino en tu lista de exigencias. No he visto ninguna mascota y apuesto que en cuanto lo vean querrán meterlo en una hoya.

—Tienes razón. —Tomo nota mental de incluirlo, por Prim.

 

Al llegar a la sala de mando, Coin, Plutarch y los suyos ya están reunidos. La aparición de Darius hace que algunos arqueen las cejas, pero nadie lo echa. Mis notas mentales se han hecho un lío, así que pido papel y lápiz nada más llegar. Lo que sorprende, se miran entre ellos. Seguramente me tenían preparado un sermón, sin embargo, Coin en persona me pasa el material, y todos guardan silencio mientras me siento y me pongo a garabatear la lista: «Rescate de Katniss, inmunidad para los vencedores, Buttercup. Anuncio público». ¡Ya está! Es probable que se trate de mi única oportunidad para chantajear. «Piensa, ¿qué más quieres?». Lo noto a mi lado, de pie, y añado a «Darius» a la lista. Él quiere ayudar y no merecía que le quitaran su brazalector. Además es de fiar.

 

Empieza a dolerme la cabeza otra vez y mis ideas se enredan. Cierro los ojos y empiezo a recitar en silencio: «Me llamo Peeta Mellark. Tengo diecisiete años. Soy del Distrito 12. Estuve dos veces en los Juegos del hambre y las dos veces salí con vida. Mi familia está muerta y mí bebé también. Katniss está viva. El capitolio la tiene, me necesita. Tengo que rescatarla».

Mí bebé y mí familia merecen más. Recuerdo las ruinas de mi distrito, los cadáveres el enfermizo sonido de mi pie al dar contra la calavera. Todo en conjunto me enchina la piel. El lápiz se mueve solo por la página. Abro los ojos y veo las letras temblorosas: «Yo mato a Snow». Si lo capturan, quiero ese privilegio. Plutarch tose con discreción:

—¿Ya has terminado?.
Levanto la mirada y miro la hora: llevo sentado aquí veinte minutos. Sin duda estoy igual que Finnick.

—Sí. —respondo con voz ronca, así que me aclaro la garganta. —Sí, éste es el trato: seré su Sinsajo.

Espero a que terminen con sus suspiros de alivio, sus palabras de felicitación y sus palmaditas en la espalda. Coin permanece tan impasible como siempre, observándome, poco impresionada.

 

—Pero tengo algunas condiciones, —continúo, alisando la hoja. —Mi cuñada se queda con nuestro gato.

Esa petición, la más insignificante, da lugar a un gran debate. Los rebeldes del Capitolio no le dan importancia, claro que puedo quedarme mi mascota, mientras que los del 13 enumeran las extremas dificultades que eso presenta. Al final se decide que nos mudemos al nivel superior, que cuenta con el lujo de una ventana de veinte centímetros que da al exterior. Buttercup puede entrar y salir a hacer sus necesidades, y se espera de él que se busque comida por su cuenta. Si se salta el toque de queda, lo dejan fuera. Si provoca problemas de seguridad, le pegarán un tiro de inmediato. Demasiado rudo pero acepto. Si lo veo demasiado delgado, le daré de mi comida y listo.

—¿Qué más? —Dice Coin.

—Darius. Quiero que sea parte de mi equipo.

—No le veo inconveniente, se verá bien en las cámaras. —Dice con tranquilidad —¿Algo más?.

—Sí, la más importante "En cuanto tengan oportunidad rescataran a Katniss” y le darán la impunidad al igual que a los demás vencedores Johanna, Enobaria y Annie.

Silencio total. Darius sonríe ampliamente complacido.
—No —responde Coin sin más.

—Si —Replico —Ella estaba con ustedes. No es su culpa que la abandonaran. Si no hubiera disparado la flecha, no habrían rescatado a nadie, ni siquiera a mí, aunque sé que están molestos por ello, pero ustedes fallaron y ahora tienen que pagar las consecuencias.

 

—No la podremos rescatar, Snow la tiene ahora. Seguro tiene mucha vigilancia, se perderían muchas vidas. Y en cuanto a los vencedores. Se les juzgará junto con los demás criminales de guerra y se les tratará como disponga el tribunal —dice ella con frialdad.

—¡Me importa un comino! ¡Rescatarás a Katniss! —Gritó con voz potente mientras me levanto de la silla. —Y no sólo eso, si no que lo prometeras delante de toda la población del Distrito 13 y lo que queda del 12. Hoy mismo. Quedará grabado para generaciones futuras. Tanto tú como tu Gobierno se harán responsables de su seguridad. ¡O tendrán que buscarse otro Sinsajo!.

Coin aprieta la mandíbula.

—Y sinceramente que mejor imagen que la mía. El hombre al que la Sinsajo auténtica amá, y a quien entregó su símbolo. No encontrarán a nadie mejor.

 

Mis palabras quedan flotando en el aire un largo instante.
—¡Esto será genial! —oigo que Fulvia susurra a Plutarch. ——Justo ahí, con el disfraz, los disparos de fondo y un poco de humo.

—Sí, eso es lo que queremos. —responde Plutarch en voz baja.

Miro a Coin a los ojos con toda la dureza que puedo. Veo que calcula el coste de mi ultimátum, que sopesa si lo merezco.

—¿Qué dices, presidenta? —pregunta Plutarch. —Presidenta el Sinsajo era una de nosotros. En su última sesión privada protestó en contra de Snow colgó a Séneca Crane. Tenerla a ella nos sería muy útil. Ella estaría de su lado.

¡Katniss colgó a Séneca! ¿Cómo?. Pero no desvió mi mirada después le preguntaré a Plutarch.

—De acuerdo —dice al fin Coin. —Pero será mejor que cumplas.

—Cumpliré cuando hayas hecho el anuncio. —respondo.

—Convoquen una asamblea de seguridad nacional durante la hora de reflexión de hoy. —ordena—. Haré el anuncio entonces. ¿Queda algo en tu lista, Peeta?

Tengo el papel hecho una bola en mi puño derecho, así que alisó la hoja sobre la mesa y leo las irregulares letras.

—Sólo una cosa más: yo mato a Snow.

Por primera vez veo la sombra de una sonrisa en los labios de la presidenta.

—Cuando llegue el momento, los dos lo echaremos a suerte —responde.

Es muy cierto, no soy el único que lo quiere muerto, pero apuesto que al tener a Katniss, entonces la venganza me dejará de importar. Katniss, mi Katniss, por fin a mi lado. Con eso curare todos mis males. Además creo que Coin es perfectamente capaz de hacer el trabajo.

—Me parece justo. —Digo satisfecho.

Coin mira brevemente su brazo y el reloj. Ella también tiene que seguir un horario.

—Lo dejo en tus manos, Plutarch.

 

Sale de la sala, seguida de su equipo, y nos quedamos Plutarch, Fulvia, Darius y yo.

—Excelente, excelente —dice Plutarch, dejándose caer en la silla con los codos en la mesa, restregándose los ojos— ¿Sabes lo que echo de menos más que nada? El café. ¿Tan impensable es tener algo con lo que tragar mejor las gachas y los nabos?.

—No sabíamos que aquí serían tan estrictos— nos explica Fulvia mientras masajea los hombros de Plutarch. —No en los puestos más elevados.

—O que al menos contaríamos con la opción de hacer algo al margen. —añade Plutarch —Bueno, incluso en el 12 teníais un mercado negro, ¿no?.

—Sí, el Quemador. —Responde Darius.
—Allí es donde encontrabas todo, si podías pagarlo claro.

—¿Y lo podías pagar?. —Pregunta Fulvia.

—Era un agente de la paz, así que sí.

—¿y lo extrañas? —Pregunta Plutarch.

—La verdad sí, uno se acostumbra a lo bueno. En mi distrito el 2 éramos más privilegiados que en el 12. En el 2 nadie moría de hambre.

Plutarch asiente. —Sí, ese es el distrito favorito del presidente. Así que los consiente más que a los otros distritos.

Darius alza las cejas sorprendido. —Eso nos decían pero creí que le decían eso a todos los distritos profesionales.

—Se lo dicen es cierto, pero ustedes son los más mimados. Tienen sus entretenimientos y más comida que los otros distritos.

—Vaya. —Responde Darius pensativo.

—¿Cómo está eso de que Katniss colgó a Séneca? —Le pregunto.

—En su sección privada, así como tú la pintaste a ella con el bebé en brazos, ella tomó una cuerda y un muñeco de entrenamiento. Hizo un nudo colgó al muñeco y le escribió en el pecho Séneca Crane. —Me responde.

 

Katniss siempre hacía ese tipo de cosas y jamás me las decía. Ella siempre tuvo sus ideales. Ella es rebelde por naturaleza, siempre sabe como actuar, como si supiera lo que iba a venir. Siempre me causó esa impresión. Demasiado avispada.

 

Plutarch suspira —Oh, bueno, las guerras no duran para siempre. En fin, me alegra teneros en el equipo —comenta, y se dispone a aceptar el enorme cuaderno encuadernado en cuero que Fulvia le ofrece —Ya sabes, a grandes rasgos, lo que esperamos de ti, Peeta.

—Sí lo sé, y sé que hubiesen querido al verdadero Sinsajo, no a mi. —Respondo.

—Exacto, pero no pudimos rescatarla a ella, y ella así lo hubiera querido, así que... Me alegro de que trabajemos juntos. Y quizás ver esto te ayude a… No sé quizás a tener más aprecio a la causa. —Plutarch me pasa el cuaderno.

 

Lo abro con rapidez. En el interior hay un retrato de mí Katniss, firme y fuerte, con un uniforme negro. Al verlo se que esto lo a echó Cinna: la caída del casco, la curva del peto, el ligero abullonado de las mangas que deja ver los pliegues blancos bajo los brazos… Nuevamente es un sinsajo.

—Cinna — susurro.

—Sí, él lo hizo para ella, me hizo prometer que no se lo enseñaría a ella hasta que aceptará el cargo, pero al no estar aquí ella… decidí mostrartelo a ti, para darte coraje.

Paso las páginas, examinando todos los detalles los uniformes : las minuciosas capas de blindaje, las armas ocultas en las botas y el cinturón, el refuerzo especial sobre el corazón… En la última página, bajo el boceto de su insignia del sinsajo, Cinna ha escrito: «Todavía apuesto por ti». Él confiaba en Katniss y ella aún así prefirió salvarme a mí.

Al verlo siento un nudo en la garganta, pero carraspeo, no puedo llorar. Tengo que contenerme.

—Ella hubiera sido la Sinsajo, mejor vestida. —Dice Fulvia.

Yo sólo asiento, no puedo hablar, porqué temo que mi voz no salga.

—Ah por cierto Peeta, Beetee tiene algo muy especial esperándote en la armería. —Me dice Plutarch. —Nuestro plan es lanzar un asalto a las ondas —añade Plutarch.

—Hacer lo que nosotros llamamos «propos» en los que salgas tú y emitir los para que los vea todo Panem.

—¿Cómo? El Capitolio controla las emisiones. —Dice Darius.

—Pero nosotros tenemos a Beetee. Hace unos diez años básicamente rediseñó la red subterránea que transmite toda la programación. Cree que existe una posibilidad real de conseguirlo. Obviamente, necesitaremos algo que emitir, así que, Peeta, el estudio te espera cuando quieras. ¿Fulvia? —añade después, dirigiéndose a su ayudante.

—Plutarch y yo hemos estado hablando sobre cómo demonios enfocar esto. Creemos que lo mejor sería construir a nuestro líder rebelde, construirte a ti, desde fuera… hacia dentro. Es decir, tenemos que hacer que la gente te acepté, ellos aún ven a Katniss como el Sinsajo. Vamos a buscarte el look de nuevo Sinsajo más despampanante que podamos ¡Y después te fabricaremos una personalidad que esté a la altura de la verdadera!. —exclama Fulva animada.

—¿Ya tienen su vestimenta?. —Pregunta Darius.

—Sí, eso no importa. Queremos un Peeta herido y ensangrentado. Uno que arde en el fuego de la rebelión. ¿Hasta qué punto podemos ensuciarlo sin repugnar a los espectadores? En cualquier caso, tiene que impresionar. Es decir, está claro que esto… —dice Fulvia, atrapandome rápidamente la cara entre las manos. —No nos sirve.

Aparto la cara por reflejo, pero ella ya está recogiendo sus cosas. —Por tanto, con eso en mente, tenemos otra sorpresita para ti. Venid, venid.

 

Fulvia nos hace un gesto, y Darius y yo la seguimos a ella y a Plutarch al pasillo.

—Sí así anima no quiero ver como humilla. —Me susurra Darius.

—Bienvenido al Capitolio. —Le contesto en voz baja.

Sin embargo, sus palabras no me afectan. En mi mente sólo está el que podré ver a Katniss. Abrazó con fuerza el cuaderno de bocetos. Se lo daré a Katniss cuando este conmigo.

Subimos al ascensor, y Plutarch consulta sus notas.
—Veamos, es el compartimento tres, nueve, cero, ocho.

 

Pulsa el botón que pone «39», pero no pasa nada.

—Tendrás que meter la llave. —Comenta Fulvia.

 

Plutarch saca una llave que lleva colgada de una delgada cadena bajo la camisa y la mete en una rendija que no había visto antes. Las puertas se cierran.

—Ah, ya estamos.

El ascensor desciende diez, veinte, treinta y tantas plantas, aunque yo creía que el Distrito 13 no abarcaba tanto. Al parar, las puertas se abren a un pasillo lleno de puertas rojas que casi parecen decorativas comparadas con las grises de los pisos superiores. Cada una lleva un número: 3901, 3902, 3903… Cuando salimos, me vuelvo y veo que unas rejas metálicas se cierran sobre las puertas normales del ascensor. Al mirar de nuevo adelante, un guardia ha salido de una de las habitaciones del otro extremo del pasillo. Una puerta se cierra en silencio detrás de él mientras se acerca a nosotros.

 

Plutarch se acerca a saludarlo levantando una mano, y el resto lo seguimos.
Esto no esta bien no me trasmite confianza, ni tranquilidad, hay un fuerte olor a hospital. Observó a Darius y este me dice en voz muy baja. —Huele a antiséptico.

—Buenos días, estábamos buscando…
—empieza a decir Plutarch.

—Se han equivocado de planta. —Lo interrumpe el guardia.

—¿En serio? —pregunta Plutarch, consultando sus notas. —Tengo aquí apuntada la tres, nueve, cero, ocho. ¿Podría hacer una llamada a…?

—Me temo que debo pedirles que se marchen ahora mismo. Las discrepancias en las asignaciones se solucionan en las oficinas centrales. —dice el guardia.

Está justo delante de nosotros, el compartimento 3908, a unos cuantos pasos. La puerta (de hecho, todas las puertas) parecen incompletas. No tienen pomos. Se abrirán al empujarlas como la que ha utilizado el guardia.

—¿Y dónde era eso, por favor? —pregunta Fulvia.

—Encontrarán las oficinas centrales en el nivel siete —responde el guardia mientras extiende los brazos para acorralarnos de vuelta al ascensor.

 

Del otro lado de la puerta 3908 me llega un sonido, un quejido muy débil, como los de Katniss cuando le duele algo o se siente mal, lo que me pone alerta. Miro a Darius a los ojos y le hago una mueca él asiente levemente. Dejo caer el cuaderno de Cinna a los pies del guardia haciendo mucho ruido. Un segundo después de que se agache a recuperarlo. Darius también se agacha y se choca a posta con su cabeza.

—Oh, lo siento. —dice, soltando una risita y agarrándose a los brazos del guardia como si pretendiera recuperar el equilibrio, aunque lo que en realidad hace es volverlo un poco para que no me vea.

Pasó corriendo junto al guardia distraído, abro la puerta que pone 3908 y allí me los encuentro, medio desnudos, llenos de moratones y esposados a la pared.
El equipo de preparación de Katniss.

Notes:

Aquí la última parte de esta historia 💕 como sabrán aún faltan "Muñeca secuestrada" que nos narra lo que ella vivio en el capítulo, "Premonición PDV Peeta mellark" que nos narra las primeras partes desde el punto de Peeta y por supuesto "El chico de la paz" la historia de Darius desde su infancia hasta premonición ya que no quise que muriera ambientando su historia en el universo original. Me he dado un tiempo y ni siquiera he pensado por ahora volver a ellas tengo tantas historias 😭 soy un caos y apenas tengo tiempo.

Por eso mismo no corregi esta saga y la publique así, juro que planeo hacerlo ya que incluso pienso cambiar el hombre de sus hijos. Tengo que llevar el orden ya que mis fanfics de Everlark estan conectadas, comparten detalles e incluso en algunas otras reveló cosa y detalles en las que no quice entrar a fondo.

Ejemplo en mi universo Darius fue abusado por su maestra cuando quedó huérfano, lo explicó en el fanfic "Un doce y un dos" y también será tocado más profundidad en su fanfic "El chico de la paz" aquí también hay algunas pistas como en otras fanfics.

Pero sí estén atentos a los detalles sí les interesa la forma en la que escribo mis fanfics.
Recuerden que esta historia fue publicada por primera vez en el 2019 en Wattpad pero me la eliminó por eso la republico por aquí.