El precio de la ambición - Protestante Digital

El precio de la ambición

Un comentario a la película Napoleón, de Ridley Scott (2023).

30 DE NOVIEMBRE DE 2023 · 16:37

Fotograma de la película.,
Fotograma de la película.

Uno de los mayores misterios de la historia del cine tiene que ver Ridley Scott. ¿Cómo es posible que alguien que debuta con esa maravilla que es Los duelistas (1977), que con su segunda película se confirma de la manera que lo hizo con ese híbrido de ciencia ficción y terror que es Alíen, el octavo pasajero (1979) y que con su siguiente trabajo lograra una obra maestra de incalculable valor como es Blade Runner (1982), ¿a partir de ese momento se vuelva tan irregular? 

Esa sería la palabra con la que definiría esta, su última película hasta la fecha: irregular. No me ha decepcionado, porque no esperaba nada, o más bien poco. El apartado técnico siempre es lo más destacable de su cine; el problema es que la fotografía, la puesta en escena, los movimientos de cámara, el montaje, según Ridley Scott, no deben estar al servicio de la historia, sino de la imagen. La imagen por la imagen. Con lo cual vuelve a conseguir una película que muestra una superficie de lo más atractiva, pero es solo fachada, por dentro está completamente hueca. 

El guion va dando mordiscos sin fuerza a episodios de la vida del personaje, sin rigor histórico y sin profundizar en nada. Es como si visitásemos una pinacoteca en la que una sucesión de lienzos nos fuera ilustrando momentos en la vida de Napoleón. Con la diferencia de que aquí se encarna en un superlativo Joaquín Phoenix sobre el que recae toda la vida y energía de la película. Al finalizar la proyección confieso que me pregunté cuál era realmente el propósito o finalidad de la película; creo que alguien como Napoleón da para muchísimo más, sin tener que recurrir a la épica. 

Voy a señalar cinco aspectos que considero de interés y están presentes en la película, aunque algunos pasan de puntillas:

1. La ambición sin límites frente a la humildad

“No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no solo por sus propios intereses, sino también por los intereses de los demás”. (Filipenses 2:3-4)

Parece inagotable la ambición de Napoleón, como si se tratase de un Nabucodonosor II de su tiempo. Ambos compartían el ansia de expansión territorial, su habilidad militar y su capacidad para gobernar con mano dura. 

2. Decisiones que tienen consecuencias

“No se engañen: de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra”. (Gálatas 6:7-8)

La película acaba con un recuento de las víctimas de las que, por sus decisiones, fue el propio Napoleón el máximo responsable. 

3. Confiar en uno mismo sin tener en cuenta a Dios

“Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él allanará tus sendas”. (Proverbios 3:5-6)

La confianza en sus habilidades fue una de las características distintivas de Napoleón. Rechazaba cualquier otro tipo de ayuda, ya fuera humana o divina. 

4. Idolatría

“No tengas otros dioses además de mí. No te hagas ningún ídolo ni ninguna imagen de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en el agua debajo de la tierra”. (Éxodo 20:3-4)

No tanto por él, sino por los que le veneraban como si se tratase de un verdadero ser superior. Y él, encantado de conocerse, lo aceptaba y usaba en beneficio propio. 

5. Lo efímero del poder terrenal

“No acumulen para ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido destruyen, y donde los ladrones no se meten a robar”. (Mateo 6:19-21)

Si en vez de buscar su propio reino, hubiese buscado el de Dios, que es eterno, sus logros no hubiesen sido temporales. 

No cabe duda de que el pueblo que andaba en tinieblas, con un líder como Napoleón, siguió sumido en la oscuridad. 

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Pantallas - El precio de la ambición