Críticas de Las maniobras del amor (1955) - FilmAffinity
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Las maniobras del amor

Comedia. Drama. Romance Armande de la Verne (Gérard Philipe), un célebre mujeriego, apuesta que puede seducir a cualquier mujer. La elegida es la divorciada Marie-Louise Rivere (Michèle Morgan). La amenaza de la guerra es el telón de fondo de las "maniobras" de seducción. Mientras intenta ganar la apuesta, el Don Juan se enamora locamente de la bella y decidida Marie-Louise. (FILMAFFINITY)
Críticas ordenadas por:
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16 de septiembre de 2012
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre la comedia romántica, la buena comedia romántica debe consistir en que los protagonistas caigan en la propia trampa del juego de la conquista -ya que siempre consiste en un montón de artimañas para lograr el acercamiento-, cuando lo peor, haber dicho siempre tantas mentiras y haber jugado tantas veces con tantos corazones, sólo te permite conseguir dos tipos de finales/resultados. Y en esto René Clair se luce, dejando un final redondo y un final alternativo tanto o más redondo que el que eligió.

Livianita, muy fácil de ver, con unos vestuarios y fotografía espectaculares.
Divertida, tan actual y tan obsoleta.
Recomendada a todo el mundo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Andrea Bravo
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2 de febrero de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El protagonista es víctima de su propio exceso de frivolidad, como el de la narración en la que un pastor muy bromista llegaba varias veces a la aldea gritando "¡Que viene el lobo!" siendo mentira, para burlarse de la reacción asustada de sus vecinos. A la tercera o cuarta vez con lo mismo ya nadie le creía, pero resultaba que en la última ocasión el aviso sí tenía fundamento, y el tonto del pastor se desgañitaba en vano porque nadie se lo tomaba en serio. Y el lobo hizo de las suyas.
Armande de la Verne es otro idiota que piensa que puede ir por ahí jugando y riéndose de la gente, concretamente de las mujeres. Es el clásico donjuán de buena facha que persigue a todo lo que tenga faldas y alardea de sus conquistas, y hasta hace apuestas porque en su vanidad no concibe que alguna se le resista.
El superficial galán por supuesto ha roto docenas de corazones y no se ha enamorado nunca, siendo la empresa amatoria una simple competición y un divertimento fugaz sin más consecuencias que lágrimas y palabras despechadas que él sabe torear con su arte del escaqueo, o en los casos más serios algún duelo con el marido o prometido cornudo de turno, de los que sale airoso porque es un oficial del ejército con excelente puntería, como es de rigor en alguien tan machote.
Y como él mismo pregona sus bondades de conquistador, todo el pueblo sigue sus andanzas, los hombres lo admiran y envidian, sus colegas lo vitorean, algunas de las chicas que han sido seducidas, las enamoradas, suspiran de nostalgia cuando lo ven pasar y otras, las que sólo han estado con él por diversión, repiten burlonamente sus repetitivos discursos "románticos", mientras todas están al acecho de la próxima que caiga en la trampa, con esa malicia vengativa de la que desea que otras se hundan en el fango. Y las pocas damas que no han caído en las redes, bien porque son demasiado mayores o demasiado avinagradas o no tienen atractivos físicos, desahogan su mala baba criticando a diestro y siniestro y creyéndose los adalides de la rancia virtud.
Y así se gesta la historia del "¡que viene el lobo!", siendo el bromista en este caso el soldado y el lobo la flecha del amor, que cuando hiere de verdad al lechuguino no se lo cree ni el tato. Él ha caído en su propia trampa y lo que antes era motivo de orgullo personal (el pueblo entero cotilleando sobre todas las mujeres de su lista y apostando a ver quién será la siguiente) se vuelve en su contra, porque cuando conoce a la única que le hace tilín en algo más que en los calzones, ésta, que no es tan tonta como las demás, no se fiará de él ni un pelo. Pero la situación es tan arquetípica que se tiene la sensación de haberla visto mil veces. La dama es la única un poco inteligente que hay en el cotarro (y viene de París, la gran ciudad, es obvio que las de pueblo son unas paletas), y está claro que el chupatintas se enamora de ella porque se le resiste y eso tiene el gusanillo de la novedad, lo de perseguir lo que nos esquiva es muy típico del ser humano, despreciar lo que cae a los pies y correr tras lo que es difícil o imposible alcanzar.
Da igual que la dama sea más sosa que una sopa sin sal, como no muestra síntomas de babeo ya el tipejo la ama como un descosido. Pero ya sabréis lo que sigue, ¿verdad? Ella, cómo no, se enamora del petimetre, como no podía ser menos, pero como teme que él la esté engañando como a todas, y tiene muchas evidencias de que sea así (el tío es tan cortito que: a) le ha repetido las frases que ya ha dicho cientos de veces a otros oídos, y si a ella se las ha dicho con sinceridad a ver quién lo distingue; b) ha puesto por escrito la apuesta con el nombre de ella), vive atormentada y rehuyendo los lances, mientras se muere por arrojarse a sus brazos. Ah, para completar el cuadro, tenía que haber un triángulo amoroso, y otro cortejador ronda a la dama, el vértice patético pues es de los que no se dan por enterados de cuando una mujer pasa de ellos como de la mierda, y se empeña en hacerle la corte y hasta proclamarse su dueño, ignorando que ella pasa de él tres kilos y medio. Como guinda, viene acompañado por dos hermanas arpías, de las del grupo que no han caído en las redes del seductor por avinagradas, que se tienen por muy señoras y que despellejan y desairan de lo lindo a quienes consideran inferiores a su pedestal de vírgenes vestales.
El aire ligero de vodevil francés no ha envejecido bien y pese al tono de ironía y de burla, la película me hace poca gracia y termina siendo tan superficial y olvidable como sus personajes, salvo en el último tramo, que el director ha sabido rematar con un digno final.
Vivoleyendo
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13 de noviembre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia frívola y galante de notable factura cómica, sofisticada, de talante desenvuelto y cuyo argumento tal vez hoy se considere poco pertinente.
Película luminosa, desenfadada, colorista y divertida en muchas fases de su desarrollo aunque en otros momentos peca de cierta premiosidad en la narración que le resta dinamismo e interés.

La interpretación resulta convincente en sus papeles protagonistas y cuenta con el valor adicional de ser una de las primeras apariciones de B. Bardot en la gran pantalla.
Posee detalles interesantes, guiños ingeniosos y una soltura muy apreciable.
ABSENTA
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23 de marzo de 2010
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces se le ha cantado al amor desde la perspectiva que con él no se juega. Y es que todo aquel que termina apostando en juego (vanal, presuntuoso, hipócrita, etc.) con él, siempre sale mal parado.
Además Clair lo hace con su estilo particular, ausente de atajos sentimentales, para que, como quien se mira al espejo, es mejor no jugar con uno mismo y los demás, en lo referente al amor. ¿Qué es realmente el amor? Como dice sor Juana Inés de la Cruz: "¡Un algo sin nombre, que entra no se por donde, y mata no se con que!"
gonzalo restrepo sanchez
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20 de enero de 2023
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Como, Don Juan, identifico a un seductor, aventurero y osado que, sin reserva alguna, sobrepasa ciertos conceptos de moral ya que posee suficientes atributos para conquistar fácilmente a las mujeres. Según los historiadores, dicho personaje apareció por primera vez en la obra, “Tan largo me lo fiais” (Tirso de Molina, 1617) (¿?) a la que seguiría, “El Burlador de Sevilla” (1630), atribuida también a don Tirso de Molina. En este mismo siglo y posteriores, aparecerían diversas obras con base en el personaje de Don Juan, firmadas por Molière (“Dom Juan”, 1665), Carlo Goldoni (“Don Giovanni tenorio”, 1735), Aleksandr Pushkin (“El Convidado de piedra”, 1830) y muchos otros… hasta llegar a la canción de George Brassens, “Don Juan”, en cuya letra dice cosas como: “Gloria a Don Juan / porque con versos de galán / hizo la corte a quien / nadie la hizo jamás. Gloria a Don Juan / que ayer fue corriendo a besar / a la muchacha que / nadie quiso abrazar.

Por supuesto, un Don Juan jamás será plausible cuando se vale de falsas adulaciones, engaños, presiones y/o promesas que no piensa cumplir, pues, en éste caso, es más un abusador que un seductor… y ni siquiera debería llamársele don Juan.

Un Don Juan verdadero, es un enamorado de las mujeres; disfruta sinceramente su cercanía y da de sí lo mismo que espera de ellas; cree en el amor, pero, sus experiencias lo vuelven cada vez más exigente… y cuando solo un cuerpo lo complace, solo ese cuerpo toma. Un verdadero Don Juan, no ilusiona, no promete, jamás habla de boda y nunca dice ‘te amo’ si no le sale del alma. A veces se fascina con una mujer y hasta se enamora sin ser correspondido, pero entiende que, quizás, así la vida le cobra los corazones que pudo haber dejado ansiosos…

Y un día, el verdadero Don Juan se enamora y es correspondido, pero, si la que convierte en su esposa conoce de primera mano sus viejas aventuras, ¡que se atenga, porque se las echarán en cara toda vez que cause el menor de los disgustos y tendrá que hacer muy serios esfuerzos para recuperar trocitos de felicidad!

No solo hay mucho de don Juan en, <<LAS MANIOBRAS DEL AMOR>>, también hay pequeños e inolvidables trozos de la vida del propio director, René Clair, quien ante todo, quiso hacer un filme sobre el amor: “La película está ambientada en una ciudad militar francesa, en el período inmediatamente anterior a la I Guerra Mundial, al final de la Belle Époque. Habiendo pasado una parte de mi infancia cerca de Versalles, no podía olvidar a los oficiales de caballería, su galope en el bosque de Viroflay, los rumores de sus aventuras… Para mí, es una película muy sentimental”. (1)

Gérard Philipe, resulta muy divertido representando al nuevo don Juan, Armand de la Verne, teniente del 33° regimiento de caballería, quien decide apostar una cena de gala con sus colegas oficiales a que puede enamorar a cualquier mujer que habite o se encuentre en aquel pueblo donde ahora pasan un tiempo de descanso. Tendrá 30 días para lograrlo y la elegida será una guapa parisina -ahora separada- quien ya sabe cómo lidiar a los seductores. Michèle Morgan (Marie-Louise), con esa feminidad y clase que la caracterizó siempre; y un interesante reparto complementado por Jean Desailly, Yves Robert, Brigitte Bardot, Magali Noël, Dany Carrel y otros.

Magnífica ambientación, lujoso vestuario, refulgente fotografía… y una divertida y muy efectiva recreación de los hábitos más comunes de aquella suerte de sociedades donde, hay tan poco que hacer que, la más mínima cosa, les resulta de interés. Todo confluye para hacer de, éste, un filme realmente grato.

(1) Michel Aubriant & Hervé Le Boterf, "Entretien avec René Clair", en Cinémonde, 2 de mayo de 1957

Título para Latinoamérica: <<LAS GRANDES MANIOBRAS>>
Luis Guillermo Cardona
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