'La ventana indiscreta', de Alfred Hitchcock, en 10 claves

“-A usted le gusta ‘La ventana indiscreta’ porque, no siendo habitual de Nueva York, no conoce bien Greenwich Village-. Le respondí: ‘La ventana indiscreta’ no es una película sobre la ciudad, sino, sencillamente, una película sobre el cine, y yo conozco el cine”. Cuenta François Truffaut que fue esta discusión, que mantuvo con un crítico americano en 1962, la que le provocó la necesidad de realizar la mítica entrevista que dio lugar a ‘El cine según Hitchcock’, el libro-entrevista que hizo que cambiará la consideración artística del maestro en todo el mundo. Las películas favoritas de Hitchcock de Truffaut eran ‘Encadenados’ y la protagonista de este artículo. Y es que, como defendía el francés ante los cegatos críticos de la época, las películas de Hitchcock siempre trataban más del cine que de cualquier otra cosa, pero ninguna llevó eso más al extremo que ‘La ventana indiscreta’.

Basada en una historia corta de Cornell Woolrich y en dos asesinatos reales en 1910 y 1924, Hitchcock convirtió a su protagonista en un voyeur. Un mirón del misterio, como cualquiera de sus espectadores, pero que, por casualidad, consigue atrapar a un asesino. Al igual que la cámara que descubre una infidelidad adentrándose por la ventana al principio de ‘Crimen perfecto’ y un affaire en ‘Psicosis’, los descubrimientos propios de la intriga se equiparan con la obsesión cotilla por mirar que lleva a cualquier espectador a ver con atención una película. Como Anthony Perkins descolgando el cuadro para observar a Janet Leigh a través del agujero en la pared en ‘Psicosis’, Hitchcock hizo de ‘La ventana indiscreta’ un compendio entre el placer y la identidad voyerista del cine y sus espectadores, de la mano de un protagonista cuya situación coincide con la de la cámara.

Hitchcock consiguió, durante toda su carrera, seguir siendo un experimentador, llevar el cine al límite como reto esencial para cualquier nueva aventura. Aquí el desafió estaba en el punto de vista y, pragmáticamente, en el set necesario para ello. Toda la película se desarrolla en un único escenario que llevó meses de planificación y construcción. El resultado fue una construcción casi total de la manzana de apartamentos con 31 habitaciones, de las cuales 8 estaban completamente equipadas y amuebladas, con electricidad y agua corriente. Para conservar el foco de la dirección en su protagonista, Hitchcock nunca se movió del apartamento de este durante todo el rodaje. Se comunicaba con el resto del equipo de los demás pisos por radio. La construcción de este escenario sin igual tuvo un coste de entre 75.000 y 100.000 dólares.

Es solo una de las cuatro colaboraciones que el mítico actor compartió con el cineasta. Si bien dicen que Hitchcock prefería el carisma de Cary Grant, siempre agradecía la perfecta profesionalidad y comportamiento de James Stewart. Sin embargo, mientras que a uno le daba papeles seguros y atractivos, al otro siempre lo ponía en una posición pasiva o insegura. Aunque la insinuada impotencia del protagonista de ‘Vértigo’ sería un gran ejemplo, nada más evidente que la pierna rota del fotógrafo aventurero, cuidado por dos mujeres, que interpreta en esta película para demostrarlo.

Cuando hablamos de Thelma Ritter lo hacemos de una de las grandes actrices secundarias de la historia del cine. Fue nominada al Oscar en 6 ocasiones sin ganar ninguna (solo le supera en este apartado Glenn Close con 7), pero los premios palidecen en la historia ante el recuerdo de papeles como el de la enfermera, llena de encantador carácter, que interpreta en ‘La ventana indiscreta’. Podemos situar al personaje dentro de ese apartado tan habitual en el director de figura femenina no sexual, normalmente una madre, que colocaba en casi todas sus películas. Sin embargo, su aportación va más allá. En un escenario tan irreal y aislado, y con alguien tan cercano a la inalcanzable perfección de Grace Kelly como contrapunto, la terrenidad de su personaje ancla la película, la hace real y cercana. El espectador ve y siente como Jeff, pero se lo creé gracias a la enfermera Stella.

Hitchcock tenía dos grandes ideas audiovisuales para la película. La primera era que la banda sonora se fuera componiendo poco a poco, mediante el músico que vive enfrente del protagonista. No hablamos de un extra al azar sino de un compositor real, nada menos que Ross Bagdasarian, creador de ‘Alvin y las ardillas’, banda ficticia cuya música ganó 5 Emmys. Sin Bernard Hermann, su músico habitual, el resultado gustó tan poco a Hitchcock que, finalmente, desechó la idea y solo se utilizó una grabación de acompañamiento de Franz Waxman poco relevante en la película. Sin embargo, sí llegó nada menos que al desenlace la ocurrencia de utilizar el flash de la cámara del protagonista como arma. Dicen que Hitchcock eligió a Raymond Burr para interpretar al asesino Lars Thorwald por su parecido con David O. Selznick, el gran productor que le llevó a Hollywood y con el que se acabó llevando bastante mal. Sin embargo, Hitchcock declaró a Bogdanovich que el personaje le daba cierta lástima, ya que su plan era descubierto por un vecino cotilla que nada pintaba en su historia y nada tenía contra él. Por eso Hitchcock no lo ataca con un arma o hace que la policía llegue a tiempo para dispararle, solo le deslumbra con la luz. Para llevar a imagen el efecto, Hitchcock situó a varios miembros del equipo en una habitación oscura y los deslumbró desde otra con varios golpes de flash. Fue la descripción de estos la utilizada como punto de partida para la creación del efecto cegador que sufre el asesino, una serie de círculos anaranjados como destellos.

Quizás una de las mejores frases de Hitchcock, visible en cada una de sus películas, es aquella en la que afirmaba “filmar las escenas de amor como asesinatos y los asesinatos como escenas de amor”. Puede parecer una tontería caprichosa pero, si repasamos su filmografía, además de los asesinatos con toques sexuales de, por ejemplo, ‘Psicosis’ o ‘Crimen perfecto’, vemos que no hay besos en el cine como los de Hitchcock. Más allá de esa mítica secuencia de piquitos entre Ingrid Bergman y Cary Grant en ‘Encadenados’ (que repite en parte también aquí), la afirmación formal de Hitchcock sobre los besos es especialmente visible en ‘La ventana indiscreta’. Hablamos de la primera aparición de Grace Kelly en la película. Mientras el personaje de James Stewart se ha quedado dormido, una sombra lo cubre poco a poco. Según los códigos del cine de misterio, esto debería ser una amenaza, por ejemplo, ser el mismo asesino que se cierne sobre él. Sin embargo, el siguiente plano nos revela a Grace Kelly, abalanzándose lenta y frontalmente contra la cámara en primer plano y… Entonces, sucede el beso. Todos querríamos despertarnos con un susto similar.

Y es que, al contrario que en la historia original, donde no hay ningún elemento romántico, ‘La ventana indiscreta’ es una historia de amor. No es un cuento ideal entre dos personajes que están hechos el uno para el otro, es todo lo contrario. Aunque quizás pase desapercibido en un primer visionado, centrado en la intriga de la trama, la película es el retrato de dos personas que se aman pero que no están hechas para acabar juntas. Sus estilos de vida, sus gustos y ambiciones son tan diferentes que comprendemos que lo suyo tiene fecha de caducidad. Por sus conversaciones, comprobamos que Stewart quiere el viaje y la aventura y Kelly, por mucha valentía que demuestre, es difícil de imaginar sin sus vestidos de alta costura y su langosta para cenar. Pero la película nos acaba dando una prórroga y es que, aunque sabemos que la pierna rota del protagonista es precisamente lo que permite la continuación de ambos como pareja, también entendemos que, una vez sano, la cosa solo puede ir a peor entre ambos. Sin embargo, Stewart acaba, no con una, sino con ambas piernas rotas, y Kelly leyendo a su lado "Beyond the High Himalayas” de William O. Douglas en vez de la Harper’s Bazaar que leía anteriormente ¿Un rayo de esperanza?

Pero el peso del amor en la película no se queda solo en los dos protagonistas. Por encima de todo, ‘La ventana indiscreta’ es un compendio de gran parte de relaciones de pareja. Desde el plano inicial, que nos presenta a todas ellas, hasta el final, que nos muestra su evolución, en el gigante decorado de apartamentos tenemos a los recién casados que no paran de hacer el amor, a la solterona solitaria, al soltero social pero sin verdadero compromiso, a la chica joven y atractiva rodeada de pretendientes que espera fiel a su novio militar, a la pareja madura y aburrida que centra todo su amor en su perro y, claro, al matrimonio fallido que acaba en asesinato. Esto, sumado a la pareja de enamorados incompatibles, forma un gran resumen de las relaciones en pareja. En conclusión, podemos decir que ‘La ventana indiscreta’ es, esencialmente, una película sobre el amor y el cine ¿Qué más se puede pedir?