Críticas de La strada (1954) - FilmAffinity
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La strada

Drama Cuando Zampanó, un artista ambulante, enviuda, compra a Gelsomina, la hermana de su mujer, sin que la madre de la chica oponga la menor resistencia. Pese al carácter violento y agresivo de Zampanó, la muchacha se siente atraída por el estilo de vida nómada, siempre en la calle (la "strada", en italiano), sobre todo cuando su dueño la incluye en el espectáculo. Aunque varios de los pintorescos personajes que va conociendo en su deambular ... [+]
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Críticas 100
Críticas ordenadas por utilidad
6 de diciembre de 2006
152 de 189 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paradigma del cine neorralista de Fellini, refleja pues el desolador y esperanzador al mismo tiempo periodo de postguerra italiano, donde la cámara del cineasta se adentra en las miserias de una sociedad depauperada, resignada, miserable y desposeída siquiera de un mínimo de dignidad humana que les sirviera de aliento en el decurso vital de una nación golpeada por el infortunio y el desengaño...

Donde precisamente aquella miseria generalizada servía de nexo de unión de las conciencias colectivas suficiente para impulsar nuevos bríos en la tradicionalmente alegre península mediterránea...

Junto con sus dos obras anteriores e iniciáticas, exponentes del neorralismo felliniano; “Lo sceicco bianco(El jeque blanco)” y mi admirada “I vitelloni(Los inútiles)”, son las dos películas más accesibles en la filmografía del cineasta de la Romagna, lejos de aquella por momentos maravillosa perspectiva irónica-onírica de su particular universo creativo de obras posteriores...

Con una estupenda banda sonora a cargo de Nino Rota, su colaborador habitual en estas lides hasta 1979, fecha de su muerte, con la colaboración póstuma de “Ensayo de orquesta”... aquella maravillosa sintonía que la desgraciada Gelsomina (espléndida Giulietta Masina) tocara con su trompeta, el unico instrumento junto con el tambor que aprendiera a tocar durante su periplo por la vetusta Italia de la mano de su protector, el forzudo Zampanò (un no menos soberbio Anthony Quinn)...

Una bella fotografía en blanco y negro a cargo de Otello Martelli retratando la miseria de un país destruído y abatido, en pleno proceso de reconstrucción, y en mitad de una miseria devastadora... retrato sórdido y realista de un país en descomposición-deconstrucción...

Desde los primeros momentos, cuando Zampanò compra a Gelsomina por 10000 míseras liras, vagando en aquella destartalada motocicleta con chiringuito y carpa detrás incorporados a modo de caravana, con la inscripción de su nombre, una sirena y un búho...durante aquel maravilloso periplo por la Italia de postguerra en espectáculos ambulantes y formando parte de aquella colección de personajes resignados, que combatían a duras penas la miseria y la pobreza con la alegría de la ingenuidad, los más pequeños y con la dura y diaria supervivencia, los mayores...

La Masina, la mujer de Fellini, compone una de las interpretaciones más fascinantes en la historia del celuloide, con claras reminiscencias del Chaplin de “La quimera del oro” por mucho que otros la hayan comparado INJUSTAMENTE con la Lina Morgan de “La tonta del Bote” por el histrionismo de sus ademanes...

Para Anthony Quinn será junto con “Zorba, el griego” su actuación más convincente y cautivadora...

Una verdadera O B R A M A E S T R A.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burton
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1 de marzo de 2007
108 de 132 usuarios han encontrado esta crítica útil
A veces no somos capaces de apreciar lo que tenemos, ni de mostrar nuestro amor, hasta que lo que amamos desaparece. Es esta una experiencia universal, y en este sentido todos podemos identificarnos con ese tosco Zampanó.
Esta inolvidable obra maestra de Fellini narra la interrelación entre dos seres aparentemente opuestos, pero que sin embargo tienen algo en común: su errante soledad y su dificultad para encajar en el mundo.
Y su experiencia en común a través de las distintas etapas de su periplo son los hilos que tejerán su mutuo aprendizaje, además de un afecto por el otro que no siempre sabrán expresar.
Es precisamente este amor no expresado, no desarrollado, el amargo combustible que prenderá el fuego emotivo de la escena final, una de las más tristes y bellas de toda la historia del cine.
alex
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10 de febrero de 2009
74 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un poeta checo definió con esta expresión la evocación de la Juventud. Cuando se pierde para siempre es cuando confluye en ella, en su recuerdo, toda la belleza que existe. Desde que lo leí ansié apropiarme de este título para escribir un texto.

La capa de Mefistófeles le mostró a Fausto todos los prodigios del mundo. Fue un gran viaje y Goethe llegó hasta la misma frontera del ingenio humano para hacer su crónica. Son palabras torrenciales y graves, pensadas para espíritus astrales, más que para simples humanos. Si una palabra escrita es un árbol inmortal, “Fausto” es un gigantesco bosque de secuoyas.

Pero yo creo que toda la belleza del mundo también puede concentrarse en algo más pequeño. Tan minúsculo que puede pasar toda una vida sin que lo veamos; mucho más pequeño que un poema épico o que un bosque de árboles gigantes; por ejemplo, una canción; por ejemplo, un verso de una canción; por ejemplo, una sola palabra de ese verso.

¿Es posible? ¿Es posible, además, que esté a nuestro lado sin advertirlo? ¿Y es posible, en ese caso, que alguna vez nos demos cuenta?

Desde que hace muchos años vi “La Strada”, creo que lo es.

¿Hay alguna forma de ver, de comprender que la cosa más insignificante del mundo contiene toda su belleza? ¿Cuál es la fórmula secreta, el conjuro mágico que nos haga abrir los ojos? La respuesta no la doy yo, sino Zampanó, y por supuesto va en spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Talibán
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12 de octubre de 2005
71 de 87 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ganó el Oscar a la mejor película extranjera y fue nominada al Oscar al mejor guión. Obtuvo el León de Plata de Venecia al mejor director y el Silver Ribbon (Nardo d'Argento) al mejor director y al mejor productor.

La acción tiene lugar en Italia en los primeros años de la Posguerra. Narra la historia de una muchacha, Gelsomina di Constanzo (Giulietta Masina), vendida por su madre a un forzudo actor de circo, Zampanó (Anthoy Quinn), que la trata con rudeza, agresiones verbales y abusos. Ella lo soporta todo con resignación, mientras huye de la realidad a través de sus sueños. En un circo coinciden con un funambulista (Richard Basehart), alegre, jovial, excéntrico, amable y respetuoso, que entabla amistad con Gelsomina y provoca los celos de Zampanó. La película se centra en la descripción de dos pesonajes contrapuestos, unidos por el azar, que viven en un carromato montado sobre una vieja motocicleta. Él se gana la vida haciendo un número circense de fuerza: es presuntuoso, agresivo, irascible y bravucón. Ella, mucho más joven, es sencilla, inocente, ingenua, generosa y pacífica, pese a que su vida está marcada por la violencia. Cuando nace en ellos un atisbo de amor, éste no consigue aflorar a causa del orgullo de él y la timidez de ella. Ambos comparten una profunda soledad y una vida de marginación, desarraigo y miseria, que se enmarca en la visualización de la pobreza de Italia tras la II GM. La tragedia de los protagonistas y de quienes les rodean, es narrada con un lirismo sorprendente y con toques de humor. La asociación de poesía y tragedia constituye el rasgo más sobresaliente del film. La playa es el lugar de encuentro, recreo, refugio y despedida, en el que los personajes buscan ayuda, reposo, trabajo y amor.

La música es de Nino Rota, colaborador habitual de Fellini y de Coppola en "El Padrino" (I y II). La melodía central presenta una progresión sorprendente: Gelsomina la balbucea fragmentariamente al principio, la completa gracias al funambulista (que la interpreta con un violín de miniatura), la repite con la trompeta de Zampanó y al final suena en formato orquestal, de recuerdo y homenaje. La fotografía extrae del rostro de Masina expresiones antológicas, en tomas tan expresivas como fugaces. Presenta numerosos travellings que subrayan el sentimiento de estar siempre en camino hacia un destino incierto y sin fin. La interpretación de los protagonistas es soberbia. Masina tenia 32 años cuando hizo el papel de Gelsomina, de menos de 20. El guión define los personajes principales y permite penetrar en su interior. La dirección crea una obra sólida, equilibrada, desgarradora y tierna, que cautiva y eleva el espíritu.

Una de las mejores obras de Fellini. En la lista del crítico John Kobal ocupa la posición 83 entre las 100 mejores películas.
Miquel
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30 de abril de 2009
51 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de mis mayores obsesiones cinéfilas (y, por ende, filmaffiniteras) es el ‘criterio 10’. Un criterio según el cual los usuarios de FA concedemos a algunas de nuestras pelis favoritas la máxima condecoración fílmica: las diez estrellas FA. Algo así como las tres estrellas Michelin del mundo de la gastronomía. Pues bien, a “La Strada” de Fellini –según mi criterio- le ha faltado poco, muy poquito, pero no las ha obtenido aún. Finalmente se ha quedado con esas nueve estrellas que la sitúan a un pasito de la gloria. Pero llegará. Vaya si llegará.

De momento, sin embargo, mantendré a “La Strada” en mi particular limbo cinéfilo. Un lugar en el que pelis como “Ladrón de bicicletas”, “Los olvidados” o “Dersu Uzala” aguardan estoicamente ese puntito extra que les niega quien esto suscribe. Y se lo niego porque les debo un nuevo visionado. Porque deseo volver a disfrutar con ellas. Porque presiento que algo se me escapa. Algo sutil, imponderable, sublime... Algo que las hace acreedoras de esas diez estrellas ignominiosamente escamoteadas por una sensibilidad y un background de discreto pelaje. El mío.

Aún así, permitidme analizar la peli de Fellini bajo el prisma de algunos colegas (curiosamente diez) cuyo ‘criterio 10’ es mucho más ilustrado y consistente que el mío. Para empezar diré que constato en “La Strada” ‘un alto dominio del lenguaje cinematográfico’ (Lupo). Una perfecta simbiosis entre forma y fondo, entre estética y narración, que constituye –a mi entender- la piedra angular sobre la que debe edificarse cualquier obra maestra. Superado con éxito ese primer requisito esencial, corroboro que la peli de Fellini cuenta con dos personajes muy bien definidos: Zampano (Anthony Quinn) y Gelsomina (Giulietta Massina). Dos personajes que te hacen ‘partícipe de algo’ (Txarly), que te ‘tocan la fibra’ (Servadac) y que instintivamente incorporamos a esa base de datos cinéfila en la que se encuentran Rick Blaine, Vito Corleone, Norman Bates o Scarlett O’Hara.

Ostentando semejantes credenciales tan sólo me quedaría certificar si su potencial emotivo es capaz de ‘calar hondo’ (GVD) o de suscitar en el espectador ‘sentimientos profundos’ (Kick’Em Ars). Una facultad sólo al alcance de las grandes pelis. Entre ellas, las de diez estrellas. Pues bien, quien no consiga emocionarse con la cándida Gelsomina o con el rudo Zampano que deje de ver cine y se dedique a otra cosa.

(sigue en spoiler por problemas de espacio)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Taylor
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