Análisis de Midway: Batalla en el Pacífico - Las cosas que nos hacen felices
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Análisis de Midway: Batalla en el Pacífico

Amazon acaba de subir a su plataforma Prime Video Midway: Batalla en el Pacífico, la película del realizador Roland Emmerich que vuelve a abordar una de las batallas más famosas de la Segunda Guerra Mundial tanto por su espectacularidad como por su importancia en el desarrollo de la contienda en el Pacífico.

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UN DIRECTOR PARA NADA SUTIL
Roland Emmerich no es un hombre que se caracterice por las sutilezas; eso ya lo sabemos. De su etapa alemana o de sus primeros tiempos en Hollywood se pueden rescatar un puñado de películas de ciencia ficción que, lejos de ser obras maestras, eran al menos realizaciones dignas y entretenidas: entre ellas podemos mencionar Moon 44, Soldado Universal y Stargate. Ya después, y plenamente afincado en el medio americano (e increíblemente identificado con él) pareció especializarse en el cine catástrofe (El Día Después de Mañana, 2012) o en una ciencia ficción lindante con éste (Independence Day) o en películas de época ubicadas en una caricaturizada prehistoria (10.000 A.C.) o, con un patrioterismo rayano en la obscenidad, en la guerra de independencia de Estados Unidos (El Patriota). De sutil, nada. Emmerich es eso y así se asume él mismo: un gran constructor de entretenimientos a los cuales no les quieras buscar profundidad ni complejas lecturas sino, a lo sumo, mensajes burdamente obvios. Y no es casualidad que haya hecho sus producciones más exitosas en asociación con Michael Bay.
Por lo tanto, si una batalla tan emblemática como Midway cae en manos de Emmerich, ya sabemos perfectamente para dónde puede ir la cosa y no esperaremos sorpresas: no entres a Midway: Batalla en el Pacífico queriendo ver Dunkerque, 1917 o, por nombrar una más ligada a los mismos escenarios bélicos, La Delgada Línea Roja. Peor aún: ni siquiera esperes encontrarte con el Pearl Harbor de su amigo Michael Bay.

EL CONTEXTO HISTÓRICO
Hacia mediados de 1942,el avance japonés en el Pacífico parecía imparable ya que no se había detenido un solo instante durante los seis meses que siguieron a Pearl Harbor. Pero a partir de allí sobrevinieron, justamente, dos batallas que cambiarían el rumbo de la lucha en ese escenario: una, en agosto, fue la de Guadalcanal, importantísima desde el punto de vista estratégico; la otra, dos meses antes y mucho más espectacular, fue la de Midway, a la que muchas veces se ha hecho referencia como “la batalla de los portaaviones“: un título que no le cae para nada exagerado. Cuando seis meses antes, el almirante Yamamoto había atacado la base norteamericana de Pearl Harbor, lejos estuvo de sumarse al jolgorio triunfalista de sus connacionales por la paliza propinada a la potencia americana, sino que, en todo momento, y así lo hizo saber, manifestó su preocupación por el hecho de que, en Pearl Harbor, no hubiera anclado un solo portaaviones.
Yamamoto sabía bien que en la guerra en el Pacífico serían esenciales los portaaviones: una guerra de la cual, por otra parte, él nunca fue amigo ya que, habiéndose desempeñado en el pasado como agregado militar en la embajada japonesa en EE.UU., conocía bien de cerca el potencial y poderío del enemigo, tanto naval como aéreo. Sin embargo, al igual que ocurriera con el propio emperador Hirohito, también en principio enemigo del enfrentamiento, se vio arrastrado hacia el fragor de la lucha por una clase militar en ascenso, mayormente de origen medio y bajo, que vio en la guerra la oportunidad de subir en la escala social de un Japón que estaba cambiando.
En Midway, por lo tanto, se produjo el enfrentamiento decisivo en el que se midieron el poderío americano contra el nipón. Ese día, en pocos minutos, Japón perdió tres de sus cuatro portaaviones en lo que constituyó una derrota que, si bien no cerró la guerra, prácticamente determinó su curso futuro: Yamamoto sabía bien que, después de Midway, pensar en ganar era un delirio.
Para quienes quieran profundizar más sobre lo ocurrido en Midway, recomiendo la serie Eventos de la Segunda Guerra Mundial en Color (disponible en Netflix), puntualmente el episodio 4 de la misma.

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Midway : la batalla de los portaaviones

EL ANTECEDENTE CINEMATOGRÁFICO
Me gustó la película de 1976, dirigida por Jack Smight y conocida en el medio hispanoparlante como La Batalla de Midway. A pesar de sus problemas de presupuesto (paradójicamente con un reparto apabullante) y de ser básicamente una película de épica americana (de hecho, tratada con tibieza por la crítica de su momento), tenía un par de aciertos interesantes; en primer lugar, el de plantear prácticamente toda la batalla desde la perspectiva de dos hombres: el almirante Yamamoto por un lado (fantástico, como siempre, Toshiro Mifune) y el ficticio capitán Matt Garth por el otro (Charlton Heston). En ese planteo de una guerra personal era donde la cinta tenía sus mayores logros, así como en el saber plantear “historias dentro de la historia“, algo que suele ser importante al momento de plasmar una película bélica: basta con mencionar el conflicto del hijo del capitán Garth, quien está enamorado de una muchacha japonesa y acude a su padre a los efectos de que lo ayude a sacarla del campo de reclusión en que, como todos los ciudadanos de ese origen, había sido puesta por el gobierno americano después de Pearl Harbor.
Además, esta versión marca época en dos aspectos: es la última de las grandes producciones bélicas con elencos corales (además de los ya mencionados, estaban Henry Fonda, Robert Mitchum, Glenn Ford, Robert Wagner, James Coburn, Pat Morita y otros) y es además una de las únicas cuatro películas que fueron hechas con el sistema Sensurround, diseñado por Universal, que constituyó una de las primeras experiencias de sonido envolvente en los cines. De hecho, fue la segunda despúes de Terremoto, del mismo año. Hasta recuerdo que cuando anunciaban Terremoto en Sensurround (así, como un sintagma), creía, a mis diez años, que ese era el título completo de la película y que debía hacer referencia al lugar en que se producía el sismo. Ya cuando unos meses después anunciaron La Batalla de Midway en Sensurround, comencé a sospechar que debía haber otra cosa.

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Charlton Heston (derecha) en La Batalla de Midway (1976)

LA PELÍCULA DE 2019
Bien, y aquí tenemos una nueva versión de esa célebre batalla bajo la dirección de Roland Emmerich y que se puede ver en las plataformas de Alquiler y en Amazon en varios paises latinoamericanos. Desde el punto de vista técnico no tiene objeciones: las escenas navales y aéreas exhiben todos los recursos que, hoy disponibles, no había en 1976. El problema es que por detrás de eso el guión nos presenta unos personajes demasiado lisos, prácticamente sin historia personal ni vida privada detrás de ellos: esa “historia dentro de la historia” de la que antes les hablara y que sí estaba presente en la película de 1976. ¿Es imprescindible ello en una película bélica? Bien, debo decir que así lo creía yo hasta que vi Dunkerque, en donde Nolan demostró que no es así, al meternos sin anestesia en una historia cruda y en la contagiosa angustia de unos personajes que sólo aspiran a salir de allí lo antes posible. También la más reciente 1917, de Sam Mendes, lo hace en menor medida pero con muchos aciertos fílmicos. Pero los personajes de Midway son tan lisos que solo piensan en la guerra y no hablan más que de ella, hasta cuando comparten momentos íntimos con sus parejas. El patriotismo y la lucha parecen ser todo el tiempo sus máximas preocupaciones; jamás van a hablar de una tontería, salvo en esos momentos en los cuales alguno cuente en público una de esas historias pasadas que bien podrían entrar dentro de la categoría que en Los Simpson llamaban Anécodotas que no conducen a ninguna Parte. Y no faltan, por supuesto, las arengas emocionantes que no emocionan a nadie.

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La película de Emmerich pone de relieve el valor de los pilotos


La trama tampoco se termina de decidir por seguir la historia grande o la pequeña, otra decisión fundamental al momento de abordar una película bélica. Por momentos cobran protagonismo los líderes, como los almirantes Yamamoto (muy bien caracterizado por Etsushi Toyokawa, a quien no parece pesarle que ese papel haya sido hecho antes por Mifune) o Chester Nimitz (Woody Harrelson), así como el vicealmirante William Halsey (Dennis Quaid: qué bueno volver a verlo). Creo que en ese trío actoral está quizás lo mejor de la película, al punto de que consiguen generar interés por diálogos totalmente insípidos: sólo grandes actores consiguen eso.

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Woody Harrelson interpreta eficazmente al almirante Chester Nimitz


Luego estarían los personajes más pequeños, con los cuales nunca nos terminamos de identificar: es aquí donde el resto del elenco acompaña con desigual suerte, en parte por las deficiencias del guión, en parte por la pobreza de los personajes o porque los mismos actores tampoco es que tengan tanto para aportar a fines de remontar lo irremontable. Entre ellos hay unos cuantos a quienes hemos visto en los últimos tiempos interpretar a personajes icónicos en varias series, tal el caso de Alexander Ludwig (Bjorn Ironside en Vikingos), quien tiene una participación corta pero solvente, o bien los de Luke Evans (John Moore en The Alienist) y Ed Skrein (Daario Naharis, aquel que alguna vez se bajó a la Khaleesi en Game of Thrones).

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Etsushi Toyokawa sale airoso en el papel del célebre almirante Yamamoto


La historia pasa, esencialmente,por tres momentos: comienza en los años treinta, en donde vemos el nacimiento de la empatía de Yamamoto hacia los norteamericanos, sigue con el bombardeo de Pearl Harbor y allí vemos básicamente la misma escena de bombardeo que ya nos mostró en su película Michael Bay, solo que comprimida en cinco minutos (no lo digo irónicamente: hay escenas idénticas) y luego ya nos lleva a Midway, en donde básicamente veremos un circo de aviación que hará las delicias de los amantes de los combates aéreos aunque, por momentos, debo decir, se parece demasiado a un videogame: a la enésima toma con visión subjetiva en los ojos del piloto mientras nos arrojamos contra un portaaviones, nos sorprendemos a nosotros mismos tratando de controlar el joystick para escapar a nuestro destino.
El patriotismo de los pilotos, por supuesto, desborda a mares y el carácter abnegado y desinteresado contrasta en parte con el de los japoneses, igualmente valientes pero más desalmados (todos menos Yamamoto). Aun así, Emmerich cumple con todas las tareas que en el colegio le han asignado y, en un acto de corrección, dedica el filme a la memoria tanto de los pilotos americanos como de los japoneses que dieron la vida en esa batalla. Y… sí: la película también había que estrenarla en Japón después de todo y Emmerich sigue bien las enseñanzas de su amigo y maestro Michael Bay, quien incluso llegó a hacer un guión distinto para Japón en el caso de Pearl Harbor. Y ya que mencionamos esa película: sí, también era un alegato patriotero, rimbombante y sensiblero pero, al menos, tenía el atractivo del triángulo amoroso que, aun lleno de clisés, le daba a la historia siquiera un toque de culebrón que te mantenía prendido ya que, al menos, te intrigaba saber con cuál de los dos pilotos se quedaría la muchacha; aquí falta algo así.
En definitiva, Midway: Batalla en el Pacífico es una película que gustará a los muy fans del género y, en especial, al subgrupo de los amantes de las escenas aéreas. Tiene algunas buenas actuaciones, de las cuales ya hemos hablado y que, por momentos, ayudan a sostener la historia allí en donde no hay nada a qué aferrarse… pero no hay mucho más que eso. Un guión chato y personajes lisos hacen que no sea la gran película bélica que estamos esperando ver en estos tiempos que corren y en los que el género parece haber resucitado con un par de títulos muy interesantes; tampoco logra eclipsar a aquella versión de 1976. Pero bien: Emmerich siempre manifestó que su interés es sólo entretener y, si es así, todo cuanto hasta aquí he escrito bien podría resbalarle. Y una cosa hay que reconocerle: Roosevelt no aparece en la película. No puedo imaginar cuánto le habrá costado a Emmerich no incluir a un presidente de Estados Unidos en alguna de sus historias.

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Un saludo. No dejen de cuidarse y será hasta la próxima…

 

Rodolfo Del Bene
Rodolfo Del Bene
Soy profesor de historia graduado en la Universidad Nacional de La Plata. Entusiasta del cine, los cómics, la literatura, las series, la ciencia ficción y demás cosas que ayuden a mantener mi cerebro lo suficientemente alienado y trastornado.
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