La batalla de Inglaterra

Aparatosa superproducción británica producida por Harry Saltzman que con un presupuesto de 17 millones de dólares recreó la llamada batalla de Inglaterra. Un hecho histórico que tuvo lugar en 1940 durante la Segunda Guerra Mundial. Tras la caída de Francia, los alemanes planean invadir Gran Bretaña pero antes sus aviones deben destruir las defensas y la aviación británica. Al principio los teutones toman la iniciativa pero un error les lleva a precipitar su ataque sobre Londres descuidando otros objetivos de mayor importancia estratégica.

La película filmada en España recrea con todo lujo de detalles los entresijos del enfrentamiento y no escatima en medios a la hora de mostrar los combates aéreos utilizando los mismos aviones de la época asesorados por algunos de los protagonistas supervivientes de la batalla. Cuenta con un elenco de actores de primer orden entre los que se encuentra la flor y nata del cine inglés.

Las secuencias aéreas están rodadas sin ordenador por pilotos profesionales que consiguen transmitir más realismo y credibilidad, lo malo es que la trama se recrea en exceso con los enfrentamientos y los bombardeos así que hacia el final se hace muy pesada. Los efectos especiales en algunos momentos chirrían bastante. Además muchos actores se pasan media película cubiertos con la máscara de piloto y no se les ve la cara. La historia de amor entre Christopher Plummer y Susanah York y los intentos de dotar de dramatismo al argumento fracasan por la falta de enjundia de un guión que prefiere poner toda la carne en el asador con las escenas bélicas.

De director tenemos a Guy Hamilton, quien dirigió la que es, en mi opinión, una de las mejores entregas de 007 como es 'James Bond contra Goldfinger' y en el reparto grandísimos nombres como Laurence Olivier, Michael Caine, Trevor Howard, Curd Jürgens, Christopher Plummer, Robert Shaw o Susannah York. Todo pintaba muy bonito con tantos nombres y una trama basada en una aventura de la II Guerra Mundial de la que no sabía apenas nada. Ha pasado lo que a veces sucede, lo que pinta bien se tuerce sin remedio.

Visto el filme, tiene visos de que eligieron desde el principio optar más por una vertiente realista más que dramática, y que el filme sea lo más verosímil posible siempre es un plus cuando se trata de largometrajes basados en hechos reales; sin embargo, si el mejor argumento no sale de la narración de los hechos se deja muy cojo a una producción que desperdicia a un gran elenco de actores ya mencionados.

Por un lado, las escenas de acción (y principalmente las batallas de aviones) están bien filmadas y son momentos destacados del metraje; cuando no hay acción la película se siente vacía, sin nada realmente interesante que contar y acudiendo casi en exclusiva a la sucesión de acontecimientos para rellenar minutos. Solamente Christopher Plummer y un jovencísimo Ian McShane tienen algo más que ofrecer de sus personajes además de aparecer por allí, pero solo con eso no se justifica toda una película.

Cuando supe de la existencia de este filme mi sentido cinéfilo sonó a lo bestia porque la propuesta parecía demasiado buena para rechazarla. Lo que he obtenido, sin embargo, es un relato de los hechos con verosimilitud, eficientes escenas de acción y poco entretenimiento cuando se sale de esos tramos moviditos. A pesar de tener tantos buenos actores, no creo que lo vaya a recordar positivamente.

El punto fuerte de "La batalla de Inglaterra" son sin duda las escenas de combates aéreos, muy bien representadas con aviones de verdad (algo que se ha vuelto mucho pedir al día de hoy) y no "simples" animaciones hechas digitalmente. Esto obviamente porque los efectos de la época no lo permitían; y así como esto de la edad le da su principal atractivo, también sus más grandes pegas. Quizá demasiado lenta en algunos momentos, con un diálogo demasiado restringido por las circunstancias, esto solo le resta algunos puntos.

Algo que hoy me parece imperdonable, pero por el año en que se rodó es admisible, es no dar cabida a que los actores alemanes puedan dar de sí mismos y tener ellos una libreto más rico que solo decir "sptifire!" o representar oficiales arquetípicos. Probablemente esa fue la intención del director, centrarse más en el bando aliado, pero le resta objetividad.

Altamente recomendable.

Excelente producción para un largometraje basado en hechos reales, con un notable reparto de actores y la notable dirección de Guy Hamilton. Los actores estuvieron a la altura de la película, destacando por mi parte la labor de Trevor Howard y Sir Laurence Olivier, dos actores ingleses de gran talla. La fotografía es de primerísimo nivel con unas escenas de gran factura. Los campos arreos fueron filmada en la Basé Aérea española La Tablada. Las locaciones también fueron seleccionadas con esmero y dieron un notable resultado. Lo que, en mi opinión, le baja puntos es que los alemanes se veían como monigotes ridículos y la patética figura de Hermann Goering un tipo que a pesar de sus crímenes en la época del nazismo, fue parte de la aristocracia alemana. Guy Hamilton declaró a modo de broma en el documental que se hizo sobre este film que cuando Harry Saltzman le dijo: "te tengo un regalo". Bien -repuso él, ponlo en el auto. No, -contestó Saltzman ¿Quieres dirigir la Batalla de Inglaterra?. Entonces Hamilton dice: "Fue un cuestionable regalo, un regalo venenoso".-

En mayo de 1940, tras los primeros compases de la segunda guerra mundial, se produce la desbandada de Dunquerque y los ingleses se enfrentan al peor momento de la guerra cuando los alemanes ocupan Francia e inician la batalla de Inglaterra. La película es una meticulosa y fidedigna reconstrucción –uno de los 4 directores artísticos empleados en esta producción es el mítico Gil Parrondo- de la preparación de la defensa del país frente a los sucesivos ataques nazis y el heroísmo de los pilotos de la RAF, desde las primeras incursiones hasta la principal ofensiva alemana de septiembre de 1940.

Es cierto que la encomiable claridad de la exposición narrativa se ve lastrada por la sosería estilística de Hamilton –mucho más brillante como director en otras ocasiones- tal vez aplastado por un reparto lleno de figurones –práctica habitual en el hipertrofiado cine bélico de los 70- algunas de las cuales, sin embargo, sólo tienen unas líneas de diálogo.

El despliegue de chatarra de la segunda guerra mundial es apabullante y la reconstrucción de la mítica batalla es verdaderamente admirable. Por la pantalla desfilan con loable pedagogía –a veces parece un curso acelerado de aeronáutica de la segunda guerra mundial- Heinkels, Stukas, Messerschmidts y, por supuesto los Spitfire que, de hecho, acaban por convertirse en los verdaderos protagonistas, en unas escenas bélicas simplemente buenas aunque algo alicortas.

Poco, sin embargo, se puede destacar fuera de los hechos históricos en sí. No está rodada con gran genio pero si con enorme fidelidad. La mejor escena de todas, sin duda, es la escena de la batalla en la que se utiliza parte de la partitura que había creado William Walton –“The battle in the air”- y que miopemente despreciaron los productores para dársela a un mucho más convencional Roy Godwin.

Correcta sin alcanzar el nivel de otras de sus cintas bélicas