Kinatay (2009), de Brillante Mendoza

Peping es un joven policía, todavía en la academia de criminología. Tiene un bebé, y ha decidido casarse. Por la noche, su jefe le requiere junto a otros policías, para un “trabajo”. Supone un auténtico descenso a los infiernos, pues su propósito no es otro que el de ajustar cuentas con una mujer con la que tiene una deuda relacionada con el narcotráfico.

El filipino Brillante Mendoza hace honor a su apellido, la realización de esta cinta evidencia un soberbio dominio visual. Los planos con sus encuadres son muy sugerentes, el ritmo narrativo es agilísimo, el sonido subraya la inquietante sordidez de lo que se está contando, la pérdida de la inocencia del protagonista. Tiene gran mérito la gradual transición de un mundo cotidiano –una barriada popular, el entorno familiar, la academia de policía...– al de la degradación moral. Donde cabe poner importantes peros a Mendoza es en su modo tan desagradable de mostrar la violencia y las agresiones sexuales, ciertamente no aptas para cualquier paladar. Cierto que muchas veces opta por el fuera de campo, pero el impacto es brutal, aunque sea con el buen propósito de denunciar la corrupción policial.