Juan Perea
1839. Óleo sobre lienzo, 55 x 45 cmNo expuesto
Retrato de busto, ante un fondo neutro muy oscuro, viste levita negra con cuello de terciopelo y corbata anudada al cuello. De rostro joven y afilado, lleva bigote y melena cubriéndole las orejas, volviéndose para mirar al espectador.
Pintado en París en 1839, como atestigua su firma, es uno de los retratos más interesantes de la segunda etapa francesa de Federico de Madrazo, ya que, aunque sujeto todavía a un dibujo apurado, de cierta dureza, y a un rígido modelado de los volúmenes, el artista muestra en la cabeza del personaje una curiosa influencia de la pintura barroca española, y en especial de Ribera, al resolver las carnaciones con una jugosidad matérica de grueso empaste, visible sobre todo en la frente, bien distinta de la lisura del cabello, brillante y sedoso, e iluminar la figura en fuerte contraste con la oscuridad del fondo y el traje.
Considerado tradicionalmente como el modelo utilizado por Federico para su Godofredo de Bouillon proclamado rey de Jerusalén, conservado en el Château de Versailles, González lo identifica con un dibujante y grabador de ese nombre residente en París en esos años de quien, sin embargo, no hay noticia alguna. Tan solo se conoce con ese apellido a Alfredo y Daniel Perea y Rojas, cuyas biografías recoge Ossorio, hermanos de Julia Perea, esposa del grabador Bernardo Rico, quien legó el cuadro al Estado, hijos todos ellos del retratado (Texto extractado de Díez, J.L., Federico de Madrazo y Kuntz (1815-1894). Museo del Prado, 1994, p. 164).