Jojo Rabbit’ se ha convertido en una de las películas más controvertidas de la temporada. No es que le tenga que sorprender a nadie: va de un niño nazi que escribe un libro sobre cómo identificar y atrapar a judíos con la ayuda de su amigo imaginario, Adolf Hitler. No hay duda de que el director Taika Waititi (‘Thor: Ragnarok’) escribió el guion de esta película a sabiendas de lo polémico que sería su contenido político, que él, inteligentemente, pasa por el filtro de la mirada infantil del protagonista y se autocorona en su campaña de marketing (en caso de que los críticos no hicieran lo propio) como una “comedia anti-odio”.

Su arriesgada apuesta ha dado sus frutos: el filme opta a seis premios Oscar, incluido el de Mejor Película, y está mano a mano con ‘Joker’ (la versión ‘scorsesiana’ del villano de Batman dirigida por Todd Phillips) por el título de la nominada que más escepticismo ha levantado entre parte de la crítica y el público. Muchos han criticado su visión del Tercer Reich como una ensoñación entre la estética a todo color de Wes Anderson y el corazón tragicómico de ‘La vida es bella’, mediante una sátira que no alcanza la coherencia delirante de ‘Los productores’ y se pierde en las ‘cuquicidades’ que el director ya mostró en películas como ‘Hunt for the Wilderpeople’. Un combo que, a pesar del 'Oscar buzz' y el cariño de muchos espectadores, le ha valido calificativos como "autocomplaciente", "falsa", "grosera" o "comedia hipster" entre las reacciones de la crítica norteamericana.

Pero… ¿La convierte eso en ofensiva?

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En 1972, Jerry Lewis escribió, rodó y protagonizó una de las películas malditas de la historia del séptimo arte. Tanto que, casi medio siglo después, aún no hemos podido verla. Bajo el título de 'The Day the Clown Cried', el cómico y actor sacó adelante un proyecto en el que interpretaba a un payaso judío enviado a un campo de concentración nazi durante el Tercer Reich por haberse burlado públicamente de Adolf Hitler. Allí, los guardias alemanes ven una oportunidad única: que el payaso guiase a los niños con sus bromas y su alegría hasta las cámaras de gas. Y así lo hizo, con la convicción de que, si iban a morir, mejor que pasasen sus últimos momentos entre risas. Por los numerosos problemas que tuvo durante el rodaje parece que sonaba tan mala idea en los 70 como ahora, por lo que Lewis (con la película terminada y lista para estrenar) se echó atrás en el último momento y la enterró para que nadie la viese jamás.

Quien sí consiguió dar en la diana unos pocos años antes (y hasta estrenarse) fue 'Los productores' de Mel Brooks, una clase magistral de cómo la sátira llevada al extremo es un campo fértil para reflexionar sobre cualquier tema, hasta los más peliagudos. No habían pasado apenas 25 años del final de la Segunda Guerra Mundial y ya teníamos en la gran pantalla a algunas de las figuras cómicas más importantes burlándose sin miramientos del nazismo (en la ficción y en la realidad) mediante un musical, 'Primavera para Hitler', que los dos productores protagonistas quieres convertir en el mayor fracaso de la historia. Paradójicamente, consiguen lo convertirlo en un éxito tan grande como el propio filme. No solo Brooks ganó el Oscar a Mejor Guion Original y Gene Wilder llegó a estar nominado a Mejor Actor de Reparto, sino que la película se adaptó en un musical teatral (que ganó hasta doce premios Tony) y tuvo un remake en 2005 con Matthew Broderick y Nathan Lane.

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AVCO Embassy Pictures/Photofest

Con estos dos ejemplos (uno fallido, uno de éxito), a los que habría que añadir (por pertinencia respecto a la película que nos ocupará ahora) la desgarradora 'La vida es bella' de Roberto Benigni y la clásica 'El gran dictador' de Charles Chaplin, quizás podamos entender mejor dónde encaja 'Jojo Rabbit' y, sobre todo, de cuál de esos bandos está más cercana. Entre las ansias de seriedad de un actor encasillado como bufón de Hollywood y la metacrítica de una película increíblemente mordaz, la película de Taika Waititi aspira a ser entendida bajo la mirada de la infancia. Pero no la que le dedicaba el pequeño Geosuè a su padre mientras traducía en bromas las serias amenazas de los guardias de Auschwitz, sino una genuina inmersión en la forma en la que un niño de apenas 10 años asimila las creencias de su entorno y cae en el fanatismo de las ideologías xenófobas.

El interés de Waititi en el universo de la infancia no es nada nuevo (desde su corto nominado al Oscar 'Two cars, one night' hasta 'Hunt for the Wilderpeople', de estilo muy cercano a 'Jojo') y le sirve para dar una nueva visión sobre el tema. De hecho, según contó en el Festival de Toronto, ese es el objetivo que debería perseguir la industria. "Tenemos que seguir recordando y seguir encontrando formas nuevas e innovadoras de contar la misma historia, y seguir enseñándonos a nosotros mismos y a nuestros hijos lecciones sobre cómo avanzar y utilizar el amor para unirnos en el camino hacia el futuro", dijo entonces en unas declaraciones recogidas por Deadline. La manera en la que el cineasta vuelve a lo mismo sin ser lo mismo reside posiblemente en el protagonista, que ya no es la víctima sino el verdugo. O, bueno, el potencial verdugo.

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TIFF

Aun así, ¿es tan innovador, o incluso valiente, burlarse del Tercer Reich más de medio siglo después? Según el crítico de The New Yorker, Richard Brody, que ha tenido muchos sentimientos encontrados con el filme, no hay nada admirable hacer un chiste de Hitler en 2020:

"Hoy, burlarse de Hitler y sus secuaces es fácil y sin sentido, porque no representa una amenaza; Waititi está pateando un ente muerto. Los enemigos que necesitan satirizar están en el poder, comenzando desde arriba, con miembros de la Administración y asesores de alto rango, e incluyendo los participantes de la letal manifestación de Charlottesville. Pero para hacer un largometraje que se burle abiertamente del presidente [Donald J. Trump], sus ayudantes y algunos de sus seguidores, correría un riesgo que es poco probable por parte de un cineasta y un gran estudio".

Y Brody va más allá, con unas palabras demoledoras para una película que, como comentaremos más adelante, tiene otros objetivos muy diferentes:

"El didactismo de 'Jojo Rabbit', al alentar a los espectadores a mirar con empatía benigna a los nazis, también está alentando una simpatía similar por el partidario de Trump, e incluso por la autocaricatura del propio Trump. El objetivo real de 'Jojo Rabbit' no son realmente los que odian, son aquellos que se atreven a odiar a los que odian. La película no satiriza tanto a los nazis, y mucho menos expone el fraude de los "odiadores" contemporáneos (como los neonazis o los colectivos de ultraderecha) o los principales sectarios republicanos de Trump. Más bien, la película en última instancia advierte contra el desprecio fácil que reciben por parte de liberales y progresistas: hay muchas personas muy buenas en ambos bandos".

Brody hace referencia a cuando el presidente de los Estados Unidos, tras las violentas manifestaciones neonazis de Charlottesville en 2017 que provocaron numerosos heridos y hasta un asesinato, aseguro que "hay gente buena en ambos bandos". Una conclusión demoledora para una película que no aspira a ser una tesis doctoral del estado del mundo sino más bien una fábula infantil con moraleja para los tiempos modernos. Lo que el crítico ha querido obviar (en favor de una lectura más punzante, y aplicable a la recientemente oscarizada 'Green Book': las buenas intenciones a veces te explotan en la cara) es que 'Jojo Rabbit' no quiere ser retrato o denuncia, ni siquiera quiere ser realista. Es una advertencia.

Jojo Rabbit
20th Century Studios

En la presentación de la película en Toronto el pasado mes de septiembre, Waititi habló de cómo en 1933, cuando Hitler llegó al poder, "todos los días, todas las semanas, solo había un pequeño cambio" ante los que la gente pensaba "eso está mal", y luego seguían con sus vidas al minuto siguiente. "Pero no fueron cambios lo suficientemente grandes", contaba, "para realmente hacerles levantarse y protestar: no fueron lo suficientemente grandes hasta que fue demasiado tarde". El cineasta evidencia cómo las ideologías fascistas se van infiltrando como parásitos en nuestra sociedad, convirtiendo en normal lo que no lo era, generando odio donde antes había convivencia. "Mientras más lo ignores, y más creas que estamos en el apogeo de la civilización humana y el avance y algo así nunca podría volver a suceder... Piensa que eso es exactamente lo que dijeron en 1933", sentenciaba Waititi, que no esconde (aunque no haya querido dar muchos titulares) que su nueva película es una llamada a no subestimar el poder de las ideologías extremistas. Es muy fácil burlarse de ellos, porque sus creencias prejuiciosas y sus actos de patriotismo son absurdos, pero cuando ataquen nos daremos cuenta del inmenso poder que han acumulado mientras nos reíamos de su ignorancia en Twitter.

En el fondo, 'Jojo Rabbit' habla de esto y lo muestra a su manera de una forma implacable: las risas de la primera parte se evaporan en la segunda, cuando unos zapatos nos muestran la tragedia y una guerra estalla en el pueblo donde se sitúa la historia. Ahí entendemos que los 'haters' pueden parecer ridículos, pero las consecuencias de su espacio de impunidad pueden ser devastadoras. En la superficie, en cambio, el filme se centra especialmente en el origen: cómo estos movimientos ideológicos radicalizan desde edades muy tempranas, en las que los afectados aún no entienden realmente lo que están haciendo. "Eres un niño de 10 años al que le gusta vestirse con un uniforme elegante y quiere formar parte de un club", le espeta a Jojo (Roman Griffin Davis) la implacable Elsa (Thomasin McKenzie), una niña judía escondida en su casa que parece entender claramente qué hay detrás de la obsesión del protagonista con Hitler. Su presencia en la historia nos ayuda a entenderle, y en última instancia nos dará la nota esperanzadora (a ritmo de David Bowie) que la película ha ido buscando desesperadamente.

Jojo Rabbit
20th Century Studios

Habitualmente, en este tipo de historias que se arriesgan a convertir el nazismo en una broma, la línea que separa la genialidad de la ofensa es muy fina. Y depende a quién le preguntes, Waititi está en un lado o en otro. Quizás su crimen es no hacer de 'Jojo Rabbit' una experiencia más delirante y menos 'Mr. Wonderful'. De eso precisamente se quejaba, posiblemente con razón, el crítico de The New Yorker, para el que los "nazis buenos" es un concepto cuanto menos problemático. Sin embargo, y aún con sus luces y sus sombras, la película persigue otros objetivos menos complejos y más contundentes. Menos preocupados por explorar las contradicciones inherentes del tema y más centrados en dejar clara la lección moral del día. Una amalgama de conceptos necesarios (amor, comprensión, compasión, entendimiento) que la pueden encasillar de ingenua, pero desde luego no de ofensiva.

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Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.