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How to with John Wilson: la serie m�s rara, divertida e hipn�tica del momento

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'How to with John Wilson' descubre la Nueva York m�s extra�a y al margen de la postal

John Wilson en pleno rodaje de su serie.
John Wilson en pleno rodaje de su serie.

Hola, Nueva York. Entre tus millones de habitantes hay un tipo pelirrojo a una c�mara pegado, con voz de tele�eco y un prop�sito de lo m�s desconcertante: capturar la vida a trav�s de los objetos y personajes m�s extra�os que pueblan tus calles y edificios. Te dar� una pista: lleva gafas, hace re�r y necesita terapia urgentemente. No, no es Woody Allen, pero casi. Porque John Wilson podr�a considerarse uno de sus sucesores m�s directos, aunque lo suyo est� m�s cerca del v�deo-ensayo documental que de la comedia de altos vuelos. Tampoco le interesa retratar el puente de Brooklyn al atardecer, sino la tienda de todo a un d�lar de la esquina. En su visi�n de la Gran Manzana hay ratas muertas y restos de v�mito en la acera y, a�n as�, resulta tan entra�able como su casera.

�l es el responsable de How to with John Wilson, uno de los productos audiovisuales m�s inclasificables y deslumbrantes de los que actualmente se agolpan en las saturadas interfaces de las plataformas de streaming. Si lo que abunda es m�s de lo mismo, aqu� hay un fil�n realmente original y fascinante. Con su segunda temporada reci�n estrenada en HBO Max, Wilson vuelve a demostrar lo que ya se intu�a en la primera entrega de seis episodios: lo suyo es material de primer�sima calidad, un collage que tiene tanto de comedia absurda como de tutorial existencial para dummies. Y en esto de vivir, dummies somos todos.

Pese a los t�tulos de los cap�tulos, John Wilson no te ense�a c�mo invertir en el mercado inmobiliario, c�mo apreciar el vino o c�mo encontrar un sitio para aparcar. Son s�lo anclajes o puntos de partida que sirven de delgado hilo conductor para cada episodio, que luego se dejan llevar por la extra�eza de lo cotidiano. Su m�todo pasa por grabar ocho horas de material al d�a los siete d�as de la semana, adem�s del material que le proporcionan cuatro unidades de camar�grafos a sus �rdenes que recorren los rincones menos tur�sticos de la ciudad en busca de im�genes tan chocantes como la de un tipo en un coche chup�ndole los dedos de los pies a una chica a plena luz del d�a.

Todo el mundo tiene una historia detr�s y la fauna urbana de Queens o el Bronx no pod�a ser menos: un inquietante ventr�locuo, un fabricante de ata�des con forma de coche, un coleccionista de comida militar caducada, el multimillonario chiflado detr�s de la bebida energ�tica Bang Energy... Ninguno formar�a parte del t�pico programa o serie de televisi�n al uso, pero todos son rabiosamente televisivos, cada uno a su manera. En las entrevistas (y en los silencios antes y despu�s de las inquisitivas preguntas de Wilson) se producen momentos en el punto exacto entre la incomodidad, el rid�culo y la ternura.

Para su c�mara omnipresente y su entrenado ojo de voyeur tan importantes son las personas como los objetos. Una juguetona boca de incendios, los andamios que se reproducen en las aceras neoyorquinas o un maniqu� demasiado sugerente pueden dar pie a un tronchante contraste entre lo que el espectador ve y lo que Wilson dice, excavando en la originalidad de su formato hasta encontrar oro puro.

En esta segunda temporada, adem�s de tutoriales sobre qu� hacer con unas pilas gastadas o los mejores m�todos para recordar los sue�os, Wilson se adentra a�n m�s en su propia biograf�a para hablar de c�mo hac�a un corto al d�a cuando era ni�o o el desastre absoluto que fue su primera pel�cula amateur, Jingle Berry. Pero la historia m�s extra�a y fascinante de todas es la de su paso por un grupo que cantaba a capella y c�mo su camino se cruz� con el de Keith Raniere, l�der de la secta Nxivm, sentenciado el a�o pasado a 120 a�os de c�rcel por asociaci�n delictiva, conspiraci�n, tr�fico sexual y posesi�n de pornograf�a infantil. La comedia de la vida tambi�n tiene sus villanos.

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