“Un viejo ‘punk’ desesperado por ser relevante”: por qué Johnny Rotten odia la nueva serie sobre los Sex Pistols | ICON | EL PAÍS
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“Un viejo ‘punk’ desesperado por ser relevante”: por qué Johnny Rotten odia la nueva serie sobre los Sex Pistols

La producción, recién estrenada en España a través de Disney+, desmitifica y cuestiona parte de las versiones hegemónicas de los hechos ofrecidas hasta ahora por el cantante y líder del movimiento punk

Johnny Rotten (John Lydon), Sid Vicious, Steve Jones y Paul Cook en Estados Unidos en 1978.
Johnny Rotten (John Lydon), Sid Vicious, Steve Jones y Paul Cook en Estados Unidos en 1978.Richard E. Aaron (Redferns)

“Se pueden ir todos a tomar por culo. Les apoyé durante años y años, aún sabiendo que no valían para nada. Ninguno de estos cabrones tendría una carrera de no ser por mí. No habían hecho nada antes ni han hecho nada desde entonces”. Con estas palabras formuladas en una entrevista para The Sun el pasado abril, John Lydon (Londres, 66 años), más conocido por el nombre artístico de Johnny Rotten, dejó claro cómo se sentía por el hecho de que sus excompañeros Steve Jones y Paul Cook, respectivamente guitarrista y batería de Sex Pistols, hubiesen aprobado sin su consentimiento la producción de Pistol, serie de seis episodios dirigida por Danny Boyle (Trainspotting) que cuenta, a modo de biopic, la historia de la banda a partir de las memorias de Jones, Lonely Boy: Historias de un Sex Pistol (2016; editado en España en 2022 por Libros Cúpula). Tras varios meses de promoción indirecta por parte de Rotten, que, sin haberla visto, sacó además un comunicado en su web personal tachándola de “fantasía de clase media” y acusando a Disney de “robar el pasado y convertirlo en un cuento de hadas”, Pistol se estrenó el día 8 en España a través de la plataforma Disney+.

Aunque Rotten aparece retratado como un energúmeno carente de habilidades sociales, sorprendentemente y pese a la polémica, la serie no le villaniza del todo. Muy al contrario, se le da amplio crédito de muchos de los logros de Sex Pistols y, en última instancia, le otorga un digno papel de guardián de la integridad artística frente al mánager Malcolm McLaren, auténtico villano de la historia. A pesar de basarse en las memorias de Jones, Pistol no contradice en lo fundamental los principales puntos del relato que el cantante había transmitido en sus dos autobiografías; más allá, eso sí, de su tendencia a la hipérbole, que le ha llevado literalmente a asegurar que el punk fue algo inventado por él y su cuadrilla de amigos antes de conocer a los Sex Pistols.

De la misma manera, la serie, que cuenta con guiones de Craig Pearce (también autor este año del libreto de Elvis), introduce variaciones llamativas en lo que se consideraba el canon de Sex Pistols, como la relación sexoafectiva entre Jones y Chrissie Hynde, líder de The Pretenders, a quien se otorga un peso capital en la formación del grupo. Si bien pertenecían al mismo círculo y tuvieron un escarceo, Jones, que apenas le dedica espacio en su biografía, ha admitido que se trata de una decisión narrativa para “dar un poco de espectáculo” a la serie. La propia Hynde ha mostrado igualmente su sorpresa porque su personaje sea tan relevante en la ficción.

John Lydon, de los Sex Pistols, fotografiado en Nueva York en 2000.
John Lydon, de los Sex Pistols, fotografiado en Nueva York en 2000.Bill Tompkins (Getty)

La molestia de Lydon/Rotten, según ha dejado entrever en comunicados y entrevistas, parece venir más porque no le llamasen desde un primer momento para participar y dar su opinión, desde la creencia de que iba a negarse o a complicar el proceso. Según un acuerdo legal alcanzado en los años noventa, las decisiones relativas a los Sex Pistols se toman democráticamente entre los miembros del grupo, por lo que, con el visto bueno de Jones y Cook, no es necesario el del vocalista, y el cuarto fundador, Glen Matlock, bajista original reemplazado por el malogrado Sid Vicious, no tiene derecho a voto. En su defensa, lo cierto es que, pese a la explícita y proclamada animadversión entre ellos, Johnny Rotten sí contó con sus antiguos colegas para que aportasen diferentes versiones de los hechos en el libro No Irish, No Blacks, No Dogs (1994; editado en España por Acuarela & A. Machado). Curiosamente, la voz de Sex Pistols había tratado antes, sin éxito, de convertir aquel libro en una película, con el deseo de que Justin Timberlake le interpretase a él.

Contrastar tanto esa biografía autorizada como sus memorias La ira es energía (2014) con el libro de Steve Jones o la serie es un ejercicio interesante que permite ver los puntos de disenso y, sobre todo, entender el interés de Rotten en tener el control del relato. Desde la perspectiva del cantante, los otros miembros siempre le dieron la espalda, nunca le trataron con respeto y actuaron como marionetas de Malcolm McLaren, quien, para colmo, tras la disolución en 1978, se gastó el dinero del grupo en un falso documental, The Great Rock ‘n’ Roll Swindle (1980), donde se atribuía la autoría intelectual de todo lo relacionado con Sex Pistols.

Por supuesto, Rotten es quien se considera a sí mismo la pieza fundamental y la mente maestra detrás de todo. A la hora de colgarse medallas, en No irish… incluso se jacta de haber intentado él mismo matar a Nancy Spungen (novia de Sid Vicious, presuntamente asesinada por él en 1978) infectando las agujas de las jeringuillas con las que se inyectaba heroína. Mientras tanto, para Jones y, por extensión, para la adaptación televisiva de su libro, Johnny Rotten es un personaje intratable, imprevisible y egomaníaco, con quien no es posible razonar ni tener conversaciones sosegadas, y la producción musical de Sex Pistols se dio en un contexto más colaborativo.

Redefiniendo el punk a conveniencia

Con el mismo interés que en sentar cátedra sobre lo que fueron y significaron los Sex Pistols, John Lydon/Johnny Rotten también ha insistido a lo largo del tiempo en autoproclamarse primer representante del punk y en dictar en qué consiste, muchas veces matizando el significado y valor de himnos del movimiento para desesperación de sus acólitos. El que fue autor de la letra de God Save the Queen ha desconcertado estos días con sus alabanzas públicas a la difunta Isabel II (alguien por quien, recientemente, había expresado gran simpatía personal) y sus críticas a Sex Pistols por, desde su punto de vista, utilizar la pérdida “para obtener ganancias comerciales”, en referencia a la aparición autorizada de la canción en noticiarios. También, en el libro La ira es energía, afirmó que su composición Anarchy in the UK solo expresaba un impulso juvenil de odio y que en ningún caso ha simpatizado nunca con los anarquistas, a quienes describe como personas dedicadas “a poner bombas en supermercados”.

Mucho más alienante ha sido para su base histórica de seguidores la simpatía de Lydon/Rotten en el último lustro con la extrema derecha. En 2017, el también vocalista de Public Image Limited calificó en televisión de “fantástico” un encuentro que mantuvo con el político ultranacionalista británico Nigel Farage, se identificó como parte de la clase trabajadora que había decidido el Brexit y dijo que veía en el entonces presidente de Estados Unidos Donald Trump un “posible amigo” y un “Sex Pistol de la política”. En 2020, dado que cuenta con la ciudadanía estadounidense, anunció a los cuatro vientos que votaría en las elecciones a Trump, a quien consideraba “la única esperanza” frente a “la agenda de Karl Marx” del Partido Demócrata o “los disturbios antifascistas y de Black Lives Matter”.

Tanto él como Farage habían sido tiempo antes duramente criticados por Rotten, que además había calificado el Brexit de “loco y suicida”. En un artículo de The Outline titulado Johnny Rotten odiaría a John Lydon, el periodista Andy Martino ponía en duda el compromiso político real de su trayectoria: “Quizás él siempre haya estado más interesado en posicionarse como alguien que lleva la contraria (...) Pero una cosa está clara: John Lydon es ahora el tipo de dinosaurio contra el que Johnny Rotten se enfurecía”.

“Sus recientes posiciones públicas pueden leerse como estériles intentos de provocación”, dice Martino a ICON. “Encaja en el patrón de cierto tipo de estadounidense que adopta el apoyo a Trump como una posición contraria instintiva, ignorando o encogiéndose de hombros en lo que respecta al daño que ha causado a gente real, por no decir a la democracia. Da la impresión de ser un viejo punk desesperado por ser relevante”. En su artículo, además, recordaba la agresión racista en 2008 por parte de Rotten que denunció el cantante de Bloc Party durante un festival en España con Sex Pistols, incidente confirmado por otras bandas como Foals o Kaiser Chiefs. Preguntado en 2020 por el asesinato de George Floyd, no dudó en calificarlo de “espantoso” para, acto seguido, aclarar en respuesta al lema Black Lives Matter (“las vidas negras importan”) que “todas las vidas importan”.

Todos son hechos que se pueden contraponer a otros de la inconsistente biografía de Rotten, que, por ejemplo, apoyó en 1978 la organización de Rock Against Racism (“Rock contra el racismo”). Sus libros contienen esa misma incoherencia filosófica: en un capítulo puede contar que quiso echar a Glen Matlock porque no entendía que el punk se basaba en ofender, pero en otro, expresa su profunda molestia porque Siouxsie Sioux, de Siouxsie & The Banshees, actuase con los pezones al descubierto. “Hicimos un concierto con Screaming Lord Sutch y John rompió como tres micros. El tío juró por sus muertos que no los había roto. Lo negaba totalmente. Y encima se lo creía”, contaba Glen Matlock en una entrevista a Sounds en 1977. “Te decía algo y a los cinco minutos se olvidaba completamente de lo que había dicho. Y se lo creía, el tío se creía que no lo había dicho. Y daba igual lo que le dijeras, porque no iba a cambiar de idea. Era de locos”. Teniendo en cuenta que Rotten dice una cosa distinta cada vez que se explica en los medios, Pistol, al menos, puede ofrecer un respiro a los fans que quieran ver representada la idea clásica que tenían de los Sex Pistols. Y darles la oportunidad de imaginar que la ficción es todo lo demás.

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